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Entrevistas

Juan Pedro Dolce: “Ojalá pueda estar siempre cerca de lo creativo, sensible a esa necesidad de expresar a través del arte”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Cruza la puerta de una palabra, la palabra suena, está hecha de música, crece en sus manos, se hunde en el fondo de una página en blanco, se multiplica, son peces que nadan sobre los dedos, voces imprecisas, recuerdos escondidos entre los renglones, que se borran, son cuerdas, las palabras se caen, habitan el vacío y son lágrimas en el canto, música que aligera las cargas.

El músico multiinstrumentista Juan Pedro Dolce nació en Saladillo pero actualmente vive en la ciudad de La Plata, donde además de desarrollar su carrera como productor musical se dedica a la docencia.

En 2020 presentó su segundo disco solista “Peces de tinta, Vol 2” y actualmente está presentado el video clip “Amigo”, una de sus canciones.

ContArte Cultura charló con él para recorrer su camino musical y conocer sus últimos trabajos.

—Vamos a comenzar esta charla ubicados en la superficie de una hoja imaginaria. Se trata de una página cuyos renglones son cuerdas que sostienen una melodía que te representa, ¿cuál es la primera canción que viene a tu cabeza a partir de esa imagen?

Soltarme
ser libre en un cuaderno
un cuaderno para abrir
y cruzar
todas las puertas en un renglón
ganar el camino dulce del lápiz
y así perder el miedo.

Soltarme
tirarme en una hoja
y caer de espalda
sin dolor
porque se flotar sobre el papel
y si me hundo
si tengo suerte y me hundo
las letras y los caballos de melena larga
que nunca me salieron bien
van a estar ahí
buceando en el fondo del mar blanco
entonces cabalgar cantando
nadar al encuentro
con todas las canciones que empecé
que fueron solas a esconderse
entre otros peces de tinta
¿Por qué?
Porque hizo frío afuera
Porque hizo frío adentro
¿o por qué?

(Peces de Tinta)

—¿Recordás cuándo fue la primera vez que te sentiste parte del universo de la música?—Tengo el recuerdo de una imagen encantadora de una guitarra apoyada en un sillón, yo tendría 5 o 6 años. En esa casa, donde estaba la guitarra y el sillón, tomé algunas semanas o meses después (o antes o durante no lo puedo recordar con precisión) mis primeras clases de guitarra. Y desde entonces nunca me separé de la música.

—¿Cuándo comenzó tu carrera?
—Me resulta difícil marcar un punto específico de comienzo de mi carrera. Haciendo algún recorte podría decir que mi carrera profesional comenzó con las formaciones y las primeras experiencias con Castañas de Cajú y Bichofeo Trío, allá por el año 2008. Estos fueron mis dos proyectos musicales donde empecé a cantar mis canciones y las de mis compañeros, y a hacer música con mayor conciencia y quizás mayores pretensiones profesionales. Estos grupos además me posibilitaron tocar y grabar con músicas y músicos que admiro mucho, y hacer conciertos en escenarios diversos. Estas cosas me hicieron crecer mucho.

—¿Qué te inspira a la hora de comenzar el camino expansivo de una canción, tanto de la letra como de la música? ¿De qué manera aplicás la tecnología para favorecer esa expansión?
—En general compongo cuando me surge alguna necesidad puntual, quizás el concepto de algún álbum o EP, o alguna nueva formación instrumental. No soy de los que componen constantemente, tengo momentos donde gran parte de mi energía creativa se dispone en esa dirección y momentos donde me conecto más con la producción, los ensayos y los arreglos. Entonces, respecto de la expansión, esas necesidades que planteaba anteriormente, ya sea el concepto, la idea, los colores, la instrumentación, son la fuente de inspiración y el faro hacia donde se dará esa expansión. Y la tecnología en mi caso es la vía para ese desarrollo. Estos últimos años gran parte de la exploración estética es a través de las herramientas tecnológicas. Disfruto mucho de trabajar en el estudio, creando, componiendo, produciendo… es algo que me resulta práctico y divertido.

—¿Cuáles son los grupos musicales de los que formaste parte desde tu llegada a La Plata y quiénes te acompañaron y acompañan hoy?
—Tuve varios proyectos desde que llegué a La Plata. Los primeros años tuve dos o tres de jazz y dos grupos de folklore. Fueron experiencias cortas pero muy ricas y formativas. Después tuve un grupo muy importante con el que dimos muchos conciertos en la ciudad, muchos de ellos en situaciones bastante insólitas y divertidas. La Fábrica silenciosa fue un grupo de música espontánea en donde la propuesta era juntarse en el escenario a improvisar. Se daban cosas increíbles, incluso cierto vínculo con lo teatral. Fueron un par de años muy hermosos. Posterior a La Fábrica, formamos Castañas de Cajú y Bichofeo Trío. Con Castañas hicimos tres discos y tocamos muchísimo por diferentes lugares del país y del mundo. Hace tres años empecé mi carrera solista, y en este nuevo camino tuve una primer formación más numerosa, que armamos especialmente para presentar mi primer disco solista Peces de tinta, Volumen 1, y ahora estamos trabajando con un grupo nuevo, que me tiene super entusiasmado. Se trata de un trío más minimalista, y con mucha presencia de sonoridades producidas desde la computadora. En esta formación está Facundo Codino en bajo y Rodrigo Bernier en batería.

