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Entrevistas

Seba Dorso y ’De nuevo el presagio’: “Me encontré con la confianza de trabajar a cuaderno abierto”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Rompe el capullo y extiende sus alas. Intenta un vuelo. Hay una ruptura, viento y alas en la canción que nace, una metamorfosis de las palabras. Y una distancia del refugio, donde los fantasmas repiten la geometría del espacio y se ovillan en el brote, en un punto de luz, como si fuera un presagio de cambio.

Todo proceso implica un viaje, movimientos sutiles que llevan de un lugar a otro. El compositor, pianista y cantante Seba Dorso ha vivido esa metamorfosis durante el proceso creativo de su último álbum “De nuevo el presagio”, una obra en formato trío en el que lo acompañan Diego Rodríguez y Agustín Pietribiasi.

Contarte Cultura charló con el músico para conocer su historia y los pasos que dieron para dar a luz este disco.

—Salir del capullo de lo conocido y desplegar las alas para cruzar hacia lo desconocido implica un movimiento y ese desplazamiento un cambio. Para comenzar esta charla vamos a hacer foco en esa imagen, la del anuncio de cambios que representa la esencia de tu álbum “De nuevo el presagio”. Si pudieras elegir una textura o un color que represente el movimiento que dio vida al disco, ¿cuál elegirías y por qué?

—¡Qué interesante! La textura es claramente rugosa, con información táctil. Eso fue muy buscado en el sonido de este disco, lo textural en el trío, lo rizomático. En cuanto a los colores, se me hace que las 5 canciones del disco tienen 5 colores muy diferentes, algo que fue de alguna manera buscado, intencional.

—¿Cuándo diste tus primeros pasos en el camino de la música? ¿Recordás cómo fue tu primer encuentro con un piano?

—Si, en casa de una tía de muy niño. A mi prima le habían comprado un hermoso piano que no usaba mucho, yo recuerdo enfrentarme a las teclas como a un abismo, algo ahí me atraía como un imán. Luego comencé a tomar clases de piano, unos años más tarde. No había en mi familia ni en mi entorno ninguna persona que hiciera música, así que no lo reconocía como un camino. Pero en la adolescencia empecé a conocer gente, músicas, músicos, empecé a compartir ensayos y a tocar y cantar en vivo, y de ahí ya no volví nunca más.

—¿De qué manera se gestan las letras de tus canciones y cuál es el proceso que las lleva a “salir de sus propios capullos”?

—Las letras me toman mucho tiempo en general, salvo excepciones. Surgen a partir de un brote, un verso o idea del cual se empieza a desenredar algo que al principio no se bien que es ni qué dice. Escribo, anoto ideas, tacho y reescribo en sucesivos o simultáneos cuadernos, hasta que empieza a aparecer el contenido o la forma.

—¿Cómo surgió la idea de este disco en formato trío y qué cosas te gustaría destacar del tiempo creativo de cada tema?

—La idea surgió del encuentro, de la conjunción de planetas en que resultó esta junta. En un momento tomé conciencia de la suerte que tenía de haber encontrado un grupo que funcionara y alimentara la música que se me ocurría, y entendí que tenía que aprovecharlo mientras estuviera. Es como el amor. En cuanto a los tiempos creativos, ahora que el disco está terminado tengo la tranquilidad del trabajo completado, pero fue un proceso que no estuvo libre de dudas y angustias. Por supuesto, todo ese trance nutrió a las canciones y al grupo. Durante varios meses llevé ideas al ensayo, probando arreglos y texturas; grababa los ensayos, luego escuchaba, reescribía arreglos, mis compañeros sugerían cosas que probábamos una y otra vez. Así fueron tomando forma las canciones, con paciencia. Sobre todo las tres primeras.

—Y justamente esos temas de alguna manera están hilvanados por un hilo temático, ¿cuál es esa línea conceptual que une las cinco canciones?

—Las tres primeras canciones funcionan como una obra integral, de alguna manera. Tienen un abordaje similar, son largas, y hablan de lo mismo de diferentes maneras: de lo que cambia, de lo que no cambia y se repite, o se estanca, de los cambios impuestos y que podemos o no hacer con eso, de los agentes de cambio.

—Seguramente también hubo cambios en tu manera de hacer música durante el proceso creativo, ¿con qué cosas nuevas te encontraste en el punto de llegada, al terminar el disco?

