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Entrevistas

Editorial Mil Botellas: un viaje al alma de un sello, de la mano de su director

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Por Walter Omar Buffarini //

Mil Botellas es una editorial independiente de la ciudad de La Plata que surgió, como tantos otros proyectos autogestivos, luego de la crisis económica desatada en 2001.

Hoy el sello tiene editados más de 40 títulos, varios proyectos en proceso y otros en carpeta, destacándose fundamentalmente entre ellos textos de ficción, como cuentos y novelas, como así también de no ficción pero firmemente relacionados con temáticas literarias.

Su director, Ramón Tarruella, dialogó con ContArte Cultura acerca de la actualidad de la editorial, y brindó detalles de esa cadena de producción de libros, que involucra no sólo la edición, sino también la selección, impresión, promoción, distribución y venta de las obras.

—Para comenzar, contanos qué es y cómo nace Mil Botellas

Mil Botellas es un proyecto editorial independiente que nació en noviembre de 2007 en La Plata. Surgió como una necesidad después de la crisis que el país vivió a partir de 2001. Yo venía pensando un proyecto desde hacía un tiempo, pero en realidad la aparición coincide con un boom de editoriales nacidas en ese entonces. Fue un momento en el que surgieron Las Cuarenta, Godot, Milena Caserola, entre otras tantas. Creo que precisamente tiene que ver con el fenómeno que se dio post 2001. Esa cosa de la autofinanciación, de los proyectos alternativos que se dieron al mismo tiempo de las asambleas barriales. Fue un fenómeno que también pasó en lo musical con el surgimiento de muchos sellos independientes chiquitos y obviamente también en lo político con las asambleas barriales. Entiendo que todas esas cosas aparecieron como una necesidad a partir de la ruptura del relato histórico de ese momento. Pero no creo que fuera algo consciente, sino que lo advertimos ahora, con el tiempo transcurrido. En definitiva, fue una necesidad que tenía que ver con el contexto político, ideológico, también filosófico en el sentido de crear una propia vos.

—¿Quiénes integran el sello en la actualidad y cuáles son sus temáticas a la hora de editar un libro?

—Si bien cuando empezamos éramos siete los integrantes, hoy soy el único responsable del sello y trabajo junto a dos colaboradores que me asisten y colaboran en la lectura del material que llega a la editorial. Respecto de las temáticas, en la actualidad intentamos editar todo lo que es cuentos y novelas, aunque además abarcamos una variante de no ficción pero que también está vinculada a lo literario, como pueden ser, por ejemplo, libros biográficos o ensayos literarios. Es decir que lo que editamos de no ficción también está relacionado a la literatura.

—Recién hablabas del material que llega a Mil Botellas y quienes te ayudan a leerlo, pero ¿cómo llegan esos textos y cuál es el criterio de selección?

—Llegan de la mano de los propios escritores, muchísimos y todo el tiempo, y está muy bueno porque la idea siempre es publicar cosas nuevas, autores nuevos, aunque muchas veces hay cosas que no cierran, principalmente porque no cuadran con lo que sería el estilo de la editorial en esa búsqueda de textos de ficción, cuento o novela. En este punto está la importancia del trabajo de dos amigos que me ayudan en las lecturas, sobre todo porque conocen el catálogo y saben qué sí y qué no. Reitero que siempre la intención de la editorial es tener cosas nuevas, como sucedió con Martín Malharro en su momento, quien más allá de que no era joven era un autor nuevo, o Facundo Báñez, o Bruno Petroni… y así hay varios autores nuevos que hemos publicado. Para este año también estaba la idea de publicar algo nuevo, pero la verdad que lo que llegó no nos termina de convencer. Una pena, porque era la idea sacar algo de ficción.

—Mencionaste a Martín Malharro, de quién Mil Botellas publicó toda su saga. ¿Cómo fue que contactaron?

