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Historias Reflejadas

“Atrapamonstruos, nada es lo que parece”

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Atrapamonstruos, nada es lo que parece

No importaba tanto la forma sino más bien esa alocada transparencia que caracterizaba sus cuerpos. Ellos estaban allí, no había dudas. Con sus ojos plateados podían mirarlo todo. ¿Plateados? Era difícil saberlo. No todos los niños decían lo mismo. Porque había quienes los veían violetas, rojos y los más soñadores hasta lograban descubrir más de tres ojos verdes, o algunos tan solo uno de color azul.

Parece ser que, en el país de los monstruos, también llamado Monstruolandia, todo era posible. Cada cinco minutos nacía uno de ellos. De recién nacidos eran transparentes y sin gracia, sin embargo, con el correr de los días iban tomando distintas formas y llenándose de colores. Al cumplir una semana de vida ya estaban preparados para ser parte de alguna historia, de monstruos por supuesto. Porque ya no era ningún secreto que a ellos les encantaba ser conocidos y por eso se escondían para ser vistos. ¡Si, se escondían para ser vistos!

Lo primero que hacían cuando empezaban a moverse era ocultarse en los libros de cuentos y desde allí buscaban ayuda para saltar a la vida real, aunque no hay que perder de vista que lo que sucede dentro de los cuentos también es muy real.

Una vez fuera de los libros, su lugar predilecto para vivir era debajo de las camas. ¡Mucho mejor si estas pertenecían a algún niño! Sin embargo, no era raro que eligieran vivir en los roperos donde disfrutaban mucho dejando sus olores mezclados con la ropa, para que todos se enteraran que habían estado allí.

Tomás cerró el libro que tenía entre sus manos y estuvo segurísimo de que a partir de esa noche un monstruo habitaría debajo de su cama. Se levantó despacio para que nadie lo escuchara y con una de sus pantuflas se dispuso a cazarlo. ¿Cómo se cazaba un monstruo? Eso no lo contaba la historia que había terminado de leer, pero supo mucho tiempo después y por propia experiencia que era una misión casi imposible.

Como todos sus intentos de caza fracasaron, decidió por fin escuchar las sabias palabras de sus monstruos amigos. Desde entonces, cada noche cerraba los ojos y se trasladaba a Mostruolandia donde miles de criaturas, que no eran tan distintas a él, bailaban en su cabeza y lo acompañaban al mundo de los sueños donde nada es lo que parece.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Monstruos, brujas y ogros”, de Fernando de Vedia; “Monstruos de visita”, de Graciela Repún; “Todos somos monstruitos”, de Juan Chavetta y Fabían Sevilla; y “Hay un monstruo debajo de mi cama”, de Liliana Cinetto.

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1 comentario

1 comentario

  1. Cecilia

    14/02/2018 a 20:32

    Muy bueno!!! Felicitaciones

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Historias Reflejadas

“Las voces del cuento”

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Las voces del cuento

Como hebras que se entrelazan, los cuentos reflejan el sonido del paisaje que los teje para darles vida.

Las voces, dibujadas en la continuidad de las palabras, repetidas una y otra vez, amasadas en las bocas que las alimentan, engrandecidas por el aliento de aquellos que se animan a entregarlas, se hacen visibles y quedan suspendidas en imágenes que se entierran en el alma.

Los pájaros levantan vuelo para que nadie deje de escucharlos, ellos llevan un mensaje que sólo algunos pueden escuchar.

Los fantasmas toman formas diversas y es en esa diversidad donde se manifiestan, mutan y liberan a las mentes del terror que las habita.

Los pueblos cuentan su historia en fragmentos rescatados desde las raíces de la memoria para perpetuarla.

Luces y sombras danzan en el aire de los relatos, que viajan a través del tiempo para asumir el riesgo de permanecer como piedras capaces de latir un recuerdo.

