Artes Plásticas
Verónica Beltrán: “Cuando agarro un papel, un lápiz y un pincel, soy yo”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
La historia se enreda entre sus manos, es palabra dibujada, es retrato y collage; son papeles superpuestos en aquello que se cuenta. Cada paisaje flota en los bordes de sus dedos, la anatomía del entorno se derrama en líneas vivas, crece en las texturas de la imagen. Los lápices hablan, son voces que pronuncian un nombre, son nombres disueltos en la trama, puntos de fuga, claroscuros, un sonido en equilibrio, el texto en la imagen.
La artista plástica y diseñadora fueguina Verónica Beltrán charló con ContArte Cultura, atravesó la distancia que nos separa y nos hizo viajar a través de sus obras.
—Iniciemos esta charla con una imagen que acorte la distancia que nos separa. Para eso, vamos a desplegar sobre el suelo de nuestra imaginación una ruta imaginaria que una las palabras, como si las palabras viajaran sobre esa carretera inventada. ¿Cuál es la primera palabra que percibís viajando en ella? ¿Cómo es el paisaje y qué tiene que ver con vos?
—¡Qué buena manera de empezar una entrevista! No voy a mentir. Voy a ser honesta y decir exactamente lo primero que se me vino a la cabeza. Es bastante básico y se aleja de la poesía de la pregunta, pero leo carretera, leo viajes y automáticamente me voy a la ruta y a los viajes que tanto me estuvieron acompañando en estos últimos años y que cambiaron el rumbo de mi vida por completo, incluyendo la decisión que me lleva a esta entrevista, que es la de sumergirme en la ilustración. Como primera palabra diría definitivamente que se me viene encima “Patagonia” y todo lo que conlleva la vida por estos lugares. Pienso en la montaña, en el silencio de la nieve y en los amaneceres colorados que por estos meses hacen levantar hasta al más duro para contemplarlos con la boca abierta. Pienso en la ruta 3, en las llanuras infinitas, los guanacos imprevisibles, los arbustos secos pinchudos y los vientos que te desvían de la ruta y te llevan para donde ellos quieren. Pienso en el mar, en las ballenas, los lobos marinos, los pingüinos, la Antártida… Esta región me define, me identifica, me vio nacer, crecer y me va a acompañar siempre, a donde sea que vaya.
—Si pudieras regresar al lugar de tu infancia donde te sentiste artista por primera vez, ¿cuál sería? ¿Qué recordás de esa época?
—No sé si siendo niña alguna vez me sentí artista. Lo tomaba más como un juego y quizás ahora lo siento más una profesión. A veces me tengo que forzar a volver a esos tiempos para correr el foco de la obligación y disfrutar más de lo que estoy haciendo, como si fuera un juego. Me gustaba mucho todo lo que tuviera que ver con las manualidades, la música y la escritura, y tuve la suerte de tener una madre y un hermano que me incentivaron y apoyaron en todo lo que me propuse, desde chica. Mi mamá me regaló mis primeros diarios íntimos y tengo una linda colección desde que comencé a escribir. También me traía papel continuo del trabajo y en casa siempre había papel glacé, plasticolas de colores, témperas, tijeras con corte de pico… Siendo la menor de seis hermanos, mi mamá siempre tuvo lo justo y a mí me compraba todo lo que a ella le hubiese encantado tener. También tenía montones de lápices de colores, que los usaba hasta que se hacían diminutos y jugaba a que esos eran mis muñecos: los hacía hablar, en un sentido literal y metafórico.
Recuerdo que en la escuela primaria disfrutaba muchísimo de las materias que tenían que ver con el arte y nuevamente tuve la suerte de tener una docente en particular, Claudia, que me enseñó y transmitió la pasión que ella misma tenía en lo que hacía. Ahí aprendí a tejer en telar, a hacer esgrafiado, a pintar sobre vidrio, a tallar madera, a hacer un falso relieve con papel metalizado, plastilina y madera, y la lista continúa. La nombro porque son esas personas quienes nos marcan, quienes aportan un pedacito de sí mismas para que hoy seamos lo que somos, para bien o para mal, por supuesto. Son sumamente importantes en la formación de todo ser humano esas marcas que se dejan en la niñez.
—Naciste en Ushuaia pero te definís como una viajera, ¿qué cosas nutren tu arte en tus tiempos de viaje?
