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Entrevistas

Editorial Mil Botellas: un viaje al alma de un sello, de la mano de su director

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Por Walter Omar Buffarini //

Mil Botellas es una editorial independiente de la ciudad de La Plata que surgió, como tantos otros proyectos autogestivos, luego de la crisis económica desatada en 2001.

Hoy el sello tiene editados más de 40 títulos, varios proyectos en proceso y otros en carpeta, destacándose fundamentalmente entre ellos textos de ficción, como cuentos y novelas, como así también de no ficción pero firmemente relacionados con temáticas literarias.

Su director, Ramón Tarruella, dialogó con ContArte Cultura acerca de la actualidad de la editorial, y brindó detalles de esa cadena de producción de libros, que involucra no sólo la edición, sino también la selección, impresión, promoción, distribución y venta de las obras.

—Para comenzar, contanos qué es y cómo nace Mil Botellas

Mil Botellas es un proyecto editorial independiente que nació en noviembre de 2007 en La Plata. Surgió como una necesidad después de la crisis que el país vivió a partir de 2001. Yo venía pensando un proyecto desde hacía un tiempo, pero en realidad la aparición coincide con un boom de editoriales nacidas en ese entonces. Fue un momento en el que surgieron Las Cuarenta, Godot, Milena Caserola, entre otras tantas. Creo que precisamente tiene que ver con el fenómeno que se dio post 2001. Esa cosa de la autofinanciación, de los proyectos alternativos que se dieron al mismo tiempo de las asambleas barriales. Fue un fenómeno que también pasó en lo musical con el surgimiento de muchos sellos independientes chiquitos y obviamente también en lo político con las asambleas barriales. Entiendo que todas esas cosas aparecieron como una necesidad a partir de la ruptura del relato histórico de ese momento. Pero no creo que fuera algo consciente, sino que lo advertimos ahora, con el tiempo transcurrido. En definitiva, fue una necesidad que tenía que ver con el contexto político, ideológico, también filosófico en el sentido de crear una propia vos.

—¿Quiénes integran el sello en la actualidad y cuáles son sus temáticas a la hora de editar un libro?

—Si bien cuando empezamos éramos siete los integrantes, hoy soy el único responsable del sello y trabajo junto a dos colaboradores que me asisten y colaboran en la lectura del material que llega a la editorial. Respecto de las temáticas, en la actualidad intentamos editar todo lo que es cuentos y novelas, aunque además abarcamos una variante de no ficción pero que también está vinculada a lo literario, como pueden ser, por ejemplo, libros biográficos o ensayos literarios. Es decir que lo que editamos de no ficción también está relacionado a la literatura.

—Recién hablabas del material que llega a Mil Botellas y quienes te ayudan a leerlo, pero ¿cómo llegan esos textos y cuál es el criterio de selección?

—Llegan de la mano de los propios escritores, muchísimos y todo el tiempo, y está muy bueno porque la idea siempre es publicar cosas nuevas, autores nuevos, aunque muchas veces hay cosas que no cierran, principalmente porque no cuadran con lo que sería el estilo de la editorial en esa búsqueda de textos de ficción, cuento o novela. En este punto está la importancia del trabajo de dos amigos que me ayudan en las lecturas, sobre todo porque conocen el catálogo y saben qué sí y qué no. Reitero que siempre la intención de la editorial es tener cosas nuevas, como sucedió con Martín Malharro en su momento, quien más allá de que no era joven era un autor nuevo, o Facundo Báñez, o Bruno Petroni… y así hay varios autores nuevos que hemos publicado. Para este año también estaba la idea de publicar algo nuevo, pero la verdad que lo que llegó no nos termina de convencer. Una pena, porque era la idea sacar algo de ficción.

—Mencionaste a Martín Malharro, de quién Mil Botellas publicó toda su saga. ¿Cómo fue que contactaron?

Mil Botellas hoy tiene editados más de cuarenta títulos, entre ellos los de Malharro, que si se quiere es parte de la identidad de la editorial. Lo de Martín fue algo impresionante e inesperado. Podría decirse que fue una apuesta bien nuestra. Él había publicado “Banco de Niebla”, a través de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, y luego presentó “Calibre” en Sudamericana. Como no llegaron a un acuerdo, Martín se enojó y me contactó ofreciéndome que lea la novela para que le diera mi opinión. Recuerdo que la empecé a leer y me encantó. En ese tiempo también trabajaba en la editorial una chica a la que le pedí que leyera la novela y a la que también le gustó. Poco después nos juntamos con Malharro en el bar Casablanca, frente al Congreso de la Nación, y acordamos su edición y publicación en Mil Botellas. A los dos años publicamos “Carne Seca” y  posteriormente hicimos una reedición corregida de “Banco de Niebla”. Finalmente, me mandó “Cartas Marcadas” en febrero de 2015, con la intensión de publicarla rápido, pero en mayo de ese año falleció. La novela terminó saliendo a fines de ese año, después de un homenaje que le hicieron a Martín en la Facultad de Periodismo, en donde me encontré con su esposa y acordamos la publicación. Son libros que aún hoy se siguen vendiendo muchísimo, dos de ellos fueron traducidos al francés y ahora estamos con un proyecto de traducir toda la saga al italiano en una editorial de Milán.

—Volvamos a aquellos que acercan sus textos con la ilusión de ser publicados, ¿qué debe esperar ese escritor?

