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Entrevistas

Mauricio Koch: “Cuando se rompen los planes, cuando el libro hace su voluntad, es maravilloso”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Existen silencios que lo abarcan todo, como si las palabras calladas vibraran por debajo de la superficie, del otro lado de las circunstancias, y pudieran nombrar lo que no se nombra y resonar sobre las emociones guardadas.

El escritor Mauricio Koch desliza su pluma por encima de esos silencios, deja que la tinta se precipite en palabras capaces de romperlo; con su voz llega a los espacios vacíos, se introduce en la monotonía de los paisajes y deja escapar a los fantasmas, tan sólo para que cuenten su historia.

En diálogo virtual con ContArte Cultura, el autor abre las puertas de su mundo creativo y adelanta algo de su última novela publicada por Obloshka: “Baltazar contra el olvido”.

—Para comenzar y como hacemos habitualmente para poner en movimiento la charla, vamos a poner en tus manos un objeto imaginario. En tu caso será un anillo cuyas características se despiertan en tu imaginación; en su interior gira una palabra circular. ¿Cómo percibís ese anillo, qué cosas podría decir de vos la palabra que contiene?
—Imagino un anillo muy modesto, hecho de madera de coco, pero que a mí me encanta porque me lo regaló la chica que los hacía, en una playa de Uruguay, hace muchos años. Adentro tiene pirograbada la palabra “arropar”, una palabra que en principio me sorprende, aunque me atrae por su sonoridad, y después empiezo a entender las claves que encierra. El gesto de arropar es de una enorme ternura. Creo que me enamoré de esa chica inexistente.

—¿Recordás cuál fue el primer cuento que escribiste y qué te llevó a esa explosión de palabras?
—No recuerdo cuál fue el primero, probablemente porque era muy malo y prefiero olvidarlo, pero sí recuerdo muy bien cuál fue el primero de mis cuentos con el que sentí que había logrado algo. Está en mi primer libro, El lugar de las despedidas, y habla de un suicida fracasado, un tipo que no quiere vivir más e intenta por todos los medios liquidarse, pero todo le sale mal. Tanto insiste, que termina perturbando la vida de la gente del pueblo, quienes finalmente se confabulan y arman un plan para ayudarlo a morir. Es un cuento de humor negro. Yo iba al taller de Liliana Heker y llevaba unos cuentos que mis compañeros criticaban mucho y volvía a mi casa muy bajoneado, pero cuando llevé ese la reacción fue muy distinta: no sólo se rieron –recuerdo que Liliana se reía a carcajadas–, sino que me elogiaron muchas cosas y me dijeron que siguiera explorando en esa línea. Con ese cuento algo se destrabó; a partir de entonces no digo que aprendí la técnica del cuento ni que me convertí en escritor, pero sí que empecé a escribir con otra soltura y a no buscar temas ajenos a mí, sino a profundizar en lo que conocía.

—¿Cómo lográs percibir la voz de un personaje de novela? ¿Qué rasgos de personalidad te resultan interesantes a la hora de elegir a los protagonistas de tus historias?
—La única forma que conozco de lograr la voz de un personaje es conviviendo con él. Quizá suene un poco absurdo, pero lo que quiero decir es que no hay que pensar en los personajes solo en el momento de sentarse a escribir sino en todo momento: pensar cómo reaccionarían frente a determinada situación, qué dirían, qué gestos harían. Me refiero a situaciones cotidianas, nada extraordinario. A los personajes hay que visualizarlos, imaginar sus hábitos, desde su manera de rascarse hasta su posición preferida al momento de dormir, aunque después nada de eso esté en el texto. Esas cosas ayudan (o, para no exagerar, me ayudan a mí) a darle dimensión al personaje, profundidad, matices. La vida de los textos está en los detalles, decía Nabokov. Y esos detalles solo se revelan cuando convivimos con nuestros personajes y, sobre todo, cuando no los manipulamos. En mi última novela, Baltasar contra el olvido, había dos características del personaje que desde el primer momento supe que iban a estar, que tenían que estar: el resentimiento y el trabajo con la memoria. El protagonista es un adolescente que está solo porque mataron a su madre, vive en un pueblo chico, se sabe con certeza quiénes fueron los asesinos pero la justicia no actúa. Mi personaje, Baltasar, tenía que estar rabioso, enojado con todo, desesperanzado, sin idea de cómo ir hacia adelante, por eso repasa lo vivido y, además, intenta preservar la memoria de su madre. Con esas características empecé a trabajar. Luego, durante el proceso de escritura, surgieron otros rasgos que me sorprendieron. El personaje terminó teniendo una sensibilidad que yo no sospechaba cuando empecé a escribir la novela. Cuando el personaje empieza a tomar decisiones, a tener vida, es cuando hay que dejarlo ser y es también lo que más se disfruta del oficio de escribir. Cuando se rompen los planes, cuando el libro hace su voluntad, es maravilloso.