—Honestamente, con un resultado final que me pareció muy satisfactorio. No es tan habitual en mí esto. Encontré una manera de hacer música que me funciona en lo personal, por lo menos de momento. También me encontré con la confianza de poder trabajar a cuaderno abierto con compañeros que siempre fueron muy contenedores y proactivos, y me inspiraron muchísimo

—¿Cómo trabajaron el arte de tapa para resumir los conceptos del álbum?

—Fue un trabajo hermoso. Yo tenía esta idea, una escena en una mesa… Convoqué a una amiga artista que hizo la dirección de arte, con Mati Montagne que hizo las fotos y que trabaja junto con ella. Charlamos un poco del concepto, conseguimos el vestuario y los objetos, buscamos la locación, y luego trabajamos una jornada entera hasta que apareció esta foto. Fue un día perfecto

—¿Dónde y cuándo se presentará “De nuevo el presagio” y quiénes acompañarán ese encuentro?

—Se presenta el 17 de noviembre a las 20 en Circe Fábrica de Arte, en CABA. Van a estar tocando conmigo Diego Rodríguez en contrabajo y Agustín Pietribiasi en batería y percusión, que son mis compañeros de proyecto con los que hicimos esta obra. También van a estar de invitados Laura Ledesma, Nela Cuzzani y Marcos Monk.

—¿En qué nuevos proyectos estás trabajando actualmente?

—En estos últimos años estuve trabajando en proyectos teatrales, musicalizando y sonorizando. Es un mundo que me atrapa.

—Para terminar, un deseo para ese grupo de trabajo que acaba de iniciar sus primeros vuelos.

—Que vuele todo lo que pueda, que vuele alto y bien bajito también, bien rasante, y que nos haga mejores músicos y personas.

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La escritora Gabriela Romero nos presenta “Volví para amarte”, su nueva obra

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

No hay muerte. La vida sucede una y otra vez, cuelga del tiempo. Avanza y retrocede. Los hilos se enredan, cosen muchas veces la misma historia. Adelante y atrás, una costura sin límites. Un agujero en la trama, palabras descosidas. Voces silenciadas: tinta y sangre. Pinceladas derramadas en el futuro. No hay muerte: alguien vive en los hilos que faltan.

Volví para amarte, la nueva obra de Gabriela Romero, es un viaje a través del tiempo. Construida en distintos escenarios, invita al lector a deslizarse por los agujeros de la muerte, a pasar al otro lado de la vida para perpetuarla.

En diálogo con Contarte Cultura la escritora platense cuenta cómo vivió el proceso de construcción de esta historia publicada por Del Fondo Editorial.

—Comencemos esta charla haciendo foco en un personaje invisible que marca el ritmo de tu novela: el tiempo. Ese que se despliega y se pliega en las palabras para dar lugar a la magia. Si pudieras darle forma o ponerle un cuerpo a ese protagonista que enhebra la historia, ¿Cómo creés que se vería?

—Sería una figura humana estilizada, vestida con una túnica blanca y vaporosa como si fuera un ángel renacentista pero sin alas y que irradia luz, por lo tanto, no le veríamos los rasgos ni el color de pelo.

—Y si hablamos de tiempo, sin dudas tuviste que pasear por el pasado y caminar sobre el futuro para dar vida a tus personajes. ¿mo fue ese proceso de construir desde el presente las vidas de tus protagonistas?

—Qué interesante tu comentario y la pregunta, porque esta novela está signada por el tiempo. Me explico: Volví para amarte es la unión de dos libros escritos en dos momentos diferentes. La primera parte, Aquí estoy, mi querida E, la escribí en 2012; y la segunda parte, En alguna plaza, la comencé en 2018 y la terminé en 2022.  En ambos, el tema central es la reencarnación y el recuerdo de vidas pasadas. En ningún momento ni Emilia ni Eugenia dejan su presente, pero sí se altera y se confunde uno y otro durante el sueño en Emilia y en un estado de coma en Eugenia, porque ese pasado las tironea, las llama. Incluso, Eugenia sabe a qué vino a este mundo. Si fuera una escena de teatro, ambas estarían acostadas y la escena del pasado flotaría alrededor de ellas. Algo semejante sucede en En alguna plaza. Ema, Emilia y Eugenia son pasado, presente y futuro, al igual que Luciano e Iñigo. Pero también está Ana Paula, ella es un ancla, es la permanencia, es la antagonista de los contrastes temporales.

