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Diego Aballay: “Encontré en el dibujo un canal de expresión y la forma de llamar la atención de mi entorno”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Posar los ojos en las imágenes cotidianas, ejercitar la mirada hasta alcanzar lo invisible, atrapar las semillas que contienen historias y sembrarlas, dejar que esas historias habiten los lápices y los pinceles, los nidos en los que crecen y se desarrollan, para luego caer, lentamente, sobre el papel y transformarse.
Diego Aballay, ilustrador y docente, es además un buscador de historias. Con sus ojos atentos, es capaz de encontrar en su camino imágenes imperceptibles, dibujos enredados en lo cotidiano, formas y colores que más tarde transforma con su arte en narraciones dibujadas que mantienen viva la llama de la ilustración.
En diálogo virtual con ContArte Cultura el historietista recorre su camino como artista plástico y cuenta de qué manera lleva adelante el proceso creativo de sus obras.
—Comencemos esta charla virtual abriendo una ventana imaginaria. Al asomarte, dos personajes de historieta que te representan se encuentran en un abrazo, ¿quiénes serían esos personajes y qué rasgos tuyos descubrís en ellos? Si tenés ganas podés enviarnos esa imagen.
—Ufff, inmediatamente te cuento que esos personajes son Nippur de Lagash (de R. Wood y L. Olivera) y Crazy Jack (de G. Amézaga y R. Meriggi), aunque uno pertenece a un pasado muy remoto, a Sumeria, y el otro al futuro post apocalíptico, pero en esta fantasía pueden darse un abrazo como guerreros que son. Con Nippur creo que comparto valores sobre la libertad, la vida y la amistad; y con Crazy, el humor a veces un poco ácido y esa cosa de no andarse con vueltas. Amo a estos dos personajes, mucho.
—¿Recordás cuál fue el primer dibujo que marcó tu camino como ilustrador?
—¡Por supuesto que sí! Fue un caballo que vi dibujar a mi abuelo paterno, Juan, con una birome Bic azul, sobre una silla en la cocina de mi casa. Yo tenía tres o cuatro años y, de repente, un papel en blanco dejaba de estarlo y, con magia, aparecía un caballo con su montura, riendas y demás. Para el niño que fui ha sido un hecho que me marcó muchísimo; y luego yo mismo quise hacer esa “magia” y traer imágenes al mundo.
—¿Creés que existe una capacidad, una sensibilidad necesaria para percibir las imágenes cotidianas que luego se convierten en dibujos?
—Hace muchos años, yo le estaba diciendo a mi primer maestro, Raúl Fortín, “…porque nosotros los artissstasssss tenemos una sensibilidad especial…”, y, de pronto, él me dijo muy serio, “Cuidado, Diego, sensibilidad tenemos todos, el almacenero de la esquina también es un tipo sensible…”. Fue de las mejores enseñanzas que me dejó, me sentí un perfecto imbécil. Sí, creo que cada persona se encuentra más cómodo en algún tipo de lenguaje para comunicarse con el mundo y con sus pares. En mi caso, de niño era muy tímido, muy silencioso, era más de mirar que de hablar, y encontré en el dibujo un canal de expresión y la forma de llamar la atención de mi entorno. Mi familia siempre me apoyó en eso, nunca fui el artista incomprendido, por suerte. La capacidad puede trabajarse y entrenarse con dedicación. Ahí jugamos un rol importante los docentes de arte; yo soy profe de artes plásticas e intento motivar mucho a mis estudiantes, dejando de lado cuestiones discutibles como el “talento” para alguna de las muchas disciplinas artísticas.
—Y en ese proceso del artista, ¿de qué manera lográs atrapar en tus lápices esos dibujos invisibles, nacidos en tu imaginación, para luego volcarlos en el papel?
—Como casi todos mis colegas, yo hago bocetos, pequeños, a veces muchos, y muy simples o sintéticos. En éstos, trato de planificar y poner en claro para mí lo que luego haré más detallado y con más esfuerzo. El proceso lleva un tiempo, pero a mí me funciona así. No soy un tipo que tenga facilidad para dibujar, a veces me cuesta muchísimo traer una imagen y que me deje conforme, soy bastante exigente conmigo. Decía Juan Giménez que una idea en la cabeza es estupenda, pero cuando la llevamos al papel puede perder mucho… Con los años de trabajo, nos vamos aproximando más a volcarla en el papel o en la pantalla como la imaginamos en principio. Eso es muy gratificante.
—¿Cuáles fueron las historietas que germinaron en vos el deseo de contar en imágenes?
