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Entrevistas

Eloísa Tarruella: “La escritura son esos zapatos color rojo rubí que puedan hacerme volar”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

La poesía se mueve con ella. Sus pies recorren un camino de palabras, como huellas de un lenguaje familiar que crece y se multiplica.

Eloísa Tarruella es licenciada en Artes Visuales, directora de cine, dramaturga y actriz. El arte atraviesa su vida y es metáfora en cada una de sus creaciones.

Sus personajes invitan al espectador a ser parte de la trama, como si lograra borrar con su voz la invisible línea que separa la ficción de la realidad.

En diálogo con ContArte Cultura, la artista abre las puertas de su mundo creativo y comparte sus vivencias.

—Te invitamos a comenzar esta charla a la distancia con un juego de presentación. Para eso vamos a entregarte un par de zapatos, se trata de un objeto imaginario, un símbolo del camino recorrido y de las huellas dejadas. ¿Cuál es la primera imagen que se te aparece? ¿Cómo son esos zapatos? ¿Qué dicen de vos?
—La primera imagen que se me aparece son los zapatos de color rojo rubí del personaje de Dorotea en el libro El mago de Oz, con una textura de lentejuelas. Pienso en esta imagen y en la metáfora que la implica. Dorotea tiene puestos estos zapatos mágicos, pero ella desconoce ese poder y piensa que necesita ayuda para poder volver a su hogar. Por eso emprende la travesía por el reino de Oz. Hasta que la percatan que ese poder está en ella misma. En sus pies que pueden volar y llevarla hacia donde desee. Estoy en un momento especial, de mucha reflexión interna, encontrando mi poder. Muchas veces nos extraviamos y perdemos el eje. Y pienso que ese eje, en mi caso, está en la escritura. La escritura son esos zapatos color rojo rubí que puedan hacerme volar.

(PH: Trigo-Gerardi)

—¿Recordás en qué rincones de tu infancia fuiste dando los primeros pasos en el camino del arte?
—Esos primeros pasos los di en la casa de mi infancia, en el barrio de Barracas, donde vivía junto a mis padres (ambos escritores) y mi hermano. Transité esos primeros años de vida rodeada de música y libros. El primer poema que escribí fue a mis cuatro años: “El color del corazón es del color que uno sueña”. Desde ese momento, siempre tuve la necesidad de expresarme a través de la escritura, tenía varios diarios íntimos y anotadores donde escribía mis sensaciones cotidianas. También a mis 7 años, entré en el grupo de teatro “Catalinas Sur” donde descubrí el universo teatral que marcó una huella fundamental. Otra imagen que me viene es el recuerdo de las tardes con mi familia en el cine viendo películas. Amaba esa adrenalina de los segundos de oscuridad previa a la imagen en la pantalla y después zambullirme en las historias. Estas tres huellas que menciono, la escritura, el teatro y el cine, hoy son mi profesión. Hay una frase de Louis Gluck que dice “observamos la vida una sola vez en la infancia, el resto es memoria”, y en mi caso, así fue. Las distintas pisadas de la niñez se fueron dirigiendo hacia un mismo camino.

—¿De qué manera percibís el punto de partida de una historia que merece ser contada?
—En cada proceso creativo que emprendí me sucedieron distintas cosas con respecto al punto de partida. En el caso de Anais, obra que escribí y dirigí inspirada en la vida de Anais Nin, tenía muy clara la potencia del personaje y lo que quería transmitir. El punto de partida era Anais y sus pasiones. Pero en Amorar, que fue mi primera obra teatral, la idea vino de una imagen: una mujer haciendo las valijas para irse de la casa de su novio en plena separación. Él la observa, pero en otro tiempo; un tiempo futuro, donde revive los recuerdos. En esa imagen vi la semilla de lo que sería una historia de amor trazada a través de dos puntos de vista. Hay una frase que dice Octavio Paz: “Arrastrados por el río de las imágenes, rozamos las orillas del puro existir y adivinamos un estado de unidad, de final de reunión con nuestro ser y con el ser del mundo”.Con El mundo en mis zapatos, obra que coescribimos junto a Brenda Fabregat, quien también es la intérprete del unipersonal, la idea partió de la vida real de la actriz. Lo biográfico como forma de narración. Introducir al espectador en el universo íntimo. Me interesa dejarme llevar por la intuición. Ese palpitar que tengo cuando siento que será un buen camino para recorrer en esa imagen, personaje o conflicto que me interesa abordar. El buen camino es el deseo de investigar. Lo comparo con el trabajo de los buzos cuando se introducen en el océano. Nadan a través de las distintas capas acuáticas hasta llegar a lo profundo. Así siento al punto de partida: animarse a bucear.