—Tres cosas que sean fundamentales en tu lugar de escritura.
—Cierto desorden controlado, silencio, mate.

—¿Cuál es el hilo conductor de los cuentos reunidos en tu libro “El lugar de las despedidas?
—Hay varios, pero creo que predominan dos: por un lado, están los cuentos del descubrimiento de la ciudad, el joven del interior que se ve forzado, casi siempre por cuestiones económicas, a emigrar a Buenos Aires, con todo lo que eso implica en términos de incertidumbre, temores, búsqueda de posibilidades que no llegan. Hay en esa línea varios cuentos, La llegada, El presagio, En compañía de Brenda, donde narro la impresión que causa el primer día en la ciudad, los primeros viajes en colectivo, las falsas amistades, el desempleo, la distancia de los afectos. Y hay otra línea que son los cuentos del pueblo, muchos de ellos protagonizados por chicos, que narran los vínculos de familia, sobre todo la relación de esos chicos con sus tíos y tías; la figura del tío es muy importante en mi familia y en ese libro está muy presente. En esa línea están A la hora de las iguanas, Gregorio el indeciso, El suicida, El plan de Tomás. Esta línea y el pueblo como escenario es lo que predomina en lo que vino después.

—¿Cómo llegás a tu obra “Cuadernos de crianza” y de qué manera lograste poner en palabras tus vivencias como padre?
—No fue algo premeditado. El día que salimos de la maternidad y llegamos a casa con Gretel, escribí el primer texto. Un apunte breve que hablaba de esa sensación tan poderosa de tener a nuestra hija en casa. La acostamos en el catre, se quedó dormida y nosotros nos sentamos en la cama, a su lado, a mirarla en silencio. No nos dijimos nada, pero creo que tanto Karina, mi compañera, como yo pensamos lo mismo: que lo que estábamos viendo, si no lo era, se parecía mucho a un milagro y que era una responsabilidad de la que no teníamos idea aún. Una mezcla de felicidad y miedo muy grande. Después seguí escribiendo y me entusiasmé con la idea. Hacía poco había terminado el libro de cuentos y estaba trabajando en el primer borrador de Los silencios, y sabía que en esos primeros meses me iba a costar mucho escribir. Además, quería entregarme de lleno a la paternidad, era algo que habíamos deseado durante largo tiempo, así que decidí dejar la novela de lado y llevar un diario del primer año de crianza de Gretel, a modo de juego y para mantener cierto hábito de escritura. Después, ese diario se extendió hasta los tres años de nuestra hija y terminó siendo Cuadernos de crianza. Paradójicamente, creo que nunca escribí tanto ni con tanta disciplina como ese primer año.

