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Entrevistas

Hania Czajkowski: “Estamos siempre inspirados, el tema es saber entrar a esa zona de inspiración”

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Por Andrea Viveca Sanz
y Walter Omar Buffarini

En los muchos senderos del tiempo, multiplicado en líneas invisibles que se conectan a través de la magia, Hania Czajkowski logra encontrar las palabras que dan forma a una historia en la que es necesario regresar al pasado para sanar el alma.

La autora se entrega a un largo proceso de investigación en el que recorre cada uno de los escenarios, que más tarde dibuja con sus letras y da vida a personajes capaces de viajar con ella por las líneas del tiempo para regresar con una novela que, sin dudas, atrapará a miles de lectores. Porque volver, desandar el camino de nuestros ancestros y encontrarnos en las innumerables vueltas del destino es el secreto para avanzar.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora abre las puertas mágicas, necesarias para descubrir los misterios que se esconden del otro lado y presenta Kalinka, su último libro, en el que nos invita a recorrer el Camino Blanco.

—¿Desde cuándo transitás el mundo de la literatura?
—Desde siempre. Siempre escribía lo que me pasaba, desde chica. Después, circunstancialmente fui arquitecta, y ahora la gente me pregunta ¿cómo hiciste para pasar de la arquitectura a la literatura? y entonces les contesto que en realidad fue al revés. La arquitectura se metió como en un paréntesis en mi vida de escritora.

—¿Y durante ese paréntesis te olvidaste de las letras?
—No, para nada. Siempre seguí estudiando distintos temas. Cuando cursaba el segundo año de la facultad, me encontré con el libro “El misterio de las catedrales”, del alquimista Fulcanelli, y cuando empecé a estudiarlo me dije “este es mi mundo”. La arquitectura me llevó ahí, a descubrir ese universo de las catedrales, de los iniciados, de las órdenes, de los constructores, del símbolo. En ese mismo tiempo comencé a indagar en paralelo todo los temas místicos y esotéricos. Después de recibida hice un pequeño ejercicio de la profesión para luego trabajar en relaciones públicas, contratada en un holding de empresas. Cuando aquello terminó, cuando perdí ese trabajo, me tomé un año sabático en el que estudié mucho con un teólogo en angelología, en una época en que nadie hablaba del tema, y comencé a desarrollar mi primer libro, “Jugando con los ángeles”, que incluye un juego de cartas con mensajes. Esos fueron los primeros pasos profesionales en el camino de la escritura, algo que, sinceramente, nunca había imaginado.

—¿Fue hallar tu verdadera profesión?
—Mi vocación siempre fue escribir, pero nunca lo veía como una profesión, más bien era como una forma de expresarme para mí misma, y así el camino me llevó a ser escritora. Yo quería ser azafata, quería ser guía de turismo, en una época me dio por estudiar Bellas Artes en Boston, para ser pintora. Y ahora me encuentro que estoy haciendo un poco de todo. Porque estoy haciendo de guía de turismo en los viajes en los que llevo grupos y vamos haciendo seminarios. Los próximos serán a Grecia y Praga, en Octubre.

—¿Cómo fue escribir sobre los mundos sutiles?
—Para eso investigué las tradiciones europeas, mucho. Porque mi mamá me contaba muchos cuentos de hadas desde muy chica y ella fue la que me inició en este camino. A los nueve años mi papá me inscribió en la biblioteca del pueblo y entonces yo iba y me llevaba tres o cuatro libros, y me encerraba y leía. Desde ahí viene mi interés por las hadas y los dragones. También mamá me leía muchos textos de la tradición polaca.


En el libro ‘Jugando con los ángeles’ hablo de tres cielos. El primero es el de la inocencia; el segundo es cuando debemos entrar en la racionalidad para desarrollar precisamente la razón; y después se ingresa al tercer cielo, donde se retoma lo de la infancia, pero con conciencia, entonces te vas a vivir a los mundos paralelos, a entrar y salir de ellos sin quedarte pegado en ninguno de ellos.”


