Historias Reflejadas
“La muerte”

La muerte
Callan. El silencio resbala por las laderas de sus cuerpos, se hunde en ríos subterráneos.
A veces, flota.
Es un punto en la herida reseca, una pincelada muda. Voces que asoman sobre los dedos de la muerte.
Aprietan.
¿En qué lugares comienza la muerte?
¿Dónde es el principio?
Callan. Rumian palabras, las degluten. No hacen ruido las palabras, son burbujas insonoras, silencios sobre silencios en la sangre que brota, una pincelada roja. Una raya, en el fondo.
Barro.
Callan. Antes. En ese río que esconde los cuerpos. Se vuelven limo las verdades sumergidas.
Flotan. Después, una pincelada negra.Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos literarios: “Papá querido”, de Cynthia Willa; “No es un río”, de Selva Almada; “Las primas”, de Aurora Venturini; y “Hacia la belleza”, de David Foenkinos.
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“Redondel”

Redondel
Transitaban un espacio circular, los pies sobre surcos antiguos, los pensamientos como una distancia entre las palabras, el hueco sin voces.
Giraban, sus bocas emitían sonidos, una repetición sobre los pasos, para no olvidar el nombre de cada cosa, como un regreso al punto de partida.
El eco de aquella música lejana sostenía las palabras; una ópera en el cielo, huellas sutiles en los surcos de un vinilo, mentiras dando vueltas en un redondel de silencios.
Algo se mostraba y algo se escondía, el círculo se abría. Y volvía a cerrarse.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “La construcción de la mentira”, de Gonzalo Heredia; “Corbett”, de Matías Esteban; “Rebelión en la ópera”, de Carlos Ríos; y “33 Rpm” de Juan Guinot.
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“Rumor de cuentos”

Rumor de cuentos
Un rumor resbaladizo se alargó sobre las hojas, como un secreto sin forma, deseoso de multiplicarse.
El viento desparramó las palabras, sus letras flotando en el aire, enredándose, livianas, viajeras, inquietas.
Fue entonces, cuando las historias rodaron de boca en boca, de pelo a pluma, de pata en pata, cubiertas de escamas, libres en los ríos de la memoria.
Fue entonces cuando a las palabras les nacieron alas que se elevaron como un canto antiguo, como una ronda alrededor del fuego, como un deseo nacido de las llamas, en el vientre del monte, en el sitio exacto donde el autor las recolectaba y las convertía en cuentos.
Pura sabiduría escondida en las voces de la tierra, tan sólo un puñado de silencios.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Gustavo Roldán, sus siguientes cuentos: “El monte era una fiesta” (Ilustraciones de Manuel Purdía), “Cada cual se divierte como puede” (Ilustraciones de Claudia Deglioumini), ” Cuentos que cuentan los indios” y “El camino de la hormiga” (Ilustraciones de Juan Lima).
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“Cruzar las páginas”

Cruzar las páginas
Había que animarse a cruzar el umbral, atravesar el silencio de las sombras; escucharlas.
Desde los costados, las siluetas fantasmales soltaban las palabras enterradas y repetían una historia sin nombres, como un deseo enterrado que anhelaba manifestarse.
Una abuela recorría los restos de las palabras, buceaba entre las páginas arrancadas de una historia viva para volverlas cuento, un cuento de abrazos inventados, retazos de tiempo sembrados bajo un árbol, al otro lado del umbral, donde se cruzaban las voces que se volvían memoria sobre las raíces.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Ema bajo el árbol”, de Fabián Sevilla; “Los que volvieron”, de Márgara Averbach; “Manuela en el umbral”, de Mercedes Pérez Sabbi; y “Mi abuela”, de Mauricio Micheloud (El esperpento)
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