—Recordanos cómo se manifestaron las primeras semillas de esta historia y de qué manera trabajaste para continuarla. 

—Bien, voy a organizar la respuesta en tres momentos. La primera semilla surgió durante un viaje que hice con mi hermana y mi marido a Santa Fe, cuando, en el Museo Histórico Provincial de esa ciudad vi el retrato de un hombre que me deslumbró. Se trataba de un constituyente de 1853; en ese momento le comenté a mi hermana la idea de  escribir una novela acerca de una mujer que, desde la niñez, tiene un sueño recurrente con un hombre y de grande encuentra su retrato en ese museo. La segunda semilla apareció cuando tuve que pensar el nombre de la protagonista. Ema, Emilia y Eugenia. Fueron tres, en ese orden, sin embargo, yo escribí acerca de Ema y Emilia e hice una pequeña mención, como al pasar, del tercer nombre, pero para mí la historia de Aquí estoy, mi querida E estaba cerrada. Te preguntarás qué pasó con el tercer nombre.  Responder esto me lleva a remontarme a dos momentos, el más cercano se debió a que muchos lectores me pidieron su continuación, no estaban de acuerdo con el final, entonces, rescaté de mis recuerdos una foto que había tomado en 2007, durante un viaje a Asís. Es la foto de un franciscano. Este es mi Iñigo. Conclusión: todo comenzó cuando dos hombres me deslumbraron.

—֫En esa continuación creaste un universo muy particular, ¿cuáles fueron tus fuentes de inspiración para construir ese mundo futuro?

—Me costó muchísimo adelantarme al 2052, por cierto, un futuro cercano. ¿En qué me inspiré? En todo lo que leí: predicciones tecnológicas, proyección de la población mundial, avances actuales de la medicina, tendencias de infraestructura, prácticas a nivel de excelencia,  implicancia de la nanotecnología y la nanociencia. Lo que hay y lo que se espera. Lo que está en estudio. Además, tomé un curso de ciencia ficción con el escritor Martín Cristal en el que analizamos textos de diferentes autores y épocas, desde el surgimiento de este género hasta la actualidad. Mi fuente de inspiración fueron todas esas lecturas, pero también tuve que hacer un trabajo personal de dejar fluir, de inventar terminología, de apropiarme de lo existente, de jugar.

—La vida y la muerte se entrelazan a lo largo de toda la trama, pero justamente la muerte mantiene vivos a los personajes, como si en realidad no existiera. Contanos acerca de ese proceso de darle voz a los muertos.

—He soñado con muertos. Con mi papá, por ejemplo, a una semana de su muerte se me apareció en un sueño y me dijo que él estaba bien, que teníamos que rezar por todas las almas y no sólo por él. A mis dieciséis años soñé con un amigo de papá, que había muerto cuando yo tenía trece, me lo encontraba en la calle y me decía que les dijera a mis “viejos” (literal) que fueran a su casa a festejar el cumpleaños, no me dijo de quien, cuando me desperté se lo conté a mamá y me preguntó qué día era. El que cumplía años era él. Y sé de gente, niños por ejemplo, que hablan con familiares muertos. Lo viví como algo natural. De las tres novelas que he escrito, sólo en la segunda usé el realismo mágico porque me encanta, pero en estas dos o, mejor dicho, en Volví para amarte, darle voz a un muerto no fue realismo mágico. Para mí es realidad. 

—A cada vida le dibujaste un escenario, un lugar donde sucede la realidad de los protagonistas, ¿podrías nombrar algún objeto simbólico que represente cada uno de esos escenarios?

—En la primera parte, el agua y la tierra. En la segunda, el aire.

—¿Qué te dejó la escritura de esta historia?

 —Que nunca es tarde para que un sueño se cumpla. Que siempre se puede mejorar un texto. Que para escribir hay que dejar de lado el ego.

—Para terminar, si esta novela desprendiera un aroma a través de sus letras, un perfume que la represente, ¿cuál  sería y por qué?

