Literatura
Isabel Allende se reencontró con su publico argentino en la presentación de “Mi nombre es Emilia del Valle”
La escritora chilena Isabel Allende se encontró con su público en el porteño Teatro Cervantes. Entrevistada por Jorge Fernández Díaz, habló de todos los temas. El amor, el miedo, la valentía, su familia, la situación actual de Estados Unidos y la receta para estar siempre de la mano con la vida: la sorpresa, el humor, el ejercicio, la solidaridad y la capacidad de amar y ser amada.
“Isabel Allende ha escrito novela romántica, realismo mágico, novela juvenil, policial, novela histórica. Ganó muchísimos premios alrededor del planeta, uno de ellos se lo entregó en persona Barack Obama y es famosa por hacer con gran nobleza la literatura popular. También por su compromiso con el feminismo y con los desposeídos. Y aunque aprovecharemos para hablar de todo esta tarde, estamos aquí también para presentar ‘Mi nombre es Emilia del Valle’”, dijo al presentarla el escritor, periodista y amigo, Fernández Díaz.
En palabras del presentador, “Mi nombre es Emilia del Valle”, su última novela, reconstruye con gran astucia la guerra civil de 1891 en Chile y traza inocultables paralelismos con el golpe de Estado de 1973: “En las dos fechas históricas, había un presidente progresista al mando y una oposición reaccionaria muy cerrada; en los dos casos intervinieron las fuerzas armadas y derrocaron al jefe de Estado que también en ambas ocasiones prefirió el suicidio al exilio”, dijo Fernández Díaz.
“Mi nombre es Emilia del Valle” es también, señaló Fernández Díaz, un homenaje, aunque tal vez involuntario, al periodismo: “Puesto que su protagonista es una joven e intrépida reportera, escritora de novelas populares de kiosco y luego sufrida corresponsal de guerra que va dejándonos por escrito sus crónicas. Señores y señoras, con ustedes Isabel Allende”, la presentó el escritor.
Los aplausos comenzaron antes de que Allende hiciera su entrada en el escenario del Teatro Cervantes, que estaba lleno desde el salón principal hasta los palcos, de mujeres y hombres deseosos de escucharla. “Sé que algunas personas hicieron cola en la lluvia por mucho rato. Gracias también por eso”, dijo la escritora chilena al sentarse.

“De dónde viene tu energía”, preguntó Fernández Díaz. “Voy al gimnasio todas las mañanas y gracias a eso me puedo mover. Puedo pasar por debajo de ahí (señalando una mesa ratona) y salir por el otro lado en 35 segundos o menos”, bromeó Allende. “¿Y del amor también?”, supuso el periodista. “Claro que sí. Estuve enamorada toda mi vida, de diferentes hombres, por supuesto. Me he casado como tres veces y si vivo lo suficiente puede que me case una más”, dijo Isabel ante las risas del público.
“¿Qué aprendiste del periodismo, por qué y cómo lo trasladaste aquí?”, quiso saber el presentador. “Todo lo que aprendí en el periodismo me ha servido en la literatura: a sacar de la entrevista lo que el o la entrevistada no te quiere dar; esa esa libertad para pensar que cualquier persona te va a responder lo que tú preguntes, el buscar varias fuentes de información y no quedarte con la primera. Cómo armar un reportaje para que tenga interés y enganchar al lector en la primera frase y mantenerlo hasta el final”, detalló Allende.
Fernández Díaz también hizo preguntas de las lectores y lectores: “¿En qué se inspiró para esta historia de Emilia del Valle, cuánto hay de biográfico y cuánto de ficción?”. Allende contó que se inspiró en la guerra civil de 1891 porque hay muchos paralelismos con lo que pasó después en 1973. “ El golpe militar cambió mi vida y la vida de mi familia. De autobiográfico tiene el ejercicio del periodismo y el hecho de que la protagonista no conoce a su padre biológico y tiene un padrastro fantástico. Mi padre se fue cuando yo no tenía 3 años. Eran diplomáticos en Lima mis padres y mi mamá era de una fertilidad pavorosa: tuvo tres niños en tres años, cada 11 meses tenía una guagua. Entonces, como mi padre se fue, mi madre, que era una niña de 25 años y que no tenía educación para trabajar, se fue a vivir a la casa de sus padres y ahí me crié yo, en la casa de mis abuelos. La diferencia es que Emilia llega a conocer a su padre, y yo lo conocí muerto, tuve que ir a reconocerlo a la morgue, pero no pude hacerlo porque no lo había visto nunca”.