Dicen que alguna vez alguien contó lo que otros le habían contado para que nunca dejara de contarlo y, de esta manera, pudiera guardar el secreto en la indiscutible certeza de un cuento.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia:  “El corazón de piedra”, del libro “De boca en boca Buenos Aires” de Graciela Falbo; “Una sombra negra”, del libro “La mujer vampiro” de María Teresa Andruetto; “Cuentos de Paí Luchi, el mentiroso”, de Laura Deventach; “El decapitado”, del libro “Historias de fantasmas, bichos y aventureros” de Beatriz Actis; “La voz de los pájaros”, del libro “Cuentan que cuentan que les contaron” de Olga Drennen y Patricio Oliver; “Galería de seres espantosos”, libro de Oche Califa, Graciela Falbo, Gabriela Keselman, Ricardo Mariño, Mario Mendez, Graciela Pérez Aguilar, Luis María Pescetti, Laura Roldán y Esteban Valentino.

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“Encuentro”

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Encuentros

Hay historias que habitan detrás de los ojos, donde las miradas revelan lo que existe más allá de lo que se puede ver.

Sobre las pupilas brilla una revelación atrapada en un silencio.

Un diálogo mudo comienza a rodar entre dos seres dispuestos a contarse verdades ocultas.

Siempre es posible perderse en la aridez de un paisaje que bordea a las almas quietas.

Un aleteo de palabras inmóviles se entrelaza con los gestos de quienes se atreven a soltar las cargas para compartirlas.

El diálogo cae, imprevisible y sereno, y conquista el espacio. Todo resplandece en ese intercambio de sonidos vivientes.

Un murmullo apenas audible arrastra las miradas que se cruzan soltando penas. Los nudos de una existencia vacía se aflojan para soltarse.

El viento borra las huellas del camino y aquellos que se buscan logran aproximarse, aún entre las paredes de papel que encierran un mensaje que no llega.

Una voz formula las preguntas que no encuentran respuestas. Las letras flotan en el aire y se desparraman en emociones compartidas.

En la quietud de un silencio, alguien desea ser escuchado.

Habitar el mundo del otro, hundirse en sus raíces y florecer con él, eso es encontrarse.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes cuentos: “Los bultos” del libro “La sombra del fondo y otros cuentos”, de Carlos Hugo Aparicio; “La carta”, de Viviana Rivero, del libro “Diez lugares mágicos de la Argentina, Historia y cuentos”, de Rivero y Lucía Gálvez; “Conversación en la terminal” del libro “Del cielo a casa”, de Hebe Uhart; y “Tiempo para vivir, tiempo de morir”, de Adolfo Argentino Golz, del libro “Cuentos regionales argentinos” (Corrientes-Chaco-Entre Ríos-Formosa-Misiones- Santa fe).

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“Punto y aparte”

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Punto y aparte

La vida se detiene en un punto oscuro, denso, pesado, imposible de atravesar.

El pasado se aquieta en los dobladillos de una memoria que no quiere recordar pero recuerda.

Sombras errantes dibujan figuras nuevas, perdidas en la fragilidad de algunos instantes.

Los pies inmóviles se resisten a avanzar sobre los escombros de lo que fuimos.

Nada es permanente. El presente se abre como un abanico incapaz de acariciar el aire que nos circunda y nos invita a una marcha ciega.

Todo se ramifica en los rincones de la existencia. Las emociones son fantasmas que buscan un refugio, espectros de ese ayer borroso que se escurre de nuestras manos.

Las palabras son puntadas que unen la trama de cada momento vivido, sin embargo, ya no hay trama porque tampoco hay palabras capaces de remendar lo descosido.

Es posible desandar el camino, enredarse en fotos viejas, derretidas por la insensatez de la nostalgia y atreverse a seguir.

Existe una distancia del tiempo, un paréntesis que nos separa de aquel punto siniestro que divide nuestras vidas.

Hay que saltar más allá del punto. En otro renglón de nuestra existencia, un arcoíris se impone a las tormentas.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Misión olvido”, de María Dueñas; “Como el arcoíris después de la tormenta”, de Sabrina Mercado; “Rosas colombianas”, de Ana María Bovo; y “El brillo de la estrella del sur”, de Elizabeth Haram.

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