Entrevistas
Víctor Chacón: “El humor aliviana, sí, pero también puede llegar a angustiar bastante”
Por Andrea Viveca Sanz
A veces es necesario mirar detrás de las cosas, internarse en lo cotidiano para regresar con las preguntas necesarias, capaces de interpelar nuestros modelos, cargados de respuestas automáticas y rígidas.
A días de presentar su segundo libro, “El equilibrio de los renacuajos”, y sumergido en ese mundo de los sapos, Víctor Chacón busca volver los ojos sobre nuestra especie y cuestionarla a través de una novela en la que es posible verse reflejado.
Con una narración en la que las voces se entrelazan para acaparar la atención del lector y atraparlo en una red de relatos, el autor platense logra hacer foco en una temática que pesa y lleva a reflexionar sobre nuestras conductas y hábitos.
Porque nada es lo que parece, hay que leer entre líneas el mensaje que forma parte de la arquitectura de sus libros, en los que lo filosófico se mezcla con lo social y se abre un juego de dudas que, por momentos, llegan a desorientar al lector.
En diálogo con ContArte Cultura, el autor invita a pasear por sus páginas para quedar atrapados entre sus preguntas e intentar encontrar las respuestas.
—Para presentarte, tres palabras que definan a Víctor Chacón.
—Víctor Edgardo Chacón
—¿En qué momento decidiste sumergirte en el mundo de los sapos para regresar con una historia capaz de cuestionar a los seres humanos?
—Empezó en el 2011, con un concurso de narrativa de la Editorial La Comuna; si bien yo había escrito cosas anteriormente, en ese momento me senté a narrar diferentes acontecimientos que pasaron en los monoblocks donde me crié. Las situaciones tenían tal grado de oralidad que empecé a sacarle mucha puntuación hasta que anulé todos los puntos y aparte, el cuento quedó como un gran párrafo y así lo presenté. Ya ahí se podía encontrar la crueldad que existe en el cotidiano de la gente, el texto empezaba con un suicidio y terminaba con la tortura a un linyera. El tipo de relato gustó mucho y seguí por esa línea con seis cuentos más. Los sapos salieron solos a la superficie, porque en la crueldad infantil el sapo está muy presente, es un animal súper indefenso y los ñiños se aprovechan de eso. Casi sin quererlo los sapos aparecían en todo el transcurso de esa pequeña novela, e incluso me trajeron el título de la misma.
—Contanos cuál es la temática principal de tu primera novela “Justicia divina para los sapos” que se prolonga en tu nueva obra “El equilibrio de los renacuajos”, próxima a presentarse.
—En la primera novela indagaba un poco una especie de, justamente, justicia divina para la especie ésta de anfibios. Nucleaba tanto las torturas que recibían los sapos que pensé en darle una reivindicación, y como si fuese una maldición todos los personajes (o la gran mayoría) que los lastimaba recibían un castigo fortuito, que tal vez nada tenía de una situación de causa y efecto, pero el castigo estaba. Como temática que continúa en El equilibrio… está la crueldad infantil, o la crueldad cotidiana reflejada en un mundo infantil. Todos los cuentos pueden leerse por separado, al igual que los libros, pero también se puede leer todo junto. Hace un tiempo, cuando Francisco Magallanes, el editor de Malisia, me propuso que siga con éste narrador inocente y con un formato de libro de ágil lectura, pensé en hacer éstos dos libros y llamarlos “La biología de la crueldad infantil”, justamente porque indaga en eso y, citando a un chiste de Les Luthiers, porque son dos. De todas maneras, a partir de éste modo de narrar me llegan muchas historias contadas por colegas y amigos que tienen una temática similar y por momentos se me ocurre que terminar con éste tipo de literatura es imposible, porque la crueldad infantil está todo el tiempo, en todos lados.
—¿De qué manera lograste meterte en la voz infantil para interpelar, desde ese lugar, la lógica de los adultos?