—Una gardenia fue lo primero que pensé como flor, pero entonces me pregunté cómo será su perfume y lo busqué en Google. Ahí me enteré que también se la conoce como gardenia jazminoides y que es el jazmín del cabo. ¡Oh, sorpresa! Amo el perfume del jazmín y en la casa de mi tía abuela Genoveva había un arbusto tan grande que parecía un árbol. Y, de pronto, presente y pasado fue un solo tiempo.

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Marisa Potes: “Escribo para vivir más de una vida a la vez”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El amor viaja por las páginas. Es un latido pegado a las palabras, tinta derramada en otros tiempos. Es un punto que busca su espacio, suspendido, balanceándose entre pieles y miradas, como si necesitara muchas voces para aquietarse en un final.

La escritora marplatense Marisa Potes ha recorrido con sus palabras el universo de la novela juvenil, los cuentos y la novela romántica histórica. A “La soledad de los secretos”, publicada en 2022, le siguió “Rencor de amor”, editada en 2023, ambas por Del Fondo Editorial.

Contarte Cultura charló con la autora para recorrer y conocer el camino de sus letras, especialmente de su última obra.

—Comencemos esta charla con un juego de presentación. Imaginemos un lienzo o una página en blanco, un espacio vacío donde vas a dejar una huella, algo que te represente. ¿Cuál es la primera imagen que te aparece para contarnos algo de vos?

—Soy una persona más simple de lo que parece, y más compleja de lo que se piensa. Amo escribir historias, amo disfrutar historias. Escribo para vivir más de una vida a la vez y he aprendido a disfrutar de la belleza de las pequeñas cosas. Soy marplatense, me gusta el horizonte amplio de la costa y aunque a veces proteste por las variaciones del tiempo, reconozco que no podría vivir en un lugar donde el clima fuera siempre igual.

—¿Recordás cuándo y cómo nació en vos el deseo de contar historias?

—No podría ponerle una fecha, pero sí sé cómo fue el proceso: a partir de escucharlas primero, y leerlas o verlas después. Si en una reunión familiar alguien se ponía a contar una anécdota, yo estaba ahí. Mi mamá me contaba cuentos que inventaba en su mayoría; mi papá, fábulas o anécdotas que había oído. Después me compraban revistas infantiles, historietas. El momento de ir a la librería por un libro nuevo era fascinante: todos esos lomos en las estanterías, ofreciendo puertas a mundos infinitos. En algún punto disfrutar de historias producidas por otros no me alcanzó y empecé a producir las mías.

—Y desde ese momento siempre hubo algo para contar, ¿de qué manera se manifiestan los protagonistas de esas historias?

—La mayoría de las historias se me ocurren a partir de cosas que les ocurren a sus protagonistas. Desafíos que la vida les presenta, obstáculos que ellos mismos se ponen, objetivos que quieren alcanzar. Necesito empatizar con ellos, entenderlos, que me gusten, que me den ganas de contar su historia, porque soy novelista, y al ser novelista tenemos que convivir bastante tiempo.

—Tu primera novela romántica es “La soledad de los secretos” a la que le siguió “Rencor de amor”, ambas publicadas por Del Fondo Editorial. ¿Qué te sedujo de la novela histórico-romántica a diferencia de las otras que habías escrito antes?

—Escribo historias que tengo ganas de contar; personajes con los que tengo ganas de jugar, tramas que me gusta complicar, suspenso en el que quiero mantener a los lectores. Soy curiosa, y la Historia me gusta porque me gustan las historias. El contexto histórico para narrar ficción me parece muy rico, hermoso. He disfrutado como lectora/espectadora de muchos libros, series y películas en contextos históricos extranjeros. El nuestro es un espacio que me hubiera encantado encontrar en la colección Robin Hood, por ejemplo. Entonces decidí escribir mis propios libros en contextos que tengo ganas de visitar. En La soledad de los secretos, por ejemplo, una Mar del Plata que habito como ciudadana, pero que no había tenido oportunidad de recorrer como lectora. Mar del Plata es hermosa, y la vieja ciudad como escenario de ficción, ¡Ahhh! ¡Un deleite! Creo que en esa novela, el escenario es un personaje más. Las primeras novelas que escribí (el orden de publicación de mis novelas no coincide con su orden de escritura) fueron en contextos históricos de lo más variados. Y el romance, de una manera u otra, está presente en todas; las de otros géneros también. Salvo en las infantiles: ahí hay amores de otro tipo. Pero el amor, siempre presente. Es el verdadero motor del mundo.

