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Entrevistas

Guilo Villar: “Cada experiencia compartida ayuda a generar inspiración a la hora de crear nueva música”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca)
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las canciones se despiertan, se elevan, giran, se expanden y nos envuelven en un lenguaje universal, único, del que todos formamos parte. Guilo Villar afina su oído y logra rescatar las notas que surgen desde el fondo mismo de su cuerpo, desde la naturaleza de cada objeto donde de alguna manera se esconden los sonidos de una música ancestral que entrelaza las palabras de todos los tiempos y se abre como una flor en su último disco.

En diálogo con ConArte Cultura el multinstrumentista porteño cuenta sus vivencias en el camino de la música y presenta “Amancay”, su nueva obra.

—Para comenzar con una presentación diferente, mirá a tu alrededor y elegí un objeto de la vida cotidiana que te represente porque, al igual que vos, guarda música en su interior.
—Amo pensar en objetos de la vida cotidiana como elementos sonoros. Es un ejercicio que hago constantemente explorando cada objeto con mis manos y mis oídos. Si tengo que mencionar ahora mismo un objeto de los que se encuentran a mi alrededor, inevitablemente pensaría en un vaso de agua que tengo en el escritorio. Ese vaso tiene forma de copa y es capaz de hacer varios sonidos dependiendo de la cantidad de agua que tenga dentro. Puede ser el motor de cualquier música por su capacidad de generar un espacio sonoro amplio, o puede ser simplemente un vaso de agua. 

—¿En qué momento decidiste que querías ser músico?
—Tenía 6 años y vi por primera vez a alguien tocar un piano en frente mío. Fue en un acto escolar, un alumno de séptimo grado estaba tocando “Para Elisa”, de Beethoven. Quedé hipnotizado y con ganas de experimentar que era eso de apoyar mis dedos en unas teclas de las cuales salían sonidos. Seguido de esa experiencia, mi viejo consiguió, en una disquería del barrio, un tecladito Casio que hasta el día de hoy sigo usando y sorprendiéndome siempre de todo lo que se puede hacer en un teclado tan básico (y barato). Fue en aquel entonces cuando mi voz interior se convirtió en una voz que canta constantemente. Desde ese momento nunca lo dudé ni un poco, siempre supe que quería hacer esto toda la vida. 

—Contanos cómo percibís el comienzo de una canción y de qué manera vas hilando las palabras con los sonidos para darle vida y, a partir de allí, cómo lográs conectar tus emociones con la música que emerge de la naturaleza para convertirla en tu propia voz.
—Toda persona sobre esta tierra tiene una voz interior, un pensamiento. Esa misma voz, a veces canta, y es la que viene nada más y nada menos que de nuestras sensaciones. No hay emociones que conectar, porque ellas ya vienen desde cualquier melodía que salga de nuestro cuerpo, y lo más importante a la hora de construir una canción es ser consciente de ello. Y aquí se genera un problema que considero muy recurrente en el ambiente del arte: hay artistas que se olvidan de esto para pensar únicamente en lo que pueda llegar a interesarle al público. Yo elijo pensar más en que soy un sujeto creador que exterioriza sus sensaciones, producto del mundo que me rodea, de la realidad que nos golpea cada día. A esa realidad elijo enfrentarla con música, con arte, con creación. Entonces, dicho esto, para construir una canción lo primero que hago es grabar toda melodía que se me cruza por la cabeza con el celular, o con un grabador de cassette que siempre llevo conmigo. Luego, a ese boceto lo voy pintando poco a poco hasta llegar al resultado final, el que puede llegar en un día, en una semana, o en años. También, estos últimos tiempos me tomé el desafío de ponerle música a palabras ya escritas, dando lugar al proceso inverso. Convoqué a escritores que conozco, entre ellos a mi hermano, para que me traigan poemas. En ese caso, le busco el ritmo a las palabras habladas, leo el poema muchísimas veces en voz alta y desde ahí empiezo a sonorizar, lo cual me ha llevado a lugares que estaban muy en el fondo de mi inconsciente, tal como sucedió en “Cantar de perros”, un poema de mi hermano Lautaro que me llevó a hacer una canción que fusiona músicas del mundo, más precisamente de Europa del Este, con algo que puede llegar a ser considerado parte del Rock o del Metal. 

