

Historias Reflejadas
Historias reflejadas: “El lenguaje de la tierra”

El lenguaje de la tierra
Había derramado sus últimas palabras. Tres gotas colgaban de su vientre redondo, como si fueran el recuerdo de un tiempo viejo, como lágrimas.
Adentro, en la superficie de los silencios, soplaban vientos de cambio. Unas manos pequeñas sostenían las palabras y las preservaban de aquella depredación injusta y desmedida, sólo para no perder la fertilidad de sus letras en el lenguaje del paisaje.
Algo giraba en los giros del tiempo. Día y noche enredados en la línea del horizonte, cada especie en su nicho, las palabras blandas, diversas, creciendo en el vientre de la madre Tierra para perpetuar los secretos escondidos en su memoria.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes libros: “El nogal de Joaquín”, de Viviana Rivero, con ilustraciones de Victoria Altamirano; “Los liaros, superhéroes de las aves”, de Rosana Esterlizi, con ilustraciones de Beto Díaz; “El viaje de Nahuel”, de Jo Rivadulla, ilustrado por Ziga; y “Cuentos para niños y niñas que quieren salvar al mundo”, de Carola Benedetto y Luciana Ciliento.

Historias Reflejadas
“El origen de las leyendas”

El origen de las leyendas
Apretada en las oscuridades de la nada, la palabra dormía eternidades. El tiempo le fue dando forma, ligera y volátil, de manera que ella pudiera elevarse y asumir su libertad.
Primero fue un susurro robado al mismo viento, luego un tímido balbuceo de letras vivas, capaces de emanciparse para levantar vuelo, y más tarde grito, canto y protesta.
Los animales se unieron con sus voces al trueno y a la lluvia, al murmullo del agua y al temblor de la tierra. La melodía extendió sus brazos y despertó temprano en los primeros hombres necesitados del verbo.
Una araña invisible fue hilando su tela con palabras de seda que se pegaron al silencio primario y se desparramaron en verdades imposibles de detener.
La trama enredada entre sus patas fue abrazando a los pueblos con sonidos nuevos, para luego anidar en el corazón de cada habitante en forma de leyendas.
Escondidas en las bocas de los hombres y mujeres viajan las historias que lo explican todo y calman el alma. La palabra entonces toma vida y se libera, dando forma a cada una de las cosas que se cuentan, que se esparcen en el aire de los tiempos, renovándose para permanecer.
Coloreadas por la imaginación y enriquecidas por la repetición, las leyendas se convierten en arte en movimiento. Las leyendas son y serán la raíz y el fruto que representa a cada pueblo.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Lo que cuentan los guaraníes”, de Miguel Ángel Palermo con ilustraciones de María Rojas; “Leyendas, cuentos y otros relatos mapuches”, por Fernando Córdova e ilustrados por Huadi; “Me lo dijo un indio viejo”, de Aída Marcuse; “Cuentan que cuentan que les contaron”, de Olga Drennen y Patricio Olivier.
Historias Reflejadas
“Emociones congeladas”

Emociones congeladas
En los infinitos dobleces de la memoria, se ocultan oscuros los recuerdos de un tiempo que no fue.
Debajo de la piel, adormecida de dolor, late el pasado y las hebras del destino se ramifican determinando la esencia de aquellos que se permitieron el olvido.
Cada latido se manifiesta y se vuelve pesadilla, imagen desdibujada en una niebla que interpela y avanza soltando preguntas sin respuestas.
Emociones congeladas en un ovillo de vivencias lacerantes, toman forma para luego mutar en sombras que se convierten en presencias silenciosas.
Allí, en esos vacíos, las raíces se pierden para dar lugar a otros, tan distintos de sí mismos, que resultan desconocidos.
El ser, multiplicado en heridas que no sanan, no encuentra rostro ni identidad en los espejos que lo reflejan.
En un eco lejano sus nombres se pierden en una frontera borrosa que divide lo que fueron de lo que otros decidieron que fueran.
Sin embargo, en un diminuto rincón de la existencia todavía es posible retornar, volver a sí mismos a través del encuentro.
En los infinitos dobleces de la memoria, la tibieza de un amor verdadero, es capaz de liberar el lado salvaje de cada uno, esa esencia recuperada, capaz de desplegar sus alas para lograr volar en algún abrazo hacia la tan ansiada libertad.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “En brazos de mi enemigo”, de Andrea Milano; “Pasiones en guerra”, de Cynthia Wila; “Tu lado salvaje”, de Magalí Varela; y “El cautivo de la niebla”, de María. E. Sherriff.
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“Los animales se hacen cuento”

Los animales se hacen cuento
En los orígenes, allí donde la nada y el vacío se llenaron de todo, sucedió el milagro. Dicen que una cosa llevó a la otra y de pronto, primero en las aguas y después en la tierra, los animales dijeron presente.
Sus cuerpos de diseños perfectos fueron pincelados con colores diversos y después comenzaron a moverse hasta llegar a los rincones más insólitos del planeta. Nadaron, caminaron, corrieron, treparon y volaron, hasta que un día se hicieron cuento.
Encerrados en las páginas de los libros muchos de ellos viven y cuentan sus historias y nos invitan a ser parte de sus aventuras, a mirar la vida desde otro lado, más arriba, más abajo, en las profundidades del agua o en lo alto del cielo.
Con ellos nos ponemos alas y levantamos vuelo, nos sumergimos para descubrir la vida que burbujea y olfateamos el peligro que hay del otro lado.
Las letras se hicieron palabras para enredarse en historias que alguien dejó escondidas. Después vinieron los lápices y los pinceles que tiñeron de colores las formas dibujadas para dales vida.
Aferrados al papel, los animales se hicieron cuento y también leyenda, se subieron a un arca, se escondieron de los cazadores, se asustaron, cambiaron de color, y pintaron sonrisas en cada uno de los niños que recorrieron las páginas de los libros en los cuales esperan.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Cuentos de la Patagonia”, de Ana María Shua, Gabriela FabryKant y Paloma Fabrykant; “La paciencia de Noé”, de Fabián Sevilla; “Bichos que vuela”, de Patricia Suárez; y “Nube” de Mario Méndez.
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