

Artes Plásticas
Myrian Bahntje, Teresa Prost y ese infinito y lúdico ensamble de la ilustración y la literatura
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Un libro abre su boca, bosteza palabras, las pliega en sus brazos de papel, retiene las letras que respiran en los vértices de una imagen, las invita a rodar, a acomodarse en ese aire retenido, como una inspiración sobre los márgenes. Todo se pliega, es un cuento que se cuenta una vez, muchas veces, infinito.
Las unieron las palabras y las imágenes, llevan años compartiendo su arte, la ilustradora Myrian Bahntje y la escritora y narradora oral Teresa Prost se vuelven a encontrar en Tapeka, un proyecto que invita a jugar con libros con infinitas posibilidades de lectura.
ContArte Cultura charló con ellas para conocer los detalles de esta propuesta lúdico-literaria que las reúne.
—Para iniciar esta charla les proponemos un juego de presentación. Las piezas de un gran rompecabezas se han encontrado, son imágenes y palabras que cuentan una historia que las une, ustedes mismas son parte de esas piezas, como fragmentos de un cuento que podría contarse de manera infinita. ¿Cuál es la primera imagen que perciben de ese rompecabezas? ¿Está completo? Si no fuera así, ¿qué piezas faltan? ¿Dónde se ubicarían ustedes en ese espacio imaginario?
—Teresa Prost: La primera imagen que percibimos es un dragón. Es que Dragón sin cielo raso, mi cuento, había sido seleccionado ganador del concurso “Palabra de Maestro” y el premio fue la publicación del mismo, ilustrado por alumnos de la carrera de Ilustración de la Escuela de Artes Visuales de aquí, de Bahía Blanca. Myrian, como profesora, guio el trabajo de ilustración. Ahí nos conocimos. Y el rompecabezas no está completo, por suerte. Queda camino, asombro y la incertidumbre de encajar o no. Las piezas que faltan son las historias que aún no contamos. Un desafío, siempre.


—Myrian, ¿de qué manera llegaste al arte? Y vos, Teresa, ¿cómo te iniciaste en el camino de la palabra, tanto oral como escrita?
—Myrian Bahntje: Dibujo y pinto desde siempre, pero la aproximación al campo artístico lo hice en mi adolescencia, asistiendo al taller particular de una profesora de la Escuela de Artes Visuales de Bahía Blanca, Marie Verger, quien me habló de esta escuela a la que luego ingresé para estudiar el Profesorado Superior en la especialidad pintura. Por otra parte, siempre me apasionó la literatura infantil. Me llevó tiempo conectar ese ámbito con el campo de la ilustración pero una vez que mis neuronas hicieron sinapsis, ha sido el espacio artístico donde indago, exploro, estudio y produzco. En este camino de aprendizaje y crecimiento, la Asociación de Dibujantes de Argentina (ADA), de la cual formo parte, resulta un pilar más que importante, porque si bien la producción en mi trabajo es muy solitaria e individual, el pertenecer a un colectivo siempre enriquece, te permite aprender de tus pares y a formarte como un profesional, uno que además de ser experto en la especificidad del área debe saber sobre cuestiones legales, de contratos y un largo etcétera.
—TP: En mi caso, crecí entre palabras, cuentos y poemas sabidos de memoria. La lectura sumó. Fui una niña lectora. Luego vino la necesidad de escribir y después las ganas de compartir y sembrar. Será por eso que elegí ser maestra y bibliotecaria. Un día descubrí a la narración oral como un extraordinario recurso para “pescar” lectores. Y decidí perfeccionar eso. Contar cuentos es cautivar con la palabra, llevar la literatura a todas partes. Sabemos que hay muchísimas personas que, por diversas realidades (personales, económicas, sociales, culturales), no accederían a uno u otro texto. El narrador salta esos obstáculos y de pronto, en una plaza o sociedad de fomento o biblioteca, cual mago y su varita, abre la voz y aparecen Borges o Hecker o Schweblin o Cortázar o Tolstoi o Bradbury o… tantos tan necesarios. La narración oral habilita una literatura para todos y todas.
—¿Qué proyectos compartidos lograron fundir sus capacidades creativas?
—Secretos, Algo para contar, El principio, Bebé Saurio dejó el chupete, El niño raro, Hormigas a montones… y el recién nacido, Luna que juega.