—Contanos acerca de “Peces de tinta, Volumen 1”, ¿qué es lo que define la esencia de ese disco?
—Ese disco fue la puerta de entrada al encuentro con mi propia manera de decir, el inicio de una búsqueda distinta, más individual. Como conté, vengo de experiencias grupales muy fuertes y estaba necesitando experimentar esto, descubrirme en este viaje. Ese disco fue bastante solitario, quizás incluso un poco reactivo, en el que me metí bastante para adentro. Lo hice absolutamente todo en mi home-studio, estuvo muy bien respecto de mi proceso, en ese momento necesité eso. A su vez, siempre supe que era la primer parte de un concepto más amplio que terminaría de plasmarse con el Vol. 2.

Volumen 1
Volumen 2

—Y en 2020, un año tan particular, nació “Peces de tinta, Vol. 2” ¿Quiénes te secundaron en el proceso creativo de esta obra y cuánto del tiempo de encierro se enredó en esas canciones?
—A fines de 2019, después de las presentaciones en vivo del Vol. 1, ya había algunas canciones que estaban tomando forma para el Vol. 2. De hecho, a fines de ese año logramos grabar tres bases junto a Lu Vitali en batería, quien fue a su vez la baterista de las presentaciones del Vol. 1. En febrero de 2020 empezamos a ensayar con mi nuevo trío y algo llegamos a armar antes del confinamiento. De ahí en adelante todo fue modalidad cuarentena y ese disco fue verdaderamente un salvavidas en donde por momentos permitió que me olvidara del encierro. Trabajé mucho en este álbum, en la búsqueda sutil de los timbres, de las texturas, de los colores. También fue producido en mi estudio Haku, pero en este caso hay varias colaboraciones que fueron grabadas en las respectivas casas de quienes participaron. Se armó un equipo hermoso, con invitados e invitadas que hicieron aportes significativos embelleciendo las canciones y el disco. Facu Codino, con quien vengo compartiendo la música desde el inicio de Castañas, fue quizás quien estuvo más cerca del proceso, grabando varios de los bajos del disco y haciendo algunos arreglos. A Peces de tinta, Vol. 2 lo terminé a mediados de diciembre de 2020, y si bien no era el mejor momento del año en términos estratégicos para lanzarlo, la verdad que en ese momento primó la necesidad de cerrar el proceso, que el disco salga al mundo y de darme finalmente un buen descanso.

—Justamente una de las canciones, “Amigo”, fue llevada a un videoclip en el que se suceden escenas que representan el poder liberador de la música ante los dolores de la vida. ¿Cómo viviste el proceso de creación de ese video y quiénes formaron parte de su producción?
—Fue increíble todo lo que pasó con ese video. Incluso mágico. Un día de junio de 2020, en plena primera ola de coronavirus, le mandé la canción a Rojo (Martín Gil), animador platense, con una idea inicial. Él se emocionó con la canción y enseguida me dijo “vamos a meterle”. Justo coincidió con que él estaba con ganas de contar algo con esa carga emotiva. Ahí empezó un viaje maravilloso, al que se fueron sumando artistas impresionantes. El gran Santi Lozano se encargó de la dirección de arte, se armó un equipo de sueños, ¡y todo a pulmón! Disfruté muchísimo estar cerca de la parte creativa de la historia, de los escenarios y los personajes. La realización duró un poco más de un año, hace apenas unas semanas pudimos lanzarlo a YouTube y estamos super felices con las repercusiones.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
—Ahora estamos trabajando con mi nuevo trío en un material que quizás, si todo sale como lo planeado, empecemos a grabar en octubre. Es un proyecto hermosísimo que nos tiene muy entusiasmados y que capaz lo podamos compartir a principios del año que viene. Por otro lado estoy trabajando en la producción de otros siete discos de artistas de diferentes lugares de Argentina. En todos los casos son artistas que quiero y admiro, esto también me tiene realmente muy contento.

—Para terminar, y volviendo a la página del comienzo, qué palabras, como un deseo, te gustaría dejar flotando sobre esas cuerdas.
—Lo que compartí en la primera pregunta es el texto de una canción mía que se llama Peces de tinta, está en el Vol. 1. Es un poco la canción sobre la cual se edifica el concepto de estos dos trabajos, y por esta razón es también la que le da el nombre a ambos discos. Honestamente, la elegí porque fue la primera canción que me vino a la cabeza con ese disparador que se propuso. Y creo que si pienso en algunas palabras para dejar flotando en esas cuerdas, tienen que ver con que ojalá pueda estar siempre cerca de lo creativo, sensible a esa necesidad de expresar a través del arte, encontrando la forma de materializarlo, y así renovar la motivación que me siga moviendo en la búsqueda infinita que posibilita la creación artística.

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Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

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Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

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Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
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