—Pensando en la pregunta lo primero que me viene a la mente es: no tengo ni idea. Porque fue tan gradual que creo que en la primera mitad del proceso creativo no fue buscada, pero también en la escritura me empecé a indagar a mí mismo como persona, la historia pasada y lo que soy ahora. Viéndome en retrospectiva me doy cuenta de las barbaridades que me han rodeado, cosas que le pasan a uno por al lado y no hace nada para cambiarlas. Como el paradigma de los monos y las bananas arriba de la escalera, cuando llegué al mundo las cosas eran así y entonces hay que seguirlas así.
—En “El equilibrio de los renacuajos” se entrelazan diversos relatos que llegan a constituir una red de voces, ¿cuál de ellas te costó más construir?
—La voz infantil fue difícil. Sobre todo en Justicia divina…” que intenté, además, ponerle un tono de oralidad desenfrenada para dar cuenta de un niño que narra casi sin saber narrar. En El equilibrio… ya tuve más incorporada la voz narrativa, me salió más natural y por eso también el proceso fue más corto; también tuve un seguimiento intermitente de la obra por parte de Francisco Magallanes, que en su literatura tiene un modo de narrar similar (la cuestión del barrio y de esos lugares que todavía no tienen una urbanización descontrolada) y en sus devoluciones me dijo pocas cosas pero que fueron claves para construir lo que es hoy El equilibrio…
—¿Quiénes son los grandes protagonistas de esta historia?
—En primer lugar el niño que narra y su hermana. A diferencia de Justicia divina…, que es un libro repleto de nombres propios, en ésta novela no nombro a nadie; eso también ayudó bastante a que el lector se vea representado en los personajes. Hace un tiempo, un colega director de teatro me preguntó si yo me había criado en Azul, porque él era de ahí y se vio reflejado en los relatos, cuando le dije que no estaba sorprendido, porque se había encontrado con anécdotas de su propia infancia. Creo que por metonimia los protagonistas de ésta historia son los infantes en sí mismos, pero alejados de esa visión romántica de la infancia, donde todo es lindo y los niños son siempre regordetes adorables. El libro muestra unos infantes crueles y, aunque el narrador y su hermana creen escapar de esa crueldad, están inmersos como si fuera un destino manifiesto: de la crueldad infantil no se puede escapar nadie.
—Creés que contar desde el humor llega a alivianar la carga de una temática que pesa y cuestiona?
—Espero que sí. O al menos poner la temática sobre la mesa. Varias veces pensé en dos frases de bandas platenses que plantean la negación de los padres frente a las maldades de sus hijos. La primera de Guasones, y se me hace muy clara: “No te creas que tus hijos se excluyen de la vida podrida”; la segunda de Los Redondos: “Mami elimina el error, de que vos sos capaz”, que a pesar de que puede referir a cierto momento de la guerra fría, en éste contexto no puedo dejar de pensar en los padres negando los errores de sus hijos: mi hijo no lo hizo, él no hace esas cosas, etc. Existe una negación muy grande hacia la crueldad infantil, es como un tema negado, y me da pánico que estemos criando un ejército de futuros tiranos. El humor aliviana, sí, pero también puede llegar a angustiar bastante; pensar que nos reímos de cosas que son terribles y, a veces, es el único humor que funciona. Los lectores, personas ya formadas y que su infancia forma parte del pasado, pueden llegar a encontrarse con algo que hicieron de chicos o con algo que ahora les hacen a los chicos, creo que de la vida podrida no se salva nadie. También tuve lectores que con Justicia divina…, que tiene más recorrido en las librerías que El equilibrio…, me dijeron que se emocionaron o que se angustiaron, a veces es el lector el que termina dándole el significado a la obra.
—Entre las páginas de tus libros quedan suspendidas muchas preguntas, ¿puede la literatura atravesar nuestros esquemas para intentar el equilibrio?
—No lo creo. Como dije en la respuesta anterior; siempre que una persona lee un texto lo hace desde sus vivencias personales y tiene una lectura muy propia, creo que se debe mucho a su conocimiento empírico. Me suele suceder que personas que leen el mismo texto tienen miradas completamente opuestas, y con el convencimiento que tienen la verdad absoluta sobre lo que ese texto quería decir. Si bien puedo pensar que la literatura puede alivianar esa carga que lleva una temática difícil de llevar, tampoco creo que pueda generarse un cambio significativo desde el arte. Es algo que me encantaría y, tal vez con un dejo de optimismo, puedo llegar a pensar que puede hacer un cambio en determinadas personas que tengan el deseo ferviente de cambiar el sistema que nos envuelve y a partir de eso accionar desde otro lado. Entonces, casi pensando en voz alta, te puedo decir que el arte (y la literatura) puede accionar como disparador en determinadas personas que tienen el deseo latente de cambiar para cambios radicales. Y ahora que termino la pregunta me doy cuenta que un cambio radical nada se asemeja a un equilibrio. Así que la respuesta definitiva a la pregunta sería: no.