—¿Creés que la palabra poética que caracteriza tu obra es el hilo conductor de los diversos lenguajes que experimentás, ya sea la imagen en el cine o el cuerpo en movimiento en el teatro?
—Pienso que la palabra poética traza un puente en toda mi obra. Como un telar de sensaciones que se va hilvanando con sus diferentes texturas, componiendo un todo singular. La poesía aparece no solo en la palabra de algunos personajes sino también en la mirada poética de la puesta en escena. Contar desde la metáfora, las grietas, las sombras que rodean las historias. Ese es el desafío que me propongo. Hay un pensamiento que me identifica. “El reino de la poesía es el: ojalá. La poesía es deseo. El deseo aspira siempre a suprimir las distancias”, dice Octavio Paz. El arte busca suprimir las distancias, por eso pienso que los distintos lenguajes que abordo están hilvanados. Además de la poesía, en mis obras el tiempo es otro elemento presente. El tiempo como concepto subjetivo. Esto me permite romper con la linealidad y adentrarme en el sendero de las emociones, que al igual que los recuerdos no tienen tiempo, aparecen de repente y nos modifican. “Nada de lo que recordamos es verdad, nada de lo que imaginamos es mentira”, dice la autora Clara Obligado. En mi Anais jugaba con dos instancias que se iban alternando: Anais niña y Anais mujer. La escritura presente en esas dos instancias. Anais es ambas. En El mundo en mis zapatos, la ruptura del espacio-tiempo es constante. Brenda salta por sus recuerdos como por un trampolín, revive su infancia, la adolescencia, y su decadencia emocional. Leo tus labios lo construí como un rompecabezas a nivel estructura dramática. Cada escena sucede en distintos momentos de la vida de los personajes. El espectador debe ir reconstruyendo el armado de la historia a través de cada pieza/escena. En las películas que dirigí también aparece la palabra poética. Gené, en escena, film que hice en homenaje a mi maestro Juan Carlos Gené, transcurre en sus clases de teatro y tiene ese sello. La mirada de alumnos y alumnas, el recorrido por su obra… En el objeto de mi amor y Bailar la sangre, ambas películas codirigidas junto a Gato Martínez Cantó, lo poético ya estaba presente en los guiones. En el caso de la primera, cada objeto en las historias de amor son una entidad poética. En Bailar la sangre, film inspirado en Bodas de sangre de Federico García Lorca, todo estaba teñido de ese espíritu.

Gene en clase (PH: Trigo-Gerardi)

—A la hora de escribir, ¿cuáles son los renglones en los que el teatro y el cine se funden y en qué cosas se diferencian?
—Hay una diferencia fundamental entre el cine y el teatro a la hora de escribir. En el cine la imagen tiene un lugar primordial donde puede o no haber diálogos. En cambio, en el teatro la base de la dramaturgia es la palabra, los demás elementos giran en torno a eso. Otra diferencia es la variedad de espacios que puede abarcar el cine, que es más complejo trasladar al teatro a nivel escenográfico. Las cosas en común que visualizo en ambos lenguajes son, en primer lugar, los personajes como hilo conductor. Tanto en los textos teatrales como en los guiones audiovisuales, los personajes conducen las historias. Entonces se le dedica un espacio fundamental a la profundización de los arcos de transformación, la ruta de los personajes. Lo mismo sucede con el conflicto. Definirlo, trabajarlo para que los personajes puedan accionar en función de su deseo y vencer los obstáculos, es otro aspecto similar.