Mil Botellas hoy tiene editados más de cuarenta títulos, entre ellos los de Malharro, que si se quiere es parte de la identidad de la editorial. Lo de Martín fue algo impresionante e inesperado. Podría decirse que fue una apuesta bien nuestra. Él había publicado “Banco de Niebla”, a través de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, y luego presentó “Calibre” en Sudamericana. Como no llegaron a un acuerdo, Martín se enojó y me contactó ofreciéndome que lea la novela para que le diera mi opinión. Recuerdo que la empecé a leer y me encantó. En ese tiempo también trabajaba en la editorial una chica a la que le pedí que leyera la novela y a la que también le gustó. Poco después nos juntamos con Malharro en el bar Casablanca, frente al Congreso de la Nación, y acordamos su edición y publicación en Mil Botellas. A los dos años publicamos “Carne Seca” y  posteriormente hicimos una reedición corregida de “Banco de Niebla”. Finalmente, me mandó “Cartas Marcadas” en febrero de 2015, con la intensión de publicarla rápido, pero en mayo de ese año falleció. La novela terminó saliendo a fines de ese año, después de un homenaje que le hicieron a Martín en la Facultad de Periodismo, en donde me encontré con su esposa y acordamos la publicación. Son libros que aún hoy se siguen vendiendo muchísimo, dos de ellos fueron traducidos al francés y ahora estamos con un proyecto de traducir toda la saga al italiano en una editorial de Milán.

—Volvamos a aquellos que acercan sus textos con la ilusión de ser publicados, ¿qué debe esperar ese escritor?

—El autor Gabriel Báñez decía algo muy interesante y era que el escritor tiene que encontrar a su editor. Me parece que quien acerca un texto debe esperar un poco eso, encontrar a su editor. Que uno rechace un texto no significa que sea malo o que no pudiera funcionar, de hecho hay un montón de textos que yo rechazaría y que son éxito en la literatura nacional argentina. Hay autores y autoras que son boom y que yo hubiera rechazado. No pretendo textos vanguardistas, pero si cierto cuidado, cierta búsqueda con el lenguaje. Es cierto también que puede ser frustrante sentirse rechazado, y es por eso mismo que suelo hacer una devolución al escritor para que sepa qué opinamos de su texto, y la verdad es que esto es muy bien recibido. También están los casos de gente que se enoja un poco, pero también es entendible, porque escribir una novela implica mucha dedicación, mucho tiempo invertido y, sobre todo, cuando uno escribe el ego está presente y es normal que así sea.

—Y cuál creés que sería el mejor consejo para ese escritor?

—Creo que hay un error recurrente y es que quien envía un texto no se fija en el catálogo de la editorial en la que lo presenta, no lo conoce, y ese es un problema. Es importante que el escritor sepa qué tipo de cosas trabaja la editorial a la que envía un texto antes de hacerlo.

—Las ferias de libros como las de editores son sin duda uno de los lugares centrales a la hora de la difusión. ¿Cómo manejás ese tema?

—Las ferias son un desgaste grande, pero este año opté por asistir a la máxima cantidad posibles y el año que viene veremos qué pasa. Es como que este año estuve probando. Las ferias son un trabajo aparte, cansador y desgastante, pero debo confesar que me gusta. Sobre todo aquellas que están bien organizadas, como la de Santa Rosa en La Pampa, en donde va mucha gente y vale la pena, no solamente por vender sino por la posibilidad de difundir el proyecto. Entre las diez o doce ferias que hay en el año, como la de Santa Rosa también hay muy buenas ferias en Mar del Plata y Adrogué, que están muy bien organizadas.

—Otro tema central sin dudas es la distribución…

—Durante los años que existe Mil Botellas trabajamos con dos distribuidoras, pero ahora también desde el sello nos encargamos de la distribución. No volvería a trabajar con distribuidoras, ya que la experiencia fue muy mala, los libros no llegaban a los lugares que decían que iban a llegar y las comparaciones de ventas de un año a otro eran malas. Además, las distribuidoras se llevan un 60 por ciento del valor de venta, por lo que hace que tengas que subir el precio de los libros.

—Y entonces, ¿cómo llegás a las librerías?

—En Santa Fe y Córdoba trabajamos con una chica que nos distribuye, y una librería se encarga de la distribución en CABA. En lo que hace al resto del país, me encargo personalmente. En este punto, la relación con los libreros es otro tema importante.

—Dejemos Mil Botellas y hablemos un poco más sobre quién es Ramón Tarruella.

—Soy de Quilmes y vine a estudiar la carrera de Historia a La Plata, allá por 1994 o 1995, después de haber empezado y abandonado Periodismo en la Universidad de Quilmes. Dos años más tarde decidí venirme a vivir definitivamente a la ciudad. Estuve por distintos barrios hasta que finalmente, en 2013, me radiqué en Los Hornos.

—Pero más allá de no haber concluido la carrera, sí trabajaste de periodista.

—Estudié Periodismo no más de un año y medio, pero trabajé mucho tiempo de periodista, muchos años, mayormente freelance, y tuve una experiencia en Diario El Sol de Quilmes, donde trabajé fijo una época. También estuve en una productora de contenidos en Buenos Aires, que prestaba servicios en el exterior. Ahí me utilizaban para tareas de producción o como periodista. Cuando comencé a estudiar Historia dejé un poco esas tareas. Una vez recibido empecé a dar clases y hoy soy profesor en un terciario, pero con pocas horas, sólo porque me gusta. Además dicto talleres literarios, que si bien en algún momento fueron muchos, hoy me quedé con algunos pocos. Los talleres siempre fueron presenciales, pero tras la pandemia son mayormente virtuales, sobre todo aquellos que dicto para grupos. Lo presencial quedó más para las clases individuales.

—¿Qué podés contar de Tarruella escritor?

—Tengo tres libros de ficción: dos novelas y uno de cuentos. La primera obra la publiqué por Mil Botellas, y fue la única por mi editorial. La otra novela, “Allá, arriba, la ciudad”, la publiqué por Los Lápices Editora y fue premiada en Córdoba, en 2010. Esa obra empezó como un cuento, pero al empezar a trabajarlo me di cuenta que tenía algo más, que tenía respiración de novela.

—Y tuviste tu experiencia en otras editoriales con textos de no ficción.

—Si. Publiqué un libro de historia por Aguilar, en lo que era el Grupo Prisa, en 2014, y después, creo que en 2015 o 2016 lo compró Randon House. Fue una linda experiencia, porque por un ratito estuve en la cocina de esos monstruos. Después firmé un contrato por otro libro, uno sobre la relación del Partido Comunista con los artistas argentinos, pero fue un proyecto que con la llegada de la pandemia terminó en la nada. A pesar de ello, como comentaba, fue una experiencia que me permitió conocer un poco de adentro algunas cuestiones que luego me sirvieron para la editorial.

—Para concluir, volvamos a Mil Botellas y contanos cuales son las últimas novedades del sello y los proyectos por salir.

—Lo último de la editorial es el libro “Antonio Di Benedetto: Diario de una agonía”, que es una obra testimonial de Juan-Jacobo Bajarlía, y próximamente sale una biografía de Juan Rulfo, en noviembre, que ya fue editada en España pero no en nuestro país. Para el año que viene hay un par de proyectos, entre los que se encuentra una biografía de Raymond Chandler, y espero encontrar a algún autor nuevo o autora nueva para publicar. Además, hay algunos proyectos de traducciones y alguna cosita más, como una novela de Enrique Wernicke, “El agua”,  que me encanta, y la vamos a reeditar.

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La escritora Gabriela Romero nos presenta “Volví para amarte”, su nueva obra

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

No hay muerte. La vida sucede una y otra vez, cuelga del tiempo. Avanza y retrocede. Los hilos se enredan, cosen muchas veces la misma historia. Adelante y atrás, una costura sin límites. Un agujero en la trama, palabras descosidas. Voces silenciadas: tinta y sangre. Pinceladas derramadas en el futuro. No hay muerte: alguien vive en los hilos que faltan.

Volví para amarte, la nueva obra de Gabriela Romero, es un viaje a través del tiempo. Construida en distintos escenarios, invita al lector a deslizarse por los agujeros de la muerte, a pasar al otro lado de la vida para perpetuarla.

En diálogo con Contarte Cultura la escritora platense cuenta cómo vivió el proceso de construcción de esta historia publicada por Del Fondo Editorial.

—Comencemos esta charla haciendo foco en un personaje invisible que marca el ritmo de tu novela: el tiempo. Ese que se despliega y se pliega en las palabras para dar lugar a la magia. Si pudieras darle forma o ponerle un cuerpo a ese protagonista que enhebra la historia, ¿Cómo creés que se vería?

—Sería una figura humana estilizada, vestida con una túnica blanca y vaporosa como si fuera un ángel renacentista pero sin alas y que irradia luz, por lo tanto, no le veríamos los rasgos ni el color de pelo.

—Y si hablamos de tiempo, sin dudas tuviste que pasear por el pasado y caminar sobre el futuro para dar vida a tus personajes. ¿mo fue ese proceso de construir desde el presente las vidas de tus protagonistas?

—Qué interesante tu comentario y la pregunta, porque esta novela está signada por el tiempo. Me explico: Volví para amarte es la unión de dos libros escritos en dos momentos diferentes. La primera parte, Aquí estoy, mi querida E, la escribí en 2012; y la segunda parte, En alguna plaza, la comencé en 2018 y la terminé en 2022.  En ambos, el tema central es la reencarnación y el recuerdo de vidas pasadas. En ningún momento ni Emilia ni Eugenia dejan su presente, pero sí se altera y se confunde uno y otro durante el sueño en Emilia y en un estado de coma en Eugenia, porque ese pasado las tironea, las llama. Incluso, Eugenia sabe a qué vino a este mundo. Si fuera una escena de teatro, ambas estarían acostadas y la escena del pasado flotaría alrededor de ellas. Algo semejante sucede en En alguna plaza. Ema, Emilia y Eugenia son pasado, presente y futuro, al igual que Luciano e Iñigo. Pero también está Ana Paula, ella es un ancla, es la permanencia, es la antagonista de los contrastes temporales.

—Recordanos cómo se manifestaron las primeras semillas de esta historia y de qué manera trabajaste para continuarla. 

—Bien, voy a organizar la respuesta en tres momentos. La primera semilla surgió durante un viaje que hice con mi hermana y mi marido a Santa Fe, cuando, en el Museo Histórico Provincial de esa ciudad vi el retrato de un hombre que me deslumbró. Se trataba de un constituyente de 1853; en ese momento le comenté a mi hermana la idea de  escribir una novela acerca de una mujer que, desde la niñez, tiene un sueño recurrente con un hombre y de grande encuentra su retrato en ese museo. La segunda semilla apareció cuando tuve que pensar el nombre de la protagonista. Ema, Emilia y Eugenia. Fueron tres, en ese orden, sin embargo, yo escribí acerca de Ema y Emilia e hice una pequeña mención, como al pasar, del tercer nombre, pero para mí la historia de Aquí estoy, mi querida E estaba cerrada. Te preguntarás qué pasó con el tercer nombre.  Responder esto me lleva a remontarme a dos momentos, el más cercano se debió a que muchos lectores me pidieron su continuación, no estaban de acuerdo con el final, entonces, rescaté de mis recuerdos una foto que había tomado en 2007, durante un viaje a Asís. Es la foto de un franciscano. Este es mi Iñigo. Conclusión: todo comenzó cuando dos hombres me deslumbraron.

—֫En esa continuación creaste un universo muy particular, ¿cuáles fueron tus fuentes de inspiración para construir ese mundo futuro?

—Me costó muchísimo adelantarme al 2052, por cierto, un futuro cercano. ¿En qué me inspiré? En todo lo que leí: predicciones tecnológicas, proyección de la población mundial, avances actuales de la medicina, tendencias de infraestructura, prácticas a nivel de excelencia,  implicancia de la nanotecnología y la nanociencia. Lo que hay y lo que se espera. Lo que está en estudio. Además, tomé un curso de ciencia ficción con el escritor Martín Cristal en el que analizamos textos de diferentes autores y épocas, desde el surgimiento de este género hasta la actualidad. Mi fuente de inspiración fueron todas esas lecturas, pero también tuve que hacer un trabajo personal de dejar fluir, de inventar terminología, de apropiarme de lo existente, de jugar.

—La vida y la muerte se entrelazan a lo largo de toda la trama, pero justamente la muerte mantiene vivos a los personajes, como si en realidad no existiera. Contanos acerca de ese proceso de darle voz a los muertos.

—He soñado con muertos. Con mi papá, por ejemplo, a una semana de su muerte se me apareció en un sueño y me dijo que él estaba bien, que teníamos que rezar por todas las almas y no sólo por él. A mis dieciséis años soñé con un amigo de papá, que había muerto cuando yo tenía trece, me lo encontraba en la calle y me decía que les dijera a mis “viejos” (literal) que fueran a su casa a festejar el cumpleaños, no me dijo de quien, cuando me desperté se lo conté a mamá y me preguntó qué día era. El que cumplía años era él. Y sé de gente, niños por ejemplo, que hablan con familiares muertos. Lo viví como algo natural. De las tres novelas que he escrito, sólo en la segunda usé el realismo mágico porque me encanta, pero en estas dos o, mejor dicho, en Volví para amarte, darle voz a un muerto no fue realismo mágico. Para mí es realidad. 

—A cada vida le dibujaste un escenario, un lugar donde sucede la realidad de los protagonistas, ¿podrías nombrar algún objeto simbólico que represente cada uno de esos escenarios?