—Hablemos de “Rencor de amor”, sin dudas tuviste que viajar en el tiempo para encontrarte con los personajes que caminan por sus páginas, ¿por qué elegiste viajar a la época del Centenario de la Revolución de Mayo?

—Amo que en la pregunta hayas puesto la expresión “viajar en el tiempo”, porque es una de las cosas que me gusta de leer y escribir. En 2009 caí en cuenta que pronto sería el Bicentenario, entonces me dije ¿cómo no escribir una historia en ese escenario? Tenía varias ideas sobre algunos personajes, y así nació Rencor de amor. En el período en que transcurre la novela (entre 1910 y 1912, aproximadamente) suceden una cantidad de cosas que si no fueran reales sería imposible inventarlas por inverosímiles. Pero ocurrieron. Y en ese marco el ascenso y caída de las familias “encumbradas”, como dice nuestro protagonista, ofrece mucho material. El amor teñido del rencor del pasado, la desesperación por mantener la posición social, los mandatos que pesaban sobre las mujeres que hacen que mi protagonista femenina sienta que lo único que puede hacer es “conseguir un buen partido”, son temas que atraviesan a mis personajes. Sí, los atraviesan como una daga que les hace doler el alma, y mueven la trama.

—Y haciendo foco en esos escenarios, ¿qué fue lo que más te gustó del proceso de recrear ese tiempo?

—Lo que más disfruté fueron las cosas que fui encontrando mientras investigaba. Sabía bastante de la época, pero comprobar cómo confluyeron el Centenario, el cometa Halley, la infanta española en el aniversario de la Revolución de Mayo (¡un delirio!), las grandes exposiciones, las fiestas diarias, los personajes, la mayor parte de la ciudad que es dejada sin luz sin ningún prurito para que un pequeño sector de gente disfrute de la iluminación, me fascinó y me sigue fascinando. Cada cosa es un elemento para nutrir los caracteres de mis personajes, cuya construcción también disfruté mucho.

—Hay acuerdos comerciales y hay amor rodando entre tus letras, ambas cosas atraviesan a los protagonistas. ¿Cuáles fueron tus mayores desafíos al momento de dar voz y vida a tus personajes?

—El mayor desafío fue ponerme en el lugar de ellos. Entender por qué hacen lo que hacen. Por qué los obligados a cumplir con un arreglo matrimonial dicen “nah, yo no me caso nada; me voy  a vivir por mi cuenta”. Ya sé que eso ocurrió, e increíblemente sigue ocurriendo, pero yo necesito entender las motivaciones, porque si no lo que estoy escribiendo es un personaje vacío. Y si algo me han dicho mis lectores es que empatizan con mis personajes, que les resultan genuinos. Entonces creo que el trabajo de entenderlos ha valido la pena.

—¿El odio podría considerarse otro protagonista de esta historia?

—Qué buena pregunta. Creo que ese otro protagonista, más que el odio, sería el rencor y lo que provoca aferrarse a él.

—¿En qué proyectos estás trabajando por estos días?

—Estoy trabajando en un cuento infantil y en otra novela romántica en contexto histórico, de la cual no puedo decir nada nada.

—Para terminar, si pudieras elegir un aroma que represente la esencia de esta novela, ¿cuál sería y por qué?  —No sé si hay un aroma con el que podría identificar la esencia de la novela. Pero pienso en algo que disfruta nuestro bello protagonista, por eso voy a elegir el aroma de los bizcochos de Olinda (quienes lean la novela verán quién es). Esos bizcochos representan las cosas buenas del pasado que aún persisten. Y si se me permite la analogía, el protagonista está para comérselo, igual que los bizcochos (risas).

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Amorela: “Las canciones se fueron encontrando en la temática de la naturaleza de una manera orgánica e inesperada”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini /
PH: Aldana Mestre //

Es el agua que desborda y fuego que arrasa. Es un viento nuevo. Un laberinto de gritos sobre el nido y sobre el pájaro. Es un silencio del pájaro y las voces colgadas del paisaje, una espiral como un sueño. Es una invocación y un deseo. El paisaje sangra canciones, en el territorio donde la música y la palabra se funden. Y sanan.

