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Nerea Liebre: “La memoria es un disparador y un propósito; recordar para mantener vivas las raíces”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

La naturaleza suelta palabras, voces escondidas, como sombras por encima de otras sombras, ecos que se multiplican en el paisaje, memorias que se manifiestan a través de los secretos.

La escritora Nerea Liebre tiene una lupa en su mano, sus ojos la orientan, la mirada se detiene en los murmullos, tamiza las formas y percibe palabras lejanas. Son las voces que despiertan al otro lado, debajo del tiempo, la memoria rescatada, las capas del lenguaje, entre cuyos sedimentos habita la historia.

En diálogo virtual con ContArte Cultura la escritora entrerriana nos habla de sus mundos inventados y nos invita a caminar sobre ellos.

Para comenzar, como hacemos habitualmente, vamos a poner en tus manos un objeto imaginario. En este caso, se trata de una lupa. ¿Cómo la percibís y qué vínculo podrías establecer con ella?
—Una lupa en mi mano funcionaría como un filtro. No ampliaría ni daría mayor nitidez, sino que me mostraría el mismo objeto o situación tamizada a través de mis criterios, mi sensibilidad y empatía. Si me muestran la punta de un iceberg, usaría esa lupa para ver qué hay debajo.

—¿Qué hechos o circunstancias despertaron en vos el deseo de contar historias?
—En 1989, cuando vivía en Gualeguaychú, Entre Ríos, no existía internet ni celulares. Tampoco teníamos en casa teléfono de línea. Iba a sexto grado (tengo 42 años, no pierdan tiempo en sacar cuentas) y habíamos inventado con una amiga, que vivía al otro lado de la ciudad, un juego de correspondencia. Todos los días nos escribíamos una carta contándonos lo que pasaba en el barrio, lo lindo que estaba el chico que nos gustaba o si ya habíamos sacado el último pasito de los New Kids On The Block (1). Había que ser original con el papel carta. Podía tratarse de servilletas, hojas usadas y hasta el reverso de las facturas de luz. Y, finalmente, nos la entregábamos en mano. La tradición se prolongó hasta entrada la secundaria. La cuestión era escribir y contar. Creo que hoy sigo siendo el remitente, aunque no conozca las caras de los destinatarios.

¿Cuáles son las temáticas que, por lo general, se convierten en disparadores de tus textos?
—La memoria es un disparador y un propósito. Rescatar hechos históricos, recordar para mantener viva una imagen, una costumbre, las raíces. Por eso mis temáticas tiran del hilo de la cultura nacional: pueblos originarios, dialectos, política, dictadura, leyendas del folclore local, las tradiciones del campo, etc.

¿Cómo lográs atrapar con tus palabras a la voz de tus personajes?
—Una vez que ya tengo las características físicas y psíquicas, cuando ya sé si es flaco, gordo, alto, débil o inquebrantable, la voz del personaje la logro sometiéndolo a todo tipo de situaciones límites. Es decir, que mis personajes no solo van a responder a los hechos narrados en la novela a través de diálogos y acciones, sino que también van a tener que tomar postura ante diferentes situaciones complejas por fuera de ella. Para lograr la voz, uno debe definir un personaje. Saber cómo pensaría o actuaría ante cuestiones cruciales, aunque no formen parte del relato.

—¿De qué manera surgió la idea de tu primera novela “Cirkótico y el enigma de la hechicera?
—Las ideas pueden surgir de un hecho, de un escenario, otras de una anécdota. Las posibilidades son infinitas. Generalmente es un conjunto de todas ellas. Cirkótico… nace de mi fanatismo por los circos. Del poder hipnótico que despierta en la niñez. La dualidad entre magia y realidad. De grandes no queremos dejar de creer, entonces el circo se transforma en una especie de puerta mágica a otro mundo que nos plantea lo inevitable: ¿qué sucede si la cruzo? Cirkótico… no es lo que aparenta ser, su objetivo no es divertir al público, sino ayudar a alguien que se encuentra en problemas, pero usa el gran telón para ocultar la verdad. Los personajes son atípicos para la LIJ (2), los protagonistas son niños de la calle, pobres. Entre los personajes del circo tenemos un maquillador gay, un mago arrogante y un presentador al mando de todo con muy pocas luces. Creo que lo genuino fue lo que llevó a esta novela a ser reeditada y este año transformada a audiolibro para todo el mundo por Audible.

