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Entrevistas

Liliana Cinetto: “La literatura de tradición oral es un puerto al que hay que arribar para zarpar hacia otras historias”

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Por Andrea Viveca Sanz
(Edición: Walter Omar Buffarini)

En un rincón de su infancia permanecen los recuerdos que huelen a tinta y a papel, atrapados en palabras inquietas, capaces de levantar vuelo e invitar a un viaje imaginario.

Sumergida en ese espacio de su memoria, Liliana Cinetto se atreve a avanzar por el camino de las letras para dar vida a personajes entrañables, que se mueven con soltura por las páginas de sus libros, para abrir puertas y ventanas a otros mundos, para invitar a atravesarlas y descubrir que más allá, del otro lado, la magia de las palabras siempre es posible.

En diálogo con Contarte Cultura, la escritora hojea su camino y comparte sus vivencias en la creación de sus obras.

—Supongamos que en este momento un gran libro se abre delante tuyo y te invita a sumergirte entre sus páginas para atrapar una historia, ¿con qué palabras comenzaría el relato con el que te gustaría regresar de ese viaje en el que las calles son de papel y las personas están hechas de palabras?
—Las palabras con las que comenzaría el relato serían “Había una vez…”. Porque creo que los cuentos tradicionales que comenzaban con esa fórmula son como la primera fuente fundamental, en la que yo me sumergí cuando era chica y en la que se tienen que sumergir los chicos. De ahí uno trae personajes como brujas, ogros, monstruos, fantasmas, vampiros, y con ellos puede hacer muchas otras cosas. Creo que la literatura de tradición oral, que para mí es tan valiosa y tan importante, es como un punto de partida esencial. Un puerto necesario al que hay que arribar para poder zarpar hacia otras historias.


El protagonista de “Un cuento desesperado” de mi libro “Veinte poesías de amor y un cuento desesperado”, es un personaje hecho de palabras que busca alguien que lo escriba.


—¿Recordás en qué rincón de tu infancia comenzaste a degustar el sabor de las palabras y cómo fueron esos primeros pasos como lectora?
—Ese rincón fue la biblioteca de mi casa, donde nací, en el barrio de Boedo. Allí, en la parte de arriba, subiendo una escalerita, estaba la biblioteca, que no era un mueble, sino toda una habitación llena de estantes con libros, de mi madre, de mi padre, de la familia toda, que era gran lectora. Yo había elegido la biblioteca como mi lugar preferido de la casa, y ahí jugaba y leía, leía y jugaba, y jugaba a lo que había leído. Por eso los muñecos se convertían en personajes de mis historias, y lo pasaba tan bien que decidí, en ese mismo momento siendo muy chica, que iba a ser escritora.


Le dije a mi mamá: ‘Cuando sea grande voy a ser escritora y voy a escribir libros para que la gente se divierta como me divierto yo”.


También leía los libros que me compraban mi mamá y mi papá, que, aunque no tenían demasiado dinero, todos los meses, cuando cobraban el sueldo, nos traían un libro nuevo a mí y a mi hermana. Pero cuando se acababa ese texto, porque yo era una lectora voraz, revolvía la biblioteca y buscaba otros. Entre todos esos libros fui dando mis primeros pasos como lectora, sumados a los cuentos que me contaba mi abuela, que traía todo un caudal de historias de aparecidos y de luces malas, y de cosas que ella decía que eran absolutamente reales pero que después una se los encontró en cuentos de tradición oral.


La maestra me decía: ‘¿Cómo que leyó Neruda alumna? eso no es para chicos”, y yo no encontraba nada que impidiera que una nena como yo pudiera leer esos poemas maravillosos.


—¿De qué manera nace un texto en tu interior? ¿Creés que las aguas de la imaginación deben agitarse primero para fluir a través de las palabras y aquietarse en la obra terminada?

