Entrevistas
Conrado Bocco: “Escuchar a mis padres me ha resultado una fuente de inspiración por ahora inagotable”
Por Andrea Viveca Sanz
Las palabras forman parte de su esencia, burbujean en su interior y se evaporan en letras invisibles que, al caer sobre el papel, se convierten en historias. Cada una de ellas es un entramado de voces superpuestas capaces de sostener la textura de los escenarios que recorren.
Sus personajes, nacidos de la tinta cotidiana, se entrelazan, mutan y giran en el tiempo para luego converger armoniosos en el silencio del punto final, justo allí donde tanto ellos como los lectores encuentran las respuestas.
En diálogo con ContArte Cultura el escritor santafesino Conrado Bocco juega con su imaginación y se entrega a unas preguntas que nos permiten espiar en su mundo creativo y descubrir los hilos que tejen las tramas de sus libros.
—Para presentarte, imaginemos que tenés en tus manos la ficha que te permite avanzar un lugar en el tablero del gran juego de la escritura, ¿qué palabras te gustaría encontrar dentro de ese casillero para dar comienzo a una historia en la que esta vez serás protagonista?
—Qué buena pregunta. Me gusta empezar la entrevista jugando, porque para mí escribir es jugar. Crear jugando nos da la pauta de algo prometedor. Mi materia prima es la imaginación. Por eso es que la palabra que quisiera encontrar para dar comienzo a una historia, cualquiera fuese, es “Inspiración”. Una cosita tan necesaria y esperada. Hablo de la verdadera inspiración. La que aparece cuando una idea se abraza con tu alma. Ahora, y para no dejar de responder la pregunta, las palabras que espero encontrar en mi historia son estas: “Difícilmente seas el mismo al terminar”. Sería un cuento breve con final feliz, en el que me siento a leer un libro, en un sillón, una mañana de lluvia, café con leche humeante y algo de música suave.

—¿Recordás en qué momento de tu vida comenzaste a jugar con las palabras para contar historias?
—Mi madre también escribe y su vida desde chica estuvo marcada por la literatura. Me incrustó el amor por la lengua y, tal vez, sin querer, me hizo saber que había muchas palabras lindas en nuestro diccionario y teníamos que defenderlas. En la primaria no veía la hora de iniciar actividades de redacción. Una vez se dio un concurso donde teníamos que armar una reflexión breve, y yo entregué un cuento de diez hojas. No gané, por incapacidad para entender la consigna (risas). De chico jugaba con las palabras, las daba vuelta, letra por letra y de manera inmediata. O formaba diferentes palabras con las mismas letras. Algo de esa habilidad me queda, aunque ya no a nivel experto. Incluso mientras hacía deportes me merodeaban, y por ahí andaba yo, pasando la pelota con una palabra al revés entre las manos. Prefiero no seguir contando porque se van a dar cuenta de que lo mío puede rayar lo patológico. No sé si siempre fui fiel a ellas, sobre todo en la adolescencia, pero llegó un momento de mi vida en el que entendí que siempre habían estado conmigo. Fue así que vi la posibilidad de hacer de esa pasión un camino serio.
—¿De qué manera lográs complementar la escritura con tu profesión? ¿Crees que ambas se retroalimentan?
—En términos de tiempo, mi trabajo es muy absorbente y se lleva casi toda la agenda. Por eso mis tiempos libres actúan como una válvula de escape explosiva. La conexión más clara que encuentro entre lo que escribo y lo que hago como médico, es mi avidez por la historia de las personas. Personas comunes, como uno. En un consultorio o sala de internado, diariamente convivimos con las sensaciones más primitivas. Situaciones donde un carraspeo puede ser leído como catástrofe o una sonrisa como cura. Lo más importante en la vida de hombres y mujeres se concentra en los afectos. Para bien o para mal, para un ser humano lo más importante es otro ser humano. El lazo entre dos personas está formado de emociones. Mucho de eso se realza en la medicina y también en lo que escribo. Así que trato de estar a la altura de las circunstancias, en ambos lados, en el mundo real principalmente, y también en el imaginario. Por otro lado, escribir es mi burbuja de oxígeno y mayormente prefiero experimentar mundos diferentes. A lo sumo, lo que tomó de mi condición de médico es el conocimiento de lugares, historias o enfermedades, a las que maquillo con una prosa acorde, el buen gusto y sentido común del caso. Sobre todo en Noches de varicela, mi primera novela, puede captarse esta técnica con personajes que enferman y mueren presentando síntomas de padecimientos adornados literariamente. Es sorprendente ver todo lo poético que puede sonar un compendio de semiología en medio de una novela (risas).
“La conexión más clara que encuentro entre lo que escribo y lo que hago como médico, es mi avidez por la historia de las personas.”
—¿Cuál es tu mejor fuente de inspiración a la hora de crear?
—Las historias se escriben con palabras. Son la materia prima. Principalmente me surgen ideas a partir de la lectura. Si no leo, no escribo. Así de concreto puede ser. A lo mejor, gracias a un texto o simplemente de una palabra. Es por eso que adoro escritores que hacen de ellas un culto. Como Alan Poe, Cortázar, García Márquez, Ruiz Zafón, Isabel Allende, por nombrar algunos. Me considero un coleccionista de palabras. Hay una cosa muy musical con ellas. Termina siendo como un trabajo de taller. Armo una frase o un párrafo que decanta en un cuento, o un cuento en una novela. Pero no siempre provienen de textos escritos, también puede ser mediante una canción. Tengo mucha avidez por las historias de familia y de los pueblos. Hay tanta magia literaria para explotar en una ronda familiar, que escuchar a mis padres o a gente del pueblo sobre costumbres me ha resultado una fuente de inspiración por ahora inagotable. También me pasa que viendo la realidad o analizándome a mí mismo, surgen reflexiones. Entonces es al revés, es la frase la que hace a la historia y al personaje. Me gusta que los personajes dejen mensajes que interpelan la sociedad, al hombre, a la política, a las religiones, a las instituciones en general. Muchas veces, la inspiración es una cuestión de climas, y trato de hacerlo escuchando música tranquila, como bossa nova y jazz, principalmente. Viajar es enriquecedor. Me ha pasado de hacer un viaje y arribar con la idea bastante acabada de uno o dos cuentos. Bueno, supongo que todo ayuda, principalmente cuando se vive en “modo literario”.
— ¿Qué frases recordás, que sean de tu repertorio?
—Hay muchas. Me gusta el uso de las frases como herramienta literaria. Las que más recuerdo son: “Difícilmente no vengan tiempos de cambio después de lágrimas caídas”, o “Las palabras más importantes no suelen tener voz”. “La vida no es lo que muestra, sino lo que no oculta”. Son frases que siempre apuntan a resaltar la relevancia de las pequeñas cosas como lo más importante de todo. Una filosofía que trato de tener presente y usar en mi vida personal.
—¿Podrías construir con palabras la imagen de tu espacio creativo?
—Pensar en un lugar en el que escribo no podría, porque no lo tengo y tampoco lo busco. Hace unas semanas regresé a casa luego de un paseo en bicicleta. Mi mujer me preguntó: “¿Dónde fuiste?”. Le respondí que había salido a escribir. Muchas veces escribo en el aire y para cuando me siento en la computadora ya tengo las ideas claras. En el caso de Tejo, se dio que tenía todo el esqueleto bastante definido desde un principio. Por eso salió rápida, aun siendo una novela larga. Así que escribía en cualquier lugar que se diera la posibilidad. De hecho, tuve que mudarme en la mitad, y más aún, me fui de vacaciones familiares donde éramos más de quince y ahí, entre niños, gritos y bochinche, andaba raptado por mi mundo. Puedo abstraerme de una manera brutal al momento en que la inspiración llega y hay que aprovecharla. Ella es la vedette y su alfombra roja no se mancha.
“Hace unas semanas regresé a casa luego de un paseo en bicicleta. Mi mujer me preguntó: ‘¿Dónde fuiste?’. Le respondí que había salido a escribir.”
