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Entrevistas

Mercedes Pérez Sabbi: “Si se escribe en libertad aparecen los elementos para que el texto sea luminoso”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca)
Edición: Walter Omar Buffarini

Existe un mundo invisible en el interior de cada artista, un entramado de emociones que emergen y se revelan a través de sus obras. Diminutos fragmentos de poesía, escondidos detrás de los disfraces, se superponen a las máscaras y se adhieren a las palabras, que dan vida a aquello que permanece callado en la boca del tiempo y se desata en un punto de silencio.

Mercedes Pérez Sabbi es escritora, actriz y murguera, lleva dentro suyo las formas y los colores con los que teje cada una de sus obras, en las que cada letra se une a la siguiente para sostener los límites de sus universos de ficción. Es en esos escenarios imaginados donde sus personajes se mueven guiados por su voz, aunque desde algún reflejo de la vida han sido ellos los que hablaron primero.

En diálogo con ContArte Cultura, la destacada autora de textos infantiles recorre su camino de palabras y comparte sus vivencias en el mundo de las letras.

—Comencemos esta entrevista con una especie de juego en el que te entregamos un lápiz invisible dentro del cual habitan palabras de colores. Una vez en tus manos, un simple movimiento de tu imaginación te permitirá liberar exactamente cinco palabras. ¿Cuáles serían esas palabras que se te aparecen en el instante en que recibiste nuestro lápiz? Usando algunas de esas palabras, ¿cómo presentarías a Mercedes Pérez Sabbi?
—Infancia, jazmín, abuelo, misterio y soles son las palabras que escribí con mi lápiz invisible. Estoy hecha de un entramado de infancia que huele a jazmín, a limonero del jardín de la casa de mis abuelos. Allí nací. Allí, de la mano de mi abuelo asturiano, republicano y poeta, comencé a transitar los pasadizos secretos y misteriosos de la literatura. Soy sus poemas, sus relatos de alcanfor. Hilos de infancia. Una urdimbre de risas, de tristezas, de juegos, de cuentos, de agonías y resurrecciones. Toda una alquimia. Misterios que me han llevado por los senderos de la escritura.

—¿Recordás en qué momento sentiste que la escritura era un camino que querías recorrer?
—Somos telares, como dice la vieja Kush de Liliana Bodoc, una trama hecha por muchos hilos, por eso me resulta difícil decir el momento preciso que sentí que escribir era el camino que quería recorrer. De pequeña supe que las palabras tenían poder. El poder de abrazar como lo hacían los poemas de mi abuelo; el de lastimarme, cuando recibía una amenaza o una burla; el de mis palabras, persuasivas o molestas, cuando quería ser escuchada… Supe de niña que la poesía era muy poderosa, porque cuando mi abuelo leía un poema a la familia reunida, el silencio se volvía inmenso, único. Sé que ahí está la primera siembra. Claro que en aquellos días no podía imaginarme que podía dedicarme a la escritura. Porque si bien contaba con mi abuelo poeta (así lo veía yo), él era un trabajador ferroviario, señalero, que escribía poemas entre las llegadas de un tren y otro, y aunque tenía un gran amor por la lectura, estaba lejos de ser un escritor, un intelectual. Lo que sí puedo reconocer de aquellos días es el placer por la lectura y un fuerte deseo de expresarme a través de lo artístico: recitar los poemas de mi abuelo en Radio El Mundo, bailar danzas españolas en los cumpleaños, en los bailes de Tapalqué -el pueblo de mi madre-, armar representaciones teatrales con guión y dirección con mi hermano y amigos. Entre juegos, lecturas y otras búsquedas, transcurrió mi infancia y adolescencia. Tengo la intuición de que me demoré en saber qué era lo que me hacía feliz, pero a la vez pienso que es muy difícil medir esos tiempos subjetivos. De adulta me centré en el camino del teatro, la escritura, la docencia y la psicopedagogía. Mientras dirigía el grupo de teatro infantil “Obsoletos”, escribía literatura infantil y trabajaba en escuelas como asesora pedagógica. Todas mis actividades unidas por la infancia y la escritura. En esos años -principio de los 90- publiqué mis primeros cuentos para chicos en la Editorial Orión, de la mano de Poldy Bird. Pienso que esas primeras publicaciones reafirmaron mi fuerte deseo de seguir escribiendo y elegir a la literatura infantil como el modo de expresión.