“Qué enseñanzas te dejó tu padrastro”, le preguntó Fernández Díaz. “El me enseñó las cosas que me han servido en la vida. Primero, tener confianza en mí misma. ‘Tú eres la más inteligente de la pieza. No te olvides de eso’, me decía. Lo que es muy importante para una persona como yo, porque sino de dónde sacas tú la autoestima cuando mides 1,50. Si no te la dan, no la tienes; a mí me la dio mi padrastro”, se río Allende ante los aplausos del teatro.
“Hablemos de la familia del Valle, una familia de imposible árbol genealógico, por lo que sabemos”, la invitó Fernández Díaz. “Mira, está inspirada en la familia de mi abuela, que era una familia de lunáticos, 12 hermanos y todos raros: el tío Jaime, por ejemplo, llegó a ser senador de la República y hacía sus discursos en verso rimado en el Senado. El tío Ambrosio anduvo siempre de chaqueta y sombrero de copa y se quitaba los pantalones en la calle para dárselos a quien los necesitaba. La tía Teresa, era santa y le salieron alas, unas alitas de querubines en la espalda. Decían que era cáncer, pero no era cáncer, eran alas ”, contó Allende. “Con una familia como esa no tengo que inventar nada”, se río la escritora cuya familia real fue la inspiración que dio origen a “La Casa de los espíritus”, su primera novela, escrita a sus 40 años en su exilio en Venezuela y la que la lanzó a la fama y al reconocimiento mundial.

Ante la pregunta de Fernández Díaz sobre cómo nació esa novela, le escritora dijo que fue un ejercicio de nostalgia: “De recuperar todo lo que había perdido, el país, la familia, el perro, mi casa, mi calle, mi trabajo, mis amigos. Hay una frase que no sé si será legítima o no, en la que un personaje de Beckett dice que anda con un ladrillo para todos lados, para mostrarle al mundo cómo era su casa. Y yo siento que ‘La casa de los espíritus’ era como un ladrillo para mostrarle al mundo lo que fue aquel pasado. Yo escribía en la cocina de la casa de Caracas, del departamento y al final del año, aunque trabajaba 12 horas diarias y escribía de noche, tenía 560 páginas en el mesón de la cocina”, contó Allende. “En aquella época se escribía a máquina, y se corregía con tipex, un líquido blanco, y se cortaba lo que quería corregir y se le pegaba arriba la corrección con cinta scotch”, detalló.
“Ese original fue enviado a Carmen Balcells, que es otra leyenda, pero de la edición, una gran representante de escritores y presentó la novela en Frankfurt y ahí cambió tu vida, ¿no es cierto?”, preguntó Fernández Díaz. “Yo estaba en Venezuela y el eco de lo que pasó en Europa con el libro no me llegó hasta un año más tarde, con los primeros cheques, que no creas que eran muy sustanciosos”, dijo entre risas Allende. “Tanto que Carmen me dijo, ‘no dejes tu trabajo de día, porque nadie vive de la escritura”.
“¿Cuál fue el libro más difícil de escribir?”, fue otra de las preguntas. “Es una pregunta difícil porque fue muy difícil escribir ‘Paula’ debido a las circunstancias porque mi hija acababa de morir. Paula murió el 6 de diciembre de 1992 y yo empiezo todos mis libros el 8 de enero. Entonces, un mes después, mi mamá me dijo, ‘¿Qué vas a escribir el 8 de enero?’. ‘Pero mamá —le dije—, me siento derrotada completamente, no creo que pueda escribir nada’. Y me dijo, ‘Si no escribes te vas a morir. Y me entregó 160 cartas que yo le había escrito a ella durante ese año terrible. Y me dijo, ‘Léelas, están en orden cronológico’. Y en base a esas cartas pude escribir el libro, que fue muy difícil de escribir porque era como reconstruir día a día lo que había sucedido, que era terrible. Paula realmente no murió de porfiria, Paula murió porque hubo negligencia criminal en el hospital de Madrid y le produjo daño cerebral severo”.