—¿En qué lugar puede nacer un personaje de ficción y cómo vas trabajando sus rasgos físicos y psicológicos hasta convertirlo en esos seres de letras que son capaces de respirar a través del papel que los contiene?
—No tengo molde para crear un personaje. La inspiración se cierne a nuestro alrededor y nos instrumenta de modos que no sabemos si tienen que ver con caprichos, recuerdos, o una elección inconsciente. Muchas veces son los más adecuados para un mensaje. Otras veces, son consecuencia de hechos que van llevando a la necesidad de su presencia. Cuando uno de ellos aparece, nunca lo quito. Soy muy respetuoso de lo que la historia me fue dictando. Después sí, trabajo mucho en el armado del esqueleto y en los detalles que los distinguen. No es que sea puntilloso o minimalista con un color de ojos o de cabellos, tiene que ver con algo más conceptual. Una idea a la que el lector va a llegar teniendo en cuenta lo que dice, cómo lo dice, lo que piensa o lo que hace. En Tejo hay un festival de personajes, y puedo dar fe de que son todos distintos. Son el eje, casi al mismo nivel de la trama misma.
—Contanos tu experiencia como cuentista.
—Los cuentos dan mucha satisfacción. Siento que saben tomar la intensidad de un poema y el espíritu de toda una novela. Es desafiante escribirlos, porque cada palabra debe ser la correcta, hay que mantener un pulso regular, y debe tener un final que llegué al lector como trompada y lo deje sorprendido, riendo o pensando. La frase de Cortázar, amante del box, es exacta y no por nada tan conocida: “Las novelas ganan por puntos, y los cuentos por K.O.” Y así debe ser un buen cuento. No siempre es fácil. La ocurrencia y la originalidad son importantes. Tengo cuentos muy diferentes. Algunos de ellos me han permitido ganar premios y menciones en concursos literarios. Muchos los he publicado en la página de una productora cultural, en donde he recibido buenas devoluciones de los lectores. Supongo que voy a juntarlos con otros para publicarlos alguna vez. Lamentablemente el mundo editorial ha perdido avidez por ellos, lo que lamento con el alma. Sobre todo porque nuestros más reconocidos escritores fueron cuentistas. ¿Qué sería hoy de ellos? De esto me atreví a hablar en la sala Bioy Casares en la Feria del Libro. Creo que en el mundo acelerado que nos atraviesa, los cuentos deberían ser un modo para que la gente regrese a la lectura y se olvide de las pantallas. Sin embargo, eso no ocurre. ¡Que vuelvan los cuentos!

—¿Qué chispa encendió la idea de tu primera novela “Noches de varicela”? ¿Qué pueden encontrar los lectores en esa obra?
—A propósito de lo que decía antes, Noches de Varicela se inició con la aparición de un linyera al otro lado de la calle Santa Fe, frente de mi departamento, en Córdoba. Estaba instalado en la vereda, y así de andrajoso miraba a la gente pasar con un brillo en la mirada y una pose con la que parecía decir: “Yo elijo estar acá. Son ustedes lo que dan pena”. Esa foto despejó un largo corredor, a partir del que se abrieron un sin número de puertas. Pensaba que estaba escribiendo otro de mis cuentos y terminó siendo una novela. La historia tenía tanto potencial, que así fue. La escribí mientras estudiaba medicina y después hacía la residencia, por lo que no es raro que los lectores vayan a encontrar un protagonista principal médico e idealista, pero también otro que encarna al antagonista, y que también es médico. Van a encontrar lugares que conozco muy bien. No suelo escribir de lo que no he experimentado. Van a encontrar historias de campo, de inmigrantes, personajes de pueblo, una trama de misterio familiar, Córdoba en el año 2000. La escribí muy de a poco y fue mi terreno de entrenamiento. Podrán notar esto en la diversidad de estilos. Un poco de realismo mágico, historia de familia, aventura, finalmente novela policial. Enarbola valores, como la verdad, la familia, el trabajo, el amor. Con la posibilidad de publicar siento una responsabilidad con el uso de la palabra, con el modo de decir, con dejar mensajes sanos, y hacer que nuestros personajes digan cosas profundas. El armado de Noches de varicela también quiere ser original. Estoy seguro que su trama es muy buena. En el final los misterios se descubren, develándose quién es ese hombre que vive en la calle, entre otros enigmas que tienen atrapado al lector a lo largo del relato.

