Literatura
Se celebra el Día del Lector
“Que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído”
Jorge Luis Borges
El Día del Lector Argentino se celebra este jueves 24 de agosto, en homenaje al natalicio de Jorge Luis Borges -cumpliría 118 años-, quien alimentó su pasión por la lectura y la transmitió a través de sus libros. Porque creemos que los libros son fundamentales para el crecimiento de los pueblos va aquí nuestro homenaje.
Alas de libro
Coquetean con nosotros desde el estante de alguna biblioteca. Entre sus páginas caminan historias de personajes vivientes. De repente, sin que exista motivo aparente, alguno de ellos salta divertido sobre nuestras cabezas y se produce el encuentro. Una cascada de palabras inunda los invisibles espacios de nuestra alma y nos convoca. Alas de libro que desea levantar vuelo se despliegan divertidas. Hojas que esconden instantes de los personajes que caminan senderos de tinta y de papel, y nuestros, que comenzaremos a acompañarlos en el camino que recorren. Nada sucede por casualidad en los mágicos encuentros de palabras leídas. Y después seguramente algo se habrá modificado en nosotros.
Abrir un libro es liberar su magia, dejarse atrapar por ella, revolotear por otros mundos y hacerse parte de ellos. Es desplegar las alas de la imaginación para elevarse por encima de toda circunstancia y animarse a volar.
Cada historia escondida entre las páginas de un libro desea su libertad. Y ese deseo sólo se cumple cuando alguien logra atrapar las palabras con sus ojos, con sus manos y con su corazón. Todo libro tiene alas invisibles que le permiten volar de mano en mano. Ellos nos buscan en el momento justo y llegan a nosotros dejando un mensaje.
En el día del lector Contarte Cultura te invita a tomar un libro para liberar su historia
Después seguramente cada palabra volverá a ocupar su sitio entre las páginas que las contienen, hasta que alguien decida volver a empezar.
Andrea Viveca Sanz
Literatura
55 años después, Vargas Llosa regresó al bar que inspiró “Conversación en La Catedral”
El escritor peruano Mario Vargas Llosa volvió, después de 55 años, al lugar que fue la fuente de inspiración de una de las obras más importantes de su carrera literaria, “Conversación en La Catedral” (1969). El recordado bar La Catedra fue el escenario donde se gestó la famosa novela que relataba la corrupción y tensiones sociales que vivía el Perú.
A través de sus redes sociales, su hijo, Álvaro Vargas Llosa, compartió una fotografía del premio Nobel de Literatura frente a la fachada de lo que, en algún momento fue, el bar La Catedral. La imagen estuvo acompañada de un breve texto.
“55 años después, retorno al (ex) bar ‘La Catedral’, en busca de los fantasmas de Zavalita y el zambo Ambrosio”, escribió Álvaro en su publicación en X, haciendo referencia a los protagonistas de “Conversación en La Catedral”.
El bar La Catedral fue un punto de encuentro para varios literatos de los años cincuenta y sesenta. Ubicado en la avenida Alfonso Ugarte 206, cerca de la Plaza 2 de Mayo, en Lima, el lugar actualmente luce abandonado. En su fachada deteriorada hay un cartel de “se vende”.
¿De qué trata “Conversación en la Catedral”?
La obra de Mario Vargas Llosa, publicada en 1969, es una de las más destacadas de su carrera literaria. En esta se aborda los efectos de la dictadura del general Manuel A. Odría, a través de una narrativa que combina historias reales con ficción. Una de las frases más recordadas, expuesta por el protagonista de la obra Santiago Zavala, periodista del diario La Crónica, es: “¿En qué momento se jodió el Perú?”.
La historia gira en torno a Santiago Zavala, un joven periodista de familia acomodada que trabajaba en el diario La Crónica, inmerso en la disyuntiva de su vida personal y la realidad política que afecta su país. En el bar La Catedral, Santiago se encuentra con Ambrosio, otro personaje que apoya el relato y empieza una serie de reflexiones sobre la corrupción, el abuso de poder y más.
Historias Reflejadas
“Encuentro”
Encuentro
Tomó el hilo que desandaba la madeja del tiempo en la cual se habían guardado todos los secretos. Su vida se entrelazó con otras que ni la distancia ni las circunstancias pudieron evitar. El encuentro sucedió en el momento oportuno, cuando las finas hebras del destino hilvanaron aquello que estaba destinado a suceder. Nada impidió la perfecta unión de sus almas, tan distintas, tan cercanas. Atravesaron ojales de miedo y de dolor, el hilo se tensó demasiado pero no pudo cortarse. El presente se cosió al pasado, todo en una misma puntada, y una luna eterna fue testigo de lo que estaba prohibido.
Deshilachando los silencios que se tragaron las palabras de otros, ellos se aferraron a la verdad y desataron los nudos que anidaban en aquella madeja de historias. Las diferencias los habían unido en ese natural espacio de tradiciones encontradas, fusionadas ahora en una única raíz que los contenía. Las mentiras y los secretos ovillados en el tiempo, empezaron a soltarse y por primera vez fueron libres. Enterradas en el olvido, quedaron las cenizas de un ayer distorsionado. Se aferró al hilo que conectaba sus vidas y caminó hacia el futuro. El círculo se cerraba, la espera había concluido. Tenía la certeza de que sus almas estaban destinadas a encontrarse una y otra vez en la madeja del tiempo.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejaron en este cuento las siguientes historias: “La magia de la vida” de Viviana Rivero, “La mujer de los mil secretos” de Bárbara Wood, “Palmeras en la nieve” de Luz Gabás y “Noche de luna larga” de Gloria Casañas.
Textos para escuchar
El armario – Márgara Averbach
Márgara Averbach lee su cuento El armario, del libro La luna en el armario
Un día, hace ya mucho tiempo –en los días en que yo creía en las varitas mágicas y quería encontrarme una, moverla cuatro veces en el aire y fabricarme un caballo–, abrí el armario de mi pieza y descubrí algo.
Era de tarde y yo estaba sola. Abajo, mi papá atendía su consultorio médico y mamá le hacía de secretaria. Yo estaba leyendo. En esos tiempos, leía mucho. Tal vez fue el libro el que me advirtió, no estoy segura, pero, de pronto, oí algo en el armario.
Yo era miedosa, bueno, soy miedosa (en eso, no cambié mucho). Todavía no sé por qué me animé a abrir la puerta pintada de verde claro y mirar adentro.
Una mariposa nocturna.
Era oscura, de gusano grande, de esas que siempre me dieron asco. Sé que retrocedí dos pasos, que estuve a punto de cerrar el armario de nuevo. Sé que grité el nombre de mi hermano. Él no vino: seguramente escuchaba música a todo lo que daba, encerrado en su pieza.
La mariposa voló un instante hacia mí, cambió de idea, giró en redondo como un gran barrilete negro y se posó en la mesita de luz. Abrió las alas.
¿Por qué me acerqué?, me pregunto. No era lógico: yo le tenía terror a ese animal sin palabras. No sé por qué di ese paso adelante pero sé que me alegro mucho de haberlo hecho. De cerca, la mariposa era un mundo y yo lo vi porque me animé a acercarme. Por eso y porque ella se quedó quieta.
En realidad, fue una conversación.
Un campo de espigas ondeaba en la noche tibia de esas alas: un campo de espigas, iluminado por la luz de la luna y sembrado de rumores y canciones.
No sé cuánto tiempo me quedé ahí, los ojos fijos en las alas oscuras. La mariposa no se movió hasta mucho más tarde. Para cuando salió navegando hacia la noche por la ventana abierta, yo ya sabía que hay historias en todos los rincones, que hasta en mi viejo armario, atiborrado de frío y suéteres de lana, había lunas y veranos.
Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso