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Luis Carranza Torres: “La traición fue un motor para canalizar otras temáticas y sentimientos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

La guerra vibra entre las páginas, atraviesa las letras. Estallan palabras contra los cuerpos. Nada es lo que parece. Un movimiento apenas perceptible rompe las reglas y los mandatos. La traición corre como pólvora encendida, cuestiona y en medio de la incertidumbre sucede la verdad.

“La traidora”, la nueva novela de Luis Carranza Torres, editada por Del fondo editorial, transcurre en 1982, en medio de la guerra de Malvinas, un escenario en el que el misterio envuelve a los personajes y los conduce más allá, donde detonan los silencios.

Contarte Cultura charló con el autor cordobés para conocer los detalles de esta obra que ya comenzó su camino entre los lectores.

—Para comenzar esta charla y a modo de presentación nos gustaría detenernos en la palabra que es un poco el motor que pone en marcha tu nueva novela: Traición. Si pudieras elegir un objeto o imagen que represente esa palabra a lo largo de las páginas que escribiste, ¿cuál sería y por qué?

—Es un poco dificultoso porque la percibo más a nivel de actos o sentimientos. En el título está usada con un deliberado doble sentido. La traición ha sido siempre un acto de consideración ambivalente, en cualquier tiempo de la humanidad. “Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro”, decía Georges Clemenceau. En la misma línea, Pedro Calderón de la Barca expresaba: “Siempre el traidor es el vencido y el leal es el que vence”. Pasa en la vida que a veces, siendo leales a lo que los demás nos inculcan o esperan de nosotros, terminamos siendo traidores de nosotros mismos. Ese es quizás el “lead motiv” para usar una palabra de la época de la novela, situada en 1982, que tiene la trama. Puesto a elegir, quizás el cambio de peinado de Gabbs pueda ser eso. Aunque no lo sepa, allí subliminalmente está rompiendo con muchísimas cosas. Deja un modo de ser para buscar otro que todavía no entiende demasiado cuál es. 

—¿Recordás de qué manera surgió la idea original de esta historia? ¿Creés que ese objeto del que hablamos podría tener alguna relación con aquellos comienzos?

—Sí, fue hace más de diez años. Cuando leí el libro de Hugh Bicheno sobre la guerra, la parte que cito al inicio de la novela. Me impresionó el hecho que un historiador inglés hablara de alguien que siendo inglés espió para la Argentina y que en los libros nuestros sobre Malvinas no apareciera.  Más cuando no era un autor cualquiera quién lo decía, sino un antiguo alto oficial del MI6, el servicio de espionaje exterior inglés. Y que estaba en plena actividad cuando ocurrió la guerra del Atlántico Sur en 1982. Indagué al respecto desde una perspectiva histórica al estar como director de una obra colectiva por las tres décadas del conflicto que se llama “Malvinas. Historias ocultas de la guerra”. Allí también, dicho sea de paso, fuimos de los primeros en rescatar el papel de la mujer en el conflicto, que, por ese tiempo, año 2012, no se hablaba como ahora. En algún punto, el novelista se encaramó sobre los datos del historiador y empecé a imaginar cómo quién podría ser y cómo lo hizo. Como de una y otra cosa no se tienen realmente muchos datos, esa línea de pensamiento era algo decididamente literario que terminó siendo una novela. Recordé la historia de Richard Sorge, el espía soviético de origen alemán durante la Segunda Guerra Mundial y a partir de allí la imaginación hizo su camino.

—La guerra suele ser una temática recurrente en tus obras, casi como si se tratara de un protagonista más, ¿qué es lo que te seduce de las guerras a la hora de escribir?

—Es lo más terrible e intenso por lo que puede pasar un ser humano. Y por lo mismo, un ambiente de sobrevivencia, de estar todo en juego casi todo el tiempo, que desnuda a la gente como pocas circunstancias, acaso como ninguna, mostrando las virtudes y miserias de los seres humanos. Los conflictos de ordinario desnudan a la gente. Y los de carácter armado, todavía más.

—Y si hablamos de protagonistas, Gabbs es un personaje en el que tuviste que trabajar atravesando fronteras para darle una vida desdoblada, ¿cómo viviste el proceso de ir creando sus mundos posibles?

