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Literatura

Con libros para todos, llega la FED al Complejo Art Media

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La Feria de Editores (FED) 2023 celebra una nueva edición desde este jueves y hasta el domingo próximo en el C Complejo Art Media de la Ciudad de Buenos Aires con más de 320 editoriales de América Latina y España, más de una docena de charlas con autores como el estadounidense Peter Rock, la brasileña Djamila Ribeiro o Martín Kohan y Beatriz Sarlo, y la modalidad que desde hace una década conjura la sinergia con el público: el encuentro cara a cara entre editores y lectores.

Con entrada libre gratuita, de 14 a 22, en el espacio cultural de avenida Corrientes al 6271, la FED reúne un potente panorama de la edición independiente del país, una oferta pluralísima de narrativa, poesía, ensayo, híbridos, rescates, infantiles, inhallables, libros como objetos por la singularidad de sus publicaciones donde prima la calidad, el cuidado y el amor por cada uno de esos volúmenes, libros chiquititos, urgentes o a destiempo, libros que llegan para intervenir en la conversación pública con pensamientos críticos y emergentes.

Este año sus seis calles que ofician de pasillos llevan los nombres de Sara Gallardo, Juan José Saer, Hebe Uhart y suman como homenaje a Tamara Kamenszain, Luis Chitarroni y Marcelo Cohen, tres autores que fallecieron en el último tiempo y cuyos textos se encuentran en los stands para volver a ser leídos con reediciones y nuevos libros: “Ya te llegará” (Eterna Cadencia) que reúne la correspondencia entre Kamenszain y su amiga, la mexicana Margo Glantz; “Peripecias del no” (Interzona), reedición de la segunda y última novela de Chitarroni publicada en 2007 y el de poesía “Una inmodestia desproporción” (Mansalva); también están los tres que editó Sigilo de Cohen: “Llanto verde”, “La calle de los cines” y “Algo más”.

A la par que editores y editoras del otro lado del mostrador venden sus libros de primera mano, en contacto directo con lectores, la feria involucra un espacio para tomar algo, otro para donar sangre (los días jueves y viernes con previo aviso a feriadeeditores.com.ar/colecta-de-sangre) y una agenda nutrida de firma de ejemplares y más de una docena de charlas sobre narrativas regionales, bibliotecas, ceremonia del te y meditación, poesía, feminismos o literatura multiespecie.

El viernes, por ejemplo, habrá diálogos entre Romina Paula y Ariana Harwicz (de Harwicz se consigue su nuevo ensayo “El ruido de una época”, publicado por Marciana); entre Alejandra Kamiya e Isabel Zapata y entre Osvaldo Baigorria y Martín Kohan, quienes intercambiarán ideas sobre los usos, prácticas y recorridos sobre sus bibliotecas.

El sábado, en cambio, las actividades indagarán sobre narrativas contemporáneas de América Latina, sobre imaginación científica y literatura con Juan Cárdenas, Roque Larraquy y Soledad Quereilhac, o sobre cómo narrar el horror, en tanto que el cierre de la jornada estará a cargo del estadounidense Peter Rock, el autor de “Mi abandono”, “Klickitat” y “Los nadadores nocturnos”, títulos publicados por la editorial Godot.

Mientras que el domingo un punto alto será la charla que Beatriz Sarlo tendrá con dos de sus alumnas, Hinde Pomeraniec y Sylvia Saítta a propósito de sus clases en Filosofía y Letras tras el retorno de la Democracia, publicadas por la editorial Siglo XXI; y el diálogo entre dos activistas antirracistas, la afroargentina Miriam V. Gomés y la brasileña Djamila Ribeiro, quien visita la Argentina para presentar la edición local de su “Pequeño manual antirracista” y “Cartas para mi abuela” (Mandacaru + tinta limón) dos libros en los que comparte su mirada sobre el racismo y desarma el mito de la “democracia racial” en Brasil, el cual perpetúa desigualdades y prácticas racistas más allá de los repudios morales individuales.

Con doble rol, este año la mexicana Jazmina Barrera participa en un diálogo con Marcial Gala (Cuba) y Gabriel Payares (Venezuela) y desembarca con la edición de “Cuaderno de faros” a cargo de Alto Pogo, un libro híbrido que va entre el ensayo, la novela y la autobiografía, pero la escritora también llega como editora de Ediciones Antílope, sello mexicano fundado con Isabel Zapata, otra escritora que también desembarca en Buenos Aires con dos de sus libros editados acá, “In vitro” (Excursiones) y “Una ballena es un país” (Rosa Iceberg).