—¿Qué cosas pueden despertar en vos una historia dormida en tu interior o en la memoria colectiva?
—Cuando comienzo una historia es porque hubo un encuentro entre un deseo, a veces escondido, con algo del afuera que lo pone en descubierto. Es como si esa historia llevara una hebra de la cuerda que conlleva mi deseo. Y si bien cada novela es una alquimia que refleja lo que llevamos dentro, creo que es muy difícil determinar la densidad simbólica de sus componentes. Manuela en el umbral partió del relato de Anahí, una joven compañera de mi hija en la escuela de cine, hija de desaparecidos. Su relato tocó mi ser, mi corazón, obviamente sensibilizado por haber vivido la dictadura, las desapariciones de amigos y compañeros. Su historia estuvo dando vueltas más de un año en mi cabeza, perturbando mi descanso, tal vez obsesionándome, hasta que pude escribirla. Fue muy liberador concretarla, como todo proceso creativo que se materializa. En Sopa de estrellas, historia de un niño cartonero, convergieron los recuerdos de mis primeros alumnos en una escuela de González Catán, con las imágenes de los niños del jardín de mi hijo, cuando jugaban a transformar la página de un diario en varios objetos. Nos vamos, nomás, nos vamos es

un relato murguero donde narro la historia de un pueblo que quiere vivir en libertad. Un pueblo que cotidianamente pierde algo, que estaba sucio a los ojos del poder, y no se resigna. En cada “chau” de sus pobladores hay una búsqueda por encontrar la alegría perdida. Se van. Se exilian. En esta historia se entretejen las imágenes coloridas y musicales del Grupo de Teatro Catalinas Sur, al que pertenecí muchos años, con la obsesión por la limpieza de una escuela donde trabajaba como psicopedagoga. Murga y limpieza. Limpieza como metáfora de prohibición, de represión. En la escuela se construyó un fuerte malestar institucional y quienes trabajábamos en ella teníamos deseos de huir. Esta situación la vinculé con el exilio en la dictadura. En el relato murguero encontré la manera de jugar libremente con las palabras. Busqué que la libertad del texto acompañara rítmicamente a la historia. Y podría seguir con los ejemplos de cada uno de mis libros, porque como dijo Galeano “quien escribe, teje”, y se teje con todo el ser, con la imaginación, los recuerdos, las vivencias.

—Tus libros están atravesados por temáticas sociales como las ausencias, el exilio, la sexualidad y muchos otros, ¿creés que quienes se sumergen en tus páginas regresan con preguntas que los ayudan a transitar esas realidades de una manera diferente? ¿Cuáles han sido tus vivencias en este sentido?
—Sabemos que el texto literario es polisémico, por lo tanto, resignificado por los lectores de manera personal. Como expresa Ana María Matute: “Un libro no existe en tanto alguien no lo lea. Y nunca nadie lee el mismo libro”. La comunicación que se produce con los chicos y jóvenes a través de los encuentros o de las diferentes expresiones que recibo, ya sean cartas, mensajes, dibujos, videos, etc., me permiten saber que hay textos que llegan a sus corazones. Y cuando esto ocurre, es que se está atravesado por un hecho artístico, y considero que esto modifica a quien lo vive, a quien lo transita. Se observa la realidad desde otro lugar, y tal vez esta nueva posición permita una nueva manera de vincularse con ella. De referenciarse y auto-referenciarse con el pequeño o gran universo que cada uno tiene. He tenido muchas y hermosas vivencias respecto del vínculo de los chicos y también de los docentes con mis textos. La Escuela de Gestión Comunitaria de La Rioja y la Escuela Expedición Zelada y Dávila propiciaron un trabajo participativo sobre Manuela en el umbral. Los chicos investigaron sobre la dictadura y los desaparecidos en la familia y el barrio.

Me leyeron relatos testimoniales y conmovedores cuando viajé en el 2012 en el marco de actividades organizadas por el Plan Nacional de Lectura. Camila, de la Escuela Expedición Zelada y Dávila, nos contó: “Yo quiero contar sobre la época militar porque mi abuelo fue militar y fue a Malvinas y mi abuelo está vivo (…) Pero a mi tío lo secuestraron. Una noche vinieron y no lo vieron más (…) Mi abuela lo esperaba con el plato en la mesa, como dijo usted, Mercedes, que hacían las madres, eso hacía mi abuela”. Más recientemente, escuelas secundarias de Córdoba me han acercado sus producciones y relatos sobre Pascualita Gómez, una chica que se las trae. En esta novela abordo el tema de la identidad. A partir de ganar un concurso televisivo, la joven Pascualita emprende la transformación de su cuerpo para ser una modelo internacional. Afiches conmovedores. Relatos de los docentes que ponen de manifiesto la búsqueda identitaria de los jóvenes lectores. Sopa de estrellas fue llevada al teatro por la Compañía de Teatro de Fernán Cardama, y recorrió muchas ciudades de Argentina y otros países con un importante reconocimiento por parte de los chicos. En estos días, los chicos y chicas del Colegio David Mc Taggart, de Santiago del Estero, hicieron la obra teatral de Dos asesinos, un muerto y tres obleas, con una puesta increíble. En verdad, es maravilloso recibir las muestras de afecto y cariño que despiertan muchos de mis textos. Conmovedor, por cierto.

