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Entrevistas

María Correa Luna: “No hay nada que me guste más que un lector me diga ‘no me imaginaba el final’”

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Por Andrea Viveca Sanz

Inmersa en el mundo de las finanzas, en el que los números son protagonistas, María Correa Luna se decide a nadar entre letras para lanzarse a una “aventura literaria”. En ese camino se detiene a investigar y a documentarse para luego jugar con su imaginación y desde allí soltar a los personajes que forman parte de una apasionante trilogía.

Suspenso y misterio, disparan la dosis justa de tensión y liberan en sus lectores, atrapados entre numerosos enigmas, la adrenalina necesaria para avanzar con ansiedad entre las páginas de sus libros.

Amor, traiciones, mentiras y secretos que buscan la luz, son algunos de  los ingredientes que la autora utiliza para tejer con palabras una historia que necesitó tres volúmenes para ser contada.

En diálogo con Contarte Cultura, la escritora nos cuenta su experiencia en el apasionante mundo de la literatura:

—A modo de presentación, si tuvieras que incorporarte como un personaje de tu trilogía ¿qué rasgos de personalidad tendría y cómo encajaría en la historia?
—¡Qué buena pregunta! Sería una colaboradora de Ana y Verónica, sin dudas. Alguien que participa de la decodificación de los enigmas o misterios que se plantean a lo largo de la historia. Me plantearía como una persona pensante, reflexiva y silenciosa. Un personaje que se toma el tiempo para descifrar aquellos interrogantes que surjan y hable poco.

—¿Desde cuándo escribís y cómo surgió la idea de hacer tu primera novela?
—Siempre me gustó escribir. No sé si puedo definirte un momento formal o preciso y decirte “acá arranqué”. Desde chica escribía cuentos cortos, después, con el tiempo, esos cuentos fueron mutando hasta cobrar cierta identidad y luego llegó El último manuscrito y me lancé a la “aventura literaria”.
Creo que fue una pequeña suma de muchas cosas, una imaginación “galopante” (perdón la licencia), el gusto por la lectura (casi un vicio desde muy chica, literalmente no paraba de leer) y un oficio, el de la escritura, que fui tratando de perfeccionar (en eso estamos, por lo menos). Ahora, con respecto a la primera novela, la culpa es de mi padre. Una noche, comiendo en mi casa de la infancia, nos contó –a mis hermanos y a mí- como Eduardo Ladislao Holmberg, su bisabuelo, cuando trazó el diseño del Jardín Zoológico, pidió que, a último momento se grabara un antiguo (y enigmático) texto veda en el recinto de los elefantes. A nadie quiso decirle qué significaba ni porqué la urgencia por incluirlo en el recinto… Eso disparó mi imaginación de inmediato. A partir de ahí El último manuscrito cobró vida y todo lo que siguió después.

—Contanos tres detalles que no pueden faltar en tu espacio de escritura.
—Hasta hace un año y medio te hubiera dicho que para escribir me siento en mi escritorio (el escritorio que perteneció a Carlos Correa Luna, el director de Caras y Caretas –escritorio que aparece en el último manuscrito- y que mi padre heredó de su abuelo y, a su vez, me regaló a mí) de noche y con la televisión prendida –escribo siempre con el noticiero en silencio, de fondo- pero desde que nació la más chiquita de la familia, escribo dónde, cómo y cuándo pueda. Creo que el último año he escrito prácticamente en cualquier lado, pero sobre todo, en el cuarto de la beba, en el piso y mientras juego con ella. Durante un tiempo escribía de diez a doce de la noche, pero a la una la beba se despertaba. ¡No dormía! Así que los últimos meses he adoptado el método de ir muy temprano a la oficina para escribir de ocho de la mañana a diez sin parar, en un café. Fue la única manera de avanzar.

—¿Cómo fue el proceso de investigación previos a cada una de tus novelas?
—¡Largo! ¡Larguísimo! Igual, confieso que escribo sobre cosas que amo o me interesan mucho y eso hace que la investigación sea muy divertida y placentera. Por ejemplo, el Museo Británico, que no me cansaré nunca de recorrer, o el Vaticano y sus misteriosos archivos. Ciudades que amo como Madrid, Londres o San Isidro (donde vivo) y cuando armo el relato estos lugares y temas como las bóvedas de los bancos (siempre me resultaron fascinantes) surgen y se instalan en mi cabeza y, recurriendo a hechos históricos reales, voy articulando la historia. Porque en los tres libros, todos los datos históricos que cuento ¡son reales! Así fui conectando épocas y personajes de manera ficcionalizada, pero siempre dentro de un marco histórico verosímil. Cada una de las novelas tuvo su tiempo de investigación.
Las anotaciones de Pérgamo me llevaron bastante tiempo, pero la investigación para Custodios del Secreto fue la más larga de todas.
Tuve la suerte de acceder a muchísimo material original respecto al testamento de la duquesa de Angulema –tema que se trata en esa novela- y eso hizo que dedicara mucho tiempo a leer documentos antiguos. Asimismo, al tener tanto material, el proceso de escritura fue más lento porque no quería dejar nada de lado y tuve que elegir dar prioridad a ciertos datos y a otros no. Sin embargo, si bien la investigación fue muy exhaustiva, yo conocía de antemano la historia del testamento, por tanto sabía que rol jugaba en la trama y no modificó lo que pensaba escribir, lo que me permitió fue hacerlo más verídico, más real.