—¿Cómo lograste entrelazar los hechos y personajes que forman parte de tu última novela “Tejo, juego de historias”?
—Tejo tiene un armado ambicioso. Son dos novelas reunidas en una. Me gustaría decir que fue minuciosamente pensada, pero la verdad es que así funciona mi cabeza. Me apego a cómo se presentan las ideas. Son dos novelas, tres historias, que toman tonos literarios distintos, personajes de todos los colores, geografías totalmente diferentes, como las del interior de Santa Fe, principalmente Sunchales y su zona de influencia, La Plata y nuestra Patagonia. Escribirla fue un placer y me sentí, humildemente, en medio de un carnaval de palabras, metáforas, comparaciones, lugares y personajes. Me identificó con su espíritu, puesto que me gusta escribir de todo y siento que el desafío de ser versátil fue bien superado. Finalmente, dentro de la complejidad, Tejo resulta fácil de leer. Logra ser un producto compacto, que encierra entretenidas historias, sus capítulos son cortos y tiene un ritmo parejo. El final, seguramente va a encontrar al lector con la guardia baja y va a lograr sorprenderlo. También la llamo una historia circular, porque en su confección uno de los títulos aparece al final, igual que el prólogo. Fue un juego hacerla, así lo viví y así preferí armarla. Siento que es novedosa y deseo que sea recibida como una novela que quiere ganar su espacio en la biblioteca de los lectores, entrando por los intersticios de las lecturas de culto.
—Suponiendo que lanzás un tejo imaginario en el cual va a viajar tu próximo sueño literario, ¿a qué lugar te gustaría que llegue y qué forma tendría?
—No me imagino escribiendo lo mismo dos veces. Leo cosas distintas y cada una me provoca ganas de seguir su camino. Digo, relatos policiales, novelas románticas, historias biográficas, novelas históricas, psicológicas. Seguir siendo un escritor versátil es uno de mis objetivos. Implica no copiarse a uno mismo. Prefiero un camino sin norte definido. Mi próximo trabajo tendrá una línea literaria más cercana al realismo mágico, será una novelle bien compacta, bien intensa. Después de eso no puedo suponer demasiado. La inspiración comanda la pluma. Siento que lo más importante no es lo que se diga, sino cómo se lo diga. Y sí… una cosa que no pienso modificar es mi forma de escribir. Cualquiera sea la temática, siempre apunto al corazón del lector. A fuerza de palabras, metáforas, comparaciones, quiero generar emociones. Me gustaría que mi tejo literario llegue a lo más alto. Siempre sueño con eso. Más allá de lo lejos que pueda llegar, prefiero que todos descansen en su forma más auténtica y respondan a lo que en definitiva siento, por sobre las modas y las imposiciones.

Conrado Marcos Bocco
Nació en Sunchales, Santa Fe, el 17 de noviembre de 1980, ciudad donde reside con su mujer y sus dos hijos. Es médico graduado en la Universidad Nacional de Córdoba en el año 2005. Autor de dos novelas: Noches de Varicela (2016) y Tejo: juego de historias (2019), editados por El Emporio Ediciones, también escribe cuentos en una columna de Hijos del pueblo, Productora Cultural.
Entrevistas
“Vientos de libertad”, la gesta sanmartiniana en la nueva obra de Luis Carranza Torres
Por Andrea Viveca Sanz /
Edición: Walter Omar Buffarini
Cruzar las fronteras del tiempo y del espacio, animarse, como si existiera una continuidad, un rumor de páginas que necesitaran volver a leerse.
Con una trama que pone la mirada en los detalles, en los paisajes interiores de los protagonistas, en el pasado, pero también en el presente y en el futuro, Luis Carranza Torres avanza, cruza sus propias montañas y da vida a una historia que se ramifica, un entramado donde las pasiones y el amor son protagonistas.
