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Entrevistas

Fernández Díaz: “En la Argentina no hay una mafia única porque somos demasiado desorganizados”

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Por Analía Paez (*)

“La Herida”, último libro del periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, un entramado de persecuciones, deslealtades y traiciones donde la muerte ronda a los personajes con el agente Remil a la cabeza, desterró hace semanas del primer puesto de los rankings al escritor norteamericano Dan Brown, lo que habla a las claras del interés de los lectores locales por conocer el lado oculto de la alta política y los engranajes del poder.

Fernández Díaz fue redactor especial y cronista policial de La Razón, en épocas del editor Jacobo Timerman. Luego se instaló en la Patagonia para ser jefe de redacción de El Diario de Neuquén. A su regreso a Buenos Aires, asumió la jefatura de Polí­tica de El Cronista y, más tarde, fue subdirector de las revistas Somos y Gente. También ejerció como subdirector y miembro del grupo fundador del diario Perfil y director de la revista Noticias, y junto a Tomás Eloy Martínez fundó el suplemento semanal ADN Cultura del diario La Nación.

Para esta entrega, Fernández Díaz volvió a sacar al ruedo a Remil, ese agente despiadado, ex combatiente de Malvinas, al que rodeó de ocho mujeres que en algún momento caerán en sus brazos, aunque ninguna logrará ganarle el corazón.

Así es como de la mano del columnista y miembro de la Academia Argentina de Letras cobran vida “Belda”, la operadora polí­tica; “Diana”, una diva perversa; “la Inglesa”, una periodista idealista; y “Mariela”, la monja que desaparece y da comienzo a esta historia.

—¿El periodismo le quedó corto para contar historias?
—No, sucede que fui escritor de ficciones mucho antes de ser periodista. Pero los límites del periodismo para contar fenómenos mafiosos o sentimentales de la vida privada siempre fueron, para mí, un aliciente para cruzar esas fronteras con las armas de la ficción. Allí­ donde el periodista se detenía, el novelista avanzaba. Eso me pasó con la mafia del fútbol, la industria del secuestro extorsivo, la narcopolí­tica, los servicios de Inteligencia y la intimidad del populismo, pero también con el amor y el deseo, las angustias personales, los problemas inconfesables y las diversas neurosis de la clase media.

—Hace varias semanas está primero en la lista de los libros más vendidos. ¿Los lectores lo elijen por su credibilidad o porque saben que va a contarles cosas que como periodista no puede?
—La Argentina es el único paí­s de Iberoamérica donde Dan Brown no va primero en ventas. “La herida” lo pasó por arriba. “¿Quién es el argentino que derrotó a Dan Brown?”, se preguntan los editores en los foros internos. A mi todo eso me divierte mucho. “Mamá” ya había vendido más de 190.000 ejemplares, “La logia de Cádiz” y “El puñal” vendieron 90.000 cada uno. Son cifras increíbles para el género novela en nuestro paí­s. Y el éxito de “La herida”, por lo tanto, solo es producto de ese largo trabajo, veinte años, donde los lectores me fueron acompañando en el gusto por leer novelas populares argentinas, pero libres de clichés. Mi modelo ha estado en la literatura clásica, pero también en el cine que tanto me influyó y me sigue fascinando. Historias populares que no renuncian por ello al gran calado y al arte. “El puñal” fue un one shot. En “La herida” apostábamos a ver si era posible crear una serie. La serie Remil. Ese agente de inteligencia, héroe infame, que opera en la trastienda del poder. Allí­ también hay un contrato de lectura: los lectores saben que yo conozco esa parte indecible de la política, y que esta no se puede contar con las herramientas del periodismo. A veces hace falta la ficción para contar la realidad. Y esa paradoja ha cruzado toda mi literatura.

—¿En qué posición lo coloca ser la persona que deja a la vista la punta del ovillo de temas tan delicados como los que expone en tus textos?
—Las historias de Remil no son novelas en clave. Cada personaje es ficticio, y cada situación es imaginada. Pero sí­ es cierto que todo está basado en conocimiento, experiencias, confidencias, documentación, expedientes que me sirven para crear equivalencias literarias. Son novelas de espías y de aventuras, pero también thrillers políticos, cruzados siempre por un fuerte sabor a realidad. Muchos lectores me han dicho que se han metido gozosamente en esas tramas, y que les parecía al principio que eran “una de espías”. Pero que invariablemente había un momento de la lectura en que sentían un escalofrío: “La Argentina es esto”, se decían. ¡Claro que es esto! En la Argentina no hay una mafia única ni un cartel de Cali, tal vez porque los argentinos somos demasiado desorganizados (risas). Pero hay un entramado de mafias, con epicentro en el Estado, que ya no es colateral sino central en la política argentina.