—En “Los silencios”, tu primera novela, hay dos voces que se entrelazan, la de Andrés, el protagonista, y la del pueblo (Hernández) al que pertenece, ¿siempre supiste que ese pueblo sería un personaje más o sus palabras fueron creciendo durante el proceso de escritura y lo convirtieron en mucho más que un escenario?
—Tenía escrito un cuento que se llamaba Los silencios de la noche, estaba en segunda persona y empezaba cuando Andrés recibe un llamado telefónico de su padre en el que le dice que acaba de morir su madre, la madre de Andrés. Entonces Andrés viaja de urgencia al pueblo, al velorio, y cuando llega la noche se acuesta en la cama de su infancia y el silencio que lo rodea es muy distinto al de la noche anterior, y todo le parece una especie de sueño. El cuento narraba eso. Por otra parte, tenía un comienzo narrado en primera persona del plural, la voz de la gente del pueblo que una mañana se queda dormida porque el tren, su despertador de toda la vida, no pasó. Cuando entendí que esas dos historias eran en realidad una sola, nació Los silencios y se me dio la estructura, esa que alterna el punto de vista de Andrés con el punto de vista del pueblo. Y las características de éste, la estación del tren como núcleo, su fundación, la forma de las calles, las fiestas y los bailes, los personajes y los animales que orbitan y le dan vida a la estación, surgieron de esa confluencia.

—Estás presentando tu nueva novela “Baltasar contra el olvido”, también allí aparece la figura de un pueblo, con sus silencios y con sus murmullos, ¿qué nos podés adelantar de esta obra y de sus protagonistas? ¿Cuál fue el germen de esa historia?
—El germen es una historia real que ocurrió en Hernández, Entre Ríos, el pueblo donde crecí, hace 27 años. En septiembre de 1993 mataron, en circunstancias parecidas a las que cuento en la novela, a Flora Müller, un hecho que nunca se esclareció y por el que nunca hubo detenidos. Mi intención no fue hacer una crónica de ese hecho sino construir una ficción, con la voz del hijo mayor de Renata, que así se llama en la novela la mujer que matan, como protagonista. Me interesaba pensar cómo hace para seguir adelante un chico al que le pasa algo así, sobre todo cómo hace para convivir a diario con la injusticia, porque él sigue viviendo y cruzándose con los asesinos de su madre, que nunca son juzgados. Me interesaba la figura del hijo como víctima, de los que quedan vivos después de un femicidio, en este caso dos chicos, y analizar el comportamiento de la sociedad respecto a ese hecho. Una sociedad como suelen ser la de los pueblos chicos, que tienden a verse como sitios ideales para vivir, pacíficos, amables, solidarios, y al mismo tiempo uno lee los diarios y encuentra que la mayoría de los femicidios ocurren en lugares así. Ese contraste me interesaba poner en relieve. No quería señalar culpables sino analizar esos comportamientos y revisar las hipocresías.

—¿Hay nuevos proyectos en camino?
—Hasta ahora siempre hay, por suerte. Las ganas están intactas y nunca trabajo en un solo proyecto sino en varios a la vez que avanzan cada uno a su ritmo y según mis ganas y mis tiempos. Ahora no estoy escribiendo ficción sino tratando de sacar adelante unos ensayos sobre los signos de puntuación. Nada académico, sino con los signos como personajes y atravesados por el humor. Estoy probando, veremos si me sale.

—Para terminar, y volviendo a nuestro anillo del comienzo, ¿qué deseo te gustaría dejar girando en su interior?
—Mi deseo es que haya menos desigualdad social. Implica el compromiso de todos y sé que es un deseo que puede parecer un delirio, pero precisamente por eso, porque la brecha entre los que más y los que menos tienen es cada vez más grande, nos parece un delirio pedir algo que debería ser básico, vivir en un mundo menos injusto. Y que la vacuna contra el COVID sea eficaz y perdamos el miedo de abrazar a nuestros seres queridos.

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2 Comentarios

1 comentario

  1. Yeyi lopez

    28/12/2020 a 16:28

    Hermoso Mauricio como todo lo qué escribes! Un abrazo fuerte. Felicidades my

  2. Grace

    29/12/2020 a 13:07

    Excelente reportaje. Gracias

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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