“Vientos de libertad” es la nueva novela del escritor cordobés, quien con sus letras lleva al lector a épocas de la gesta sanmartiniana, para adentrarse en algo más de lo que cuenta la historia.
— ¿Qué te llevó a elegir este renglón de la historia para invitar a tus personajes de ficción a vivir los hechos reales?
— Me gustan los momentos bisagra de la historia, y este período en que transcurre la novela lo fue para nosotros. Nunca es en vano recordar que la Independencia argentina se sancionó, a diferencia de muchas otras, en el peor momento posible. Sin recursos, derrotados nuestros ejércitos en el Alto Perú, amenazados por los cuatro costados por los españoles, los portugueses y los indios. Nacimos, por tanto, en la esperanza, pero también por el coraje de no rendirse ante la adversidad. Eso es lo que busqué reflejar en la novela. Y es algo que sirve más allá del orgullo por nuestro pasado, en la vida diaria de cualquier persona. Se trata de la prehistoria, por así decirlo, de la Argentina que hoy conocemos. Cuando todavía ni nos llamábamos de esa forma. A la par de la evolución de los personajes, existe también la de una sociedad que busca ser de otra forma, liberándose de muchas cosas. A partir de esa declaración de independencia, se produce un gran sinceramiento colectivo de lo que queríamos ser, y de lo que podíamos lograr solo con dos cosas: un liderazgo apropiado y la capacidad de esfuerzo que nos caracteriza individualmente, pero articulada en conjunto. La gesta del cruce de los Andes muestra a lo que podemos llegar cuando hacemos bien las cosas.
— ¿De qué manera trabajaste para poner en palabras los escenarios naturales que recreás en los distintos capítulos?
— Me esfuerzo por poner atención a los detalles, esos que le confieren autenticidad a la trama. Cuando se estructura la trama, uno también va buscando el escenario para plantear determinada escena. Aquí, en “Vientos de Libertad”, no las determinan tanto los actos exteriores sino la interioridad de los personajes, que el paisaje esté a tono con lo que le pasa por dentro a quién protagoniza la escena. Fue eso lo que busqué plasmar. Te diría que aun con la presencia de una referencia geográfica de tanto peso como los Andes, la cuestión pasa más por los lugares culturales o sociológicos de ese tiempo: los espacios de sociabilización como la Alameda o la Plaza Mayor, las conversaciones en el río de las lavanderas, las sala de recibir de las casas, el cuartel militar como preparación para el cruce. Es algo que no busqué, se dio naturalmente. La cordillera está, pero a la vez no está y hay otras todavía más inmensas que sortear. A veces los libros te llevan a eso. A pesar de que he estado en los Andes de norte a sur, desde la puna al estrecho y hecho andinismo en la zona del Tupungato cuando era jóven. O quizás por eso, la presencia no es tanto física como simbólica. Los lectores decidirán (risas).

— Además hay otros escenarios que muestran la vida doméstica de José de San Martín junto a Remedios de Escalada. ¿Por qué te interesó hacer foco en esas vivencias cotidianas?
— La relación entre José de San Martín y Remedios de Escalada ha sido muy bastardeada, por usar una palabra de la época. Con ella, sobre todo, siempre invisibilizada y desmerecida injustamente. Fue Remedios una mujer excepcional, tan valerosa, rebelde y libre como la sociedad de su época podía permitir, e incluso algo más. Asimismo, mostró un compromiso personal y propio con la causa emancipadora, aun desde antes de conocer al Libertador, con la misma firmeza de carácter que luego tuvo en el manejo de los asuntos patrimoniales de la pareja, ya que fue ella quien administró todo mientras San Martín hacía sus campañas, teniendo incluso la plena patria potestad de la hija de ambos. Por extraño y hasta paradójico que parezca, bien podemos decir que la Remedios histórica es muy diferente de aquella que la historiografía nos ha pintado. Por su parte, José de San Martín es bastante más de lo que usualmente tenemos en consideración. Era un hombre ilustrado, curioso de casi todo lo que se movía a su alrededor, que leía mucho, en inglés y francés además del castellano. Tocaba la guitarra, cantaba bastante bien, pintaba cuadros de paisajes, sobre todo de la cordillera, era un apasionado del ajedrez y gustaba de las nieves de limón -antecedente de nuestro actual helado de ese gusto-. Creo que la frase que el Libertador pone en la tumba de Remedios ilustra bastante respecto de la relación que tuvieron: “Esposa y amiga del general San Martín”. Recordemos que él valoraba la amistad en un grado superlativo dentro de su escala de valores. Tanto uno como otro fueron personas adelantadas a su tiempo. Y que se atraían por compartir esos valores, sintiendo admiración mutua. Es lo que quise reflejar en la historia en cuanto a ellos. La relación de igual a igual que, a juzgar por toda la documentación fidedigna, tuvieron en un gesto inaudito para la época. Parecen más un matrimonio de nuestros días que de aquellos de 1816.