—La novela se reescribió varias veces. En la primera versión, hace diez años, él tenía mucho más protagonismo que ella. No me terminó de cerrar. Al retomarla el año pasado, me di cuenta que no mostraba lo principal: la transformación de Gabbs, de alguien pisada por el mundo a rebelarse para poder ser dueña de su propia vida, teniendo en el camino que tomar decisiones muy difíciles. La reescribí prácticamente de nuevo, pero el resultado no me dejó ninguna duda: ella era la verdadera protagonista y la historia debía contarse de esa manera. En ese camino, me ayudó que estuve un tiempo en Londres, siendo más joven que Gabbs y once años después del tiempo en que se sitúa la novela. Pero en la “old england” como le gusta decir a algunos, ciertas cosas no cambian y pude utilizarlas para la novela. Rasgos del londinense típico, que para nosotros pueden ser bastante curiosos. También Stella Rimington con su alter ego Liz Carlyle, aportó esa mirada femenina del mundo de los espías que me sirvió para darle forma. Alguien que sabe de lo que habla. Fue la primera mujer (y hasta ahora la única, creo) en dirigir el MI5, el servicio de inteligencia interno de Gran Bretaña. Es decir, con quienes deberá lidiar Gabbs.

—También el misterio y la intriga suelen colarse entre tus letras. ¿De qué elementos te nutriste para construir a tu “hombre fantasma”?

—La novela es también una suerte de homenaje a ciertos escritores del género, que fueron las primeras lecturas de joven que tuve. El best seller de suspenso y espionaje marcó en mi caso esa primera etapa lectora cuando uno deja las historias infantiles. Si ven un nombre conocido, es por eso. También lo extendí a algunas de las series de espías que miré de chico: Los profesionales y El Agente de CIPOL. Buscando entre los espías de ficción más difundidos para caracterizarlo, a James Bond lo descarté de movida. Debía ser algo mucho más real. Graham Greene con su espía en la novela Factor Humano, John Le Carré con George Smiley y, particularmente, Len Deighton con su personaje de Bernard Samson aportaron en cuanto al estilo, al igual que Robert Ludlum y Ken Follet, aunque en menor medida. Pero a la hora de caracterizarlo, siempre volvía a las enseñanzas de Frederick Forsyth en El día del Chacal. Por eso, algún personaje menciona la novela en la trama y no por casualidad. Se trata, El Fantasma, de un hombre que habla por lo que no dice, que ha vivido tanto siendo tantas otras personas que no tiene muy claro algunas cuestiones personales suyas. Y al que Gabbs va a ayudar en más de un sentido, aunque en la superficie parezca lo contrario. 

—Jugando un poco con ese suspenso, ¿te animarías a ponerle un color al capítulo que más te costó escribir y a decirnos por qué?

—Decididamente, el negro para el primer capítulo. Es como ve Gabbs todo lo que le pasa, en ese día terrible en que todo parece derrumbarse en su vida.

—¿Creés que la traición que conduce la trama te ayudó a desplegar otras temáticas que atraviesan la realidad de las guerras? ¿Y el amor?

—Sí, fue un motor impresionante para canalizar otras temáticas y sentimientos como el amor, la lealtad, la amistad, la pérdida. Las historias secundarias que se narran son producto de esa potencia de la trama principal. Y me permitieron mostrar un fresco a nivel humano de una época y cómo se pensaba y actuaba en ese tiempo.

—Contanos cuándo y dónde vas a presentar “La traidora”.

—En la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires lo presentamos junto a otras autoras de la editorial, el 30 de abril a las 16 en la sala Alejandra Pizarnik del Pabellón Amarillo, en el predio de la Rural. Y una hora después, a las 17, firmamos ejemplares y charlamos con los que quieran acercarse en el Stand 1522 de Del Fondo Editorial, en el mismo Pabellón Amarillo, que es la editorial que ha editado la novela.

—Para terminar, si pudieras elegir una frase que resuma el espíritu de tu novela, ¿cuál sería?

—La última oración de la contratapa: “Tal vez no esté traicionando a nadie, sino encontrándose, por primera vez, consigo misma”. Ese ha sido el largo y azaroso camino que ha transitado Gabbs. También, lo que ella le dice a su padre: “Yo no soy ninguna traidora. Ustedes me traicionaron antes, y desde hace mucho tiempo”. Ser leal a quienes no merecen nuestra consideración, en el fondo es traicionarse a sí mismo. Esa es la idea que anida y sobrevuela la historia. Al menos, al entender del autor. Puede ser posible que los lectores encuentren otra aún mejor. Suele suceder al leer un libro y es algo maravilloso. Porque quien lee, en definitiva, es quien termina de dar significado a lo que uno escribe.

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La escritora Gabriela Romero nos presenta “Volví para amarte”, su nueva obra

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

No hay muerte. La vida sucede una y otra vez, cuelga del tiempo. Avanza y retrocede. Los hilos se enredan, cosen muchas veces la misma historia. Adelante y atrás, una costura sin límites. Un agujero en la trama, palabras descosidas. Voces silenciadas: tinta y sangre. Pinceladas derramadas en el futuro. No hay muerte: alguien vive en los hilos que faltan.

Volví para amarte, la nueva obra de Gabriela Romero, es un viaje a través del tiempo. Construida en distintos escenarios, invita al lector a deslizarse por los agujeros de la muerte, a pasar al otro lado de la vida para perpetuarla.

En diálogo con Contarte Cultura la escritora platense cuenta cómo vivió el proceso de construcción de esta historia publicada por Del Fondo Editorial.

—Comencemos esta charla haciendo foco en un personaje invisible que marca el ritmo de tu novela: el tiempo. Ese que se despliega y se pliega en las palabras para dar lugar a la magia. Si pudieras darle forma o ponerle un cuerpo a ese protagonista que enhebra la historia, ¿Cómo creés que se vería?

—Sería una figura humana estilizada, vestida con una túnica blanca y vaporosa como si fuera un ángel renacentista pero sin alas y que irradia luz, por lo tanto, no le veríamos los rasgos ni el color de pelo.

—Y si hablamos de tiempo, sin dudas tuviste que pasear por el pasado y caminar sobre el futuro para dar vida a tus personajes. ¿mo fue ese proceso de construir desde el presente las vidas de tus protagonistas?

—Qué interesante tu comentario y la pregunta, porque esta novela está signada por el tiempo. Me explico: Volví para amarte es la unión de dos libros escritos en dos momentos diferentes. La primera parte, Aquí estoy, mi querida E, la escribí en 2012; y la segunda parte, En alguna plaza, la comencé en 2018 y la terminé en 2022.  En ambos, el tema central es la reencarnación y el recuerdo de vidas pasadas. En ningún momento ni Emilia ni Eugenia dejan su presente, pero sí se altera y se confunde uno y otro durante el sueño en Emilia y en un estado de coma en Eugenia, porque ese pasado las tironea, las llama. Incluso, Eugenia sabe a qué vino a este mundo. Si fuera una escena de teatro, ambas estarían acostadas y la escena del pasado flotaría alrededor de ellas. Algo semejante sucede en En alguna plaza. Ema, Emilia y Eugenia son pasado, presente y futuro, al igual que Luciano e Iñigo. Pero también está Ana Paula, ella es un ancla, es la permanencia, es la antagonista de los contrastes temporales.

—Recordanos cómo se manifestaron las primeras semillas de esta historia y de qué manera trabajaste para continuarla. 

—Bien, voy a organizar la respuesta en tres momentos. La primera semilla surgió durante un viaje que hice con mi hermana y mi marido a Santa Fe, cuando, en el Museo Histórico Provincial de esa ciudad vi el retrato de un hombre que me deslumbró. Se trataba de un constituyente de 1853; en ese momento le comenté a mi hermana la idea de  escribir una novela acerca de una mujer que, desde la niñez, tiene un sueño recurrente con un hombre y de grande encuentra su retrato en ese museo. La segunda semilla apareció cuando tuve que pensar el nombre de la protagonista. Ema, Emilia y Eugenia. Fueron tres, en ese orden, sin embargo, yo escribí acerca de Ema y Emilia e hice una pequeña mención, como al pasar, del tercer nombre, pero para mí la historia de Aquí estoy, mi querida E estaba cerrada. Te preguntarás qué pasó con el tercer nombre.  Responder esto me lleva a remontarme a dos momentos, el más cercano se debió a que muchos lectores me pidieron su continuación, no estaban de acuerdo con el final, entonces, rescaté de mis recuerdos una foto que había tomado en 2007, durante un viaje a Asís. Es la foto de un franciscano. Este es mi Iñigo. Conclusión: todo comenzó cuando dos hombres me deslumbraron.

—֫En esa continuación creaste un universo muy particular, ¿cuáles fueron tus fuentes de inspiración para construir ese mundo futuro?

—Me costó muchísimo adelantarme al 2052, por cierto, un futuro cercano. ¿En qué me inspiré? En todo lo que leí: predicciones tecnológicas, proyección de la población mundial, avances actuales de la medicina, tendencias de infraestructura, prácticas a nivel de excelencia,  implicancia de la nanotecnología y la nanociencia. Lo que hay y lo que se espera. Lo que está en estudio. Además, tomé un curso de ciencia ficción con el escritor Martín Cristal en el que analizamos textos de diferentes autores y épocas, desde el surgimiento de este género hasta la actualidad. Mi fuente de inspiración fueron todas esas lecturas, pero también tuve que hacer un trabajo personal de dejar fluir, de inventar terminología, de apropiarme de lo existente, de jugar.

—La vida y la muerte se entrelazan a lo largo de toda la trama, pero justamente la muerte mantiene vivos a los personajes, como si en realidad no existiera. Contanos acerca de ese proceso de darle voz a los muertos.

—He soñado con muertos. Con mi papá, por ejemplo, a una semana de su muerte se me apareció en un sueño y me dijo que él estaba bien, que teníamos que rezar por todas las almas y no sólo por él. A mis dieciséis años soñé con un amigo de papá, que había muerto cuando yo tenía trece, me lo encontraba en la calle y me decía que les dijera a mis “viejos” (literal) que fueran a su casa a festejar el cumpleaños, no me dijo de quien, cuando me desperté se lo conté a mamá y me preguntó qué día era. El que cumplía años era él. Y sé de gente, niños por ejemplo, que hablan con familiares muertos. Lo viví como algo natural. De las tres novelas que he escrito, sólo en la segunda usé el realismo mágico porque me encanta, pero en estas dos o, mejor dicho, en Volví para amarte, darle voz a un muerto no fue realismo mágico. Para mí es realidad. 

—A cada vida le dibujaste un escenario, un lugar donde sucede la realidad de los protagonistas, ¿podrías nombrar algún objeto simbólico que represente cada uno de esos escenarios?

—En la primera parte, el agua y la tierra. En la segunda, el aire.

—¿Qué te dejó la escritura de esta historia?

 —Que nunca es tarde para que un sueño se cumpla. Que siempre se puede mejorar un texto. Que para escribir hay que dejar de lado el ego.

—Para terminar, si esta novela desprendiera un aroma a través de sus letras, un perfume que la represente, ¿cuál  sería y por qué?

—Una gardenia fue lo primero que pensé como flor, pero entonces me pregunté cómo será su perfume y lo busqué en Google. Ahí me enteré que también se la conoce como gardenia jazminoides y que es el jazmín del cabo. ¡Oh, sorpresa! Amo el perfume del jazmín y en la casa de mi tía abuela Genoveva había un arbusto tan grande que parecía un árbol. Y, de pronto, presente y pasado fue un solo tiempo.

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Seba Dorso y ’De nuevo el presagio’: “Me encontré con la confianza de trabajar a cuaderno abierto”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Rompe el capullo y extiende sus alas. Intenta un vuelo. Hay una ruptura, viento y alas en la canción que nace, una metamorfosis de las palabras. Y una distancia del refugio, donde los fantasmas repiten la geometría del espacio y se ovillan en el brote, en un punto de luz, como si fuera un presagio de cambio.

Todo proceso implica un viaje, movimientos sutiles que llevan de un lugar a otro. El compositor, pianista y cantante Seba Dorso ha vivido esa metamorfosis durante el proceso creativo de su último álbum “De nuevo el presagio”, una obra en formato trío en el que lo acompañan Diego Rodríguez y Agustín Pietribiasi.

Contarte Cultura charló con el músico para conocer su historia y los pasos que dieron para dar a luz este disco.

—Salir del capullo de lo conocido y desplegar las alas para cruzar hacia lo desconocido implica un movimiento y ese desplazamiento un cambio. Para comenzar esta charla vamos a hacer foco en esa imagen, la del anuncio de cambios que representa la esencia de tu álbum “De nuevo el presagio”. Si pudieras elegir una textura o un color que represente el movimiento que dio vida al disco, ¿cuál elegirías y por qué?

—¡Qué interesante! La textura es claramente rugosa, con información táctil. Eso fue muy buscado en el sonido de este disco, lo textural en el trío, lo rizomático. En cuanto a los colores, se me hace que las 5 canciones del disco tienen 5 colores muy diferentes, algo que fue de alguna manera buscado, intencional.

—¿Cuándo diste tus primeros pasos en el camino de la música? ¿Recordás cómo fue tu primer encuentro con un piano?

—Si, en casa de una tía de muy niño. A mi prima le habían comprado un hermoso piano que no usaba mucho, yo recuerdo enfrentarme a las teclas como a un abismo, algo ahí me atraía como un imán. Luego comencé a tomar clases de piano, unos años más tarde. No había en mi familia ni en mi entorno ninguna persona que hiciera música, así que no lo reconocía como un camino. Pero en la adolescencia empecé a conocer gente, músicas, músicos, empecé a compartir ensayos y a tocar y cantar en vivo, y de ahí ya no volví nunca más.

—¿De qué manera se gestan las letras de tus canciones y cuál es el proceso que las lleva a “salir de sus propios capullos”?

—Las letras me toman mucho tiempo en general, salvo excepciones. Surgen a partir de un brote, un verso o idea del cual se empieza a desenredar algo que al principio no se bien que es ni qué dice. Escribo, anoto ideas, tacho y reescribo en sucesivos o simultáneos cuadernos, hasta que empieza a aparecer el contenido o la forma.

—¿Cómo surgió la idea de este disco en formato trío y qué cosas te gustaría destacar del tiempo creativo de cada tema?

—La idea surgió del encuentro, de la conjunción de planetas en que resultó esta junta. En un momento tomé conciencia de la suerte que tenía de haber encontrado un grupo que funcionara y alimentara la música que se me ocurría, y entendí que tenía que aprovecharlo mientras estuviera. Es como el amor. En cuanto a los tiempos creativos, ahora que el disco está terminado tengo la tranquilidad del trabajo completado, pero fue un proceso que no estuvo libre de dudas y angustias. Por supuesto, todo ese trance nutrió a las canciones y al grupo. Durante varios meses llevé ideas al ensayo, probando arreglos y texturas; grababa los ensayos, luego escuchaba, reescribía arreglos, mis compañeros sugerían cosas que probábamos una y otra vez. Así fueron tomando forma las canciones, con paciencia. Sobre todo las tres primeras.

—Y justamente esos temas de alguna manera están hilvanados por un hilo temático, ¿cuál es esa línea conceptual que une las cinco canciones?

—Las tres primeras canciones funcionan como una obra integral, de alguna manera. Tienen un abordaje similar, son largas, y hablan de lo mismo de diferentes maneras: de lo que cambia, de lo que no cambia y se repite, o se estanca, de los cambios impuestos y que podemos o no hacer con eso, de los agentes de cambio.

—Seguramente también hubo cambios en tu manera de hacer música durante el proceso creativo, ¿con qué cosas nuevas te encontraste en el punto de llegada, al terminar el disco?

—Honestamente, con un resultado final que me pareció muy satisfactorio. No es tan habitual en mí esto. Encontré una manera de hacer música que me funciona en lo personal, por lo menos de momento. También me encontré con la confianza de poder trabajar a cuaderno abierto con compañeros que siempre fueron muy contenedores y proactivos, y me inspiraron muchísimo

—¿Cómo trabajaron el arte de tapa para resumir los conceptos del álbum?

—Fue un trabajo hermoso. Yo tenía esta idea, una escena en una mesa… Convoqué a una amiga artista que hizo la dirección de arte, con Mati Montagne que hizo las fotos y que trabaja junto con ella. Charlamos un poco del concepto, conseguimos el vestuario y los objetos, buscamos la locación, y luego trabajamos una jornada entera hasta que apareció esta foto. Fue un día perfecto

—¿Dónde y cuándo se presentará “De nuevo el presagio” y quiénes acompañarán ese encuentro?