—En la primera parte, el agua y la tierra. En la segunda, el aire.

—¿Qué te dejó la escritura de esta historia?

 —Que nunca es tarde para que un sueño se cumpla. Que siempre se puede mejorar un texto. Que para escribir hay que dejar de lado el ego.

—Para terminar, si esta novela desprendiera un aroma a través de sus letras, un perfume que la represente, ¿cuál  sería y por qué?

—Una gardenia fue lo primero que pensé como flor, pero entonces me pregunté cómo será su perfume y lo busqué en Google. Ahí me enteré que también se la conoce como gardenia jazminoides y que es el jazmín del cabo. ¡Oh, sorpresa! Amo el perfume del jazmín y en la casa de mi tía abuela Genoveva había un arbusto tan grande que parecía un árbol. Y, de pronto, presente y pasado fue un solo tiempo.

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Seba Dorso y ’De nuevo el presagio’: “Me encontré con la confianza de trabajar a cuaderno abierto”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Rompe el capullo y extiende sus alas. Intenta un vuelo. Hay una ruptura, viento y alas en la canción que nace, una metamorfosis de las palabras. Y una distancia del refugio, donde los fantasmas repiten la geometría del espacio y se ovillan en el brote, en un punto de luz, como si fuera un presagio de cambio.

Todo proceso implica un viaje, movimientos sutiles que llevan de un lugar a otro. El compositor, pianista y cantante Seba Dorso ha vivido esa metamorfosis durante el proceso creativo de su último álbum “De nuevo el presagio”, una obra en formato trío en el que lo acompañan Diego Rodríguez y Agustín Pietribiasi.

Contarte Cultura charló con el músico para conocer su historia y los pasos que dieron para dar a luz este disco.

—Salir del capullo de lo conocido y desplegar las alas para cruzar hacia lo desconocido implica un movimiento y ese desplazamiento un cambio. Para comenzar esta charla vamos a hacer foco en esa imagen, la del anuncio de cambios que representa la esencia de tu álbum “De nuevo el presagio”. Si pudieras elegir una textura o un color que represente el movimiento que dio vida al disco, ¿cuál elegirías y por qué?

—¡Qué interesante! La textura es claramente rugosa, con información táctil. Eso fue muy buscado en el sonido de este disco, lo textural en el trío, lo rizomático. En cuanto a los colores, se me hace que las 5 canciones del disco tienen 5 colores muy diferentes, algo que fue de alguna manera buscado, intencional.

—¿Cuándo diste tus primeros pasos en el camino de la música? ¿Recordás cómo fue tu primer encuentro con un piano?

—Si, en casa de una tía de muy niño. A mi prima le habían comprado un hermoso piano que no usaba mucho, yo recuerdo enfrentarme a las teclas como a un abismo, algo ahí me atraía como un imán. Luego comencé a tomar clases de piano, unos años más tarde. No había en mi familia ni en mi entorno ninguna persona que hiciera música, así que no lo reconocía como un camino. Pero en la adolescencia empecé a conocer gente, músicas, músicos, empecé a compartir ensayos y a tocar y cantar en vivo, y de ahí ya no volví nunca más.

—¿De qué manera se gestan las letras de tus canciones y cuál es el proceso que las lleva a “salir de sus propios capullos”?

—Las letras me toman mucho tiempo en general, salvo excepciones. Surgen a partir de un brote, un verso o idea del cual se empieza a desenredar algo que al principio no se bien que es ni qué dice. Escribo, anoto ideas, tacho y reescribo en sucesivos o simultáneos cuadernos, hasta que empieza a aparecer el contenido o la forma.

—¿Cómo surgió la idea de este disco en formato trío y qué cosas te gustaría destacar del tiempo creativo de cada tema?

—La idea surgió del encuentro, de la conjunción de planetas en que resultó esta junta. En un momento tomé conciencia de la suerte que tenía de haber encontrado un grupo que funcionara y alimentara la música que se me ocurría, y entendí que tenía que aprovecharlo mientras estuviera. Es como el amor. En cuanto a los tiempos creativos, ahora que el disco está terminado tengo la tranquilidad del trabajo completado, pero fue un proceso que no estuvo libre de dudas y angustias. Por supuesto, todo ese trance nutrió a las canciones y al grupo. Durante varios meses llevé ideas al ensayo, probando arreglos y texturas; grababa los ensayos, luego escuchaba, reescribía arreglos, mis compañeros sugerían cosas que probábamos una y otra vez. Así fueron tomando forma las canciones, con paciencia. Sobre todo las tres primeras.