—¿Cómo lográs escuchar la voz de un personaje para luego convertirla en palabras?
—Más que la voz de un personaje, lo que me resulta más difícil es encontrar la voz del narrador, quién cuenta la historia. Y para encontrar la voz del narrador necesito la trama, la historia que quiero contar. La búsqueda de la voz narrativa es un proceso de mucha movilización interna. Las voces de los personajes, los distintos escenarios, los detalles secundarios, los giros de la trama…  los voy descubriendo en el hacer. Escribo mucho con el pensamiento. Hago borradores. Tacho, rompo papeles. Escribo en la computadora y guardo y vuelvo. Confieso que varias de mis novelas se iniciaron entre el sueño y la vigilia. Por eso suelo dormir con un anotador y una lapicera en la mesa de luz.

—Contanos cómo viviste la experiencia de trabajar en el Plan Nacional de Lectura.
—Cada vez que recuerdo mis días en el PNL, que fueron de 2007 a 2015, me viene al cuerpo una sensación de alegría, como si retornaran las vivencias de un trabajo de siembra, de mucha siembra. Coordiné los proyectos y programas de un equipo en red a nivel nacional, que me permitió articular estrategias para que la lectura forme parte de la experiencia cotidiana de la escuela. Trabajamos con una dimensión política de la infancia, en el sentido de contar con una mirada emancipada de la niñez. Autores, talleristas, narradores, artistas, especialistas, llegaban a las escuelas de todo el país. Millones de libros y publicaciones fueron parte de un trabajo del que siempre estaré orgullosa. Y hoy, frente al desmantelamiento del PNL de la actual gestión, sigo trabajando junto a compañeras y compañeros del Colectivo LIJ en la defensa del libro, la lectura y los derechos de autores y mediadores.

Colectivo LIJ

—A tu criterio, ¿qué no debería faltar en un libro infantil?
—Pienso que la literatura infantil es toda literatura que especialmente disfrutan los niños. Esto significa que además de tener los atributos necesarios de un texto literario, el libro infantil debe tener un lenguaje asequible a la infancia y potenciar la belleza del texto en diálogo con las ilustraciones. “Todo lo bello enseña”, dijo Goethe. Belleza que surge de la libertad de sus autores. La permeabilidad de límites entre realidad y fantasía que tienen los chicos, nos permite a los autores jugar con libertad. Si se escribe en libertad, si se ilustra en libertad, sin los condicionamientos didácticos, pedagógicos o editoriales, aparecen las palabras, los colores, la musicalidad, el humor, la ternura, el juego, el misterio…, elementos necesarios para que el texto sea luminoso y atractivo para los chicos. Y una vez que el libro está listo y publicado, lo que no debería faltar son mediadores amorosos entre el libro y los chicos.

—¿Cuál es el libro que más te costó escribir y por qué? ¿Y el que más disfrutaste?
Manuela en el umbral es el libro que me llevó más tiempo de búsqueda y pienso que se debe a la densidad simbólica que conlleva el terrorismo de estado en nuestro país. Yo me preguntaba: ¿Cómo encontrar la voz de una niña de 4 años que después de una pesadilla, se despierta y no ve más a su mamá y a su papá? Y tanto me costó, que inicio la  novela diciendo: “Yo tengo un montón de palabras en la cabeza, pero cuando las quiero decir no me aparecen; es que están desordenadas y pienso que son feas también…”. En cuanto al disfrute, paso momentos de mucha ansiedad y también de disfrute en todos los textos que escribo.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente? ¿Hay algún libro en camino?
—Acabo de terminar una novela que está en lectura. No realizo comentarios sobre ella hasta que esté decidida su publicación. En los próximos meses me dedicaré a leer. Un pilón de libros me esperan en mi mesa de luz.

—Imaginemos un globo que lleva en su interior un sueño literario, ¿cuál sería y qué cielos te gustaría que recorriera?
—Uno de mis sueños recurrentes es que alguna de mis novelas llegue al cine, y que la película guste tanto, tanto, que recorra los cielos del mundo. Parece un sueño infantil, pero a la hora de soñar me gustan los sueños extraordinarios y mágicos, tan bellos y maravillosos, como suelen ser los sueños de los chicos.

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Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

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Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

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Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
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