—¿Cómo construís los escenarios de tus obras, tanto en la imagen cinematográfica como sobre las tablas?
—En el caso de mis obras teatrales, me suelen decir que tiene mucho de cinematográfico el universo que construyo. Creo que me animo a coquetear con ciertos elementos propios del lenguaje audiovisual en el espacio teatral: elipsis (saltos temporales), conjugación de dos tiempos en un mismo instante (como si fuera una pantalla divida, pero sin pantalla). En Leo tus labios, precisamente en la primera escena mientras los personajes realizan un baile de re-encuentro, sucede el sonido de la voz en off (sus propias voces superpuestas) de una escena que vendrá a continuación, como un adelanto de diálogo. Este recurso se utiliza en el cine propiamente. Me gusta que el espacio pueda tener distintas capas o niveles. En Anais está dividido en tres: La casa de Anais Nin, en el centro un espacio comodín donde sucedían distintos sucesos y había una pantalla que proyectaba imágenes, y la casa de Henry Miller. Los tres lugares se comunicaban y alternaban. En Como el clavel del aire hay división en dos: 2019 y 1976. Una interacción constante de estos dos espacios unidos por la trama. Creo, definitivamente, que me interesa abordar lo poético y lo subjetivo, el universo de los personajes, rompiendo lo literal.

—En tus obras también le das un papel de relevancia a la iluminación… —Es fundamental. La luz conforma también lo espacial, puede recortar un espacio, modificarlo completamente de acuerdo a lo que intento transmitir. La obra Almost a Widow que dirigí (escrita e interpretada por Susana Hornos), fue un desafío muy interesante a nivel espacial porque había muy pocos elementos escenográficos: una mesa pequeña, dos sillas y una valija. Y mi propuesta fue trabajar los climas a través de la luz. En un momento de la obra Susana, contaba un momento dramático en su vida donde la lluvia estaba presente y se me ocurrió que ella tomara dos paraguas, los abra para invertirlos, y que el interior tenga una iluminación fría que la envuelva. Fue hermoso ese proceso de poder contar la luz como elemento primordial y constructor del espacio escénico. El diseño de iluminación de esa obra la hizo Leandro Crocco.

¿En las películas te manejas con los mismos patrones?
—En mis películas los escenarios están relacionados directamente con la propuesta del guión. Por eso no puedo definir un patrón tan preciso, pero sí contar que El objeto de mi amor fue filmada en Argentina, Francia e Italia. Los espacios elegidos para grabar en Europa eran los lugares históricos-simbólicos de las historias de amor: El balcón de Romeo y Julieta en Verona, el cementerio Peré-Lachaise en París donde yace la tumba de Heloise y Abelardo. Estos espacios adquieren una resignificación a través de los objetos que representan las historias de amor. En Bailar la sangre el espacio donde transcurre mayormente la película es en el IMPA, que actualmente es una fábrica recuperada y a la vez Centro Cultural. Allí los personajes bailan con músicos en vivo. La idea fue darle una reinterpretación a esta pieza, jugar con la universalidad que tiene Lorca. Pienso que los espacios deben ser narrativos, deben contar algo, revelar lo que no se dice en palabras.

—¿Cuál fue la primera puerta que se abrió para que pudieras ingresar al mundo del cine?
—Cuando cumplí los quince años recuerdo que le dije a mi padre (Alejandro Tarruella): “quiero ser directora de cine”. Tuve esa certeza. Cuando terminé el secundario, hice el ingreso a la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica – INCAA) para la Carrera de Dirección y ahí quedé entre las diez personas que entran, ya que hay un cupo muy limitado de ingresantes. Creo que ese momento fue un antes y un después. También, a mis 25 años gané el “Premio Talento” por mi cortometraje Otoño en el Festival UNIFEST de Madrid. Fue un momento significativo, sobre todo en cuanto a mi propia confianza.

—¿Y al universo del teatro?
—En teatro, sin duda fueron mis maestros Juan Carlos Gené y Verónica Oddó (CELCIT) los que me mostraron lo esencial sobre ese universo. Cuando empecé a estudiar con ellos ya había finalizado mis estudios en cine y me dio deseos de dirigir teatro, escribir. A partir de ese momento, nunca dejé de hacer ambas cosas.