Amorela, es el proyecto musical solista de la cantante y actriz santafesina, Cintia Amorela Bertolino. Luego de una larga trayectoria en diferentes grupos musicales, la artista presenta “Fábula blanca”, una obra que reúne 11 canciones entrelazadas y tejidas con los hilos de la naturaleza.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su carrera y del proceso creativo del disco.

—Vamos a comenzar esta charla viajando hacia el territorio de las canciones que dan vida a tu disco “Fábula blanca”. ¿Qué elementos de la naturaleza te ayudaron a fertilizar las letras y la música de los temas de esta obra?

—En Fábula Blanca los elementos de la naturaleza, al igual que en nuestra Pacha, son fundantes para la creación de la vida, en este caso, para la vida de las canciones. Me han acompañado en varias instancias creativas, desde la composición de las mismas hasta la elección de su orden en el disco. Incluso podría agruparlas desde esa perspectiva. Algunas canciones nacen del agua para el agua que tanto nos ha enseñado, como por ejemplo la canción Abrenmil, ofrendada a la devastadora inundación que sufrió nuestra ciudad, Santa Fe, hace 20 años, en abril de 2003. Otras, como es el caso de Plegaria Humedal, nace puntualmente de la iracunda fuerza del fuego para calmar la tierra llamando al agua en tiempos de indiscriminadas quemas de nuestros humedales, cuando el aire ardía y nuestra flora y fauna se desvanecía. Otras canciones, como Verde Azul y Mirar, nacen de la tierra acercándose al río y al mar para despedir en el agua la materia que nos constituye. Y el aire en todas ellas, el elemento fundamental para que los sonidos, y en especial el canto, se propaguen como un llamado, como una invocación para traernos a conciencia las acciones que realizamos como especie en el entorno que habitamos.

—Sigamos viajando. Ahora vamos hacia atrás, recorramos las rutas que te trajeron hasta este punto de tu carrera, ¿recordás en qué tiempo y en qué lugares diste tus primeros pasos en el arte?

—Mis primeros pasos en el arte van de la mano de mi familia. Reuniones rodeadas de cantos a viva voz, “a boca de jarro”, canturreos entre los quehaceres de la casa, tangos, boleros, zambas, chacareras y chamamés de fondo en las casas de mis abuelas y abuelos cantores, rock nacional e internacional, música de Brasil y Joan Manuel Serrat en mi hogar materno; todo esto ligado a relatos de un tío músico que en los años ‘70 hacía sonar su poesía en castellano en bandas de nuestra ciudad, que cantaba su efervescente escritura en sus canciones. Mis primeros pasos comienzan entonces en mi familia. Una familia apasionada por la música, por los escenarios, la actuación, los relatos. Fui creciendo en el arte de la mano de mi única hermana, Jesica, artista visual (7 años más grande), participando en coros, escuela de música, talleres de teatro, escritura, danza, dibujo… iniciativas individuales y colectivas entre otras actividades “para grandes” como recitales y obras de teatro a las que me llevaban de aquí para allá. Tuvimos la posibilidad de que nuestros deseos e intereses de aprender de las artes escénicas, musicales y visuales fueran escuchados, respetados y celebrados por nuestro entorno, que al día de hoy agradecemos trabajando para esa posibilidad en las infancias actuales, cada una en distintas áreas artísticas. Juntas fuimos cultivando nuestras formaciones gracias al acompañamiento de nuestra familia, en donde se practicaban oficios diversos, no necesariamente siempre artísticos: trabajadoras y trabajadores incansables que enseñaron con sus manos obreras la importancia de ver la poesía en el hacer, la grandeza en lo pequeño, la inmensa huella que deja la labor cotidiana, la profundidad de lo simple, la importancia de la templanza en tiempos austeros y la potencia del abrazo para saltar del nido con libre vuelo.

—“Fábula blanca”, como decíamos antes, es una obra que atraviesa la temática de la naturaleza y sus recursos. ¿Cómo se fueron encadenando en ese hilo temático los distintos temas que componen el disco?