— ¿Cómo se manifestaron en vos Sebastiana y Justo, los protagonistas de “Vientos de libertad”?
— Ambos son seres literarios por demás interesantes. Complejos, intrincados por dentro y por fuera, y hasta queribles aun en sus defectos. Él ya no puede ser en lo físico lo que sigue siendo en mente y alma: un soldado. Ella, un ser tan castigado por la vida, que termina por volverse una resentida con casi todos. Y el amor como prenda de unión, que da segundas oportunidades para ser feliz, pero también implica renuncias costosas. Si Justo tiene un brazo inútil, Nazarena lleva esas mutilaciones por dentro. Cada cual lidia con ellas como mejor puede, en tanto no deja de advertir que al otro le pasa igual. Para peor, ambos son terriblemente pasionales. En lo bueno y en lo malo. Particularmente, en el orgullo propio. Ninguno cede nada, a pesar de la atracción, del deseo o los fuertes sentimientos que se prodigan. Cada cual quiere lo mejor para el otro, pero a su modo. Y cuando se desilusionan, es en grande. Con todos estos ingredientes, creo que la historia de Nazarena y Justo termina siendo una de las más pasionales que he escrito. Pero también, de las más sufridas e implacables.
— ¿Hay algún personaje secundario que te gustaría destacar?
— La familia Buteler. La historia es verídica en sus líneas generales. Un irlandés que viene con el ejército inglés y se aquerencia al punto de no querer volver a su tierra y plantar raíces aquí. Algunos de los descendientes del Buteler histórico eran vecinos de mi familia en el campo, y de chico escuché alguna de las cosas que aparecen en la novela y me sirvió para darle forma a esa peculiar familia literaria. En cierto modo, es un homenaje a aquellas historias y a las personas que me las contaron. Así como a unos vecinos muy cercanos que tengo como parte de mi historia personal y considero, incluso hoy, como parte de mi familia ampliada. Además, “Vientos de Libertad” se trata de una de las novelas con más personajes secundarios que he escrito. Por lo mismo, se puede leer en varias líneas narrativas. Todas cruzadas por distintos tipos de amor: el de Goya y Tadeo, los esclavos de Nazarena, el apegado a las normas de Isabel y Eulogio, el pasional de Nazarena con Justo, el amor a la distancia entre Mariana y Tulio o el cómplice entre Remedios y José. A la par de eso, hay historias personales muy ricas en matices, como la de Goya, el mismo Tadeo, Mariana en Santiago de Chile o Isabel en Mendoza. Cada una por sus propias y muy particulares razones.

— Vemos que uno de los personajes, Eulogio, lleva un apellido conocido de otras obras tuyas: López de Madariaga. Y que Isabel es una devota lectora de Jane Austen, sin mencionar a la autora. ¿Qué podés contarnos sobre eso? ¿Hay otro texto, quizás implícito, detrás del texto impreso de la novela?