—Se presenta el 17 de noviembre a las 20 en Circe Fábrica de Arte, en CABA. Van a estar tocando conmigo Diego Rodríguez en contrabajo y Agustín Pietribiasi en batería y percusión, que son mis compañeros de proyecto con los que hicimos esta obra. También van a estar de invitados Laura Ledesma, Nela Cuzzani y Marcos Monk.

—¿En qué nuevos proyectos estás trabajando actualmente?

—En estos últimos años estuve trabajando en proyectos teatrales, musicalizando y sonorizando. Es un mundo que me atrapa.

—Para terminar, un deseo para ese grupo de trabajo que acaba de iniciar sus primeros vuelos.

—Que vuele todo lo que pueda, que vuele alto y bien bajito también, bien rasante, y que nos haga mejores músicos y personas.

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Marisa Potes: “Escribo para vivir más de una vida a la vez”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El amor viaja por las páginas. Es un latido pegado a las palabras, tinta derramada en otros tiempos. Es un punto que busca su espacio, suspendido, balanceándose entre pieles y miradas, como si necesitara muchas voces para aquietarse en un final.

La escritora marplatense Marisa Potes ha recorrido con sus palabras el universo de la novela juvenil, los cuentos y la novela romántica histórica. A “La soledad de los secretos”, publicada en 2022, le siguió “Rencor de amor”, editada en 2023, ambas por Del Fondo Editorial.

Contarte Cultura charló con la autora para recorrer y conocer el camino de sus letras, especialmente de su última obra.

—Comencemos esta charla con un juego de presentación. Imaginemos un lienzo o una página en blanco, un espacio vacío donde vas a dejar una huella, algo que te represente. ¿Cuál es la primera imagen que te aparece para contarnos algo de vos?

—Soy una persona más simple de lo que parece, y más compleja de lo que se piensa. Amo escribir historias, amo disfrutar historias. Escribo para vivir más de una vida a la vez y he aprendido a disfrutar de la belleza de las pequeñas cosas. Soy marplatense, me gusta el horizonte amplio de la costa y aunque a veces proteste por las variaciones del tiempo, reconozco que no podría vivir en un lugar donde el clima fuera siempre igual.

—¿Recordás cuándo y cómo nació en vos el deseo de contar historias?

—No podría ponerle una fecha, pero sí sé cómo fue el proceso: a partir de escucharlas primero, y leerlas o verlas después. Si en una reunión familiar alguien se ponía a contar una anécdota, yo estaba ahí. Mi mamá me contaba cuentos que inventaba en su mayoría; mi papá, fábulas o anécdotas que había oído. Después me compraban revistas infantiles, historietas. El momento de ir a la librería por un libro nuevo era fascinante: todos esos lomos en las estanterías, ofreciendo puertas a mundos infinitos. En algún punto disfrutar de historias producidas por otros no me alcanzó y empecé a producir las mías.

—Y desde ese momento siempre hubo algo para contar, ¿de qué manera se manifiestan los protagonistas de esas historias?

—La mayoría de las historias se me ocurren a partir de cosas que les ocurren a sus protagonistas. Desafíos que la vida les presenta, obstáculos que ellos mismos se ponen, objetivos que quieren alcanzar. Necesito empatizar con ellos, entenderlos, que me gusten, que me den ganas de contar su historia, porque soy novelista, y al ser novelista tenemos que convivir bastante tiempo.

—Tu primera novela romántica es “La soledad de los secretos” a la que le siguió “Rencor de amor”, ambas publicadas por Del Fondo Editorial. ¿Qué te sedujo de la novela histórico-romántica a diferencia de las otras que habías escrito antes?

—Escribo historias que tengo ganas de contar; personajes con los que tengo ganas de jugar, tramas que me gusta complicar, suspenso en el que quiero mantener a los lectores. Soy curiosa, y la Historia me gusta porque me gustan las historias. El contexto histórico para narrar ficción me parece muy rico, hermoso. He disfrutado como lectora/espectadora de muchos libros, series y películas en contextos históricos extranjeros. El nuestro es un espacio que me hubiera encantado encontrar en la colección Robin Hood, por ejemplo. Entonces decidí escribir mis propios libros en contextos que tengo ganas de visitar. En La soledad de los secretos, por ejemplo, una Mar del Plata que habito como ciudadana, pero que no había tenido oportunidad de recorrer como lectora. Mar del Plata es hermosa, y la vieja ciudad como escenario de ficción, ¡Ahhh! ¡Un deleite! Creo que en esa novela, el escenario es un personaje más. Las primeras novelas que escribí (el orden de publicación de mis novelas no coincide con su orden de escritura) fueron en contextos históricos de lo más variados. Y el romance, de una manera u otra, está presente en todas; las de otros géneros también. Salvo en las infantiles: ahí hay amores de otro tipo. Pero el amor, siempre presente. Es el verdadero motor del mundo.