—Participaste de varias bandas, entre otras, Babel Orkesta, ¿qué experiencias rescatás de esos momentos de música compartida?
—Participar en diferentes ensambles me dio versatilidad a la hora de crear música, pues me ha llevado a explorar ritmos e instrumentos que quizás no hubiera agarrado si no fuera por aquellas experiencias. He trabajado hasta en un grupo de Mariachis cuando tenía 21 años y allí fue donde accedí a recorrer todo el conurbano bonaerense con el acordeón. Trabajé como pianista acompañante de coros, he ido a un crucero con una banda de eventos, y finalmente trabajé en la Babel Orkesta durante dos años, en donde adquirí más soltura con el acordeón. Con la Babel toqué muchas veces en Konex, en Tecnópolis, he grabado para Paka Paka, y he tocado en el CCK. Allí me crucé con el gran Diego Leroux, con quien actualmente estamos trabajando en su música, la que pronto podrá ser escuchada. En síntesis, cada experiencia compartida ayuda a generar inspiración a la hora de crear nueva música. 

—¿Qué instrumentos convencionales son los que más disfrutás al hacer música y cuáles los no convencionales con los que también despertás a las notas?
—El instrumento convencional que más disfruto es el piano, ya que es con el que conviví prácticamente toda mi vida. Lo he explorado mucho y así lo sigo haciendo cada día. El piano es una orquesta portátil, y eso me fascina. Respecto a los instrumentos no convencionales, aún no sé cuál es el que más disfruto porque me falta mucho por explorar. Cada día de mi vida busco nuevas sonoridades, hasta cuando caliento agua para hacer mate encuentro frecuencias sonoras en el agua calentándose que pueden convivir tranquilamente dentro de una canción. De todas maneras, estos últimos años estuve investigando mucho las cajas musicales. De esa manera encontré algunas nuevas que vienen de China, a las cuales uno puede escribirle la melodía que desea en un rollo de cartón. Luego, gracias a la ayuda de Juani Perisutti, le hicimos una rueda para enrollar la partitura, como las de los viejos proyectores de cine, y ahora Diego Leroux está trabajando en una máquina automática. A esta caja le llamo la Caja Amancay y viene siendo un objeto del cual me enamoro cada día, porque me cambió la forma de hacer música y, cada vez que escribo en un rollo de cartón para que la Amancay la reproduzca, me meto en un viaje mágico, único e irrepetible. 

—¿Cómo vivís la experiencia de transcribir sobre partituras la música popular y cuál es el principal objetivo que te proponés al guardar esos tesoros en el interior de los pentagramas?
—Lo vivo con mucho amor, con mucha dedicación y a la vez es un proceso del cual aprendo. Es como si los grandes artistas de nuestra historia me dieran clases de música, porque es meterme dentro de la obra, es escuchar lo que fue grabado y escribirlo en el papel agregándole mi impronta personal. A la vez, es inmortalizar esas obras de alguna manera, para que las futuras generaciones tengan acceso a este material y puedan estudiarlas a fondo haciendo análisis sobre lo escrito. De esta manera, quizás sirva de estímulo a otros para crear nuevas obras, así como me sucedió a mí. 

—Si pudieras elegir dos palabras que definan a tu primer disco “Y nosotros sin el sol”, ¿cuáles serían y por qué?
—Terrenal y adolescente. Terrenal, porque al enfocarme tanto en el exceso de cemento y ausencia de sol en la ciudad quise ver un poco de tierra, aunque sea desde las melodías que se me ocurrían. Adolescente, porque conserva un poco el espíritu de un joven desplegando sus inquietudes frente a una ciudad que elegía olvidarse de sus raíces para seguir aspirando a ser una Europa de cotillón, queriendo tapar nuestras raíces latinoamericanas.  