—Hay situaciones narradas en su libro que nos describen al dedillo como país… ¿no tiene miedo a algún tipo de represalia?
—Francamente, en este país te pueden matar por algo que imaginas. Pero no siento miedo por eso. Creo que a las mafias lo que más les inquieta es el periodismo de investigación: nombre, apellido y datos concretos. Esta visión de fenómeno los tiene sin cuidado. Aun así, este tipo de narraciones ayuda a entender más profundamente a qué aberraciones se enfrenta la democracia.

—¿Qué tiene Remil de vos?
—Remil es el canalla irresistible que todos llevamos dentro. Un tipo al que no invitarí­amos a comer a nuestras casas, pero que nos despierta simpatía. A través de sus aventuras vamos descubriendo un mundo violento, suntuoso, lleno de intrigas y cinismo. Es que la Argentina es una novela negra. Y Remil, un detective y un agente secreto, y a la vez, un guardaespaldas y un conspirador. Es un héroe infame, porque no me creería la idea de un policía de corazón puro, como leemos en otras literaturas del mundo. Remil es un 007 de un país trucho y siniestro, y al mismo tiempo, un testigo de época.

—Uno de sus personajes más nobles es la periodista… ¿Es una especie de reivindicación de la profesión en tiempos de grieta?
—La Inglesa es, efectivamente, casi el único personaje ético de novela. Aún así­, no consigue zafar del hecho de que el poder la termine manipulando. Tampoco resiste volverse famosa gracias a esa manipulación. He puesto mucho empeño en la elaboración de los personajes secundarios, especialmente las mujeres. Hay unos siete u ocho personajes femeninos, y todos son muy distintos entre sí. Los grandes pintores y los grandes cineastas ponen tanta atención en los personajes pequeños como en los protagónicos. La creación de esas ocho mujeres fue muy rigurosa: cada una de ellas tiene su historia completa, aunque solo se muestre la punta del iceberg.

—Como analista polí­tico cree que con el cambio de gobierno muchas de las denuncias cajoneadas, olvidadas o “no vistas” podrán tener una sentencia sanadora para la sociedad?
—Sí­, gracias al oportunismo de algunos jueces, que cajonearon durante años las investigaciones y ahora pasaron de tortugas a liebres. Pero si las investigaciones están bien hechas y las causas jurí­dicas son sólidas, es posible que se calme un poco esa sed de justicia que existe en la sociedad. De todas maneras, el problema de la corrupción y las mafias continuará si el asunto no se aborda desde lo sistémico y cultural, desprendiéndolo de lo partidario, lo moral y demagógico.

—¿Cuál es la herida que más marcas dejó en su vida?
—Todos tenemos una herida fundamental con la que, consciente o inconscientemente, luchamos todos los dí­as. Yo sigo luchando contra una herida fantasmal. Aquella que me produjo mi viejo, que se llamaba Marcial, era asturiano y mozo del bar ABC, de Canning y Córdoba. Marcial querí­a que su hijo fuera médico o abogado. Cuando descubrió que yo querí­a ser escritor, creyó que la literatura era una forma de la vagancia y me dio por perdido. Estuvimos ocho o nueve años distanciados. Hasta que entro en el diario La Razón de (Jacobo) Timermann, y convertido en un cronista policial, comienzo a publicar un folletí­n por entregas. Entonces un dí­a suena mi teléfono, y era Marcial. Estaba en el bar, y me preguntaba cómo iba a seguir al dí­a siguiente la trama. Me sorprendió mucho, le pregunté para qué querí­a saberlo. Todos los clientes estaban leyendo mi folletí­n y le habí­an pedido a Marcial que les anticipara cómo seguí­a. A mí me saltaron las lágrimas. Le conté cómo era el próximo capí­tulo, y cuando corté fui al baño a llorar como un estúpido. La literatura, que nos habí­a desunido, nos reconcilió. Pero yo sigo luchando contra esa herida fantasmal.

—¿Habrá más historias de Remil?
—Supongo que sí­. La realidad trabaja para Remil. Muchas veces me encuentro recortando notas de los diarios y diciéndome: “Esto es para Remil”.