—En “El club de la selva” jugaste con el lenguaje, dejaste que el guaraní atravesara tus letras y se instalara naturalmente entre los personajes, ¿cómo viviste esa experiencia?

—¿Puedo escribir ciertos pasajes de una novela infantil en guaraní?

—Si tus personajes necesitan apelar a su lengua ancestral para expresar un sentimiento, no lo dudes.

—Ese fue el consejo que me dio Liliana Bodoc cuando le pregunté sobre mi duda. Fue la mejor lección y elección. En El Club de la Selva fui fiel a lo que sentía. Y mi personaje, que está desesperado porque su pueblo desaparece, se muere, lo expresa en guaraní, su lengua materna. Mis editoras captaron la intención de inmediato y jamás hubo planteos u oposiciones sobre ese tema. Fue un libro que se trabajó y se trabaja en colegios, y me sentí muy bien al ver la buena recepción de los alumnos.

—Si pudieras elegir dos palabras que resuman las emociones que emergen de tu novela “Ikizukuri”, ¿cuáles serían y por qué?
—Las dos palabras que podrían definir perfectamente Ikizukuri son: borrascosa y traumatizante. Borrascosa, porque la vida de la protagonista transcurre envuelta en una tempestad. En su juventud, bajo la presión y el ojo crítico de su madre. Durante su adultez, acorralada por una realidad de persecuciones y torturas. Hasta los albores de la muerte, donde los recuerdos del pasado vuelven a atormentarla y juzgarla. Traumatizante, porque nos pone en una encrucijada a los lectores. A pesar que la protagonista inicia la narración siendo una viejita dulce con quien es fácil empatizar, es imposible despegarse del personaje oscuro en el que se va transformando. Se puede, voluntaria o involuntariamente, compartir un sentimiento de venganza y crueldad por las desavenencias que la vida ha colocado a lo largo de su camino.

Argensaurios – Capítulo I (Click para ingresar)

¿Qué nos podés adelantar de tu nueva obra “Argensaurios”, editada por Quipu?
Argensaurios es una novela para chicos mayores de 10 años. Trata de un concurso nacional donde alumnos de todo el país deben representar un dinosaurio de su región. Aquí no se verán los trillados tiranosaurios ni triceratops. Entre muchos otros, un grupo de chicos nos presentará al Eoraptor Lunensis, que caminó por San Juan hace millones de años; los alumnos de Río Negro al Gualicho Shinyae, quien parece sobrellevar una maldición sobre sus espaldas; desde San Luis llegará volando el Pterosaurio Guiñazui; y los chubutenses intentarán ganar el concurso con el imponente Patagotitan Mayorum. Y en medio de una trama de boicots y secretos, los protagonistas discutirán acerca de un tema candente en el colegio: el lenguaje inclusivo. Unos a favor, otros en contra. En cuanto a este tema, también llegarán a nuevas y reveladoras conclusiones.

—¿En qué proyectos estás trabajando por estos días?
—A partir de la exhaustiva investigación de un periodista gualeguaychuense acerca de los vuelos de la muerte sobre el Delta Entrerriano, en el marco de la última dictadura militar en Argentina, escribí una novela inspirada en estos hechos reales y hoy me encuentro en el proceso de corrección. Es una novela procelosa que me ha llevado más de un año y espero pronto encuentre una casa editora que desee publicarla.

—Para terminar, si tu lupa del comienzo pudiera hacer foco en un deseo, ¿cuál sería?
—Mi lupa haría foco sobre el deseo de salir adelante como país. Pero como mi lupa carga mis criterios y subjetividades, me mostraría que no se logrará sin solidaridad, esfuerzo, trabajo, estudio, tolerancia y respeto mutuo.

(1) Banda musical estadounidense de pop, rock y hip-hop surgida en 1984
(2) Literatura Infantil y Juvenil
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Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

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Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

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Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
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