—¿Quiénes te acompañaron en ese proyecto?
—Es un trabajo que fue pensado con Guido Cefaly, productor artístico del disco. Con él nos juntamos todas las semanas de 2013 recopilando composiciones que tenía por ahí, incluso hay en el disco fragmentos de trabajos prácticos del conservatorio, como la pieza para piano Antes del fin. Guido convocó a casi toda la banda que formó parte de las grabaciones. De esa manera conocí a Sebastián Roascio Golear, Martín Nastri, Mauricio Martín, Vicky Ferreyra, Alejandro Hagopián y Juan Mitidieri, quienes formaron parte de las presentaciones del disco y así se fue formando un ensamble estable que juega con estas canciones (y las nuevas también) hasta el presente. El disco fue mezclado y masterizado por Ariel Lavigna, a quien conocí para esa ocasión, y en ese cruce entendí mucho de lo que significa jugar con el sonido. Entendí lo importante que es la figura del ingeniero de sonido alrededor de toda la música, pues hace que todas las tímbricas adquieran brillo y den lugar al espacio generado por los sonidos. Todos estos cruces hicieron despertar en mí una nueva forma de pensar la música. 

—Acaba de ver la luz tu segundo disco “Amancay”, contanos en qué lugar se sembró la semilla de esta obra, cómo fue el proceso creativo y quiénes te acompañan en este viaje en el que los sonidos entrelazan diferentes realidades.
—Así como digo que Y nosotros sin el sol fue un viaje adolescente, en Amancay me fui más atrás, exploré mi niñez, mis inicios con la música y toda la conexión entre lo que captaron mis oídos y las reacciones de mi cuerpo frente a cada vibración. Para eso, fui a buscar mi primer teclado que estaba guardado en un placard, un Casio SA21 con el que jugué toda mi infancia. Allí pensé que hay cierta tendencia a desconsiderar a los instrumentos “de juguete” a la hora de hacer música y es donde hay cierta contradicción, pues hacer música es una actividad lúdica, y quienes elegimos hacerla decidimos no dejar de jugar nunca. Desde esa idea, me propuse buscar instrumentos pequeños, quizás para volver a sentirme como un niño. Así fue como me crucé con la caja de música; con campanas de colores afinadas en escala de Do Mayor; con instrumentos de tecla pequeña que hace algunos años empiezan a aparecer (como el Yamaha Reface, o el Microkorg); con flautas melódicas (que vengo investigando desde mi adolescencia) y hasta me topé con una maquína de escribir que también considero un instrumento de tecla. Todo esto me puso en órbita para desarrollar este concepto llamado Amancay, en donde toda esta paleta sonora conformada por instrumentaciones no convencionales es mezclada al ensamble tradicional de la música pop. En este trabajo me acompañaron Sebastián Roascio, Vicky Ferreyra, Juan Mitidieri, José Sánchez, Daniel Sánchez, Mauricio Martín, Nico Grillo, Amanda Pujó, Áine y Guido Cefaly, dentro de la parte instrumental. También contamos con la participación de Walter Piancioli y Daniel Melingo como artistas invitados. Grabó, mezcló y masterizó Ariel Lavigna y tuvimos el apoyo del Instituto Nacional de la Música para su producción. El INAMU otorga subsidios cada año a artistas independientes de todo el país y este fue el resultado de uno de esos subsidios. El disco ya puede escucharse en todas las plataformas digitales. También estuvo Facu Beccaglia, en las ilustraciones y Maximiliano Torres en toda la parte audiovisual. 

—Si tuvieras la oportunidad de dejar la impronta de un sueño dentro de un disco, en ese espacio único capaz de guardar la música de manera física, ¿cuál sería?
—El sueño de flotar por el aire, que lo asocio directamente con el deseo de ser libres.

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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