Como el clavel del aire (PH: Trigo-Gerardi)

—Contanos qué hilos tejen la historia de tu obra “Como clavel del aire”.
—La concebí en dos tiempos: 2019 y 1976 (última dictadura cívico-militar Argentina). El personaje de Olivia (Julia Azar), de más de 70 años, vive en una casa de toda la vida. Una empresa constructora, aliada a la Municipalidad, quiere obligarla a desprenderse de su hogar para realizar un emprendimiento de construcciones de torres modernas. Ella se niega. Comienza a cobrar importancia su vínculo con Paula (Brenda Bianchimano), abogada que viene a presionarla para que venda. Olivia es escritora y está dedicando su tiempo a una novela que transcurre en 1976, acerca de la historia de dos hermanas: Sara y Chavela (Julieta Puleo y Brenda Fabregat). Con esta premisa se inicia un diálogo entre ese pasado y ese presente. En esta obra vuelvo a jugar con el tiempo como elemento central. También hablo de la vejez, a través del personaje de Olivia, mostrando otra cara de la que se suele abordar. Olivia es una mujer deseante y activa. Una luchadora. En la historia también está la presencia de la poesía (a través de la pluma de Olivia) y también lo epistolar: las cartas que Chavela le enviaba a su amante en 1976 y las cartas del exilio. Hay algo en el idioma epistolar que me parece atractivo y también indago. Las cartas están dichas en simultáneo en los dos tiempos, como un diálogo que cruza el umbral de lo posible. Hay un fragmento especial en una carta que quedó como una especie de leitmotiv y define el espíritu de la obra: “Siempre crece una flor en el medio del desierto, en las grietas del asfalto, en los muros, en los océanos, en las selvas. Siempre habrá una flor. Como el clavel del aire que se abre a la vida buscando el sol, a pesar de todo, a pesar de todos”.

—”Bailar la sangre” es un film donde se fusionan la ficción con lo documental, ¿cómo llevaron adelante el proceso creativo para adaptar y dar vida, junto a Gato Martínez Cantó, a esta película basada en “Bodas de sangre” de García Lorca?
—La idea de abordar Bodas de sangre, fusionando la ficción y el documental, estuvo desde el inicio. Influenciados por el film de Saura y por la adaptación teatral de Juan Carlos Gené, donde se jugaba con varias capas -lo real y la ficción– para dar vida a estos personajes tan universales. En nuestra película nació esta pregunta: ¿Por qué amamos tanto a Lorca? Y desde esa premisa se investigó, abordando como eje la reconstrucción de cuatro cuadros de baile flamenco que representarán la esencia de Bodas de sangre con elementos mínimos. Con coreografía de Eva Iglesias y la música original de Flor Albarracín y Juan Matías Tarruella. La escenografía es el IMPA, el vestuario, diseñado por Soledad Gaspari, la música en vivo y por supuesto los actores/bailaores que dan vida a La Novia (Brenda Bianchimano), El Novio (Jonathan Acosta), Leonardo (Gastón Stazzone) y La Madre (Mimí Ardú). El backstage y la película misma son parte de lo que está sucediendo en el proceso creativo, habla de cómo ir redescubriendo a Lorca, y así interpela al espectador. También la mirada de Cristina Banegas y Jorge Dubatti, entrevistados en el film, otorgan un aporte fundamental, donde lo histórico y la influencia lorquiana se hacen presentes. Es un collage de miradas, pero con el acento puesto en que la historia de Bodas de sangre vuelva a atravesar la sensibilidad del espectador.

—Debido a la situación de pandemia que estamos viviendo, en mayo de este año vieron frustrado el estreno de la obra “Ribetes en tu piel rojos quedaron”, ¿de qué trata esa pieza?
—La obra está escrita por Darío Bonheur, será interpretada por María Nydia Ursi Ducó, la producción de Ale García y la asistencia de dirección de Lucía Castro. Aquí haré la dirección. Esperamos poder estrenarla en 2021 en el Teatro Hasta Trilce. Es una pieza que me entusiasma mucho hacer. Un unipersonal con dos monólogos de dos personajes distintos: Teresita (el primero) y Hombrecito (el segundo), ambos personajes actuados por María Nydia, una actriz impresionante, donde fluye la creatividad en conjunto. Los monólogos están hilvanados por la música. Habrá una pianista en vivo que será Florencia Caruso. El piano no sólo intervendrá desde lo musical, sino que tendrá una composición del sonido y será vital en los climas que se irán generando. Espero ansiosa el momento del estreno.

—Volviendo a nuestros zapatos del comienzo, si pudieras dejar la huella de un deseo, el primer paso del próximo sueño, ¿cuál sería?
—Poder seguir descubriendo nuevos universos dentro de mi universo.