Caminos y rumbos 

—Contanos sobre tu “gen nómade”.
—Nací en Buenos Aires, pero soy de todos lados. Por eso hablo de que tengo un gen nómade. Por esa razón mis protagonistas son nómades también. El gen nómade no te permite quedarte mucho tiempo. Está conectado con el cambio permanente, que es la realidad de la vida. Lo que sucede es que cuando tenés una rutina, un marco de seguridad, te olvidás de que la vida es todo el tiempo cambio, que no hay nada seguro. Entonces sí, soy esencialmente una nómade. De casualidad hace unos meses que estoy acá, en Argentina, pero estuve viviendo en México y en distintos lugares. Y no sé por cuánto tiempo me quedo, aunque ahora estoy disfrutando el estar aquí.

—¿Y te sentís de acá?
—Yo soy como una extranjera en cualquier parte, o como ciudadana de todos lados. Te acostumbrás a que todo el mundo es lo mismo. Cambia el idioma, y la escenografía un poco, pero los temas humanos son siempre los mismos. Siempre es la misma búsqueda.

—¿En qué te ayudaron tus libros?
—A apoyarme en un camino que siento que es el mío. Yo quería tener una especie de confirmación del universo. Como nunca pensé en ser novelista ni ser escritora, ni en dar seminarios, lo voy haciendo con suma honestidad y esperando la respuesta del universo que me diga “es por acá”.


Un viaje en el tiempo llevará a la protagonista hasta la mágica Praga del siglo XV, para sanar su linaje ancestral y reencontrarse con su amado. Juntos descubrirán el secreto de la eterna juventud y regresarán al presente para revelarlo.

Kalinka es una artista nómade, una viajera hippie y soñadora, pero a pesar de su espíritu aventurero y atrevido, está desconsolada por el inexplicable abandono de Iván, su gran amor. Llora y deambula perdida en las calles de Antigua sin entender la razón de su partida. Petra, una amiga de la adolescencia, la rescata y la contacta con un misterioso brujo maya quien le da el poder de viajar a través del tiempo para encontrarlo de nuevo.

La cita será en Praga, en el año 1573, la época de oro de los alquimistas. Allí, Kalinka descubre su misión, un Camino Blanco que la inicia en poderosos secretos alquímicos. En medio de grandes aventuras, conoce a Giordano Bruno, al alquimista Bavor, al emperador Rodolfo II, al Rabino Loew, al Conde Saint Germain y a muchos otros personajes míticos del Renacimiento.

Kalinka trae al presente el “Cuaderno de Milagros, Encantamientos y Maravillas”, y el poderoso secreto para lograr la ansiada y eterna juventud. No se trata de un elixir, sino de un misterioso entrenamiento espiritual que todos podemos seguir. Pero hay una condición: derrotar a los siniestros Oscuros que por siglos han evitado que este y otros importantes conocimientos místicos sean revelados.


—¿Qué podés contarnos de “Kalinka. El Camino Blanco”?
—Kalinka es un viaje a otras vidas, a sus ancestros. Ella tiene una vida perfecta, porque viaja, tiene un amor con el que son muy libres, él es artesano y ella pintora, y de pronto él desaparece y ella no entiende por qué la deja, qué fue lo que pasó. Así empieza la novela. A ella le encargan una misión que tiene que ver con el Camino Blanco, el de los alquimistas, que es el camino de la certeza, con todas las dudas que tiene nuestra sociedad. Y de la grandeza también. Precisamente lo más importante de Camino Blanco, aparte de su contexto espiritual, es la grandeza. Salir de la mediocridad, de lo chiquitito, de los miedos, de la uniformidad.

—¿Cómo elegiste los personajes?
—No los elegí, simplemente vinieron. Estudié mucho alquimia y estuve tres veces en Praga investigando, entonces, estando en los lugares los personajes aparecieron solos, se me presentaron.

—¿Cuánto tiempo te llevó escribir esta obra? 
—Alrededor de cuatro años. Después de publicar Morgana, que salió en 2013, recién este año se editó Kalinka, pero de esos seis años debo haber estado cuatro escribiendo.

—¿De dónde surgió el nombre?
Kalinka me apareció por una canción rusa que es muy alegre. Así, apareció. A todos los que estamos conectados con el arte nos aparecen las cosas.

—¿Y también sentís que la historia “apareció”?
—Yo misma me sorprendí por cómo se fue armando la novela, porque creo nunca hubiera podido crear esas tramas entre los personajes. Solo con la razón no lo hubiera podido crear. Porque se unen tiempos, espacios, vínculos entre ellos, causas y efectos, que yo misma, cuando después lo leía, me sorprendía.


“En el rubro novela yo era una mosca blanca y no he dejado de serlo. ¿Quién escribe novelas en la espiritualidad? Casi nadie. Paulo Coelho, James Redfield, y pocos más. Nunca supieron dónde poner mis novelas en las librerías, pero esta vez tuve una alegría enorme al ver a Kalinka, en la librería Cúspide, como novela romántica. En ese momento me dije ‘si, Kalinka es una visión romántica de la espiritualidad, ni científica, ni técnica’.”


—¿Necesitaste un lugar en particular para escribir?
—No, yo puedo escribir en cualquier parte. Si surge, puedo hacerlo en un café lleno de gente. Respecto de lugares geográficos, a Kalinka la escribí mayormente en Grecia, que tiene una energía muy especial, particularmente en Creta. Pero también lo hice en México, en Alemania.

—La saga se inicia con “Morgana. El Camino Naranja”, sigue con “Kalinka. El Camino Blanco” y se completa con una tercera parte ¿siempre supiste que eran tres caminos?
—No, hay muchos más. Cuando inicié con Morgana sabía que había muchos colores más, pero para acotarlo para la editorial lo presenté como una trilogía: Camino Naranja, Camino Blanco y Camino Rojo. Pero esto sigue, y por lo menos serán siete, que tienen que ver con distintas disciplinas.

—¿Cuándo empezaste a escribir “Morgana” ya sabías de estos primeros tres caminos?
—Recuerdo el momento perfecto cuando me apareció el tema, porque era tanta la información de Morgana, que no entraba en un solo libro. Entonces me dije “esto lo voy a tener que dividir”, estaba en Guatemala, en el hostel que menciono en Kalinka, en Monte Rico, y ahí aparecieron los tres caminos.

—Contaste que la próxima novela será el Camino Rojo, ¿ya sabés quién la protagonizará?
—No sé aún su nombre, pero sí que va a ser mujer. No conozco tanto la psicología masculina, estoy tratando de descifrarla, entonces no me animaría a escribir con un protagonista hombre.

Viajes y lugares

—¿Cuando salís de la Argentina siempre sabés a qué lugares vas a ir o simplemente se cruzan en tu camino?
—Mayormente sé cuáles serán mis destinos. Por ejemplo, hay un lugar que quiero explorar próximamente que está en la India. Se llama Auroville y es una comunidad que se creó en los años 60. Hoy es una ciudad con 30 mil habitantes, que tiene distintos barrios y que en cada uno de ellos tiene un hostel. Es un experimento que salió muy bien y que no estuvo marcado por el hippismo, sino que de entrada se armó como una cooperativa. Estuve en San Juan La Laguna, en Guatemala, en un lugar de cooperativas de mujeres impresionante. Y mayormente son ese tipo de lugares, porque busco que tengan algo místico y también social.

—¿Quién te acompaña en estos viajes por el mundo?
—Todo este tiempo me acompañó mi esposo, que es un alemán loco, aventurero también, pintor. Es una relación también un poco nómade. Yo también hago mucho en soledad, puedo hacerlo, pero en realidad nunca estoy sola porque estoy en hostels y siempre tuve afinidad con el tema de las comunidades. En realidad, no viviría sola en un departamentito en ningún lugar del mundo.

—¿Y en la Argentina encontrás de esas comunidades?
—Si, un montón. Pero ahora es tiempo de escuela en comunidad, porque todavía no está la conciencia como para compartir una parte de tu vida, de tu tiempo, en pos de que el bien común sea tan importante como el propio.