—Y hablando de proyectos, cuéntennos de qué se trata “Tapeka”.
—Tapeka es un proyecto editorial que intenta la producción de libros no convencionales y, en este sentido, próximos a la idea de libro-objeto. Quizá en algún momento decidamos realizar un libro tal como lo imaginamos al decir la palabra “libro”, pero por el momento la inquietud es explorar otros formatos que respondan o acompañen conceptualmente al texto. Así es como nació nuestro primer “libro infinito”. En cuanto a la denominación del sello editorial, surgió a partir de jugar con sílabas. Buscábamos una palabra cuya sonoridad nos remitiera a un mundo infantil, tuviera fuerza en esa combinación de consonantes y vocales, fuera fácil de recordar y lo suficientemente abstracta como para cargarla con todo un universo de sentido (de ahí la Luna, el Sol y las estrellas en el isologo), un universo nuevo en el que “creamos disfrute, disfrutamos creando” tal como expresa nuestro slogan.
—¿Cuándo y cómo surge la idea de realizar “libros infinitos”?
—MB: Mi abuela decía que las casualidades no existen. Por alguna razón yo había indagado en el formato de libros infinitos para implementarlos como trabajo de ciertos conceptos en la escuela secundaria en la que daba clases (me jubilé el año pasado), y a la vez había conversado con una compañera de la Escuela de Artes Visuales, quien también se había topado con esta posibilidad, e intercambiamos ideas; esto fue en el 2019. A principio del año pasado, Teresa me propuso realizar un nuevo libro y me preguntó si conocía algún formato de libro infinito. La verdad es que no deja de llamarme la atención cuando estas sincronías se dan, pero admito que no se me había ocurrido pensar en este formato para una propuesta editorial. Cuando Teresa me lo planteó me pareció una excelente idea. El libro infinito presenta un movimiento de repetición constante que invita al lector a una actitud lúdica basada en una racionalidad libre de objetivos. Esta manera de entender el “jugar-con” es innata a lo humano, quizás por eso a los niños los conecta con su mundo y a los adultos nos lo recuerda. Es un formato de libro que maravilla a grandes y chicos, por eso muchos adultos lo compran para regalar a los niños pero también para ellos, y con una sonrisa cómplice dicen: “¡Este es para mí!”.
—¿Cómo llevaron adelante el proceso creativo del primero de los libros “Hormigas a montones, ¿en todas las estaciones?”?
—MB: El proceso de este libro es una constante en nuestra manera de trabajar. Teresa escribe, yo ilustro, Teresa vuelve al texto a partir de esas ilustraciones, yo reviso las imágenes generadas acorde a las modificaciones que surgieron, y así va y vuelve todo hasta que decidimos que el trabajo está terminado. En este caso en particular, hubo además que averiguar cómo llevar el libro infinito a un proceso seriado. En este sentido tuvimos más de una charla con la imprenta y entre todos fuimos construyendo un proceso de producción que ahora, aprendido, nos permite hacer otros, como Luna que juega, por ejemplo.