—La verdad es que el texto a veces nace en mi interior. A veces surge una idea y se va desarrollando casi como un embrión dentro de mí, y va creciendo hasta que llega el momento en que sí, las aguas de la imaginación se agitan hasta que llega el momento en que tiene que fluir ese caudal transformándose en palabras y aquietarse en la obra terminada. Pero no siempre ocurre así, porque a veces tengo que buscar y rebuscar un texto, y no es mi interior, sino justamente en las palabras. Es como el proceso inverso, empiezo a escribir, aunque lo que escriba no me guste, aunque borre tache y tire a la papelera mucho de lo que escribo. Pero de pronto, entre las palabras encuentro la idea, la punta del ovillo de la que empiezo a tirar para construir el texto. A veces construyo el esqueleto de la historia. Lo armo sabiendo lo que va a pasar en cada uno de los capítulos, y a partir de ahí empiezo a buscar las palabras con las que voy a vestir esa estructura. Son distintas maneras de trabajar, creo que es porque los textos también son diferentes y porque eso es un poco mi característica, el no quedarme quieta, el no repetir moldes, que mis textos no se parezcan uno a otro, ni siquiera desde la creación.

—Si tuvieras que usar imágenes para definir lo que provocan en vos la poesía, el cuento y la novela, ¿cuáles elegirías para representar a cada uno de ellos y por qué?
—Para la poesía, que es lo que más me gusta escribir, elegiría sentimientos, sensaciones, recuerdos, cosas que tienen mucho que ver con mi infancia y mi adolescencia. El cuento, que es lo que menos me gusta, porque tal como dice Horacio Quiroga en el Decálogo del perfecto cuentista tiene que ser justo, se caracteriza por la economía de recursos, no debe sobrar nada, ni una palabra, ni un personaje, es tan medido que tiene que ser perfecto y debe tener la extensión de su lectura, me provoca más una imagen de desafío, como una pelea entre la historia y yo, un reto. Y en la novela me siento a gusto, como cuando estoy sentada en una reposera frente a la playa, mirando el mar, que es mi lugar en el mundo. Sentada frente al mar con un libro en la mano, que siempre es una novela. Esa es mi imagen del descanso, del placer, del disfrute, y creo que representa a ese género.

—¿Cuáles crees que son las puertas que abre la literatura en la infancia?
—Son muchas, pero lo primero y fundamental es la familia la que debe abrir la puerta de las canciones de tradición oral, empezando por las viejas canciones de cuna que nos cantaban, para luego pasar a las canciones de cuna de autor, y luego a la poesía de tradición oral, que viene casi de la mano de la poesía de autor, porque la poesía de tradición oral es poesía en estado puro y es pura poesía. Creo que precisamente la poesía es la puerta de entrada a la literatura.


Los cuentos de tradición oral son textos en los que desde hace siglos la humanidad muestra valores claros a través de símbolos encriptados. En esos cuentos el bueno es bueno, el malo es malo y el que las hace las paga.


Cuando atraemos la atención de los pequeños, incluso los bebés, o antes cuando aún están en la panza, les podemos contar y cantar poemas. Como las etapas de evolución de un niño remeda las etapas de evolución de los seres humanos, la puerta de entrada a la literatura es también la poesía de la mano de la música. Las viejas canciones deben volver a cantarse como un juego compartido, porque en ese momento el niño entabla con la literatura un vínculo afectivo muy importante.

—¿Cómo fue tu experiencia de escribir novelas históricas para chicos?
—Me encantó escribir novelas históricas para chicos. Me fascinó y me fascina la etapa previa, la de investigación, en la que tengo que leer libros de historia, biografías, genealogías, un montón de documentos, cartas, para seleccionar aquellos que van a ser el marco de mi novela, el marco real. Así, como cuando se arma un rompecabezas de muchas piezas uno primero empieza por los bordes, toda esa investigación me permite armar el borde, la frontera que yo no tengo que traspasar, que son los hechos reales. Y dentro de esa frontera puedo jugar con lo que quiero.


Me encanta investigar y encontrar entre los datos históricos una historia que pueda desarrollar y, sobre todo, poder mezclar la realidad con la ficción.