—Varias. Como mencioné al principio, Nippur de Lagash y Crazy Jack me marcaron muchísimo y me invitaron a copiar, en principio, ese tipo de historias. A mis doce años hice mi primera historieta en un cuaderno Gloria rayado, en séptimo grado, y era un afano importante (con amor de niño e inmensa admiración) a Nippur. Ahí creo que arrancó mi amor por el arte secuencial, la aventura y la fantasía.
—¿Cómo se construye una historieta? ¿Debe existir un diálogo constante entre el ilustrador y el guionista para dar vida a esa secuencia narrada?
—Creo que parte de un deseo muy fuerte de contar una buena historia, sobre algún tema que deseamos, puede ser el amor, la aventura, la búsqueda de algo, lo que sea… De ahí partimos. Luego, con una buena comunión entre las palabras y las imágenes, tal vez se logre hacer algo bueno, pero no hay certezas, nunca, creo yo. Con respecto al diálogo entre los autores, guionista y dibujante, para mi es fundamental. Mis mejores trabajos, esos de los cuales me siento orgulloso, siempre tuvieron diálogo e intercambio de ideas. No creo que nada bueno pueda salir de dos monólogos, el del guionista por un lado y el del dibujante por otro. En cambio, cuando dos personas creativas dialogan y se escuchan, esas creatividades se potencian, siempre. Al menos es lo que a mí me pasó.
—¿Seguís alguna rutina o dinámica para dar vida a cada uno de tus personajes?
—Los dibujantes y las rutinas no nos llevamos bien, pero creo que hay que hacerse un método. O se hace a la fuerza, no sé. Los personajes, por lo general, responden a patrones o cánones, tienen sus perfiles psicológicos, sus estéticas visuales, tienen rasgos, y sobre esas cuestiones los dibujantes trabajamos. Mucho lo tomamos de nuestro entorno, del mundo que nos rodea, las personas que vemos en el colectivo, en la calle, en nuestras familias, en el trabajo, etc. Lo que dibujamos tiene un poco (o mucho) de lo que somos y de lo que vemos. “No hay mirada inocente”, decía Aumont.
—¿Con qué técnicas y materiales trabajás habitualmente?
—Trabajo casi todo en papel y luego digitalizo. Lo hago a lápiz, generalmente azul, y luego entinto con tinta china a pincel y micro fibras; luego escaneo y mejoro las imágenes y las coloreo en Photoshop que, aunque hoy ya hay programas muy superiores, a mí me sigue siendo muy práctico, me encanta. Hace unos años realizaba el color a la manera tradicional, me negaba, por desconocimiento, al color digital, pero ahora intento aprovechar todos los recursos que ofrece esta infinita era tecnológica.
—Contanos qué proyectos llevás adelante por estos días.
—Estoy trabajando en dos, por el momento. Una adaptación a historieta de la novela Frankenstein, de Mary Shelley, con guión de Gabriel Algañaraz; proyecto que tenía en pausa desde hace bastante tiempo y que, con este encierro obligado, retomé. Este creo que está avanzando muy bien. Y también estoy ilustrando un hermoso cuento para chicos escrito por mi amigo Luciano Saracino, con quien ya habíamos trabajado juntos en la historieta Khur, el fugitivo, que publicó Editorial Pictus en 2015. Estos trabajos y parte de mis proyectos pueden verlos en mi Instagram, que es @elchuecoaballay. Además de lo que es de carácter laboral, dibujo todo el tiempo para mejorar mi hacer, sin ningún tipo de presiones, por gusto y para seguir haciéndolo como búsqueda personal.
—Volviendo a la escena del comienzo, si pudieras dejar salir un deseo por esa ventana, ¿cuál sería?
—Dos, mejor, uno personal y uno colectivo: el primero, poder dibujar nuevos libros, siempre con entusiasmo y amor por esta maravillosa disciplina que me acompaña desde mi niñez. Y el segundo, el colectivo, que podamos salir adelante de esta horrible situación que transitamos y vayamos corriendo a comprar (entre otras cosas fundamentales) cómics y libros. ¡Salud!
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Marcha atrás con el cierre del Fondo Nacional de las Artes y del Instituto Nacional del Teatro
El Gobierno envió al Congreso el texto reformado del proyecto de “Ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” donde da marcha atrás a la derogación del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y del Instituto Nacional del Teatro (INT), entre otros puntos incluidos en el capítulo dedicado a la cultura, que se “rediseñó protegiendo los recursos del sector, pero preservando el objetivo de que los gastos administrativos no sean una carga excesiva”, según se explicó en los fundamentos de la iniciativa.
