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Historias Reflejadas

“Desandar el camino, encontrar el paraíso”

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Desandar el camino, encontrar el paraíso

En la rueda de la vida a veces es necesario partir, romper la estructura que nos contiene para adentrarse en lo desconocido, lo que está por venir.

Es posible atreverse a caminar sobre las dudas para encontrar tesoros más allá, en los lugares donde aún no hemos mirado.

Avanzar desandando el camino de lo que hemos sido para comenzar a ser, excavando en las profundidades del alma para llegar a destino.

Permitir que nuestros pasos atraviesen el desierto, se internen en el monte o se pierdan en las arenas de una playa solitaria para lograr encontrarnos.

Del otro lado del espejo en que buscamos nuestro reflejo, se esconden realidades diferentes capaces de mostrarnos nuestra otra parte.

La naturaleza murmura sonidos nuevos, voces desconocidas renuevan nuestra existencia y nos empujan descascarando las sombrías capas que nos protegen.

Allí, en esos espacios infinitos en donde lo cotidiano parece lejano, es posible hallar lo que buscamos.

Si cerramos los ojos y somos capaces de internarnos en el vacío, la misma oscuridad traerá sus respuestas.

Enterrado en un desierto, acunado por las olas o pendiendo de la invisible hermandad de los árboles puede esconderse el amor.

Del otro lado del espejo es posible encontrar el paraíso.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Con los ojos cerrados”, de Ana Emilia Moglia; “Rey de monte”, de Susana Biset; “Huellas en el desierto”, de Gabriela Margall; y “Ópalos de Fuego”, de Elizabeth Haran.

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Historias Reflejadas

“La trama de la libertad”

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La trama de la libertad

En el aleatorio entramado de la vida, los hilos invisibles se cruzan para tejer despacio los recuerdos sin nombre.

Detenidos en un oscuro hueco de la existencia, muchos buscan sus raíces, arrancadas temprano, junto con la esencia que atraviesa sus venas.

Ellos cargan sobre sus espaldas el peso del vacío. Rostros desdibujados en sus memorias se pierden en largos túneles que huelen a sangre y a miedo.

En ese espacio sin formas, los fantasmas se convierten en espectros que susurran las palabras de voces ausentes. Allí mismo, inmersos en un silencio denso y líquido, se escurren pronto los lamentos de lo incierto y luego son huellas que vibran rebeliones vencidas.

Sin embargo, es en ese descenso tenebroso donde cada ser se redescubre y logra abrazar sus raíces, aquellas que nutren y sanan a pesar del olvido.

Las guerras se transforman en ojos, que a lo largo de los siglos se pierden en un fondo sin figuras ni formas, tan solo pinceladas amorfas en las que cada hora es la totalidad del tiempo. Una foto quieta llora y grita lo callado de un pasado que duele y se hereda. Imágenes reflejadas en una pared convertida en espejo, se esfuman lejos, hacia los espacios negados.

En la trama del caos, muchas almas se atreven a trascender la esclavitud para por fin alcanzar la verdadera libertad.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia “Herencia negada”, de Mirta Fachini; “El enigma Weiss”, de Roberto Lapid; “Hija del silencio”, de Manuela Fingueret; y “Antes de la revolución”, de Silvana Serrano.

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Historias Reflejadas

“Sueños coloridos”

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Sueños coloridos

En una noche oscura y silenciosa una niña intentaba colorear sus sueños. Todo sucedió muy rápido, una pinturita llamó a la otra y ésta a otra más, hasta que unidas en una alegre ronda pintaron las cuatro paredes de la habitación.

Manchas multicolores se daban abrazos de témperas y crayones y bailaban formando figuras. Fue justamente en un lugar de una mancha brillante donde apareció un caballero montado en su caballo. Se lo veía flaco y cansado y, además, estaba un poco confundido. Su único deseo era vivir muchas aventuras y tal vez por eso se encontraba ahí.

La niña quiso ayudarlo a encontrar el camino, pero en ese momento se desató una tormenta que ningún paraguas pudo detener. Primero llovió un elefante, que quedó enroscado con su trompa sobre el acolchado verde, más tarde las grandes gotas trajeron a un malabarista, y luego a un trapecista y más tarde a un mago, que rápidamente hizo desparecer al caballero andante.

Tan cansada estaba la niña de esa lluvia de personajes que cerró sus ojos y se perdió en un colorido sueño.

Cuando el sol bostezó sus primeros rayos, ella pudo ver a su lado un elefante de madera, rojo y tibio, con el brillo de los tesoros que esconden la magia en su interior.

Recordando lo sucedido, supo que había llegado del país de los sueños donde lo imposible se hace posible y donde los colores logran transformar los grises de la vida.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Las increíbles aventuras de don Quijote y Sancho Panza”, de Adela Basch; “Puro Pelo, la pintora de sueños”, de Juan Chiavetta y Fabián Sevilla; “Sol”, de Márgara Avervach; y “El viernes que llovió circo”, de Fabián Sevilla.

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“El origen de las leyendas”

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El origen de las leyendas

Apretada en las oscuridades de la nada, la palabra dormía eternidades. El tiempo le fue dando forma, ligera y volátil, de manera que ella pudiera elevarse y asumir su libertad.

Primero fue un susurro robado al mismo viento, luego un tímido balbuceo de letras vivas, capaces de emanciparse para levantar vuelo, y más tarde grito, canto y protesta.

Los animales se unieron con sus voces al trueno y a la lluvia, al murmullo del agua y al temblor de la tierra. La melodía extendió sus brazos y despertó temprano en los primeros hombres necesitados del verbo.

Una araña invisible fue hilando su tela con palabras de seda que se pegaron al silencio primario y se desparramaron en verdades imposibles de detener.

La trama enredada entre sus patas fue abrazando a los pueblos con sonidos nuevos, para luego anidar en el corazón de cada habitante en forma de leyendas.

Escondidas en las bocas de los hombres y mujeres viajan las historias que lo explican todo y calman el alma. La palabra entonces toma vida y se libera, dando forma a cada una de las cosas que se cuentan, que se esparcen en el aire de los tiempos, renovándose para permanecer.

Coloreadas por la imaginación y enriquecidas por la repetición, las leyendas se convierten en arte en movimiento. Las leyendas son y serán la raíz y el fruto que representa a cada pueblo.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Lo que cuentan los guaraníes”, de Miguel Ángel Palermo con ilustraciones de María Rojas; “Leyendas, cuentos y otros relatos mapuches”, por Fernando Córdova e ilustrados por Huadi; “Me lo dijo un indio viejo”, de Aída Marcuse; “Cuentan que cuentan que les contaron”, de Olga Drennen y Patricio Olivier.

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