—En la Academia Argentina de Letras ocupa el sillón de Juan Bautista Alberdi. ¿Qué le provoca ocupar su lugar?
—Es un enorme privilegio ser parte de la Academia de Letras y ocupar el sillón de uno de los grandes periodistas ideológicos de la historia argentina. Considero que mi trabajo de articulista también es parte importante de mi obra literaria. El articulismo me parece un género tan importante como el cuento, el poema, la novela o la crónica. La paso muy bien con ese grupo de venerables eruditos con los que nos reunimos cada quince días. Me ha devuelto a las tertulias literarias y me ha obligado a estudiar algunos asuntos, como la historia del columnismo, la novela policial, y los perturbadores cruces entre ficción y realidad según la obra de Tomás Eloy Martí­nez, que es un trabajo en el que estoy empeñado para el año próximo.

(*) Agencia de noticias Telam

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“Vientos de libertad”, la gesta sanmartiniana en la nueva obra de Luis Carranza Torres

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Por Andrea Viveca Sanz /
Edición: Walter Omar Buffarini

Cruzar las fronteras del tiempo y del espacio, animarse, como si existiera una continuidad, un rumor de páginas que necesitaran volver a leerse.

Con una trama que pone la mirada en los detalles, en los paisajes interiores de los protagonistas, en el pasado, pero también en el presente y en el futuro, Luis Carranza Torres avanza, cruza sus propias montañas y da vida a una historia que se ramifica, un entramado donde las pasiones y el amor son protagonistas.

“Vientos de libertad” es la nueva novela del escritor cordobés, quien con sus letras lleva al lector a épocas de la gesta sanmartiniana, para adentrarse en algo más de lo que cuenta la historia.

— ¿Qué te llevó a elegir este renglón de la historia para invitar a tus personajes de ficción a vivir los hechos reales?

— Me gustan los momentos bisagra de la historia, y este período en que transcurre la novela lo fue para nosotros. Nunca es en vano recordar que la Independencia argentina se sancionó, a diferencia de muchas otras, en el peor momento posible. Sin recursos, derrotados nuestros ejércitos en el Alto Perú, amenazados por los cuatro costados por los españoles, los portugueses y los indios.  Nacimos, por tanto, en la esperanza, pero también por el coraje de no rendirse ante la adversidad. Eso es lo que busqué reflejar en la novela. Y es algo que sirve más allá del orgullo por nuestro pasado, en la vida diaria de cualquier persona. Se trata de la prehistoria, por así decirlo, de la Argentina que hoy conocemos. Cuando todavía ni nos llamábamos de esa forma.  A la par de la evolución de los personajes, existe también la de una sociedad que busca ser de otra forma, liberándose de muchas cosas. A partir de esa declaración de independencia, se produce un gran sinceramiento colectivo de lo que queríamos ser, y de lo que podíamos lograr solo con dos cosas: un liderazgo apropiado y la capacidad de esfuerzo que nos caracteriza individualmente, pero articulada en conjunto. La gesta del cruce de los Andes muestra a lo que podemos llegar cuando hacemos bien las cosas. 

— ¿De qué manera trabajaste para poner en palabras los escenarios naturales que recreás en los distintos capítulos?

— Me esfuerzo por poner atención a los detalles, esos que le confieren autenticidad a la trama. Cuando se estructura la trama, uno también va buscando el escenario para plantear determinada escena. Aquí, en “Vientos de Libertad”, no las determinan tanto los actos exteriores sino la interioridad de los personajes, que el paisaje esté a tono con lo que le pasa por dentro a quién protagoniza la escena. Fue eso lo que busqué plasmar. Te diría que aun con la presencia de una referencia geográfica de tanto peso como los Andes, la cuestión pasa más por los lugares culturales o sociológicos de ese tiempo: los espacios de sociabilización como la Alameda o la Plaza Mayor, las conversaciones en el río de las lavanderas, las sala de recibir de las casas, el cuartel militar como preparación para el cruce. Es algo que no busqué, se dio naturalmente. La cordillera está, pero a la vez no está y hay otras todavía más inmensas que sortear. A veces los libros te llevan a eso. A pesar de que he estado en los Andes de norte a sur, desde la puna al estrecho y hecho andinismo en la zona del Tupungato cuando era jóven. O quizás por eso, la presencia no es tanto física como simbólica. Los lectores decidirán (risas).

— Además hay otros escenarios que muestran la vida doméstica de José de San Martín junto a Remedios de Escalada. ¿Por qué te interesó hacer foco en esas vivencias cotidianas?

