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Historias Reflejadas

“Historias circulares”

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Historias circulares

Ella tomó entre sus manos un trozo de la historia. Desde el fondo de un pozo húmedo y oscuro, logró rescatar el grito callado de muchas generaciones.

Las palabras de los antepasados comenzaron a escucharse, eran armas invencibles que informaban, aún en la lejanía del tiempo.

En el aire quedaron suspendidas las lenguas antiguas, reciclando las vidas que se habían sumergido en un silencio doloroso.

Un acontecimiento se había encadenado con otro y en el nombre de dioses amados se habían cometido demasiadas atrocidades.

¡Nunca sería buena la guerra! La ambición y el poder pretendieron justificar a muchos, que se creyeron dueños de vidas ajenas.

Las paredes de los templos, manchadas de sangre, también hablaron. Contaron del sufrimiento de tantas niñas ofrecidas en sacrificio para saciar a dioses necesitados de poco, hambrientos de codicia.

La verdad, oculta en miles de mentiras, salía a la luz desandando los tiempos del sol.

Ella escuchaba ahora la angustia de aquellos corazones jóvenes, obligados a partir, una y otra vez, dejándolo todo. Dolían los pies y dolía el alma, de quienes habían sido arrancados de su tierra, convirtiéndose en esclavos del destino.

¿Qué ha cambiado en nuestros días?, se preguntaba mientras ese trozo de historia se le escurría de sus manos temblorosas.

En las innumerables vueltas del tiempo, a pesar de las guerras que se desatan en el corazón de los hombres, cuando lo invisible se hace visible, la paz todavía es posible.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Malinche”, de Laura Esquivel, “Hijas del sol” de Mariana Guarinoni, “La virgen del sol” de Jordi Diez y “El Dios de la guerra” de Graham Hancock.

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Historias Reflejadas

“Rompecabezas del destino”

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Rompecabezas del destino

Somos ciudadanos de un universo sin fronteras, en el que las delgadas líneas que nos separan se desdibujan para hacernos parte de un engranaje perfecto.

Transitamos cada día historias inconclusas que se ramifican en los túneles del alma y se aquietan, esperando el momento justo para completarse.

La vida abre su juego y se divierte entrelazando el destino de aquellos que quedan atrapados entre las agujas del tiempo. Ese tiempo que se expande o se detiene, enredando a quienes pendientes de él se arrojan al vacío. El pasado se hace presente y nos cuestiona, lo que fue ya no tiene lugar porque el compás de la existencia obliga a caminar hacia el futuro, desprovisto de todo, página en blanco en la que escribiremos nuestras elecciones.

Nada nos pertenece, cada cosa es un préstamo sutil, un suspiro robado a la vida que puede esfumarse en un instante.

Nos perdemos en ambiciones vanas. Muros de papel se desmoronan derribando nuestros sueños, disipando nuestras metas dibujadas y la felicidad se estrella en un espejo que es capaz de reflejar aquello que no queremos ver.

En los laberínticos senderos que se abren frente a nosotros, siempre podemos elegir.

No hay grilletes para la mente ni para el alma, podemos atravesar los espacios más oscuros, ser cautivos de las vivencias más extremas y sin embargo elevarnos para sentir la verdadera libertad.

El destino dispone las piezas del enorme rompecabezas del que formamos parte y nos invita a jugar.

En el gran entramado de la vida, cada minúscula pieza ocupa el lugar exacto en el momento preciso.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “La ruta de los sueños”, de Ana Emilia Moglia; “El ciudadano”, de Florencia Ghio; “Cinco mil”, de Marcelo López; y “Laberinto del alma”, de Laura Miranda.

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Historias Reflejadas

“Pasos en la oscuridad”

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Pasos en la oscuridad

Pasos temerosos se pierden en los senderos de un bosque, cementerio de fantasmas que abrazan y cuestionan. El miedo asoma como una gran boca en medio de la niebla y los devora.

Ellos, que van en busca de algo que complete sus vidas, que en ese caminar por la oscuridad irán desenrollando su esencia, se han animado a avanzar.

Un encuentro profundo con el silencio, desborda verdades y despierta los monstruos que nos habitan.

El terror se convierte en inmensos ojos amarillos que brillan y acechan, o muta en el siniestro murmullo de unos insectos que cuentan aquello que no queremos escuchar.

Las garras de la muerte dejan huellas y estas se expanden dejando ver lo que hay del otro lado de las personas.

Lo claro se entrelaza con lo oscuro y ambos se complementan. La duda se desparrama pegajosa y marca el ritmo de las pisadas que conducen a la magia.

El mundo se queda quieto y sus pies avanzan hacia el misterio, se desplazan rumbo a aquello que llama y atrapa.

Nada es lo que parece cuando la niebla del miedo entorpece el encuentro con la verdad.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Los ojos de la noche”, de Inés Garland; “El viaje”, de Amanda Hocking; “El misterio de Crantock”, de Sergio Aguirre; y “El príncipe de la niebla” de Carlos Ruiz Zafón.

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“Memorias enraizadas”

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Memorias enraizadas

Soltar la patria es avanzar caminando las raíces que nos atan a lo nuestro, es rescatar en el exilio aquello que nos pertenece y huele a propio.

Soltar la patria es dar pasos inciertos, encadenados a un pasado que se desdibuja en el recuerdo, cargando los miedos que habitan como fantasmas en las almas sin tierra.

Soltar la patria es buscar en los bolsillos de la memoria aquello que nos construye más allá de las distancias y de las diferencias. Es encontrar los sabores y los olores que anidan en nuestra esencia, es trascender los dolores y rescatar la savia que nos recorre por dentro. Es reinventarse en las palabras que mutan y se mezclan con lenguas lejanas, para crear un lenguaje nuevo, sin raíces, donde lo propio se esfuma en lo desconocido.

Soltar la patria es llevar como único documento una caricia, un poncho, o una foto, que hayan logrado sobrevivir a la guerra y trascender la sangre para mantener viva la identidad de los pueblos.

Soltar la patria es permitir que su savia siga viva, que recorra las generaciones futuras para que cada una de ellas sea capaz de enraizarse, de abrazar la historia y de mantenerla viva en la memoria.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Con el corazón al sur”, de Gabriela Exilart; “Malón de amor y muerte”, de Graciela Ramos; “Mulatos”, de Cristina Validaquis; y “Los paraísos perdidos”, de Fernanda Pérez.

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