—Nos nutrimos constantemente de todo lo que nos rodea, estemos donde estemos. En viaje, quizás sea un poquito obvio lo que voy a decir, lo que más me impacta es lo diferente y todas las emociones que eso me genera. No siempre son agradables, porque con “diferente”, abarco a todo aquello que no forma parte de mi experiencia. Tengo una formación en Psicología Social y, aunque no ejerzo, todo lo que aprendí me ayudó enormemente a tener una mirada un poco más abierta del otro y de lo otro. Todo lo que tiene que ver con la cuestión social, feminista, de defensa de los pueblos originarios y de la cultura local y con el respeto del medio ambiente, es lo que después traslado a mi arte, a mis ilustraciones. Son todas luchas presentes, vaya a donde vaya. Siempre ando con la cámara en mano y si hiciera un resumen de lo que tratan mis fotografías, son eso mismo: gente, costumbres, naturaleza, texturas y comida (otra pasión).
—Contanos qué es lo que caracteriza a tu espacio creativo, como si pudiéramos ver una foto.
—Mi espacio varía mucho dependiendo de dónde esté. Si cierro los ojos, mi ideal sería una habitación amplia, rodeada de ventanales, con vista a la montaña, una mesa larga, cajoneras, armarios, estantes cargados de libros, una buena silla y música. Pero la realidad es que ahora estoy en Ushuaia usurpándole la casa a mi mamá, usando como mesa la puerta de un placard que se descuajeringó. En ese placard, cubierto con una cortina que reemplaza la puerta, hay papel y artículos de arte que fui comprando estos últimos meses sabiendo que me quedo acá por un tiempito, cosa que no puedo hacer estando en viaje. Tengo un solo estante pequeño con libros porque regalé todos los que tenía antes de irme, hace dos años, porque pensaba que era un desperdicio tenerlos guardados en cajas. Y mi ventana da al patio, donde no le pega el sol, pero se ve un pino enorme y una lenga a donde siempre nos visitan los pájaros carpinteros y con eso estoy más que feliz.
Mientras estoy de viaje, por una cuestión de peso y porque resulta carísimo pagar siempre exceso de equipaje, destiné una valija pequeña para todos los artículos de arte y llevo sólo lo que entra ahí. Es un excelente ejercicio casi imposible de cumplir, porque siempre aparece un material nuevo, más bonito, más barato, que no se encuentra en ningún otro lado. Cuando eso pasa, después de considerarlo numerosas veces, empiezo a ocupar la valija de la ropa y comienzan los trueques: un pantalón por un block de hojas.
Y el espacio varía… En Hungría viví en un departamento pequeño que tenía una cajonera debajo de un ventanal, con dos puertas que me permitían apoyar un tablón para armar una mesa. También en Hungría, pero ya en el campo en una zona de viñedos, tuve la suerte de parar en una casa que tenía una mesada de madera en el patio trasero que daba a la montaña. Ese lugar fue, lejos, el estudio más bonito. En Italia usaba una mesa de camping en la habitación, porque la mesa del living era sumamente oscura. En Grecia, tenía un escritorio al lado de la cama y en Albania la mesa del comedor fue donde pasé la mayor parte de mis horas. Creo que se transformó en rutina el llegar a un lugar, encontrar el espacio y hacerlo mío. Lo que siempre, siempre, siempre me acompaña, esté donde esté, es la música y el mate.
—¿Cuáles son las técnicas y los materiales con los que trabajás habitualmente?
—Me gusta mucho todo lo tradicional y estoy experimentando constantemente. Trabajo con acrílicos, acuarelas, microfibras, tinta china, lápices de colores, grafito, marcadores, pasteles, crayones. Estoy experimentando con collage y me estoy metiendo también en el grabado, el esgrafiado y la xilografía. Me niego rotundamente a ilustrar en la computadora porque hay una distancia enorme, al menos en mi caso, entre la experiencia de lo manual y lo que siento cuando hago algo digital. Incluso cuando el resultado es digital porque el trabajo lo requiere, siempre empiezo de manera manual y en todo caso coloreo o doy los últimos retoques en la computadora. Cuando agarro un papel, un lápiz y un pincel, soy yo.
—En tus obras, más allá de la técnica o los materiales usados, predominan las texturas. ¿Cómo llevás adelante ese proceso de detenerte en los detalles para dar volumen y forma a cada una de tus creaciones?
—Soy bastante puntillista y metódica; algunos dirán que rozo la obsesión; otros me definirán claramente como una loca obsesiva. Y textura es mi segundo nombre. Debo decir que si hay algo que me apasiona, eso son las texturas. De ahí lo de loca. Y tengo la suerte de tener conmigo un lente macro con el que fotografío todo lo que hago con gran detalle, porque además disfruto ese resultado. Le dedico mucho tiempo y muchas energías a lo que hago y considero que no hay posibilidad, al menos en mi caso, de hacerlo de otra manera. No sería yo si lo hiciera de otra manera. Esto tiene sus pro y sus contra, pero me deja tranquila el saber que hice lo mejor que podía hacer con las herramientas que tenía en el momento, tanto técnicas como materiales. Si se hace, que se haga bien. Si no, que no se haga. Nada de medias tintas.