Cada vez mas grande, cada vez más potente, la Feria de Editores ensancha una vez más su edición tras el éxito del año pasado con ampliación horaria hasta más tarde, catálogos robustecidos y novedades literarias a medida de cada lector y lectora, incluidos los más chiquitos con editoriales especializadas en infancias, como Iamiqué o Limonero, que presenta “Capitán nudo”, una desopilante historia de aventuras ideada por una sombra.

Como si fuera poco que dos de sus títulos integran la lista de novelas finalistas del Premio Filba Medifé -“Para que sepan que vinimos” de Marina Yuszczuk y “Una oportunidad” de Pablo Katchadjian– la editorial Blatt y Ríos desembarca, además, con la edición de “Pundonor”, una obra de teatro que es un libro breve y actual de la dramaturga Andrea Garrote sobre los escraches en redes sociales, y con “La interlengua” de Monica Zwaig, protagonizada por una francesa -como ella- que se instala en Argentina y decide estudiar italiano.

Otros libros recomendados en la selección del galardón también se conseguirán en la feria, como “Aquello” de Beatriz Isoldi en Paradiso o “Las series infinitas” de Pablo Farrés, en Nudista. Un título que llega con carta de recomendación del boca a boca, como ya ocurrió con otros de sus libros como “Los árboles caídos también son el bosque” (Bajo la luna) – es “La paciencia del agua sobre cada piedra” (Eterna Cadencia), el último volumen de relatos de Alejandra Kamiya, donde la autora labra las palabras para llegar a una profundidad porosa que dialoga con la naturaleza, la experiencia y con los vínculos entre los seres vivos.

También estarán los libros de Vinilo, relatos cortos e íntimos de no ficción sobre temas tan enormes como mínimos e íntimos: la felicidad, la salud, la amistad o el vínculo con una abuela, como el que escribió Martín Felipe Castagnet, “Unos ojos recién inaugurados”. O los de Caja Negra, la editorial argentina que se posicionó como caja de resonancia sobre temas tan actuales como distópicos y que ahora lanza, por ejemplo, uno dedicado a reino fungi, “Los hongos del fin del mundo”, de la antropóloga Anna Lowenhaupt Tsing. Si de editoriales que dieron saltos se trata, también estarán los títulos de Futurock, un catálogo con ensayos, ficciones y libros de música.

La editorial platense EME tiene entre sus platos fuertes el aterrizaje de “Travesías, jugar con Maldón”, de María Pía López, que sigue la línea de sus libros “Apuntes para las militancias” y “Quipu”, mientras que Marea Editorial desembarca con su histórico catálogo y con títulos salidos del horno hace poco meses, como la novela de Marcos Rosenzvaig “Yo, Santucho”, una ficción a partir de la historia argentina, sobre un taxista obsesionado con la vida del líder del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Roberto Santucho.

En otro orden, un poco en coincidencia con la feria se relanza la editorial Fadel&Fadel de poesía y ensayo con libros super cuidados que procuran la calidad de lo artesanal sin perder de vista la vanguardia. Pero la poesía, para la escena independiente argentina, tiene muchas joyas y autores por descubrir en varias editoriales, dos por las que hay que pasar son Gog y Magog y Caleta Olivia, ésta última presenta “Las mejores amigas”, Flor Monfort y Noe Vera con poemas que comparten el ahora y la nostalgia del futuro. Además, en la distribuidora Blatt y Ríos se podrá conseguir la poesía reunida de Cecilia Pavón de 2001 al 2023 publicada con el título “Diario de una persona inventada”.

Desde Córdoba Caballo Negro presenta en suelo porteño su catálogo y el lanzamiento de “Aiwa”, de Sergio Bizzio, mientras que la editorial Chai de la misma provincia desembarca con libros de muy buena recepción como “El vestido blanco”, de la escritora y curadora francesa Nathalie Léger, que investiga la historia de la artista italiana Pippa Bacca quien, como parte de una performance se propone viajar desde Milán hasta Jerusalén vestida de novia, pero a las pocas semanas es hallada muerta en las afueras de Estambul.

De autoras internacionales, tanto en ensayo como narrativa, en Eterna Cadencia se recomienda “Estanque”, novela debut de la irlandesa Claire Bennet, con traducción de Laura Wittner; en tanto que Godot sigue en la línea de la filósofa eslovena Renata Salecl con un libro nuevo -suman cinco los del catálogo-, “Humanovirus”, en el que indaga sobre el impacto social y conductual que generó la pandemia. En materia de rescates, Siglo XXI edita por primera vez en español “La muerte de la naturaleza”, un libro de Carolyn Merchant publicado en 1980 de larga data pero con la misma vigencia en torno a tres preocupaciones: feminismo, ciencia y ambientalismo.