— La relación entre José de San Martín y Remedios de Escalada ha sido muy bastardeada, por usar una palabra de la época. Con ella, sobre todo, siempre invisibilizada y desmerecida injustamente. Fue Remedios una mujer excepcional, tan valerosa, rebelde y libre como la sociedad de su época podía permitir, e incluso algo más. Asimismo, mostró un compromiso personal y propio con la causa emancipadora, aun desde antes de conocer al Libertador, con la misma firmeza de carácter que luego tuvo en el manejo de los asuntos patrimoniales de la pareja, ya que fue ella quien administró todo mientras San Martín hacía sus campañas, teniendo incluso la plena patria potestad de la hija de ambos. Por extraño y hasta paradójico que parezca, bien podemos decir que la Remedios histórica es muy diferente de aquella que la historiografía nos ha pintado. Por su parte, José de San Martín es bastante más de lo que usualmente tenemos en consideración. Era un hombre ilustrado, curioso de casi todo lo que se movía a su alrededor, que leía mucho, en inglés y francés además del castellano. Tocaba la guitarra, cantaba bastante bien, pintaba cuadros de paisajes, sobre todo de la cordillera, era un apasionado del ajedrez y gustaba de las nieves de limón -antecedente de nuestro actual helado de ese gusto-. Creo que la frase que el Libertador pone en la tumba de Remedios ilustra bastante respecto de la relación que tuvieron: “Esposa y amiga del general San Martín”. Recordemos que él valoraba la amistad en un grado superlativo dentro de su escala de valores. Tanto uno como otro fueron personas adelantadas a su tiempo. Y que se atraían por compartir esos valores, sintiendo admiración mutua. Es lo que quise reflejar en la historia en cuanto a ellos. La relación de igual a igual que, a juzgar por toda la documentación fidedigna, tuvieron en un gesto inaudito para la época. Parecen más un matrimonio de nuestros días que de aquellos de 1816. 

— ¿Cómo se manifestaron en vos Sebastiana y Justo, los protagonistas de “Vientos de libertad”?

— Ambos son seres literarios por demás interesantes. Complejos, intrincados por dentro y por fuera, y hasta queribles aun en sus defectos. Él ya no puede ser en lo físico lo que sigue siendo en mente y alma: un soldado. Ella, un ser tan castigado por la vida, que termina por volverse una resentida con casi todos. Y el amor como prenda de unión, que da segundas oportunidades para ser feliz, pero también implica renuncias costosas. Si Justo tiene un brazo inútil, Nazarena lleva esas mutilaciones por dentro. Cada cual lidia con ellas como mejor puede, en tanto no deja de advertir que al otro le pasa igual. Para peor, ambos son terriblemente pasionales. En lo bueno y en lo malo. Particularmente, en el orgullo propio. Ninguno cede nada, a pesar de la atracción, del deseo o los fuertes sentimientos que se prodigan.  Cada cual quiere lo mejor para el otro, pero a su modo. Y cuando se desilusionan, es en grande. Con todos estos ingredientes, creo que la historia de Nazarena y Justo termina siendo una de las más pasionales que he escrito. Pero también, de las más sufridas e implacables. 

— ¿Hay algún personaje secundario que te gustaría destacar?

— La familia Buteler. La historia es verídica en sus líneas generales. Un irlandés que viene con el ejército inglés y se aquerencia al punto de no querer volver a su tierra y plantar raíces aquí. Algunos de los descendientes del Buteler histórico eran vecinos de mi familia en el campo, y de chico escuché alguna de las cosas que aparecen en la novela y me sirvió para darle forma a esa peculiar familia literaria. En cierto modo, es un homenaje a aquellas historias y a las personas que me las contaron. Así como a unos vecinos muy cercanos que tengo como parte de mi historia personal y considero, incluso hoy, como parte de mi familia ampliada. Además, “Vientos de Libertad” se trata de una de las novelas con más personajes secundarios que he escrito. Por lo mismo, se puede leer en varias líneas narrativas. Todas cruzadas por distintos tipos de amor: el de Goya y Tadeo, los esclavos de Nazarena, el apegado a las normas de Isabel y Eulogio, el pasional de Nazarena con Justo, el amor a la distancia entre Mariana y Tulio o el cómplice entre Remedios y José. A la par de eso, hay historias personales muy ricas en matices, como la de Goya, el mismo Tadeo, Mariana en Santiago de Chile o Isabel en Mendoza. Cada una por sus propias y muy particulares razones. 