—¿Cuál fue la primera experiencia en ese género?
—La primera novela histórica que escribí fue Un misterio en Tucumán y mientras investigaba encontré al personaje protagonista, que es José Ignacio, que era uno de los hijos del gobernador Bernabé Aráoz, mandatario de Tucumán en la época en que se declaró la Independencia. Yo supe que ese era mi protagonista y lo que le hice hacer, decir, y el amigo que le inventé, fue parte de los permisos que me puedo tomar como autora al escribir una novela histórica, pero respetando el marco que José Ignacio era el hijo del Gobernador. Me divertí tanto escribiéndola que cuando me propusieron escribir la segunda, que fue El sueño de Doroteo, para narrar la epopeya del cruce de Los Andes, también me entusiasmé muchísimo. Y tanto fue así que, aunque no me la habían pedido, propuse escribir la tercera novela que fue Secretos en la recova, porque realmente descubrí que el género de novela histórica me encanta.

—¿Cuál es la función que desempeña el humor en la creación de una historia?
—Para mí el humor es fundamental, es parte de mi estilo. Yo tengo que reírme cuando estoy creando una historia, de manera que, si yo no me divierto, si no la paso bien, si no me da risa lo que escribo, sé que no voy a lograr ese efecto en mis lectores. Para mí, si es un texto de humor, éste tiene que estar presente desde la propia creación. El humor, es sus distintas facetas, es el punto de partida. Desde el humor desopilante, el sutil o el disparate, la elección será mía, pero siempre tiene que provocar en mí un efecto a la hora de escribir. Si yo lo paso bien, los lectores la van a pasar bien.

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—Se acaba de publicar tu novela “Mientras no muera tu nombre”, ¿qué nos podés contar acerca de las vivencias que te llevaron a escribirla y de lo que sentís ahora que ya levantó vuelo propio?
—”Mientras no muera tu nombre” es una historia que está inspirada en lo que le pasó a mi hermana, que murió hace 20 años, en la relación que tuvo con una persona que ejercía sobre ella violencia psicológica. En esa época el tema de la violencia hacia la mujer, o en sí hacia otra persona, el bullying, o la violencia física, eran temas que por supuesto existían, pero no se hablaba de ellos, no se los visualizaba. Así, en el momento que ella murió hubo muchas cosas que no cerraban, que ni yo ni mi familia entendíamos, como piezas de un rompecabezas que nos faltaban. Durante estos 20 años yo fui buscando esas piezas porque necesitaba terminar de armar esa historia y saber por qué mi hermana había fallecido. Entonces fui preguntando, armando ese rompecabezas que me permitió reconstruir todo lo que pasó. Creía importante no sólo que nosotros como familia recordáramos a Patricia, sino que también se conociera su historia. Hoy, con la novela publicada, se cerró una etapa de mi vida y de la vida de mis padres. Creo que al fin ella descansa en paz y que al haber escrito su historia voy a salvar a otras personas, aunque no haya podido salvarla a ella. Estoy feliz ahora que la novela tomó vuelo propio, porque veo que provocó un efecto de mucha sensibilidad en los que la leen.

—¿De qué manera lograste integrar la escritura con la narración en tu vida?

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—Se integraron casi naturalmente. Descubrí la narración cuando estudiaba para ser maestra y me encantó. Dejándome llevar por la intuición y por los conocimientos que venían de otros aprendizajes como la música, la danza, el teatro, que estuvieron siempre muy presentes en mi vida, fui un poco tanteando a través de las respuestas de mis audiencias, que fueron primero mis alumnos y mis hijos, hasta que un día descubrí que había narración profesional y decidí insertarme en ese mundo. Al principio yo narraba textos de otros autores o de tradición oral, hasta que un día mi querida Graciela Cabal, que fue una gran amiga y que me estimuló y aconsejó mucho, me dijo “vos tenés que narrar tus propias historias”, y empecé a hacerlo y empecé a sentir que ya no encontraba otras historias que me convencieran o que me gustaran más que las mías. Los caminos como escritora y como narradora fueron paralelos, hasta que decidí “jubilarme” de esta última actividad. De igual modo, esto no quiere decir que no siga narrando, siempre lo sigo haciendo. Uso la narración para presentar mis libros, para dar charlas, para capacitar a docentes, para entusiasmar a los padres o a los chicos para que lean los libros.

—¿En qué lugar te gustaría soltar tu próxima historia para que, más tarde, el viento la tome entre sus manos invisibles, la acune y comience a contarla?
—Todas mis historias las suelto exactamente en el mismo lugar, que es el estudio en donde escribo en mi casa, en el barrio de Floresta, que está llena de rincones caprichosos y lugares secretos, igual que mi hogar de la infancia.