—¿Qué pasos seguís para dar vida a tus personajes?
—Trato de darle cada uno un rasgo característico que lo diferencie de los demás, desde gestos o reacciones a palabras que sólo él use. Uno construye cada personaje como si fuera propio y después lo suelta, deja que cobre vida. A medida que las novelas avanzan los personajes se apoderan de sus personalidades y hacen “uso y abuso” y eso hay que mantenerlo a lo largo de la historia (la del libro y la de la saga que continúa), no puede haber contradicciones, uno tiene que saber que tal personaje pasará por determinadas etapas y evolucionará de tal o cual manera, hay mucho de planificación, es sin duda un proceso interesante y placentero que en el caso de la trilogía de Ana Beltrán, y específicamente en Custodios del Secreto -que es el cierre- veo plasmado exitosamente y con mucha satisfacción como cada uno de ellos ha cerrado un círculo perfecto, sin historias pendientes.

—¿Cuál es el método que utilizás para tejer el suspenso en cada historia?
—Nunca me lo puse a pensar. En mis historias siempre hay un enigma que resolver, a partir de ahí, voy dando pistas, guiños –por lo general trato que sean muy discretos- y corto los capítulos en puntos clave y salto a una escena totalmente diferente. Creo que los capítulos cortos le dan cierto dinamismo a mis historias y es una manera de mantener expectante y en tensión al lector, que nunca sabe qué va a pasar.

—Supiste mezclar tu historia familiar con la general ¿cómo llegaste a unirlas?
—Al principio surgió como un guiño a mi familia, algo que sólo ellos entendieran, pero después cobró mucha importancia en la historia y todo fue articulándose alrededor. El engranaje que me permitió amalgamar ficción y realidad fue, básicamente, la historia. Hechos reales que me permitían jugar con la ficción, por ejemplo, el momento en que Sarmiento y Darwin se reúnen en la inauguración del primer cable submarino que conectó Europa y América.
El encuentro fue real, está documentado, lo que yo cuento que se habló ahí es producto de mi imaginación y funcional al relato.

—Para quienes no leyeron tus novelas, describinos cuáles son los temas principales y cuál el hilo que las une.
—Mis novelas son, básicamente, historias de amor que van de la mano de un enigma y un asesinatos (o varios) a resolver. Quienes las leen encuentran amor, misterio y, sobre todo, adrenalina. Me gustan las historias que arrancás a leerlas y no podés parar, en las que querés saber qué pasa, historias que no dan respiro. Me ha pasado –mucho- de leer buenos thrillers y a la página 50 darme cuenta cuál es el misterio, el quid de la cuestión. En mis libros trato que eso no pase. Me esfuerzo –ya si lo logro o no lo verá el lector- de que el “culpable” o “el enigma”, o lo que fuere que se oculte en el relato, no se descubra hasta último momento. Busco que el desenlace sea un shock, que el lector tenga que volver hacia atrás y diga “claro…” y ate cabos. Para mí la clave es que no te des cuenta, no logres descifrar la historia hasta bien llegado el final. Si logro eso, la misión está cumplida. No hay nada que me guste más que un lector me diga “no me imaginaba el final”.

—¿Estás en algún nuevo proyecto?
—Si. Acabo de terminar mi nueva novela y estoy en los detalles finales. Un thriller romántico, esta vez no con Ana Beltrán sino con dos personajes que se desprenden de Custodios del Secreto, Julia Durée y Lao Lencke (los dos agentes de Interpol y del MI6 Británico respectivamente) y otros nuevos, Ciro Aguilar (un empresario Argentino con un solo objetivo, la venganza) y un personaje del que me estoy enamorando, Ernesto “Calavera” Ordoñez, mano derecha de Aguilar, -es entrañable, creo que lo van a amar- y Carolina Figueroa, una abogada con mucho que esconder. La idea gira en torno a la posibilidad de que Hitler no haya muerto en el bunker, sino que haya escapado y refugiado en la Patagonia Argentina. El libro comienza donde termina Custodios del Secreto: Lao Lencke y Julia Durée en viaje desde Roma hacia Bariloche. Muchos lectores me han dicho que no la quieren a Julia, en este libro cuento su historia y creo que cuando conozcan su pasado eso va a cambiar. Es una novela que transcurre en dos tiempos. En 1945, con la llegada de un submarino nazi a nuestra costa patagónica y un criminal de guerra que se oculta durante más de setenta años en Bariloche, y una segunda historia, que transcurre en la actualidad, en la que Durée, Lencke y Aguilar van a la caza del criminal en cuestión. Por supuesto, como me gusta a mí, hay muchos enigmas por resolver y, de mis novelas, -y para mi sorpresa, porque lo mío es más la adrenalina- esta es la más romántica.

—¿A modo de epílogo, cuál es tu próximo sueño por cumplir?
—¡Ver el próximo libro en manos de ustedes, los lectores!


María Correa Luna

María Correa Luna nació en Buenos Aires en el año 1977. Estudió Ciencias de la Comunicación e hizo un máster en edición en la Universidad Pontificia de Salamanca.

Es tataranieta de Eduardo Holmberg, uno de los primeros directores del Jardín Zoológico de Buenos Aires y personaje clave de su primera novela: El último manuscrito. Trabaja en el mundo de los negocios y las inversiones.

Su primer obra fue el disparador para la saga que se completa con las novelas Operación Esmeralda y Custodios del Secreto.

Conocé más de María Correa Luna aquí.

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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