—¿Qué nos podés contar de “El sabor popular”, la serie documental en la que se tejen historias alrededor de la comida?
—Bueno, esa es mi segunda pasión. En este documental, o proyecto de documental, se concentraba la cultura en todas sus formas a partir de pequeñas historias narradas por gente común y corriente, alrededor de la comida. En la comida confluyen aspectos tan variados como tradición, costumbres, producción local, soberanía alimentaria, industria alimenticia, feminismo y tantas otras variantes. Un plato de comida puede definir la idiosincrasia de un pueblo. Eso es lo que intentábamos investigar y compartir.
Comenzamos en Ushuaia, desde donde salimos en nuestro último viaje, e hicimos entrevistas en la Patagonia y luego en Hungría y Grecia, cuando cruzamos el charco. Tenemos mucho material para editar, pero la verdad es que tomamos dimensión del proyecto en plena realización y nunca fuimos más que dos. Teníamos el apoyo de familia y amigos, pero a la hora de trabajar, sólo éramos Manu (mi compañero Emanuel Cabezas) y yo: haciendo la entrevista, filmando, grabando sonido, editando, produciendo. Ya el viaje lleva mucho consigo que también hay que resolver en el camino y si a eso le sumamos que nunca dejamos de trabajar ni de estudiar, se nos hizo incontrolable. Y ni hablar de la pandemia. Ahí no hace falta extenderse. Con todo el dolor del mundo, nos sinceramos y dimos por cerrado el proyecto, pero tenemos mucho material a la espera de alguna otra idea.
—Estamos viviendo un tiempo en el que es necesario involucrarse en las problemáticas medioambientales para proteger nuestros recursos, y en ese transitar ¿cómo viviste la experiencia de participar y ser parte, junto con otros ilustradores, del proyecto “me Uno al monte” en el que a través del juego y del arte se busca visibilizar nuestra biodiversidad? ¿Cuál fue tu aporte?
—Me da un poquito de vergüenza hablar de colaboraciones. Las comparto porque son parte de mi portafolio y con pocos años de experiencia cada trabajo es importante. Pero la idea no es recibir una palmadita en la espalda, sino más bien ayudar a visibilizar esos proyectos en los que tanta gente está trabajando para concientizar de alguna manera u otra en la preservación del medioambiente. Las causas que tengan que ver con la cuestión social, feminista, de defensa de los pueblos originarios y de la cultura local y con el respeto del medio ambiente, como decía antes, van a tener siempre mi apoyo y haré lo que esté a mi alcance para aportar desde mi lugar. En el caso de “me Uno al monte” mi aporte fue un Pingüino de Magallanes, acorde a mis raíces pingüinas, en acuarela y microfibra. Puse en foco al público al que considero que está mayoritariamente apuntado el proyecto y opté por salirme de la ilustración científica y realizar una imagen más infantil y cómica, que inspire una sonrisa. Los invito a que visiten sus redes porque ya están subiendo los aportes de los artistas que participaron y las ilustraciones son bellísimas (https://www.instagram.com/meunoalmonte/).
—¿Qué es lo que genera “Viento del Sur”, la propuesta que compartís con Emanuel?
—Viento del Sur es el emprendimiento que compartimos con Manu, en el que conjugamos mi diseño gráfico e ilustración con su edición de video y animación. Nació en viaje, en respuesta a la necesidad de encontrar una manera de sustentar nuestro estilo de vida. Descubrimos, coincidentemente, que lo que nos apasionaba bien podía realizarse de manera remota, por lo que tomamos eso, le añadimos una formación intensiva y nos tiramos a la pileta. Viento del Sur es ese viento que genera cambios. Se amolda a la necesidad, al deseo, y hoy es lo que une nuestras profesiones, que también desarrollamos de manera independiente.
—En tus publicaciones en redes cada obra va acompañada de una pequeña historia que completa la imagen, como el retrato de “María Remedios del Valle”, la explicación de la palabra “Kokoro”, o el “Perro Yagán”, entre otros. ¿Qué llega primero, la imagen o las historias? ¿Qué te inspira en la producción de las obras?