Me encanta conocer culturas y lugares diferentes del mundo, caminar las ciudades, de las que me traigo cosas. Soy viajera pero no soy nómade, sino que siempre vuelvo a mi casa, a mi corazón, a mi familia.


Lo mismo me gustaría hacer con mi próxima historia, soltarla en mi casa y que el viento la lleve con sus manos invisibles, la acune y empiece a contarla por todos lados, que llegue a lugares insólitos y la cuente en cualquier parte del mundo, aunque mi corazón siempre esté en mi casa.


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1 comentario

1 comentario

  1. Cristina

    20/06/2019 a 09:38

    Amo a Lili Cinetto,tuvimos el orgullo de tenerla en nuestra Escuela un 20 de Septiembre de 2012 y en junio de 2016 fue la invitada especial a la Primera Feria del Libro de General Paz,en el año del Bicentenario de la Declaracion de la Independencia,Feria de la cual hace unos dias vivimos la cuarta edicion.Tuve el placer de recibir su ultima novela,super emocionante y recomendable.Los mayores exitos para esta bella autora,narradora y persona
    Y por un pronto regreso a General Paz.Felicitaciones por tan gran entrevista!!!

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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Daniel Balmaceda vuelve con el increíble caso del primer secuestro de un cadáver en Argentina

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Aquel atardecer del 27 de junio de 1881 era especialmente frío en Buenos Aires. Florentino Muñiz, un español multifacético, formaba parte de la organización Los Caballeros de la Noche, liderada por el belga Alphonse Kerckhove de Peñaranda. Muñiz había decidido tomar café en un bar y, mientras leía el diario vespertino, sus ojos tropezaron con la crónica y una idea impensada hasta el momento: secuestrar el cadáver de la mujer más rica del país en ese entonces, Doña Inés Indart Igarzábal de Dorrego, del Cementerio de la Recoleta.

Así comenzó una trama sin precedentes en la historia y los orígenes del crimen en la Argentina, en manos de la primera banda de secuestradores del país. Sobre este caso policial que mantuvo en vilo y escandalizó a la sociedad argentina de fines del siglo XIX escribe Daniel Balmaceda en su último libro, “Los Caballeros de la Noche”.

El periodista, miembro de la Academia Argentina de Historia y uno de los más grandes divulgadores del país, narra la increíble -y fascinante-  historia de un grupo de inmigrantes europeos que conforman una banda delictiva, que actuaba de noche, se camuflaba de día (y con un reglamento propio), que llegó a robar un cadáver de la familia Dorrego para pedir rescate.

Tras bestsellers como “Grandes historias de la cocina argentina”, “Historias de la Belle Époque argentina” y “Sarmiento”, Balmaceda se anima a probar por primera vez con el género de narrativa histórica y vuelve a convertirse en uno de los libros que lideran los rankings de ventas desde su publicación. La historia que Balmaceda toca la convierte en oro.

“’Los Caballeros de la Noche’ es una narrativa policial histórica, pero es un paso intermedio hacia la novela”, dice Balmaceda en diálogo con Noticias Argentinas, y explica las razones: “Se trata de un hecho real, que tuvo lugar en 1881, y donde cada integrante de la banda que aparece en el libro participó en estos hechos. La novela es un género muy atractivo y, a la vez, alejado de la no ficción, en donde nos podemos dar el gusto de generar ambientes, escenarios, personajes y situaciones”.

El libro, que se publica por primera vez en simultáneo en Argentina, América latina y España, es el producto de más de cinco años de investigación, basado en material de todo tipo: “Es un caso policial apasionante y por eso me parecía que era una excelente oportunidad para enriquecer el ambiente con datos ilustrativos de la época y provocar en el lector una escenografía completa de estos hechos”, suma el autor.

“Los Caballeros de la Noche” recrea un período crucial de la Historia argentina, a finales del siglo XIX en Buenos Aires, marcado por importantes transformaciones políticas, sociales y económicas. La presidencia de Roca, la creación de la Policía Federal, liderada por Marcos Paz, y las descripciones y detalles de los palacios donde residían las familias adineradas de la ciudad, son elementos que sitúan al lector en la atmósfera de la época. El libro cuenta con el sello del autor: capítulos que llevan a una lectura encadenada e hipnótica.