El teatro estaba en silencio total y Allende continuó: “Elaborar todo eso y aprender a perdonar, a vencer la rabia y decir, bueno, esto no fue algo intencional. El hospital tenía 3000 pacientes, había una huelga, era un fin de semana largo. Yo supe lo que había pasado porque después de que el libro salió publicado, me llegó una carta de una enfermera que había atendido a Paula y me contó todo. Entonces, superar todo eso fue difícil, pero me ayudó mucho la escritura. Y ese fue el libro más difícil, obviamente. Más difícil por la parte emocional”, confió.
“Cuando hablas de ‘Paula’ o de ‘La casa de los espíritus’ siempre aparecen las cartas. Te pasaste la vida mandando y recibiendo cartas. Y ahora estás por abordar unas memorias basadas en 24 mil cartas que intercambiaste con tu madre”, le preguntó el periodista. “ Sí, y eso es nada más que desde 1987 para adelante, las otras se perdieron en lontananza. Me separé de mi mamá cuando tenía 16 años, mis padres eran diplomáticos, estábamos viviendo en el Líbano y vino la revolución y mi padrastro nos mandó a los niños de vuelta a Chile y allí empezó la correspondencia con mi madre, después ellos se fueron a Turquía. Las cartas demoraban dos meses, nos escribíamos todos los días y ese hábito perduró para siempre. Cuando estábamos juntas no nos entendíamos tan bien, pero por carta era una relación perfecta. Y después se inventó el correo electrónico y entonces ya mi mamá me escribía varias veces al día. En 1987, cuando me enamoré (fue pura lujuria) de un americano, me fui a Estados Unidos y empecé a juntar las cartas”, contó Allende.
Durante la entrevista, la escritora contó que sus padres fueron embajadores en la Argentina durante los 3 años del gobierno de Allende y que ella venía cada dos meses a ver sus padres, que “amaban este país absolutamente. Y además tuve un amante argentino que tal vez esté aquí. Si es que está vivo”, bromeó, ante los aplausos y las risas del público.
El encuentro terminó entre aplausos y abrazos; con Allende pidiendo una foto con todo el teatro: las sonrisas de sus lectores y lectoras se inmortalizaron como todas sus historias.
Estuvieron presentes José Antonio Viera Gallo, embajador de Chile en Argentina, Constanza Pacul, agregada comercial de la Embajada, Celeste Cid, Patricio Contreras, las escritoras Diana Arias, Gloria Casañas, Claudia Barzana, Gabriela Exilart, Diego Borinsky, Flor Scarpatti, Cristina Mucci, Canela, entre otras personalidades de la cultura y el periodismo.
(Fuente: Penguin Random House | Prensa y Comunicación)
Historias Reflejadas
“Sin nombre”

Sin nombre
Una gran boca deglutía su nombre, sus letras eran arrastradas por aquella corriente de silencios que se llevaba los fragmentos. A lo lejos, los espacios conocidos conservaban la forma y las líneas que los contenían delimitaban el estrecho espacio de aquello que les pertenecía. Era en esa fragilidad de su lenguaje, en ese deslizarse sobre el barro de la incertidumbre, donde las palabras adquirían sentido, como si en ese revés de las circunstancias encontrara las respuestas.
Una boca masticaba los pedazos de una historia conocida y los aglutinaba en el centro, como una bola inconsistente, blanda, capaz de rodar por encima de las huellas para liberar el silencio que dejaban las muertes, el vacío de los cuerpos, que aún flotaban en la superficie y se paseaban como fantasmas delante de sus ojos ciegos.
Los sueños estaban allí, encerrados en los múltiples estratos de la memoria, fosilizados por el tiempo, vivos en el subsuelo de la existencia.