—Precisamente, “Luna que juega” es la segunda obra compartida, ¿qué van a encontrar los lectores en ese mundo iluminado por la luna?
—Nos maravilla sentir que la luna que vemos es la misma de hace miles, millones de años y que repite sus fases así, una y otra y otra vez. Los lectores encontrarán plasmada esa secuencia en el formato. Si se detienen en las imágenes encontrarán alguna que otra historia y vinculaciones sutiles a descubrir. Entre texto e ilustración encontrarán poesía. Está pensado para que los más peques lo disfruten (ilustraciones, imprenta mayúscula, extensión…) pero no está prohibido para lectores más grandes. De acuerdo a la edad del lector las posibilidades se multiplican.
—¿De qué manera trabajaron para lograr esa síntesis donde se funden los textos con las imágenes que, como acabás de mencionar, además se superponen en diversas posibilidades de lectura?
—Cada creación es única y requiere exploración, búsqueda, juego, tiempo de intentos. Intuíamos qué queríamos contar y cómo, pero recién al amasar los ingredientes fuimos encontrándole la vuelta. Esto implicó no solo jugar con colores, formas, palabras, sino también indagar acerca de las fases lunares y cómo se ven de acuerdo al hemisferio donde estemos parados.
—¿Hay un próximo libro infinito en camino?
—Hay una catarata de ideas y entre ellas más libros infinitos. Nuestro próximo proyecto es explorar un formato que nos está dando vueltas. Simultáneamente iremos intercalando alguna otra propuesta. Las ideas se suceden y son un desafío, como esas piezas que faltan en nuestro rompecabezas.
—Para terminar, y volviendo a ese rompecabezas del comienzo, les pedimos que dejen un deseo suspendido entre sus piezas.
—¿Solo uno? (risas) Que cada vez haya más niños lectores. Pero se nos escapan otros: que nunca dejemos de asombrarnos; que siempre haya algo nuevo por descubrir; que Tapeka siga creciendo.

Artes Plásticas
Inaugura la muestra “Ciclos Silinciosos” en la Casa del Bicentenario

La exhibición “CAROLINA PASTORIZA HAUSMANN. Ciclos Silenciosos”, inaugurará el próximo viernes 18 de julio a las 18 en la Casa Nacional del Bicentenario, en calle Riobamba al 985 del barrio de Recoleta, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Según adelanta la promoción, se trata de un “memorable encuentro entre el arte, la armonía y la contemplación”.
La apertura la muestra contará con la presencia de la artista, música en vivo junto a Justina Lucas y Joaquín Lucas.
“‘Ciclos Silenciosos’ nos recuerda que en la quietud de la naturaleza, el espíritu encuentra el ritmo que había olvidado y también nuevos senderos por recorrer”, cierra la invitación al evento.
(Fuente: ZINK industrias creativas)
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“Fragmentar la Obsolescencia, Primavera Silente”, en el museo MAR

La exposición “Fragmentar la Obsolescencia, Primavera Silente”, una muestra colectiva que forma parte de la programación del décimo aniversario de Bienalsur, se inaugura este sábado a las 15 en el Museo Provincial de Arte Contemporáneo MAR, en Mar del Plata.
Curada por Clarisa Appendino, la propuesta reúne obras de los artistas Florencia Levy (Argentina), Alejandra Delgado (Bolivia), Martín Marro (Argentina), Raúl Sebastián Silva Cuevas (Perú) y Gary Vera (Ecuador).
La exposición explora la noción moderna de progreso tecnológico y propone fisuras en esa narrativa, habilitando nuevas formas de pensar la materia, el tiempo y la durabilidad de las cosas. Inspirada en el emblemático libro “Silent Spring” (1962) de la científica Rachel Carson, que alertó sobre el impacto de los pesticidas en los ecosistemas y predijo un futuro sin cantos de aves, la muestra reflexiona sobre un presente donde esa “primavera silente” ya se manifiesta.
Las obras interrogan la relación entre extinción y obsolescencia, planteando si la desaparición de ciertas formas de vida implica también la obsolescencia de tecnologías y miradas. En este sentido, se articulan tres dimensiones: la tecnológica, con objetos en desuso y desarrollos científicos actuales; la ecológica, que expone el descarte de recursos naturales; y la simbólica, que revela fracturas en las maneras de percibir y representar la naturaleza.
“Fragmentar la Obsolescencia, Primavera Silente” invita a preguntarse qué sonidos, materiales y saberes desaparecen y cuáles persisten, cuando se extingue la vida que les daba contexto.
La exposición, con entrada libre y gratuita, se presenta en el MAR (avenida Félix U. Camet y López de Gomara, Mar del Plata) y se enmarca en Bienalsur, la bienal internacional de arte contemporáneo nacida en Sudamérica, que celebra diez años fomentando el arte sin fronteras, con una perspectiva inclusiva y colaborativa.
Artes Plásticas
Continúa en Rosario la muestra “Relieves”, del artista José Luis Maccari