Los próximos trabajos de Eloísa Tarruella


PROYECTO TELARES TITULADO “MUJER PÁJARO”
(Capítulo 4)

  • Actuación y coreografía de Eva Iglesias.
  • Texto y dirección de Eloísa Tarruella.
  • En octubre gratis por @telaresproyecto (Instagram)

EL MUNDO EN MIS ZAPATOS

  • Actuación de Brenda Fabregat.
  • Textos de Brenda Fabregat y Eloísa Tarruella.
  • Dirección de Eloísa Tarruella.
  • En octubre, online, por el sitio de Alternativa Teatral.
  • Entradas a la gorra.

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Entrevistas

“Vientos de libertad”, la gesta sanmartiniana en la nueva obra de Luis Carranza Torres

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Por Andrea Viveca Sanz /
Edición: Walter Omar Buffarini

Cruzar las fronteras del tiempo y del espacio, animarse, como si existiera una continuidad, un rumor de páginas que necesitaran volver a leerse.

Con una trama que pone la mirada en los detalles, en los paisajes interiores de los protagonistas, en el pasado, pero también en el presente y en el futuro, Luis Carranza Torres avanza, cruza sus propias montañas y da vida a una historia que se ramifica, un entramado donde las pasiones y el amor son protagonistas.

“Vientos de libertad” es la nueva novela del escritor cordobés, quien con sus letras lleva al lector a épocas de la gesta sanmartiniana, para adentrarse en algo más de lo que cuenta la historia.

— ¿Qué te llevó a elegir este renglón de la historia para invitar a tus personajes de ficción a vivir los hechos reales?

— Me gustan los momentos bisagra de la historia, y este período en que transcurre la novela lo fue para nosotros. Nunca es en vano recordar que la Independencia argentina se sancionó, a diferencia de muchas otras, en el peor momento posible. Sin recursos, derrotados nuestros ejércitos en el Alto Perú, amenazados por los cuatro costados por los españoles, los portugueses y los indios.  Nacimos, por tanto, en la esperanza, pero también por el coraje de no rendirse ante la adversidad. Eso es lo que busqué reflejar en la novela. Y es algo que sirve más allá del orgullo por nuestro pasado, en la vida diaria de cualquier persona. Se trata de la prehistoria, por así decirlo, de la Argentina que hoy conocemos. Cuando todavía ni nos llamábamos de esa forma.  A la par de la evolución de los personajes, existe también la de una sociedad que busca ser de otra forma, liberándose de muchas cosas. A partir de esa declaración de independencia, se produce un gran sinceramiento colectivo de lo que queríamos ser, y de lo que podíamos lograr solo con dos cosas: un liderazgo apropiado y la capacidad de esfuerzo que nos caracteriza individualmente, pero articulada en conjunto. La gesta del cruce de los Andes muestra a lo que podemos llegar cuando hacemos bien las cosas. 

— ¿De qué manera trabajaste para poner en palabras los escenarios naturales que recreás en los distintos capítulos?

— Me esfuerzo por poner atención a los detalles, esos que le confieren autenticidad a la trama. Cuando se estructura la trama, uno también va buscando el escenario para plantear determinada escena. Aquí, en “Vientos de Libertad”, no las determinan tanto los actos exteriores sino la interioridad de los personajes, que el paisaje esté a tono con lo que le pasa por dentro a quién protagoniza la escena. Fue eso lo que busqué plasmar. Te diría que aun con la presencia de una referencia geográfica de tanto peso como los Andes, la cuestión pasa más por los lugares culturales o sociológicos de ese tiempo: los espacios de sociabilización como la Alameda o la Plaza Mayor, las conversaciones en el río de las lavanderas, las sala de recibir de las casas, el cuartel militar como preparación para el cruce. Es algo que no busqué, se dio naturalmente. La cordillera está, pero a la vez no está y hay otras todavía más inmensas que sortear. A veces los libros te llevan a eso. A pesar de que he estado en los Andes de norte a sur, desde la puna al estrecho y hecho andinismo en la zona del Tupungato cuando era jóven. O quizás por eso, la presencia no es tanto física como simbólica. Los lectores decidirán (risas).

— Además hay otros escenarios que muestran la vida doméstica de José de San Martín junto a Remedios de Escalada. ¿Por qué te interesó hacer foco en esas vivencias cotidianas?