Tras el plenario de comisiones de Diputados, donde expusieron referentes de la cultura, enmarcados por protestas y manifestaciones en las calles de trabajadores del arte y la cultura, la Ley Bases ingresó al Congreso con varias reformas: una “nueva versión” que “ha sabido recoger muchos de los puntos de la discusión”, donde “la diferencia no es solo cuantitativa (se pasa de un proyecto con 664 artículos a uno de 523) sino cualitativa”, aclara la introducción del texto.
El nuevo texto -que incorpora gran parte del debate público” pero “mantiene las bases fundamentales de ampliación de libertades, libertad económica, reorganización administrativa, equilibrio presupuestario” y “fortalecimiento de la educación y la cultura”- plantea que el FNA pase a funcionar con directores ad-honorem y un límite de gastos del 20% de sus ingresos; que se reforme la categorización de filmes nacionales, restricciones financieras para el Instituto Nacional de la Música (Inamu) y la Comisión Nacional de Biblioteca Populares (Conabip).
“Es sano exponer los privilegios de unos pocos, es sano mover nuestro marco normativo hacia adelante modificando cosas que el tiempo había enquistado (…) es sano escuchar, corregir, aprender”, dice el documento que incorpora medidas específicas para garantizar que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) promocione al cine nacional y mantenga intactos los alcances del Fondo de Fomento Cinematográfico.
En cuanto al Instituto Nacional de la Música (INAMU) y la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares CONABIP, “en pos de una gestión más eficiente”, se establecen restricciones de gastos para el INAMU y la CONABIP. Limitar también los egresos al 20% de los ingresos de estas instituciones busca garantizar una utilización eficaz de los recursos disponibles, evitando excesos administrativos y priorizando el respaldo directo a la música y las bibliotecas populares.
Sobre el Instituto Nacional del Teatro, el proyecto propone la absorción de las funciones del INT por la Secretaría de Cultura, señalando un enfoque en la eficiencia administrativa. Sin embargo, esta decisión también abre la posibilidad de que el Instituto quede más supeditado a los vaivenes políticos, planteando desafíos adicionales para su funcionamiento futuro.
Las nuevas modificaciones al proyecto de ley reflejan una estrategia más cautelosa, donde se buscan reformas significativas sin descuidar la protección de instituciones fundamentales, pero que mantiene el espíritu de achicar el Estado. La propuesta se adapta a la complejidad del sector cultural argentino, reconociendo la necesidad de cambios, pero asegurando que estos no comprometan la estabilidad y la misión esencial de las instituciones culturales del país.
Entrando más en el orden preciso de los cambios, el proyecto redefine la categorización de películas nacionales. Ahora, se considerarán aquellas producidas por ciudadanos argentinos o con domicilio legal en el país, con participación predominante de equipos locales. Se introducen definiciones específicas para películas de corto y largo metraje, proporcionando claridad a la industria.
Además, se impone la obligatoriedad de obtener un certificado de exhibición del INCAA para todas las películas que deseen proyectarse, independientemente de su origen. Esta medida, acompañada por la exigencia de un certificado de libre deuda, refuerza los controles administrativos.
El cambio significativo de derogar un inciso en particular busca promover apertura y diversidad en la producción cinematográfica. Se establece un límite del 20% para los gastos internos del INCAA, equilibrando la eficiencia administrativa con la necesidad de recursos para el desarrollo del sector.
El compromiso del INCAA de subsidiar tanto películas de largometraje nacional como coproducciones se detalla con lineamientos específicos. Se incorpora un artículo que establece normas para reconocer la inversión al coproductor argentino en coproducciones internacionales, fomentando la colaboración global.
Numerosos artículos de la Ley N° 17.741 (Texto ordenado 2001) son derogados, marcando un cambio profundo en la regulación de la cinematografía argentina.
Se incorpora también un artículo que limita los egresos de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) al 20% de los recursos recibidos. Múltiples leyes y artículos de la Ley N° 26.522 son derogados, marcando un enfoque más restrictivo en los gastos de CONABIP y una transformación significativa en la regulación de los medios audiovisuales.
Adicionalmente, el proyecto incorpora ajustes para salvaguardar recursos y adaptarse a la realidad política. Se reducen las modificaciones propuestas para el INCAA, manteniendo la asignación específica y preservando los alcances del Fondo de Fomento Cinematográfico.
Las restricciones financieras se aplican al INAMU y la CONABIP, limitando sus gastos al 20% de los ingresos. El Instituto Nacional del Teatro experimenta una fusión de funciones con la Secretaría de Cultura, buscando eficiencia, aunque planteando desafíos políticos.