— Vemos que uno de los personajes, Eulogio, lleva un apellido conocido de otras obras tuyas: López de Madariaga. Y que Isabel es una devota lectora de Jane Austen, sin mencionar a la autora. ¿Qué podés contarnos sobre eso? ¿Hay otro texto, quizás implícito, detrás del texto impreso de la novela?

— Son guiños de complicidad para los lectores que me siguen desde siempre. Eulogio es mencionado, ya anciano, en “Palabras Silenciadas”. Es, en sus años mozos como se diría en la época de la novela, el antepasado de la familia que desarrollé en la saga de la Segunda Guerra Mundial que inició con “Mujeres de Invierno”. Antes de llevar a cabo todo por lo que su familia lo recuerda. En el caso de Isabel, sus lecturas son una suerte de homenaje a lo que he visto o me han contado que leen muchas de mis lectoras. Y para recordar que clásicos de Jane como “Orgullo y Prejuicio”, por los tabúes de la época en la sociedad inglesa, se publicaron de forma anónima, sin más datos que su escritora era una mujer. Cosas como estas encajan de maravilla para pintar con un detalle a la sociedad de entonces. 

— Mientras todos ellos se preparaban para cruzar una frontera geográfica, vos ibas cruzando las barreras del tiempo para revivir aquellas escenas. ¿Qué fue lo que más te impactó de ese cruce temporal?

— La magnitud de lo que se hizo con muy pocos medios, pero usados muy inteligentemente. La libertad siempre tiene un precio e impone sacrificios. Ellos no dudaron en pagarlo, y por eso es que somos argentinos hoy en día. Tenemos una deuda con esos compatriotas que ya no están, es lo que quise reflejar en la trama de la historia. Otra de las cuestiones que me llamó la atención, y quise rescatar para dar cuerpo a la historia de la novela, es la tremenda preparación logística que implicó. No solo fue un cruce. Debieron llevar consigo todo lo que necesitaban para sobrevivir, desde la leña hasta el agua. Y combatir para apoderarse de las fortificaciones realistas que guardaban los pasos. Pero el éxito de todo dependía de mantener al adversario sin saber por dónde cruzarían. Que se revelara ese detalle hubiera ocasionado el desastre de toda la expedición, y esa es la idea movilizadora que estructura la historia.

— Has dedicado esta novela “a ese soldado argentino, sólo conocido por Dios” ¿Qué razones te movieron a poner esas palabras?

— Es una frase conocida en el mundo castrense. Refiere a aquellos que han caído en combate y no han podido ser identificados sus restos. Solo Dios sabe quién es y cómo sacrificó su vida. A veces ni tumba tienen. Hubo muchos en las guerras de la independencia, por no decir que fueron la mayoría de los caídos en esa época. Son los seres más anónimos de las batallas y guerras. Desde chico, cuando veía la llama votiva por el soldado desconocido de la Independencia a la entrada de la catedral de Buenos Aires, era algo, y lo sigue siendo hoy, que me sobrecoge. Cuando terminé de escribir la novela, supe que era a ellos que debía dedicarlo, para reconocerlos, tal como se hace en cualquier país que cuida sus valores cívicos.

— El viento siempre mueve cosas, ¿qué movilizaron en Luis Carranza Torres los vientos de la escritura de esta novela?

— La gratitud a aquellos que se sacrificaron para tener la libertad que, muchas veces hoy, usamos mal o, peor aún, nos resulta indiferente. Poder decidir nuestro destino es una gran cosa. No solo en lo individual, sino también como sociedad. Quise rescatar eso, pero también lo que entiendo como una paradoja curiosa y hasta cruel respecto del deber: hacer lo que entendemos correcto, implica muchas veces sacrificios muy personales. Y en el caso de los personajes de la novela, como el mismo José de San Martín lo habla con Eulogio, cumplir con el deber es alejarse de los que uno quiere y poner en riesgo de mil formas la propia existencia. Somos lo que somos colectivamente, entre otras cosas, por esos esfuerzos que se cuentan en la novela. No debemos nunca olvidarlo. Eso busqué transmitir, más allá de contar una historia vibrante en lo épico e intrincada y de suspenso también en cuanto a lo amoroso. 

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En primera persona: Nair Libonatti, escritora

La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra

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Sobre sí misma y su arte

Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.

En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.

Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.

Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.

Sobre su obra

He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.

Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias.El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.

Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.

Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.


Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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