El Museo Castagnino de Rosario alberga, hasta el 20 de julio, la muestra “Relieves” del artista José Luis Maccari (1928–2023), una propuesta que invita a redescubrir la geometría como medio de exploración estética, espiritual y conceptual. Se trata de una serie de estructuras monocromáticas realizadas desde fines de los años 60 hasta la década del 80, que el artista concibió como un ejercicio riguroso y sensible de forma, luz y materia.
La exposición ofrece una mirada integral sobre una faceta menos conocida pero profundamente refinada de Maccari, quien, además de destacarse como pintor y docente, desarrolló a lo largo de su carrera una obra plástica silenciosa y poética, alejada de los estruendos figurativos o narrativos, y centrada en la investigación de los planos, los relieves y la materialidad.
Desde los albores de la civilización occidental, la geometría ha sido entendida como una vía para acceder al orden del mundo y a la verdad. En ese mismo sentido, Maccari se sumó desde su singularidad a una larga tradición de artistas que encontraron en la pureza formal una herramienta expresiva de gran potencia. Así, sus relieves blancos, de apariencia minimalista, dialogan tanto con los ideales renacentistas de proporción y armonía como con las búsquedas metafísicas del arte moderno.
El propio Maccari lo expresó con claridad: “Quise siempre que fueran blancos porque la lección del material conlleva la aparición de la forma… evitando siempre el exceso de sentimentalismo, ya que el blanco se asienta como potencialidad expresiva”. Trabajando con cartón finlandés, su proceso implicaba una cuidadosa superposición de planos, donde cada línea, corte o espesor era calculado y ejecutado con precisión.
En una carta de 1968, el crítico Julio Payró elogió sus relieves señalando que en ellos coexistían la espiritualidad egipcia, el idealismo griego y la sensibilidad contemporánea. Esa fusión atemporal es evidente en obras como “Mit sein”, donde la geometría no es mera construcción formal, sino una vía de elevación, una meditación visual.
Estas composiciones alejadas de la figuración tradicional, encuentran su potencia en la sutileza de las sombras, los reflejos y los vacíos, que invitan al espectador a una contemplación activa, casi meditativa. La serie Relieves no busca narrar, sino evocar, provocar una experiencia íntima de percepción, donde lo esencial se revela en lo simple.
Nacido en Buenos Aires en 1928, José Luis Maccari tuvo una formación artística diversa y rica. Vinculado al grupo de artistas de La Boca, compartió exposiciones con figuras como Fortunato Lacámera, Miguel Diomede y Miguel Carlos Victorica. Si bien sus primeras obras fueron figurativas como “Rincón bernalense” (1952), que integra la colección del Castagnino, a partir de los años 60 inició una profunda investigación sobre el lenguaje abstracto, los materiales y la geometría, que daría origen a las piezas que hoy integran esta muestra.
Además de sus obras en cartón, en décadas posteriores experimentó con maderas, pigmentos y herramientas de corte, desarrollando lo que él mismo denominó “constructivismo disruptivo”, una etapa donde el gesto y la materia ganaron protagonismo.
A lo largo de su trayectoria, Maccari participó de exposiciones en Argentina, Venezuela e Inglaterra. Fue parte del movimiento de arte no figurativo y recibió importantes distinciones, como el J. H. Loudon Shell International Prize. Su obra forma parte de colecciones públicas y privadas en el país y el exterior.
En definitiva, la exposición “Relieves” no solo permite reencontrarse con un artista de notable sensibilidad y rigor técnico, sino también con una propuesta estética que invita a ver en el blanco la plenitud de todos los matices, y en la geometría, una forma de poesía visual.
(Fuente: Algoencomun)
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