Dos autores argentinos de quienes se publican nuevos libros son, Federido Jainmaire con “Una virgen peronista” (Alto pogo) donde se basa en hechos históricos, como el bombardeo a la Plaza de Mayo, y manipula íconos, símbolos y personajes con la impunidad que le brinda la literatura, mientras que Edgardo Scott -que también participa en charlas- lanza”Escritor profesional” (Godot) y así lo presenta: “El escritor profesional se muestra en redes, opina sobre los temas de su tiempo, declara en contra de las injusticias, pero nunca pone en jaque la raíz del problema, la crítica es vacía”.

Desde Uruguay, Criatura vuelve a la feria con una colección de cuentos de Mario Levrero, “El portero y el otro”, título publicado en 1992 que explora algunos de los temas presentes en la obra del uruguayo, como el humor, lo onírico, el Espíritu, el diario, la apelación a la historieta o al policial.

Para acompañar la espera en el ingreso, este año, las y los visitantes contarán con un espectáculo de magia, y recibirán de regalo un libro “La traición” con textos de Nicolás Artusi, Luis Chitarroni, María Sonia Cristoff, Camila Fabbri, Betina González, Violeta Gorodischer, Luis Gusmán, Carla Maliandi, Edgardo Scott, Javier Sinay, Damián Tabarovsky y Soledad Urquia. Se editarán 9000 ejemplares.

Para más información sobre la FED se puede ingresar a la página web feriadeeditores.com.ar.

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El niño de las avispas – Victoria Bayona

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Victoria Bayona lee su cuento El niño de las avispas


“¿Por qué lo seguían?”, se preguntaban los habitantes de Cuerno Callado. Por un tiempo, nada más. Después, aunque parezca difícil de creerse, se olvidaron de él. Como si se hubiera desvanecido, no recordaban si había existido o lo habían soñado.

Fermín nació una madrugada en la que las estrellas parecían querer quedarse un tiempo más para esperarlo. Alrededor de las siete, un llanto menudo resonó en la casa. Los primeros insectos atravesaron la ventana poco después. Rodearon la cesta de trigos enlazados que les había regalado el hijo de un terrateniente. La madre reposaba aun dolorida por el parto, y fue el padre quien se encargó de espantarlos. Cerró las hojas de vidrio y vio cómo se agolpaban al otro lado. Buscaban cualquier resquicio para ingresar, rodeando el hogar con zumbidos y golpeteos. Lo que en un principio pareció un capricho curioso de la naturaleza, a los padres terminó por asustarles.

Cubrieron la cuna con velos, sellaron cada hueco, se ocuparon cuidadosamente de abrir solo unos segundos las puertas al entrar y salir, y consiguieron, por escasos meses, mantener a los invasores a raya. Pero Fermín crecía y, después de gatear, caminó. Tan pronto pudo acercar los bancos a los picaportes, era él quien dejaba entrar la plaga y la casa se llenaba de nubes bulliciosas.

Fue examinado por médicos, brujos y curanderas. Nada parecía explicar la atracción que sentían las criaturas por el niño. Picaban a cuanta persona estuviera al alcance. Al niño no. A él lo perdonaban de sus aguijones. Los padres entendieron que algo estaba realmente mal cuando escucharon que la primera palabra que su hijo pronunció fue “avispa”.

—¡No podemos seguir así! —gritó la madre un día, mostrándole al marido sus brazos lacerados—. ¡No podemos!

Lloraba a los gritos, y el niño la observaba parado, aferrado a los barrotes de la cuna. Al menos diez avispas revoloteaban a su alrededor. Cada vez que alguno de sus padres quería levantarlo, lo atacaban.

—Esto tiene que parar —repetía la mujer, hecha un ovillo sobre la cama—, tiene que parar.

Un extraño resentimiento crecía en sus corazones hacia el hijo. Al principio intentaron protegerlo, pero se fueron dando cuenta que los insectos no eran una amenaza para él, al contrario, parecía disfrutar su compañía. Pasaban los años y, aunque aun no pudieran confesarlo en voz alta, comenzaban a planear cómo deshacerse de él.

Casi sin mediar palabra, fueron construyendo una casita entre Cuerno Callado y Casadelmar, rodeada de árboles frondosos, bastante alejada del pueblo. Le pusieron un camastro rústico, una mesa, alacenas repletas de comida. Su plan era ir cada mediodía y cada noche a alimentarlo, que el niño durmiera allí, rodeado de los insectos sin que los afectara a ellos.