—Las canciones se fueron encontrando en la temática de la naturaleza y sus recursos de una manera orgánica e inesperada. Como un hecho fortuito se fueron llamando entre sí. Cada una de ellas forma parte de diferentes etapas creativas de mi vida y corresponden quizá a un devenir. Es por ello que me gusta decir que cada canción es un capítulo de esta Fábula, y cada uno de ellos comprende a su vez un periplo, un suceso, un recorrido por paisajes vividos o soñados, paisajes naturales o construidos como las grandes ciudades. Estas canciones son trayectos de un largo viaje desde el inicio de mi etapa de creación de canciones hasta hoy.

—¿Cuáles fueron tus principales fuentes de inspiración a la hora de componer esas letras?

—Las fuentes de inspiración para escribir las letras fueron y siguen siendo, para mi sorpresa, muy diversas. La llegada de un nuevo ser a la familia, la partida de un ser querido, obras de artistas visuales que me conmovieron, obras cinematográficas de ficción que me perturbaron, un trayecto de una ciudad a otra, la lectura y la escritura,  las personas que nos rodean, los estados poéticos de contemplación, la incomodidad de algún estado emocional,  un atardecer en el río, el amanecer en el mar, las relaciones humanas, la impotencia ante el maltrato a nuestra naturaleza y ante las vejaciones del ser humano hacia hermanos de otras especies y hacia a sí mismo… las fuentes pueden ser infinitamente diferentes, más considero que lo esencialmente fundamental es estar muy atenta a ellas, atenta a esos estímulos que se presentan, latentes, aparentemente a la espera de ser vistos o descubiertos. Algunas veces alcanza con mirar lo que sucede alrededor, dejarse atravesar, no sentirse tan importante, ser una herramienta en función de algo muy grande: de Doña Poesía, que con su señorona enormidad nos excede, nos maravilla. Otras veces me gusta jugar, seriamente, a detener el tiempo y observar desde afuera, a ser una espectadora escondida detrás de una mirilla, a espiar la propia historia, protagonizarla o contarla como si fuese alguno de aquellos narradores omniscientes describiendo, muy elegante, el inicio de una película.

—¿Quiénes colaboraron en el proceso creativo del disco?

—El  proceso creativo del disco tuvo muchas etapas. Desde los arreglos y producción musical integral, pasando por la grabación y luego la mezcla. Franco Bongioanni me acompaña desde el primer momento en este trabajo en conjunto que realizamos, con quien hace 15 años creamos canciones juntos, producimos y llevamos adelante otros proyectos propios llamados Barro (proyecto de canciones colectivas) y Paquito (musical- escénico para las infancias). Fábula Blanca fue una tarea de investigación sonora de varios años para descubrir las instrumentaciones que llevaría cada pieza del disco, siempre desde la mirada de la propia canción para potenciar su mensaje poético en cada una de ellas. Estos arreglos luego fueron compartidos a las personas que convocamos para el proyecto, la y los integrantes del quinteto que me acompaña hace más de dos años puertas adentro para ensamblar estas músicas: Luciano Stizzolli en piano, teclados y sintetizadores; Pilar Ferrando en bajo y cello; Jorge Mockert en batería y percusión; Franco Bongioanni en guitarras y programación. Todos ellos con un vasto recorrido en diversas fuentes musicales: folclore argentino y de Latinoamérica, música académica, pop electrónico, rock, jazz, entre otras. Luego de un año y medio de ensayo tuvimos la dicha de ser ganadores de la convocatoria  Plan de Fomento de Industrias Creativas de Secretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe, la cual nos posibilitó cubrir la grabación en el reconocido estudio Sonorámica, situado en Traslasierra, Córdoba, estudio que elegimos por presentar las características ideales para grabarlo “en vivo”, como veníamos ensayando, y con un piano de calidad. En la experiencia de grabar 11 canciones en 3 días nos acompañó el  músico y productor de Buenos Aires Juan Ignacio Serrano (Juanito El Cantor), llevando a cabo la producción de la grabación. Para las grabaciones de los vientos y las cuerdas, convocamos a destacados y admirados colegas instrumentistas de nuestra ciudad: Victoria Díaz Geromet en  violín; Lucila Gerelli en  viola; Cristian Bórtoli en contrabajo; Ivana Papini en  clarinete;  Agustina Cortés, Camila Lencina y Fernanda Lagger en saxos. Estas grabaciones fueron realizadas en el estudio La Casita Rodante, de Franco Bongioanni. La mezcla está a cargo de Franco, revisión de mezcla por Juanito el Cantor y la masterización por Daniel Osorio (El Angel Mastering). El disco ha sido lanzado recientemente bajo el sello discográfico Elefante en La Habitación.