—¿Los retiros que organizás tienen que ver con visitar esos lugares?
—No. Los retiros son comunidades que armo por tres días con mis lectores. En esos viajes, cuando llega la gente que va a participar yo les digo “esto es una comunidad, si bien es un viaje y podemos estar disfrutando del Caribe, acá el bien común es más importante que el de cada uno”, así logramos verdaderos aprendizajes de convivencia.


Nosotros somos muchos personajes, los llevamos dentro. Nuestros ancestros somos nosotros. No son otros, somos nosotros en otras vidas. Las líneas genéticas nos unen a todos.


—¿Puede decirse que los libros son tu propia necesidad de contar estas cosas?
—Sí, seguramente. Yo escribo lo que vivo, no vivo para escribir. Nunca me encerraría en un lugar a escribir y vivir de la fantasía. Trato de vivir las cosas y después las comunico. Pero más que una necesidad es casi como una consecuencia. La escritura en mi existir es una forma de vida, porque siempre funcioné de esa manera. Cuando tenía que resolver algo, lo escribía. Esa es la razón por la que todos los personajes tienen que ver conmigo.

—Hablamos de tu profesión de arquitecta, pero no de cómo llegaste a ella, ¿qué te llevó a elegir esa carrera?
—Todo surgió de la idea de estudiar Bellas Artes en Boston, donde tenía una beca que finalmente no llegué a tomar porque extrañaba, no soportaba a los 16 años estar sola en Estados Unidos, a pesar de tener todo un mundo abierto. Cuando volví a la Argentina, acá todo debía ser más práctico, y mi papá me dice: “A ver nena, ¿qué vas a hacer con el arte?”, entonces llegó el momento de sentarnos en familia y llegar a la conclusión de que la arquitectura era algo práctico y también incluía al arte.

—¿Te resultó difícil la carrera?
—Con las materias de arte, de diseño y de arquitectura propiamente dicha me llevaba bárbaro, pero cuando llegamos a las instalaciones, las estructuras, me decía “qué me importa por dónde van los caños”. Y si bien eso me sirvió para reconfirmar que lo que me gustaba era el arte, también descubrí que la arquitectura era una profesión iniciática. Muchos iniciados pasaron por la arquitectura porque tiene los secretos de la magia. Porque vos pasás de una idea a un esbozo, a un plano, y de ahí a las tres dimensiones. Es como construir un estado en equilibrio: primero tenemos la idea, después la vamos definiendo, después entramos en acción y finalmente se materializa. Entonces, a pesar de que primero pensaba que no, después me di cuenta de cuánto tenía que ver con lo que más me gustaba.

Responsabilidades e inspiraciones

—Al estar realizando tantos viajes, ese ir y venir por el mundo, ¿cómo manejás tus tiempos con la editorial?
—Particularmente estos seis años no lo manejé (risas). Me dieron un tiempo y no lo cumplí, me tuvieron mucha paciencia. Pero siempre trato de cumplirlo, porque es un compromiso que uno asume. El tema es que uno no escribe cuando se inspira, no es así, eso es para los principiantes.

—¿Cómo es eso?
—Simplemente uno se pone en un “modo x” que ya se acostumbra a estar ahí, se sale de un mundo habitual y se alcanza otro plano del que se puede entrar y salir, y escribir cuando una quiere, salvo que existan grandes temas emocionales, personales o también materiales, que te traben. Una no puede decir “escribo solo cuando me inspiro”, no, estamos siempre inspirados, el tema es saber entrar a esa zona de inspiración. Y esta no es algo espontáneo que viene sin control. Es voluntario, porque se ingresa a un estado alterado de conciencia, pero después se aprende, sin drogas ni ningún tipo de estímulo, con meditación, con oraciones y con una forma de vida en donde se entiende que hay varios mundos paralelos y se aprende a transitar entre ellos. Es más, Kalinka aprende a viajar entre los tiempos, y eso todos lo podemos hacer.

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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