Cuando llegó el día, la madre tenía un ojo inflamado por una picadura. El padre ponía sobre las suyas un ungüento que les había formulado una curandera de Puerto Espinos. Hartos del martirio, esperaron a que Fermín, que ya tenía seis años, estuviera dormido. Lo envolvieron en una manta y lo dejaron en la cama que habían hecho para él. Lo miraron unos segundos. Cuando las avispas comenzaron a habitar la casa, huyeron.

Al día siguiente amanecieron sintiéndose extraños. El silencio era pesado. Poderoso. No había dentro de su casa un solo insecto. Nada les picaba. El cuerpo no ostentaba nuevas picaduras. Pero su hijo les faltaba. La madre rompió en llanto. El padre lloró también.

—¿Qué hicimos? —se reprocharon.

Salieron disparados rumbo a la casilla. Se convencieron de que encontrarían otras maneras de poder criarlo, que lo que habían ideado era una locura, que habían estado bajo los influjos de la alucinación producida por las picaduras. Que quizás el niño no hubiera despertado y nunca se enterara de que había pasado la noche lejos.

Cuando llegaron, Fermín no estaba. Desde entonces lo buscaron por todas partes. Pero el niño de las avispas nunca apareció.

Abrió los ojos. El olor era nuevo. Olor a madera. A bosque. Esa no era su casa, no era su cama, sin embargo se sentía bien ese despertar. Tan pronto se incorporó, varias avispas lo rodearon. Miró a un lado, a otro, era una casa pequeña. ¿Por qué estaba ahí? ¿Cómo había llegado? No sabía las respuestas a muchas de esas preguntas, pero en su inocencia terminó de entender algo que rompió su corazón: sus padres ya no lo querían.

Una extraña libertad latió en el pecho lastimado: nada lo aferraba al mundo en el que le tocó nacer. Si no corrió antes había sido por quedarse con ellos. Pero en ese momento, confirmó que había ocurrido algún error y que al fin podía enmendarlo. Extendió la mano con la palma al cielo y varios insectos se posaron en ella. Sonrió. Se sentía conectado con esas criaturas que habían sido desde siempre su familia. Por fin estaba en casa.

Corrió a través de los árboles añosos hacia lugares donde nunca había ido antes. Las avispas lo guiaban. Formaban hordas numerosas y, al pasar, los habitantes del bosque los miraban asombrados. Después de mucho tiempo, se detuvieron. Llegaron a una pared de roca que en su base tenía una zona ahuecada. Fermín sintió muchas ganas de descansar allí. Se quitó la ropa y se acurrucó en la superficie dura y fría, pero no le incomodó. Había algo reconfortante en esa rusticidad, en ese estar desnudo sin nada que lo separara de la naturaleza. Cerró los ojos y se sumió en un sueño muy profundo. Tan profundo que no advirtió las redes que los insectos tejían a su alrededor.

Despertó después de muchos meses. No abrió los ojos porque ya no tenía párpados. Simplemente pudo ver, ver. Una película lo separaba del mundo. Extendió sus brazos y rompió la crisálida que lo albergó durante su sueño. Podía sentirlo todo. La savia fluyendo en las venas de las plantas, el andar de las hormigas, el latir acelerado en el corazón de los animales. La brisa, la tierra que palpitaba en la base de sus pies. Se llevó las manos a la cara. La sintió huesuda. Sabía que algo se había transformado y quería verlo. Caminó, el instinto le indicaba dónde encontraría agua. Un séquito de avispas lo siguió.

Finalmente, el reflejo de un lago le sirvió de espejo. Su rostro se había alargado y sus ojos eran redondos, negros y brillantes. Su nueva apariencia no le disgustaba. Estaba aún estudiando sus facciones cuando sucedió lo más maravilloso: detrás de su espalda comenzaron a desplegarse destellos transparentes, un abanico mágico, el sueño que había tenido incluso antes de existir: le habían crecido alas.

Eran miles los insectos que se habían agolpado a presenciar el gran fenómeno. De pronto sus zumbidos se aunaron en uno y parecieron entonar una curiosa melodía. Estaban dándole la bienvenida. Él zumbó también. Hablaba la lengua de los insectos. Con ellos fue que se asentó en un lugar apartado y juntos construyeron un avispero magnífico, la fortaleza de cera y barro que se convertiría en el castillo de Fermín.

Con el tiempo fue olvidando sus años con los hombres. Olvidó primero el sabor de la comida, las camas, las plantas en macetas, el idioma de Cuerno Callado. Olvidó los horarios, las rutinas. Las visitas y los cantos. Y lo último que olvidó, como si no hubiera querido olvidarlas nunca, fueron las manos de su madre y la risa de su padre. Vivía con sus amigos en su nuevo hogar, recorría los alrededores, en ocasiones auxiliaba a aquellos animales que lo necesitaban. Se había convertido en un ser generoso que trabajaba por el bienestar del bosque.