—Y deteniéndonos en la trama sonora que teje cada una de las canciones, ¿qué instrumentos logran entrelazar las letras y las melodías para fusionarlas?

—Cada uno de los instrumentos elegidos para las canciones forma parte del imaginario de una fábula dicha, por contar e imaginar, comprenden los trayectos y paisajes sonoros que presenta cada canción. Desde un principio supimos con Franco que la variedad tímbrica sería un camino a explorar y potenciar. Mis inquietudes como intérprete y cantante me han llevado a atravesar diferentes experiencias musicales que constituyen mi decir; por ello consideré  muy importante reunirlas, en esta oportunidad, desde la canción de autoría propia. La presencia del piano es, en la mayoría de las canciones, un eje para entrelazar estos mundos sonoros diversos que en profundidad tienen una íntima relación: conforman el relato de las músicas que me deslumbraron desde siempre y aún me conmueven, un recorrido junto al instrumento que me cautiva de pequeña, de aquella niña que jugaba con el piano de su abuela a inventar canciones y melodías. Acompaña este trayecto la contundencia de los vientos, presentando atmósferas urbanas o de la naturaleza con todo su vigor;  la delicada fortaleza de las cuerdas para llevarnos por universos oníricos, y la solidez de las guitarras, el bajo y la batería volviendo a una rotunda visceralidad. Los sonidos acústicos, eléctricos y electrónicos siempre me han asombrado y han despertado en mí un gran interés, así como el diálogo entre las artes, la hibridación, la resistencia en no definirme como artista de un género particular. Fábula Blanca constituye la integración de todos estos sonidos y de las músicas que me habitan desde  la intriga, la inquietud vocal, el disfrute del aprendizaje en grupo, la curiosidad y la propia maestría de la escucha. Este disco reúne elementos que podrían considerarse inconciliables, más, para mi asombro una vez más, La Canción-La Poesía como hilo conductor, nos muestran los infinitos mundos posibles que pueden albergar y convidar.  

—¿A quién corresponde el arte de tapa y cómo fue el trabajo conjunto para darle vida?

—Considero fundamental el trabajo integral y el diálogo interdisciplinario con otras artes al  momento de crear un proyecto. El aspecto visual forma una parte indispensable del sentido de la obra. El arte de tapa corresponde a la artista visual y fotógrafa Aldana Mestre, Nenu, con quien iniciamos una investigación visual ni bien comenzamos a concretar el proyecto. Luego incorporamos a Mariana Gerosa al equipo visual, artista maquilladora, con quien continuamos creando atmósferas visuales. Fueron muchas capas de sentido y materialidad las que fuimos explorando y elaborando para lograr que el contenido visual esté íntimamente vinculado a la propuesta musical y tenga la misma dirección y pregnancia que el contenido sonoro.

—¿Cuándo y dónde se presentará “Fábula blanca”?

Fábula Blanca se presentará el sábado 18 de noviembre en Circe (CABA) y Juanito el Cantor será el artista anfitrión de la noche. Contaremos con la presencia de dos queridas artistas cantantes invitadas: Maca Mona Mu y Soema Montenegro, quien ha participado de la canción Plegaria Humedal aportando su voz.

—¿En qué lugares se puede encontrar tu discografía?

—Mi discografía está disponible en todas las plataformas digitales y les invito a que sigan esta propuesta personal en Instagram (@amorela.musica) para conocer en profundidad todo este trabajo de años y sumergirse en la escucha de esta Fábula Blanca.

—Para terminar, si pudieras elegir un sabor que represente la esencia de “Fábula blanca”, ¿cuál sería y por qué? —Intentaré acercarme a esta desafiante y maravillosa pregunta. Claramente sería un sabor que devuelve muchas sensaciones para degustar. Podría ser al principio multifrutal, fresco, cítrico, algo primaveral. Saboreando en profundidad, podría tener un momento seco, vegetal, semiamargo con notas agridulces abarcándolo todo… hacia el final, podrían quedar mezcladas sensaciones complejas, agradables, agudas, indescifrables que invitan volver a probar para experimentar, para observar el estado particular que genera, para descubrir un gusto propio o tal vez recibir un nuevo sabor.

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