— La relación entre José de San Martín y Remedios de Escalada ha sido muy bastardeada, por usar una palabra de la época. Con ella, sobre todo, siempre invisibilizada y desmerecida injustamente. Fue Remedios una mujer excepcional, tan valerosa, rebelde y libre como la sociedad de su época podía permitir, e incluso algo más. Asimismo, mostró un compromiso personal y propio con la causa emancipadora, aun desde antes de conocer al Libertador, con la misma firmeza de carácter que luego tuvo en el manejo de los asuntos patrimoniales de la pareja, ya que fue ella quien administró todo mientras San Martín hacía sus campañas, teniendo incluso la plena patria potestad de la hija de ambos. Por extraño y hasta paradójico que parezca, bien podemos decir que la Remedios histórica es muy diferente de aquella que la historiografía nos ha pintado. Por su parte, José de San Martín es bastante más de lo que usualmente tenemos en consideración. Era un hombre ilustrado, curioso de casi todo lo que se movía a su alrededor, que leía mucho, en inglés y francés además del castellano. Tocaba la guitarra, cantaba bastante bien, pintaba cuadros de paisajes, sobre todo de la cordillera, era un apasionado del ajedrez y gustaba de las nieves de limón -antecedente de nuestro actual helado de ese gusto-. Creo que la frase que el Libertador pone en la tumba de Remedios ilustra bastante respecto de la relación que tuvieron: “Esposa y amiga del general San Martín”. Recordemos que él valoraba la amistad en un grado superlativo dentro de su escala de valores. Tanto uno como otro fueron personas adelantadas a su tiempo. Y que se atraían por compartir esos valores, sintiendo admiración mutua. Es lo que quise reflejar en la historia en cuanto a ellos. La relación de igual a igual que, a juzgar por toda la documentación fidedigna, tuvieron en un gesto inaudito para la época. Parecen más un matrimonio de nuestros días que de aquellos de 1816. 

— ¿Cómo se manifestaron en vos Sebastiana y Justo, los protagonistas de “Vientos de libertad”?

— Ambos son seres literarios por demás interesantes. Complejos, intrincados por dentro y por fuera, y hasta queribles aun en sus defectos. Él ya no puede ser en lo físico lo que sigue siendo en mente y alma: un soldado. Ella, un ser tan castigado por la vida, que termina por volverse una resentida con casi todos. Y el amor como prenda de unión, que da segundas oportunidades para ser feliz, pero también implica renuncias costosas. Si Justo tiene un brazo inútil, Nazarena lleva esas mutilaciones por dentro. Cada cual lidia con ellas como mejor puede, en tanto no deja de advertir que al otro le pasa igual. Para peor, ambos son terriblemente pasionales. En lo bueno y en lo malo. Particularmente, en el orgullo propio. Ninguno cede nada, a pesar de la atracción, del deseo o los fuertes sentimientos que se prodigan.  Cada cual quiere lo mejor para el otro, pero a su modo. Y cuando se desilusionan, es en grande. Con todos estos ingredientes, creo que la historia de Nazarena y Justo termina siendo una de las más pasionales que he escrito. Pero también, de las más sufridas e implacables. 

— ¿Hay algún personaje secundario que te gustaría destacar?

— La familia Buteler. La historia es verídica en sus líneas generales. Un irlandés que viene con el ejército inglés y se aquerencia al punto de no querer volver a su tierra y plantar raíces aquí. Algunos de los descendientes del Buteler histórico eran vecinos de mi familia en el campo, y de chico escuché alguna de las cosas que aparecen en la novela y me sirvió para darle forma a esa peculiar familia literaria. En cierto modo, es un homenaje a aquellas historias y a las personas que me las contaron. Así como a unos vecinos muy cercanos que tengo como parte de mi historia personal y considero, incluso hoy, como parte de mi familia ampliada. Además, “Vientos de Libertad” se trata de una de las novelas con más personajes secundarios que he escrito. Por lo mismo, se puede leer en varias líneas narrativas. Todas cruzadas por distintos tipos de amor: el de Goya y Tadeo, los esclavos de Nazarena, el apegado a las normas de Isabel y Eulogio, el pasional de Nazarena con Justo, el amor a la distancia entre Mariana y Tulio o el cómplice entre Remedios y José. A la par de eso, hay historias personales muy ricas en matices, como la de Goya, el mismo Tadeo, Mariana en Santiago de Chile o Isabel en Mendoza. Cada una por sus propias y muy particulares razones. 