Depende del trabajo. En algunos casos lo primero es la historia y en otros, la imagen. Una vez que tengo el concepto general, investigo mucho para conocer un poco más lo que estoy por plasmar en el papel. Siento que tengo que ser fiel a los aspectos más importantes, sobre todo cuando la intención es representar historia, cultura o naturaleza. En el caso de María Remedios del Valle y del perro Yagán, leí mucho para conocer en profundidad quién fue esa mujer que luchó a la par de Manuel Belgrano y recién ahora se conoce su nombre; y cómo fue la historia del perro originario de Tierra del Fuego que fue extinguido con la llegada del hombre blanco. Para el caso de Kokoro, lo primero que nació fue la imagen y luego, con la intención de pintar algo representativo que tuviera un significado más profundo, investigué sobre los métodos de escritura japonesa y me llamó la atención el significado de ese símbolo que engloba conceptos tan amplios como alma, corazón y espíritu. El proceso de cada obra es completamente diferente uno de otro.
—Para terminar, retomemos la ruta de la primera pregunta y contanos qué palabra, como si fuera un deseo, te gustaría soltar en la distancia que queda.
—Gracias. No es un deseo, es más bien una devolución. Por estar acá, por estar viva, por estar sana, por tener a mi familia conmigo, porque mis amigos están bien. Gracias por haber conocido todo lo que conocí y por tener la posibilidad de dedicarme a lo que me apasiona. Gracias por tener un techo, por tener un plato de comida. Ojalá todos tuvieran la misma suerte, quizás ahí esté mi deseo.
Para conocer algo más sobre Verónica Beltrán:
- Web – https://vientodelsur.com.ar
- Behance – https://www.behance.net/verobel_arte
- ADA: https://adadibujantesdeargentina.org/u_verobel_arte
- Linkedin – https://www.linkedin.com/in/verobel-arte
- Facebook – https://www.facebook.com/verobel.arte
- Instagram – https://www.instagram.com/verobel_arte
- Correo: verobel.arte@gmail.com
Artes Plásticas
Mafalda cumplió 60 años: la historieta creada por Quino que dejó una huella en todos los argentinos
Por Micaela Cendra (*)
Mafalda, la niña rebelde y que analizaba el mundo de una forma única con sus pocos años de edad, cumple 60 años y este nuevo aniversario trae consigo el recuerdo inmemorable de una historieta que supo dejar una huella en todos los argentinos.
Su creador, Joaquín Salvador Lavado Tejón o mejor conocido como Quino, creó a Mafalda en 1962, pero recién el 29 de septiembre de 1964 la publicó en la revista Primera Plana.
Desde aquel momento, Quino se consagró por su forma de retratar las situaciones del mundo y del país en la figura de una niña de 6 años que odia la sopa, busca la paz y explica con ironía y estudio el mecanismo de cómo funciona todo.
Aun así, la historieta solo fue realizada durante nueve años continuos, entre 1964 y 1973, donde pasó por tres revistas diferentes.
La historia detrás de Mafalda
Todo comenzó a principios de 1960 cuando Joaquín trabajaba en Agens Publicidad, una empresa dedicada a la creación de contenidos. Por esos años la agencia pensó iniciar una campaña que promocionara electrodomésticos de la marca Mansfield, que eran producidos por la empresa Siam Di Tella.
Allí Quino realizó ocho tiras que tenían cierta relación y que buscaban promocionar la empresa, pero al tiempo los diarios decidieron rechazar las publicaciones ya que había un alto contenido publicitario.
Aun así las puertas se abrieron en 1964 cuando Primera Plana aceptó que la historieta sea publica sin la publicitaria. Desde ese momento Quino comenzó a darle vida a Mafalda y rápidamente pudo revolucionar las casas de los argentinos.
La historieta está integrada por sus amigos: Susanita, Felipe, Libertad y Manolito, su hermano Guille y sus papás. Hasta el 25 de junio de 1973, donde la tira pertenecía al semanario Siete Días Ilustrados y se le puso fin a su creación, se difundieron miles de historias detrás de los pensamientos e ideas de Mafalda.
Con el boom que generó su publicación, la historia fue lanzada en 26 idiomas diferentes y recorrió todo el mundo donde también pudieron reflejarse, en muchos sentidos, en aquella vida de la menor: “Si no haces cosas estúpidas cuando eres joven no tienes nada de que sonreír cuando estás viejo”, una de sus típicas frases.
Joaquín Salvador Lavado Tejón murió el 30 de septiembre de 2020, un día después de que se cumpliera un nuevo aniversario de la publicación de la historieta que como se mencionó anteriormente dejó y sigue dejando una huella sin precedentes.