Pasó una mañana. Escuchó un sonido como ningún otro. Se acercó, sigiloso, hacia donde si oído lo guiaba. En medio de un claro entre los árboles, la vio. Una joven muy bella seleccionaba y recogía plantas para luego guardarlas en su delantal. Mientras realizaba su labor, cantaba. Su canto le devolvió todo lo que había olvidado.

—Mamá —murmuró, en aquella lengua que no había usado en años.

Los ojos se le volvieron acuosos y su corazón pareció quebrarse una vez más.

Así lo encontró la joven. Aferrando sus rodillas, con la cabeza oculta.

—¿Qué pasa? —le preguntó.

Su voz era extremadamente dulce, como si no hubiera dejado de cantar.

Fermín alzó la vista. Por un segundo la muchacha se sobresaltó al enfrentarse a esos ojos negros y profundos. Solo después reparó en sus alas. Intentó que su asombro no se reflejara en sus facciones.

Fermín era un adolescente ya y había acumulado muchos años de rencores. Ver a la muchacha le abrió una herida aneja. De pronto estaba enojado. Enojado con su pasado, con sus padres, con sentirse solo en su singularidad. No lo pensó. La aferró entre sus brazos y voló hasta el castillo de cera, a encerrar a la joven que dolía en una torre de polen y de miel.

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Historias Reflejadas

“Carrera”

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Carrera

Corrían. Los pasos se alargaban más allá de sus cuerpos en busca de respuestas.

Avanzaban sobre un tiempo muerto, sin formas, las horas quietas en puntos suspensivos. El pasado se hacía presente, como una sombra, como un vidrio sucio donde se escondían las preguntas.

Corrían y en sus pies se enredaban las mentiras, una detrás de la otra; el cuerpo en movimiento, fijo en el instante, dejándose reposar en ese balanceo de la vida, para no caer en la opresiva sensación de las circunstancias.

Corrían, viajaban sobre sus pensamientos, cada pisada un encuentro con la inevitable memoria de sus cuerpos; la búsqueda y el vacío.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Asco”, de Carolina Perrot; “Una mujer corre”, de Bibiana Ricciardi; “Vidrio”, de Gabriela Borrelli; y “Cada despedida”, de Mariana Dimópulos.

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Literatura

Tres jóvenes fundaron una editorial que apuesta por la literatura de riesgo

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PH: Agencia Noticias Argentinas
Por Gastón Marote

Tres jóvenes emprendedores fundaron la editorial independiente La Tarea de Escribir, que ya publicó siete libros y apuesta por escrituras radicales y autores emergentes, con una propuesta estética que prioriza “lo raro antes que lo bueno”.

La editorial fue creada en 2025 por Juan Rey (27), Vinicius Fonseca (28) y María Josefina Pesado (29), y surge como continuidad del taller homónimo activo desde 2021.

Según explicaron sus fundadores, el proyecto busca acompañar obras que “se atrevan a pensar desde el borde” y no temen al error o a la incomodidad.

“Creemos que una editorial no es una vidriera sino un dispositivo de pensamiento”, sostienen los creadores, que acompañan cada libro con materiales complementarios como prólogos, notas, entrevistas o piezas visuales disponibles en un soporte digital propio.

En un comunicado, destacaron que trabajan con autores “nuevos, invisibles o directamente ilegibles para la mirada estándar del presente editorial”, y que la curaduría está guiada por una apuesta estilística abierta y desafiante.

Entre sus influencias mencionan tanto editoriales independientes como N Direcciones o la mítica 18 Whiskys, como también autores consagrados y contemporáneos como César Aira, María Negroni, Gabriela Cabezón Cámara o Pablo Katchadjian.

Los objetivos de La Tarea de Escribir están divididos en tres escalas: a corto plazo, construir un catálogo pequeño e incisivo y obtener visibilidad en eventos como la Feria del Libro o la FED; a mediano plazo, formar una comunidad interesada en la experimentación; y a largo plazo, producir un archivo vivo que integre edición, taller e investigación.

Definen a su público como lectores curiosos, móviles, interesados en lo anómalo y en obras que “se presenten como objetos capaces de abrir preguntas, no de clausurarlas”.

La circulación de sus libros se enfoca en librerías independientes, ferias, universidades y espacios culturales, aunque no descartan expandirse comercialmente para sostener el proyecto.

(*) Agencia Noticias Argentinas

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Propietario: Contarte Cultura
Domicilio:La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA En Trámite
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