— Vemos que uno de los personajes, Eulogio, lleva un apellido conocido de otras obras tuyas: López de Madariaga. Y que Isabel es una devota lectora de Jane Austen, sin mencionar a la autora. ¿Qué podés contarnos sobre eso? ¿Hay otro texto, quizás implícito, detrás del texto impreso de la novela?

— Son guiños de complicidad para los lectores que me siguen desde siempre. Eulogio es mencionado, ya anciano, en “Palabras Silenciadas”. Es, en sus años mozos como se diría en la época de la novela, el antepasado de la familia que desarrollé en la saga de la Segunda Guerra Mundial que inició con “Mujeres de Invierno”. Antes de llevar a cabo todo por lo que su familia lo recuerda. En el caso de Isabel, sus lecturas son una suerte de homenaje a lo que he visto o me han contado que leen muchas de mis lectoras. Y para recordar que clásicos de Jane como “Orgullo y Prejuicio”, por los tabúes de la época en la sociedad inglesa, se publicaron de forma anónima, sin más datos que su escritora era una mujer. Cosas como estas encajan de maravilla para pintar con un detalle a la sociedad de entonces. 

— Mientras todos ellos se preparaban para cruzar una frontera geográfica, vos ibas cruzando las barreras del tiempo para revivir aquellas escenas. ¿Qué fue lo que más te impactó de ese cruce temporal?

— La magnitud de lo que se hizo con muy pocos medios, pero usados muy inteligentemente. La libertad siempre tiene un precio e impone sacrificios. Ellos no dudaron en pagarlo, y por eso es que somos argentinos hoy en día. Tenemos una deuda con esos compatriotas que ya no están, es lo que quise reflejar en la trama de la historia. Otra de las cuestiones que me llamó la atención, y quise rescatar para dar cuerpo a la historia de la novela, es la tremenda preparación logística que implicó. No solo fue un cruce. Debieron llevar consigo todo lo que necesitaban para sobrevivir, desde la leña hasta el agua. Y combatir para apoderarse de las fortificaciones realistas que guardaban los pasos. Pero el éxito de todo dependía de mantener al adversario sin saber por dónde cruzarían. Que se revelara ese detalle hubiera ocasionado el desastre de toda la expedición, y esa es la idea movilizadora que estructura la historia.

— Has dedicado esta novela “a ese soldado argentino, sólo conocido por Dios” ¿Qué razones te movieron a poner esas palabras?

— Es una frase conocida en el mundo castrense. Refiere a aquellos que han caído en combate y no han podido ser identificados sus restos. Solo Dios sabe quién es y cómo sacrificó su vida. A veces ni tumba tienen. Hubo muchos en las guerras de la independencia, por no decir que fueron la mayoría de los caídos en esa época. Son los seres más anónimos de las batallas y guerras. Desde chico, cuando veía la llama votiva por el soldado desconocido de la Independencia a la entrada de la catedral de Buenos Aires, era algo, y lo sigue siendo hoy, que me sobrecoge. Cuando terminé de escribir la novela, supe que era a ellos que debía dedicarlo, para reconocerlos, tal como se hace en cualquier país que cuida sus valores cívicos.

— El viento siempre mueve cosas, ¿qué movilizaron en Luis Carranza Torres los vientos de la escritura de esta novela?

— La gratitud a aquellos que se sacrificaron para tener la libertad que, muchas veces hoy, usamos mal o, peor aún, nos resulta indiferente. Poder decidir nuestro destino es una gran cosa. No solo en lo individual, sino también como sociedad. Quise rescatar eso, pero también lo que entiendo como una paradoja curiosa y hasta cruel respecto del deber: hacer lo que entendemos correcto, implica muchas veces sacrificios muy personales. Y en el caso de los personajes de la novela, como el mismo José de San Martín lo habla con Eulogio, cumplir con el deber es alejarse de los que uno quiere y poner en riesgo de mil formas la propia existencia. Somos lo que somos colectivamente, entre otras cosas, por esos esfuerzos que se cuentan en la novela. No debemos nunca olvidarlo. Eso busqué transmitir, más allá de contar una historia vibrante en lo épico e intrincada y de suspenso también en cuanto a lo amoroso. 

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En primera persona: Nair Libonatti, escritora

La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra

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Sobre sí misma y su arte

Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.

En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.

Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.

Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.

Sobre su obra

He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.

Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias.El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.

Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.

Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.


Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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