(*) Agencia Noticias Argentinas
Artes Plásticas
Dos exposiciones disruptivas llegan al Centro Cultural Recoleta
El viernes 27 de septiembre a las 18 se inauguran dos nuevas exhibiciones en el Centro Cultural Recoleta: “Jajan’t”, de la artista Paula Castro, con la curaduría de Carla Barbero (sala 5), y “Sensor de movimiento”, de Noel de Cándido, curada por Javier Villa (sala 6). La entrada es libre y sin costo para residentes argentinos.
En “Jajan’t”, Paula Castro (Buenos Aires, 1978) profundiza su exploración con la escultura, realizada con materiales inusuales: cañas de mimbre, pequeñas estanterías comerciales, banditas elásticas y esponjas florales son los materiales que la artista viene utilizando en los últimos años para dar forma a esculturas, pinturas e instalaciones, desde las cuales despliega una visión personal sobre el arte y el contexto.
A diferencia de sus exposiciones anteriores, donde las motivaciones críticas se dirigían a la historia del arte argentino, sus fuentes ahora incluyen desde series de TV, memes y stickers que circulan en internet hasta su propio cuerpo, el dolor físico, la incomodidad y el humor. En la exposición de Castro, la mayoría de las piezas fueron creadas específicamente para la sala: un cuerpo tropieza y cae, tótems preocupados, cabezas con migraña y un perro con Crocs. Cada obra ha sido realizada con materiales que se pueden encontrar en supermercados, ferreterías o incluso abandonados en la calle.
“Sensor de movimiento”, la muestra de Noel de Cándido (Córdoba, 1985), presenta varias esculturas realizadas desde 2011 en una instalación única que propone un gran bosque mestizo entre lo natural y lo artificial.
El artista trabaja con tecnología obsoleta, pantallas, minicomponentes, flippers y semáforos. Sus instalaciones funcionan con sensores de movimiento, donde el cuerpo de los visitantes anima a estas máquinas autómatas, sus luces, mecanismos y ramajes. Como una suerte de bosque de atracciones, las obras del artista son entretenidas y visualmente potentes, pero nunca pierden su humor cínico y crítico ante el progreso humano y la basura tecnológica y orgánica que produce en su camino.
Ambas exposiciones podrán visitarse de martes a viernes de 13.30 a 22, y sábados, domingos y feriados de 13.30 a 22, en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930).
(Fuente: Cecilia Gamboa – Comunicación & Prensa)
Artes Plásticas
Nuevas actividades del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti
El Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti inaugurará, el viernes 13 a las 18, la segunda muestra de las Residencias en Prácticas Curatoriales Contemporáneas titulada “Algunos enunciados casi ciertos sobre la extraña idea de vivir juntos” en el MACLA de la Municipalidad de La Plata.
Asimismo, el sábado 14 a las 15 llevará a cabo una acción de cierre de la muestra “Entre las penumbras” que se encuentra en el Centro Cultural y de la Memoria Islas Malvinas. Estas actividades forman parte de la agenda cultural del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires.
“Algunos enunciados casi ciertos sobre la extraña idea de vivir juntos”, se trata de una exposición curada por Carlos Gutiérrez en la que los procesos de los artistas convocados, Mariana Pellejero, Carlos Bugnon, Elena García y Mariana Juárez Soler, se explayan generando situaciones escultóricas. Bolsas de nylon, cartón, ramas y autopartes han sido convocadas para hacer lugar a una sensibilidad material capaz de modificar nuestra forma de experimentar el día a día.
Con la coordinación de Guillermina Mongan y el equipo del Museo, las Residencias en Prácticas Curatoriales Contemporáneas surgieron este año y tienen como objetivo otorgar la posibilidad de trabajar en diálogo con el Museo a curadores que se encuentran en la etapa inicial de su trabajo.
“Algunos enunciados casi ciertos sobre la extraña idea de vivir juntos” podrá visitarse hasta el 13 de octubre en la Sala 1 del MACLA del Pasaje Dardo Rocha (50 entre 6 y 7) con entrada libre y gratuita.
Respecto de la acción de cierre de “Entre las penumbras” en el Centro Cultural y de la Memoria Islas Malvinas (calle 19 y 51- La Plata), en primer lugar la curadora realizará una visita guiada por la exposición con las artistas Ivana Turica, Celeste Ledezma, Rocío Velázquez, Sabrina Espinosa y Leila Vallverdú.
Luego, junto al equipo de Educación del Museo, se podrá participar en la elaboración de un bestiario colectivo, creando criaturas fantásticas con características y habilidades originales, a partir de las obras que giran en torno al surrealismo y el terror.
“Entre las penumbras” puede visitarse hasta el domingo 15 de septiembre, de 15 a 18, con entrada libre y gratuita.
(Fuente: Prensa Museo Provincial Bellas Artes E. Pettoruti)
Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso