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Alejandro Palomas: “Siempre he dicho que, más que escritor, yo soy un descubridor de conjuros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca)
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las historias se gestan en su interior como una especie de torbellino que da paso a una tormenta creativa. Una puerta se abre y desde allí respira la vida, que entra a bocanadas para contarle lo que sucede del otro lado. De esta manera, Alejandro Palomas se sumerge en su universo interior y con esa certeza toma la palabra, nacida del barro de la existencia, para darle forma. En esa entrega, la modela y la recrea para soltarla en las páginas de sus libros.

Tras cada portada, se abre un mundo imaginado, tan solo una prolongación del nuestro, que pone de manifiesto las múltiples posibilidades que nos abarcan como especie y sin dudas nos ayudan a descubrirnos más humanos.

En íntimo diálogo con ContArte Cultura, el autor español cuenta su recorrido en el camino de la escritura y presenta su trilogía familiar que incluye sus novelas “Una madre”, “Un perro” y “Un amor”, su última entrega.

(Foto: Sofía Toscano)

A modo de presentación, ¿Cómo comenzaría una novela que tuviera como protagonista a Alejandro Palomas?
—Empezaría probablemente con una pregunta o con una frase muy corta: SUJETO+VERBO+PREDICADO. Soy muy amigo de las estructuras sencillas, de los principios directos y de los finales abiertos, tanto en la literatura como en la vida. Sonaría algo parecido a esto: “Tengo un amigo al que nunca llegaré a conocer del todo. Alejandro, ese es su nombre.”

¿En qué rincón de tu vida apareció el deseo o la necesidad de escribir?
—Yo empecé a escribir de pequeño, de muy pequeño. Entendí que si no existía un mundo en el que yo pudiera encontrar cabida, un mundo en el que yo no estuviera tan desencajado como en el que vivía, me moriría. Así que decidí inventarlo. Es curioso, empecé a escribir para sobrevivir a la angustia que provocaba en mí la certeza de no pertenecer y ahora es precisamente ese “no pertenecer” lo que me da la vida.

¿Según tu entender, cuáles serían las puertas que se abren a través de la palabra escrita?
—La palabra escrita es la llave al “otro lado”, el conjuro que te permite el paso al mundo secreto de tu intimidad. La palabra escrita es la música interior, la magia, lo posible aunque harto improbable. Siempre he dicho que, más que escritor, yo soy un descubridor de conjuros.

Contanos cómo es tu espacio creativo, ¿qué no puede faltar allí?
—No tengo un espacio creativo fijo. Escribo allí donde tengo la certeza de que mi intimidad no va a ser violentada. Una habitación con una puerta cerrada, silencio… Si escribo en casa, lo hago en la cocina. Vivo en el campo, en una antigua escuela rural, lejos del mundo y del ruido, con lo cual no hay peligro de interrupciones indeseadas. Necesito, eso sí, luz natural, la música de Satie y saber que los míos -mi gente- están bien. Más allá de eso, no necesito mucho.

¿Cómo llega a vos un personaje?
—Llega la voz. Siempre llega la voz. De repente hay una voz que no es ninguna de las que te habita habitualmente. Hay alguien más que quiere hablar. A veces, es solamente un destello que rápidamente se apaga, otras, sin embargo, es una voz que quiere quedarse, que quiere decir cosas más allá de las cosas, y entonces sé que algo acaba de empezar.

¿Es una voz, una forma indefinida, que vas escuchando y trabajando, o una presencia súbita que te invita a contar su historia?
—Es una voz que se instala a mi lado y que sé que ya no ha de marcharse más. Es… enamoramiento.

Mirando hacia atrás, ¿existe una temática que atraviesa la mayor parte de toda tu obra?
—Sin duda. Vivo pensando que cuando sea viejo y miré atrás, veré mi obra como una columna vertebral cuyas vértebras son, novela sobre novela, una visión distinta sobre la familia. Construyo mi obra sobre y alrededor de la familia, de las relaciones no elegidas, reactivas, sobre lo que duele y lo perdonable, sobre el humor, la confianza, la vida cercana, lo que roza…

¿De qué manera construís los escenarios de tus novelas?
—Suelen ser escenarios cerrados. En ese sentido soy muy teatral. Una casa, un jardín, un salón… espacios reducidos en los que los personajes se mueven bajo mi lupa. Controlo mal los espacios demasiado abiertos porque escribo con la cámara al hombro y necesito primeros planos constantes, de ahí que también ocurra algo parecido en la coordenada temporal. Mis obras transcurren siempre en paréntesis de 48 horas como máximo. Hay flashbacks, cierto, y no pocos, pero el grueso de la trama transcurre siempre en presente y en tiempo real. Me muevo bien en ese terreno de lo inmediato, me da carnalidad y la intensidad que necesito para comunicarme con mis lectores y lectoras, para compartirme.

¿Cuál fue el primer remolino que desató la tormenta de ideas, de lo que luego sería la trilogía que incluye tus obras “Una madre”, “Un perro” y “Un amor”?
—El primer remolino fue el momento en que fui consciente de que llegaría el día en que iba a tener que aprender a vivir sin la presencia de mi madre. Ese fue el detonante. Fue en un café. Estaba merendando con ella y de repente sentí que un rayo me partía por la mitad porque por primera vez entendí -me refiero a “entender” con el plexo, no con la cabeza- que en un futuro -próximo o no- esas meriendas dejarían de existir y que yo no estaba preparado para su ausencia. Y pensé que la vida sin ella, sin una madre, es media vida. ¿Por qué nadie nos avisa de que eso también va a suceder? ¿Por qué nadie nos educa para las ausencias? Esa noche empecé a escribir Una madre.

¿El cambio de foco de tu lente creativa en cada uno de los libros te llevó a descubrir esas historias entrelazadas?
—Cuando terminé de escribir Una madre yo no tenía previsto seguir con estos personajes. De hecho, escribí Un hijo, que, curiosamente, se ha convertido en el primer volumen de otra trilogía. Sin embargo, después de publicar Un hijo me di cuenta de que Amalia, Fer, Emma y Silvia seguían ahí, esperando volver. Las voces no callaban y no me dejaban imaginar nada que no fueran ellas, así que no me quedó más remedio que atenderlas y volver con ellas. Fue entonces cuando apareció Un perro y posteriormente Un amor.

¿Qué te gustaría destacar de esa familia de ficción en la que la vida sucede de una manera tan sencilla y contundente a la vez?
—Lo que más me gusta de ellos es que nadie los entiende como ficción. Amalia y los demás se convierten enseguida en familia de quien los lee, forman parte, se integran y se suman a la historia personal de quien se acerca a ellos. Eso es lo que más sigue sorprendiéndome aún hoy: su capacidad de tomar vida y abandonar la ficción para quedarse.

En pocos días estarás visitando nuestro país, ¿Cuáles son tus expectativas para ese encuentro con tus lectores argentinos?
—Siempre he dicho que yo escribo para el lector y la lectora de Sudamérica, básicamente porque yo tengo una mitad española y la otra chilena y eso me ha dado una tensión, un tratamiento del lenguaje y de lo humano que me acerca mucho a lo argentino. Ya lo viví cuando estuve en febrero con la FILBA y lo percibo con todo el feedback que recibo de mis lectores y lectoras de Argentina en redes. Mi música es de allí, mi sentido del humor también y mi vis dramática aún más. Espero poder saber que estoy en casa, que mis personajes y mi forma de vivir la escritura son parte de, que llego al lugar al que, en alguna medida, voy a tener que volver una y otra vez. Espero encontrar mi casa.

(Foto: Daniel Mordzinsky)

¿Con qué sueña Alejandro Palomas por estos días?
—Sueño con ver por fin en el teatro mi texto de La isla del Aire (basado en mi novela El tiempo que nos une), que se estrena en Málaga el 3 de diciembre, y sueño con que esa obra llegue también pronto a la Argentina. Sueño con que la película de Una madre empiece a rodarse en breve y llegue también allí (por cierto, con directora argentina, Marina Sereseski). Y sueño con encontrar la paz sin que para ello tenga que apartarme de la vida. Sobre todo eso. Y, por encima de todo, sueño con poder seguir merendando con mi madre hasta el final de los tiempos para no tener que vivir su ausencia.

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En primera persona: Nair Libonatti, escritora

La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra

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Sobre sí misma y su arte

Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.

En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.

Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.

Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.

Sobre su obra

He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.

Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias.El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.

Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.

Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.


Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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