El agua arrastraba las partes de su nombre, las mecía en su boca líquida y las depositaba en un remanso del camino, en un hueco en el que confluían los verbos que le daban volumen y lo volvían nuevo, como si allí, entre sus letras inventadas, se deslizara la conjugación de otra vida posible.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Volver para mí”, de Julieta Novelli; “Hiper”, de Alejandro De Angelis; “La máquina de los sueños vs la máquina global”, de José Luis Cavalieri; y “Confluencia”, de Inés Kreplak.
Textos para escuchar
A brazadas – Susana Szwarc
Susana Szwarc lee su poema inédito A Brazadas, del libro Caracú que publicara Pixel Editora para la Feria de Editores de octubre de 2021.
A brazadas
Za shtil, majnicht cain gueride…
(De una canción popular. Para las artistas como Laura)
No, no hagas ruido.
¿No ves que hay en ese hacer (mecer)
lo frágil intenso que desmenuza
las columnas?En cada girar (de página)
la intemperie
hace chispas.
Casi a la manera de Odradek
que busca cuerpo.
Ahora Odradek se mueve
ruidoso y causa
en ella
el moverse de la niebla.
(La mueve con un pie,
la sostiene sobre el empeine,
la alza como a una flor
redonda, verde todavía.
Después la acerca.)
En esa niebla, a veces
se desdibuja el mundo.
En esa niebla –cuando espesa-
los desdenes se empujan
lejos.Los dedos sobre las cejas.
No todos juntos
sino uno por vez. Y otra vez.Torsiona/desliza/escribe:
¿Abrir y cerrar una ventana?
¿Reforzar la brazada o el efecto
de luz sobre el perfil de cada pasajero?No hagas ruido.
No estropees el silencio.
¿No ves acaso que ella insiste
dibuja envolvente el sol entre las manos?
Alza el índice
después el pulgar
y cubre el sol y te alivia la extrañeza
del ojo.Dobla en cuatro el papel.
El sol tropieza en la ventanilla.
Decimos palabras que suenan
como vértebras y reímos más
de la paradoja.Vuelta.
Otra vuelta de página.
Entrelíneas.
Con delicadeza.En tempo.
Literatura
Otorgaron a Maitena el Premio Iberoamericano de Humor Gráfico Quevedos 2025
La historietista y humorista argentina Maitena Burundarena fue distinguida con el Premio Iberoamericano de Humor Gráfico Quevedos 2025, convocado por la Fundación General de la Universidad de Alcalá con el apoyo del Ministerio de Cultura y el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España, a través de la AECID.
El galardón, dotado con 30.000 euros, reconoce su “innovación y originalidad en el lenguaje humorístico, su impacto cultural y social, su proyección internacional y especialmente iberoamericana, y la calidad y consistencia de su trayectoria”.
Nacida en Buenos Aires, Maitena estudió diseño gráfico durante los años de la dictadura, una experiencia que marcó su sensibilidad hacia las libertades cotidianas. Tras sus primeros trabajos en publicidad y diseño, comenzó a publicar viñetas en revistas argentinas a fines de los ochenta, donde ya asomaba su aguda observación sobre las relaciones humanas y la vida diaria.
El gran salto llegó en 1993 con “Mujeres Alteradas”, publicada en el suplemento “Las 12” de Página/12. Por primera vez, el humor gráfico hablaba con las mujeres, no de las mujeres. Con un trazo ágil y una mirada irónica, Maitena retrató los mandatos de belleza, la culpa materna, las dietas eternas, las presiones de pareja y la amistad femenina, temas que encontraron eco inmediato en lectoras de toda América Latina y Europa.
Durante los años 2000, su obra alcanzó proyección internacional: fue publicada en El País y traducida a más de 15 idiomas, además de inspirar exitosas adaptaciones teatrales. Recibió, entre otros, el Premio Konex de Platino en Argentina.
En las últimas décadas amplió su universo con series como “Superadas” y “Rumble”, donde sus personajes maduran junto a su público y abordan con humor el paso del tiempo, las relaciones largas y la menopausia.
El Premio Quevedos, creado en 1998, distingue la trayectoria de humoristas gráficos de España e Iberoamérica. Entre sus ganadores figuran Quino, El Roto, Forges y Hervi. Con Maitena, el galardón celebra a una voz que transformó el humor gráfico en espejo lúcido y mordaz de la vida contemporánea.
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