—El autor Gabriel Báñez decía algo muy interesante y era que el escritor tiene que encontrar a su editor. Me parece que quien acerca un texto debe esperar un poco eso, encontrar a su editor. Que uno rechace un texto no significa que sea malo o que no pudiera funcionar, de hecho hay un montón de textos que yo rechazaría y que son éxito en la literatura nacional argentina. Hay autores y autoras que son boom y que yo hubiera rechazado. No pretendo textos vanguardistas, pero si cierto cuidado, cierta búsqueda con el lenguaje. Es cierto también que puede ser frustrante sentirse rechazado, y es por eso mismo que suelo hacer una devolución al escritor para que sepa qué opinamos de su texto, y la verdad es que esto es muy bien recibido. También están los casos de gente que se enoja un poco, pero también es entendible, porque escribir una novela implica mucha dedicación, mucho tiempo invertido y, sobre todo, cuando uno escribe el ego está presente y es normal que así sea.

—Y cuál creés que sería el mejor consejo para ese escritor?

—Creo que hay un error recurrente y es que quien envía un texto no se fija en el catálogo de la editorial en la que lo presenta, no lo conoce, y ese es un problema. Es importante que el escritor sepa qué tipo de cosas trabaja la editorial a la que envía un texto antes de hacerlo.

—Las ferias de libros como las de editores son sin duda uno de los lugares centrales a la hora de la difusión. ¿Cómo manejás ese tema?

—Las ferias son un desgaste grande, pero este año opté por asistir a la máxima cantidad posibles y el año que viene veremos qué pasa. Es como que este año estuve probando. Las ferias son un trabajo aparte, cansador y desgastante, pero debo confesar que me gusta. Sobre todo aquellas que están bien organizadas, como la de Santa Rosa en La Pampa, en donde va mucha gente y vale la pena, no solamente por vender sino por la posibilidad de difundir el proyecto. Entre las diez o doce ferias que hay en el año, como la de Santa Rosa también hay muy buenas ferias en Mar del Plata y Adrogué, que están muy bien organizadas.

—Otro tema central sin dudas es la distribución…

—Durante los años que existe Mil Botellas trabajamos con dos distribuidoras, pero ahora también desde el sello nos encargamos de la distribución. No volvería a trabajar con distribuidoras, ya que la experiencia fue muy mala, los libros no llegaban a los lugares que decían que iban a llegar y las comparaciones de ventas de un año a otro eran malas. Además, las distribuidoras se llevan un 60 por ciento del valor de venta, por lo que hace que tengas que subir el precio de los libros.

—Y entonces, ¿cómo llegás a las librerías?

—En Santa Fe y Córdoba trabajamos con una chica que nos distribuye, y una librería se encarga de la distribución en CABA. En lo que hace al resto del país, me encargo personalmente. En este punto, la relación con los libreros es otro tema importante.

—Dejemos Mil Botellas y hablemos un poco más sobre quién es Ramón Tarruella.

—Soy de Quilmes y vine a estudiar la carrera de Historia a La Plata, allá por 1994 o 1995, después de haber empezado y abandonado Periodismo en la Universidad de Quilmes. Dos años más tarde decidí venirme a vivir definitivamente a la ciudad. Estuve por distintos barrios hasta que finalmente, en 2013, me radiqué en Los Hornos.

—Pero más allá de no haber concluido la carrera, sí trabajaste de periodista.

—Estudié Periodismo no más de un año y medio, pero trabajé mucho tiempo de periodista, muchos años, mayormente freelance, y tuve una experiencia en Diario El Sol de Quilmes, donde trabajé fijo una época. También estuve en una productora de contenidos en Buenos Aires, que prestaba servicios en el exterior. Ahí me utilizaban para tareas de producción o como periodista. Cuando comencé a estudiar Historia dejé un poco esas tareas. Una vez recibido empecé a dar clases y hoy soy profesor en un terciario, pero con pocas horas, sólo porque me gusta. Además dicto talleres literarios, que si bien en algún momento fueron muchos, hoy me quedé con algunos pocos. Los talleres siempre fueron presenciales, pero tras la pandemia son mayormente virtuales, sobre todo aquellos que dicto para grupos. Lo presencial quedó más para las clases individuales.

—¿Qué podés contar de Tarruella escritor?

—Tengo tres libros de ficción: dos novelas y uno de cuentos. La primera obra la publiqué por Mil Botellas, y fue la única por mi editorial. La otra novela, “Allá, arriba, la ciudad”, la publiqué por Los Lápices Editora y fue premiada en Córdoba, en 2010. Esa obra empezó como un cuento, pero al empezar a trabajarlo me di cuenta que tenía algo más, que tenía respiración de novela.

—Y tuviste tu experiencia en otras editoriales con textos de no ficción.

—Si. Publiqué un libro de historia por Aguilar, en lo que era el Grupo Prisa, en 2014, y después, creo que en 2015 o 2016 lo compró Randon House. Fue una linda experiencia, porque por un ratito estuve en la cocina de esos monstruos. Después firmé un contrato por otro libro, uno sobre la relación del Partido Comunista con los artistas argentinos, pero fue un proyecto que con la llegada de la pandemia terminó en la nada. A pesar de ello, como comentaba, fue una experiencia que me permitió conocer un poco de adentro algunas cuestiones que luego me sirvieron para la editorial.

—Para concluir, volvamos a Mil Botellas y contanos cuales son las últimas novedades del sello y los proyectos por salir.

—Lo último de la editorial es el libro “Antonio Di Benedetto: Diario de una agonía”, que es una obra testimonial de Juan-Jacobo Bajarlía, y próximamente sale una biografía de Juan Rulfo, en noviembre, que ya fue editada en España pero no en nuestro país. Para el año que viene hay un par de proyectos, entre los que se encuentra una biografía de Raymond Chandler, y espero encontrar a algún autor nuevo o autora nueva para publicar. Además, hay algunos proyectos de traducciones y alguna cosita más, como una novela de Enrique Wernicke, “El agua”,  que me encanta, y la vamos a reeditar.

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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