—¿Hay alguna especie animal que te cuestione por estos días como para dispararte una nueva historia?
—Hace un tiempo pude ir de gira a España con una obra que escribí y dirijo. Aproveché para visitar a un amigo que no veía hace muchos años porque se fue a vivir a Francia. Como se había mudado a una casa con patio hicimos un cordero a la cruz, que estuvimos cocinando durante seis horas, donde el asador casi que no dejaba hablar de otro tema que no sea el cordero y cómo cocinarlo, la cantidad de asados a la cruz que había hecho, etc., etc. Entre esas charlas me enteré que era un cordero de leche, o sea que sólo se había alimentado del pecho de su madre. Toda la noche fue una cuestión de “poronguismo” para ver quién era el más “capo” de la parrilla. Parecía que poner animales muertos arriba del fuego nos subía la autoestima. Yo no pude dejar de pensar que mientras cocinábamos ese cordero la madre, en algún otro punto geográfico, estaba todavía viva. Cuando cortaron el cordero estaba crudo y, la hombría del asador herida para siempre.
—Entre sapos y renacuajos te dejamos este espacio para que invites a los lectores a ser parte de esta historia y a explorar el mundo con una mirada diferente.
—Varias veces, cuando conté la temática del libro, muchos de los receptores me respondían con que mataban sapos de chicos. Un poco sorprendidos por su actuar en la infancia empezaban a sentir culpa de su accionar casi sin entender el porqué de matar sapos. Porque es casi ilógica esa forma de comportarse. Eso puede llegar a plantearse en el libro, maneras ilógicas de actuar del ser humano, cosas dadas que ya están así, y están porque sí, como el mono que golpea a los que quieren subir a la escalera a buscar las bananas sin saber por qué lo hace. Paula Tomassoni dice en el prólogo que invito a vernos desde una nueva manera de mirar, y encuentro en esa frase una invitación a vernos desde un punto de vista inocente hacia bestialidades que hacemos a diario, sin darnos cuenta de los monstruos que somos. En el libro digo algo similar a “somos dioses, mandamos y decidimos quien vive y quien no”. Y parte de eso planteo, darnos cuenta, de una vez por todas, el poder que tiene el ser humano, por ser el único ser racional, para actuar de manera irracional.
Víctor Chacón
Nació y se crió en la ciudad de La Plata. Actualmente se encuentra radicado en la anacrónico barrio de Boedo Antiguo. Es escenógrafo diplomado en la Escuela de Teatro de La Plata y Profesor de Letras de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Músico de Rock. Estudió la Maestría en Dramaturgia en la Universidad Nacional de las Artes. Publicó Justicia divina para los sapos (Malisia, 2015).
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Entrevistas
Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.
“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense Aguirre–Rodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.
Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.
—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?
—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.
—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?
—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.
—¿Cómo fueron esos comienzos?
—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.
—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?
—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.
—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?
—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.
—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?
En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio, mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.
—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?
—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.
—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?
—Haremos algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.
—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.
9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.
—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?
—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.
Entrevistas
Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.
Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.
“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.
ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.
—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.
- Frustración, sabor a cebolla
- Ansiedad, aroma a menta
- Alegría, aroma a vainilla
—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?
—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.
—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?
—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.
—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?
- Despierta: Integridad
- Diamantes: Osadía
- Rotas: Coraje
- El juego de las emociones de Uma: Autenticidad
—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?
—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.
—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.
—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.
—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?
—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.
—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.
—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.
—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.
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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.
En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.
En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.
—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?
—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.
—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?
—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.
—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?
—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir. Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.
—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?
—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.
—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?
—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.
—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?
—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.
—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?
—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.
—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?
—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.
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