Estos cambios en el proyecto mantienen el espíritu inicial de la propuesta, con algunas concesiones a raíz de las resistencias de los sectores de la cultura. La propuesta intenta tranquilizar al sector, reconociendo la necesidad de cambios, pero asegurando que estos no afecten la misión esencial de la Ley de Bases, conocida como Ley Ómnibus. El impacto real dependerá de la implementación eficaz y la adaptación de los diversos sectores involucrados en la cultura argentina.
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Lo más amplio de la escena artística se pronunció en defensa de la cultura
Charly García, Fito Páez, León Gieco, Cecilia Roth, Graciela Borges y Leonardo Sbaraglia son algunas de las más de 20.000 figuras que firmaron una solicitada publicada este lunes por el Frente de Soberanía Cultural “en defensa de nuestra identidad”.
La carta se titula “Carta al Congreso Nacional. La cultura está en peligro” y está dirigida a los diputados y senadores.
En rechazo al DNU y la Ley Ómnibus del presidente Javier Milei, la solicitada cuenta con un apoyo masivo de referentes de la cultura nacional de todos los sectores.
“El Gobierno Nacional pretende, a través de la Ley Ómnibus, derogar leyes vitales para la supervivencia de las industrias culturales, las artes y las ciencias, y el patrimonio cultural de nuestro país”, dice uno de los fragmentos del texto.
Otros de los referentes de la quienes dejaron su firma son Palito Ortega, Luis Felipe “Yuyo” Noé, Juana Molina, Tute, Mercedes Morán, Dolores Fonzi, Santiago Mitre, Paula De Luque, Lucía Puenzo, Juan Leyrado, Inés Estévez, Daniel Fanego, Juan Minujín, Julieta Ortega, Darío Grandinetti, Tomás Fonzi, Kevin Johanssen, Claudia Piñeiro y Humberto Tortonese.
También apoyaron Georgina Barbarrosa, Eleonora Wexler, Emilia Mazer, Albertina Carri, Martín Caparrós, Diego Cremonesi, Jazmín Stuart, Mónica Antonópulos, Alejandra Flechner, Andrea Frigerio, Mirta Busnelli y Soledad Villamil.
Acerca del paquete legislativo, la carta señala: “No hay en la letra de su desarrollo el mero atisbo de participación ni interés alguno en el quehacer cultural, y por el contrario, el texto tiene una mirada mercantilista que apunta sin miramientos a desfinanciar y anular el desarrollo de las actividades de nuestra cultura nacional”.
En el final, el texto advierte: “La cultura es identidad. La cultura es lo único que no se puede importar. La hacen los pueblos. Queremos seguir teniendo una identidad propia como Nación. De otro modo solo nos quedará el destino triste de no ser. De eso se trata esta lucha. Un país es tan grande o tan pequeño como la medida de su proyecto cultural”.
El Frente de Soberanía Cultural viene realizando actividades semana tras semana para repudiar todo el articulado del paquete legislativo de Milei que apunta contra los entes culturales.
El plan de acción comenzó con un plenario en el Teatro Argentino de La Plata, continuó con un encuentro de grupos de teatro y artes escénicas en esta misma Plaza del Congreso, con una convocatoria en Mar del Plata y un “Musicazo” el jueves pasado y una lectura colectiva este sábado. Se trata de instancias previas de cara al Paro Nacional de este miércoles anunciado por la CGT.
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Marvel incluye en sus comics un Capitán América de la comunidad LGBTQ+
La editorial de cómics de superhéroes Marvel anunció que este próximo de 2 de junio se publicará la primera serie del Capitán América protagonizada por Aaron Fischer, uno de los últimos personajes incluidos en ese universo que pertenece a la comunidad LGBTQ+ y lucha contra la opresión de ese colectivo.
Se trata de “Los Estados Unidos del Capitán América”, en la que el histórico Steve Rogers, el primer Capitán América, pierde su escudo en un robo y se reúne con otros héroes conocidos para iniciar un viaje a través de ese país y encontrar su característica arma.
Durante la travesía, el grupo conoce a distintas personas con variados trasfondos que en algún momento utilizaron el símbolo del superhéroe para defender sus comunidades, entre las que se encuentra Fischer, un adolescente inspirado por referentes y activistas del colectivo queer.
La historia del cómic fue escrita por el guionista Joshua Trujillo e ilustrado por la artista trans Jan Bazaldua, bajo la dirección de Christopher Cantwell y el dibujante Dale Eaglesham, los directores a cargo del proyecto.
Mercedes
09/04/2020 a 14:38
Sos un gran dibujante Diego, amante de tu profesión y un buscador constante del perfeccionamiento y la superación, motivando a los que aprenden a obtener la mejor versión de su arte!