—Hablemos de “Rencor de amor”, sin dudas tuviste que viajar en el tiempo para encontrarte con los personajes que caminan por sus páginas, ¿por qué elegiste viajar a la época del Centenario de la Revolución de Mayo?

—Amo que en la pregunta hayas puesto la expresión “viajar en el tiempo”, porque es una de las cosas que me gusta de leer y escribir. En 2009 caí en cuenta que pronto sería el Bicentenario, entonces me dije ¿cómo no escribir una historia en ese escenario? Tenía varias ideas sobre algunos personajes, y así nació Rencor de amor. En el período en que transcurre la novela (entre 1910 y 1912, aproximadamente) suceden una cantidad de cosas que si no fueran reales sería imposible inventarlas por inverosímiles. Pero ocurrieron. Y en ese marco el ascenso y caída de las familias “encumbradas”, como dice nuestro protagonista, ofrece mucho material. El amor teñido del rencor del pasado, la desesperación por mantener la posición social, los mandatos que pesaban sobre las mujeres que hacen que mi protagonista femenina sienta que lo único que puede hacer es “conseguir un buen partido”, son temas que atraviesan a mis personajes. Sí, los atraviesan como una daga que les hace doler el alma, y mueven la trama.

—Y haciendo foco en esos escenarios, ¿qué fue lo que más te gustó del proceso de recrear ese tiempo?

—Lo que más disfruté fueron las cosas que fui encontrando mientras investigaba. Sabía bastante de la época, pero comprobar cómo confluyeron el Centenario, el cometa Halley, la infanta española en el aniversario de la Revolución de Mayo (¡un delirio!), las grandes exposiciones, las fiestas diarias, los personajes, la mayor parte de la ciudad que es dejada sin luz sin ningún prurito para que un pequeño sector de gente disfrute de la iluminación, me fascinó y me sigue fascinando. Cada cosa es un elemento para nutrir los caracteres de mis personajes, cuya construcción también disfruté mucho.

—Hay acuerdos comerciales y hay amor rodando entre tus letras, ambas cosas atraviesan a los protagonistas. ¿Cuáles fueron tus mayores desafíos al momento de dar voz y vida a tus personajes?

—El mayor desafío fue ponerme en el lugar de ellos. Entender por qué hacen lo que hacen. Por qué los obligados a cumplir con un arreglo matrimonial dicen “nah, yo no me caso nada; me voy  a vivir por mi cuenta”. Ya sé que eso ocurrió, e increíblemente sigue ocurriendo, pero yo necesito entender las motivaciones, porque si no lo que estoy escribiendo es un personaje vacío. Y si algo me han dicho mis lectores es que empatizan con mis personajes, que les resultan genuinos. Entonces creo que el trabajo de entenderlos ha valido la pena.

—¿El odio podría considerarse otro protagonista de esta historia?

—Qué buena pregunta. Creo que ese otro protagonista, más que el odio, sería el rencor y lo que provoca aferrarse a él.

—¿En qué proyectos estás trabajando por estos días?

—Estoy trabajando en un cuento infantil y en otra novela romántica en contexto histórico, de la cual no puedo decir nada nada.

—Para terminar, si pudieras elegir un aroma que represente la esencia de esta novela, ¿cuál sería y por qué?  —No sé si hay un aroma con el que podría identificar la esencia de la novela. Pero pienso en algo que disfruta nuestro bello protagonista, por eso voy a elegir el aroma de los bizcochos de Olinda (quienes lean la novela verán quién es). Esos bizcochos representan las cosas buenas del pasado que aún persisten. Y si se me permite la analogía, el protagonista está para comérselo, igual que los bizcochos (risas).

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
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