“El policial hace el bosquejo muy completo de una sociedad”, define Balmaceda, en sintonía con una idea que supo expresar el escritor y periodista rosarino, Reynaldo Sietecase, cuando dijo que “una sociedad se muestra en un policial como en ningún otro género”. Y agrega: “El policial es un género que involucra acción, en muchos casos, acciones en la calle, personalidades distintas, diferentes clases sociales, conductas erradas”.

¿Cómo lograron sacar el féretro de la mujer más rica del país del Cementerio de la Recoleta? ¿Dónde lo escondieron? ¿Qué pedían de rescate?, son algunas preguntas que guían la narración de “Los Caballeros de la Noche”. Y, un interrogante fundamental: ¿Cuáles eran las estrategias para eludir a la recién creada Policía de la Capital?  Un plan más osado y con la víctima perfecta.

Una banda “confiable”

Tres italianos, dos franceses, un griego y un argelino, liderados por un belga, Alphonse Kerckhove de Peñaranda, y un español, Florentino Muñiz. Así estaba conformada la insólita banda de secuestradores, “Los Caballeros de la Noche”, que protagoniza el nuevo libro del periodista argentino.

El nombre no es casual, por varios motivos. La denominación, según explica Balmaceda a NA, estaba inspirado en la novela policial francesa “Les chevaliers de la nuit”, de Pierre-Alexis Ponson du Terrail -conocido por la creación del famoso personaje Rocambole-.

“Los Caballeros de la Noche fue una banda que se formó en Buenos Aires a comienzos de 1881 con la intención de delinquir y trascender por sus acciones, al punto de llegar a convertirse en la banda de más renombre de la región”, señala Balmaceda.

A su vez, hace referencia a la novela homónima y una arista más del misterioso nombre de la banda: “Su nombre era tomado de una novela francesa, pero implicaba otra cosa: que de día todos tenían trabajos habituales, como mozo, proveedor de farmacias, administrativo, pero por la noche se convertían en la banda de delincuentes. Su gran golpe fue el secuestro del cadáver de la mujer más rica de ese momento”.

El libro muestra esa doble cara: de día ciudadanos como cualquier otro, trabajadores y honrados; de noche, todo se transformaba en clandestinidad. “Los Caballeros de la Noche” practicaban el anonimato y la denominación por números, similar a lo que sucede en la serie “La casa de papel “o en la película “Perros de la calle”.

Este grupo tenía otra particularidad: estaba conformado por inmigrantes exclusivamente, no se aceptaban argentinos. ¿Por qué? Según cuenta en el libro, Kerckhove de Peñaranda y Muñiz, los líderes, no confiaban en los argentinos porque no eran de confiar. Incluso, generaron un reglamento de conducta para sus miembros, que constaba de 13 máximas, entre las que estaba una de las más sorprendentes: “Callar siempre con quien tienes que callar y lo que tienes que callar. Misterio, secreto y silencio, en todo, por todo y con todos”.

El libro de Balmaceda narra este fascinante caso policial en cuatro partes, sin embargo, la gran pregunta es cómo hizo esta banda para lograr el primer secuestro de un cadáver. Inteligencia, detalles, estrategia y saber aprovechar las oportunidades.

Un secuestro que no fue el último

Al leer “Los Caballeros de la noche” y los pormenores del secuestro de Doña Inés Indart Igarzábal de Dorrego, las relaciones con otros secuestros que cambiaron la Historia argentina se hacen ineludibles.

Por ejemplo, el secuestro del cuerpo de Eva Perón, en 1955, tras el golpe de Estado que derrocó al presidente Juan Domingo Perón. En junio de 1987, otro hecho generó una gran conmoción en Argentina: ladrones ingresaron al mausoleo donde estaba enterrado Perón, en el Cementerio de Chacarita, abrieron el ataúd y cortaron las manos del líder peronista.