— Son guiños de complicidad para los lectores que me siguen desde siempre. Eulogio es mencionado, ya anciano, en “Palabras Silenciadas”. Es, en sus años mozos como se diría en la época de la novela, el antepasado de la familia que desarrollé en la saga de la Segunda Guerra Mundial que inició con “Mujeres de Invierno”. Antes de llevar a cabo todo por lo que su familia lo recuerda. En el caso de Isabel, sus lecturas son una suerte de homenaje a lo que he visto o me han contado que leen muchas de mis lectoras. Y para recordar que clásicos de Jane como “Orgullo y Prejuicio”, por los tabúes de la época en la sociedad inglesa, se publicaron de forma anónima, sin más datos que su escritora era una mujer. Cosas como estas encajan de maravilla para pintar con un detalle a la sociedad de entonces.
— Mientras todos ellos se preparaban para cruzar una frontera geográfica, vos ibas cruzando las barreras del tiempo para revivir aquellas escenas. ¿Qué fue lo que más te impactó de ese cruce temporal?
— La magnitud de lo que se hizo con muy pocos medios, pero usados muy inteligentemente. La libertad siempre tiene un precio e impone sacrificios. Ellos no dudaron en pagarlo, y por eso es que somos argentinos hoy en día. Tenemos una deuda con esos compatriotas que ya no están, es lo que quise reflejar en la trama de la historia. Otra de las cuestiones que me llamó la atención, y quise rescatar para dar cuerpo a la historia de la novela, es la tremenda preparación logística que implicó. No solo fue un cruce. Debieron llevar consigo todo lo que necesitaban para sobrevivir, desde la leña hasta el agua. Y combatir para apoderarse de las fortificaciones realistas que guardaban los pasos. Pero el éxito de todo dependía de mantener al adversario sin saber por dónde cruzarían. Que se revelara ese detalle hubiera ocasionado el desastre de toda la expedición, y esa es la idea movilizadora que estructura la historia.
— Has dedicado esta novela “a ese soldado argentino, sólo conocido por Dios” ¿Qué razones te movieron a poner esas palabras?
— Es una frase conocida en el mundo castrense. Refiere a aquellos que han caído en combate y no han podido ser identificados sus restos. Solo Dios sabe quién es y cómo sacrificó su vida. A veces ni tumba tienen. Hubo muchos en las guerras de la independencia, por no decir que fueron la mayoría de los caídos en esa época. Son los seres más anónimos de las batallas y guerras. Desde chico, cuando veía la llama votiva por el soldado desconocido de la Independencia a la entrada de la catedral de Buenos Aires, era algo, y lo sigue siendo hoy, que me sobrecoge. Cuando terminé de escribir la novela, supe que era a ellos que debía dedicarlo, para reconocerlos, tal como se hace en cualquier país que cuida sus valores cívicos.
— El viento siempre mueve cosas, ¿qué movilizaron en Luis Carranza Torres los vientos de la escritura de esta novela?
— La gratitud a aquellos que se sacrificaron para tener la libertad que, muchas veces hoy, usamos mal o, peor aún, nos resulta indiferente. Poder decidir nuestro destino es una gran cosa. No solo en lo individual, sino también como sociedad. Quise rescatar eso, pero también lo que entiendo como una paradoja curiosa y hasta cruel respecto del deber: hacer lo que entendemos correcto, implica muchas veces sacrificios muy personales. Y en el caso de los personajes de la novela, como el mismo José de San Martín lo habla con Eulogio, cumplir con el deber es alejarse de los que uno quiere y poner en riesgo de mil formas la propia existencia. Somos lo que somos colectivamente, entre otras cosas, por esos esfuerzos que se cuentan en la novela. No debemos nunca olvidarlo. Eso busqué transmitir, más allá de contar una historia vibrante en lo épico e intrincada y de suspenso también en cuanto a lo amoroso.
Entrevistas
En primera persona: Nair Libonatti, escritora
La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra
Sobre sí misma y su arte
Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.
En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.
Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.
Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.
Sobre su obra
He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.



Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias. “El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.
Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.
Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.
Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
Entrevistas
Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.
“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense Aguirre–Rodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.
Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?
—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.
—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?
—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.


—¿Cómo fueron esos comienzos?
—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.
—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?
—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.
—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?
—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?
En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio, mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.
—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?
—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.
—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?
—Haremos algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.
9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.
—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?
—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.
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