Aunque estos episodios históricos resuenan en la lectura, Balmaceda separa el caso policial sobre el que escribe en su nuevo libro cuando dice que “’Los caballeros de la noche’ no tiene una relación directa con los casos mencionados porque no se trata de una acción política; es una acción meramente policial, independientemente de las posiciones políticas distintas de los que integraban Los caballeros de la noche”.

Y sigue: “Es un grupo de inmigrantes que decidieron en la Argentina de 1881 formar una banda y generar un gran golpe delictivo que los convirtiera en millonarios y el plan fue secuestrar un cadáver del cementerio de la Recoleta, que se trató de una situación escandalosa y sensacionalista, una palabra que no se utilizaba en ese momento, pero que describe a la perfección esa noticia”.

En “Los Caballeros de la Noche” hay otro hecho trascendente: la creación de la Policía de la Ciudad, bajo en mando de Marcos Paz. “Marcos Paz y sus comisarios eran admiradores del trabajo de Scotland Yard. La particularidad de la policía inglesa era que trabajaban en investigaciones policiales. Hasta ese tiempo, habían sido muy precarias, más producto de intuiciones, pero Scotland Yard trabajó de una manera más científica y más pintoresca”, explica Balmaceda sobre la relación de la flamante fuerza policial porteña y la inglesa.

Según señala el autor, en algunos casos, los detectives, para llevar a cabo su tarea, se quitaban los uniformes y usaban vestuarios que los camuflaran y eso lo copió nuestra policía. Eso mismo tomó como referencia la fuerza a cargo de Marcos Paz y que se detalla en el libro.

“Nuestros propios comisarios aparecían en casas de juego, prostíbulos, y también en la tarea para resolver este caso, disfrazados. Eso le daba un aspecto atractivo para los lectores de las crónicas policiales, que empezaban a tener ese estilo de narración más de crónica detectivesca”, apunta Balmaceda.

El mapa del crimen

 En “Los Caballeros de la Noche”, Balmaceda construye una suerte de recorrido por la Ciudad de Buenos Aires de 1880 y se convierten en otro punto destacado de su nuevo libro.

“Las ubicaciones geográficas tienen un atractivo en la historia real de ‘Los caballeros de la noche’ porque involucran muchos puntos de la Ciudad de Buenos Aires que hoy se mantienen o son muy reconocidos, inclusive en el aspecto turístico, como es el Cementerio de la Recoleta, donde se llevó a cabo el secuestro”, sostiene Balmaceda.

El divulgador de Historia aporta una clave sobre cuál fue el mayor detalle que facilitó el secuestro del cadáver, el eje de su libro, en la conversación con NA. “En ese momento, en los meses que tiene lugar la historia, el cementerio estaba en remodelación y, como lo vemos hoy, es producto de aquella obra de refacción y remodelación”. Ese pequeño -gran- detalle facilitó el trabajo de la banda de secuestradores.

Pero ahí no termina el recorrido que propone el libro. A pocos metros del Teatro Colón se encontraba el Palacio Miró, el lugar en el que Inés Dorrego, la viuda de Mariano Miró e hija de la mujer cuyo cadáver fue secuestrado, recibió la noticia.

“El Departamento de Policía también tiene mucha importancia porque allí se concentraba todo el trabajo de la fuerza comandada por Marcos Paz, el primer jefe de la Policía de la Capital, a un costado del Cabildo de Buenos Aires, hacia el lado de la Catedral”, puntualiza Balmaceda y agrega otro punto en el mapa porteño de finales de siglo XIX: la -hoy inexistente- estación de tren Alem (y Bartolomé Mitre), en el bajo del centro de la Ciudad, a pocos metros de la Casa de Gobierno.

Las otras  locaciones que conforman esta historia atrapante, con ritmo enigmático y thriller policial, son la estación de Barrancas de Belgrano y el Hipódromo de Buenos Aires y Parque Lezama.

“Leé el expediente, dos veces si querés. Luego, metelo en un cajón y dejá que tu imaginación te guíe”, le aconsejó el escritor y ex director de la Biblioteca Nacional Juan Sasturain a Balmaceda, cuando “Los Caballeros de la Noche” eran un sueño de ficción. La imaginación, finalmente lo guió, y hoy le toca seguir el camino al lector.

(Fuente: Agencia Noticias Argentinas)

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