—Y justamente esos temas de alguna manera están hilvanados por un hilo temático, ¿cuál es esa línea conceptual que une las cinco canciones?

—Las tres primeras canciones funcionan como una obra integral, de alguna manera. Tienen un abordaje similar, son largas, y hablan de lo mismo de diferentes maneras: de lo que cambia, de lo que no cambia y se repite, o se estanca, de los cambios impuestos y que podemos o no hacer con eso, de los agentes de cambio.

—Seguramente también hubo cambios en tu manera de hacer música durante el proceso creativo, ¿con qué cosas nuevas te encontraste en el punto de llegada, al terminar el disco?

—Honestamente, con un resultado final que me pareció muy satisfactorio. No es tan habitual en mí esto. Encontré una manera de hacer música que me funciona en lo personal, por lo menos de momento. También me encontré con la confianza de poder trabajar a cuaderno abierto con compañeros que siempre fueron muy contenedores y proactivos, y me inspiraron muchísimo

—¿Cómo trabajaron el arte de tapa para resumir los conceptos del álbum?

—Fue un trabajo hermoso. Yo tenía esta idea, una escena en una mesa… Convoqué a una amiga artista que hizo la dirección de arte, con Mati Montagne que hizo las fotos y que trabaja junto con ella. Charlamos un poco del concepto, conseguimos el vestuario y los objetos, buscamos la locación, y luego trabajamos una jornada entera hasta que apareció esta foto. Fue un día perfecto

—¿Dónde y cuándo se presentará “De nuevo el presagio” y quiénes acompañarán ese encuentro?

—Se presenta el 17 de noviembre a las 20 en Circe Fábrica de Arte, en CABA. Van a estar tocando conmigo Diego Rodríguez en contrabajo y Agustín Pietribiasi en batería y percusión, que son mis compañeros de proyecto con los que hicimos esta obra. También van a estar de invitados Laura Ledesma, Nela Cuzzani y Marcos Monk.

—¿En qué nuevos proyectos estás trabajando actualmente?

—En estos últimos años estuve trabajando en proyectos teatrales, musicalizando y sonorizando. Es un mundo que me atrapa.

—Para terminar, un deseo para ese grupo de trabajo que acaba de iniciar sus primeros vuelos.

—Que vuele todo lo que pueda, que vuele alto y bien bajito también, bien rasante, y que nos haga mejores músicos y personas.

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Marisa Potes: “Escribo para vivir más de una vida a la vez”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El amor viaja por las páginas. Es un latido pegado a las palabras, tinta derramada en otros tiempos. Es un punto que busca su espacio, suspendido, balanceándose entre pieles y miradas, como si necesitara muchas voces para aquietarse en un final.

La escritora marplatense Marisa Potes ha recorrido con sus palabras el universo de la novela juvenil, los cuentos y la novela romántica histórica. A “La soledad de los secretos”, publicada en 2022, le siguió “Rencor de amor”, editada en 2023, ambas por Del Fondo Editorial.

Contarte Cultura charló con la autora para recorrer y conocer el camino de sus letras, especialmente de su última obra.

—Comencemos esta charla con un juego de presentación. Imaginemos un lienzo o una página en blanco, un espacio vacío donde vas a dejar una huella, algo que te represente. ¿Cuál es la primera imagen que te aparece para contarnos algo de vos?

—Soy una persona más simple de lo que parece, y más compleja de lo que se piensa. Amo escribir historias, amo disfrutar historias. Escribo para vivir más de una vida a la vez y he aprendido a disfrutar de la belleza de las pequeñas cosas. Soy marplatense, me gusta el horizonte amplio de la costa y aunque a veces proteste por las variaciones del tiempo, reconozco que no podría vivir en un lugar donde el clima fuera siempre igual.

—¿Recordás cuándo y cómo nació en vos el deseo de contar historias?

—No podría ponerle una fecha, pero sí sé cómo fue el proceso: a partir de escucharlas primero, y leerlas o verlas después. Si en una reunión familiar alguien se ponía a contar una anécdota, yo estaba ahí. Mi mamá me contaba cuentos que inventaba en su mayoría; mi papá, fábulas o anécdotas que había oído. Después me compraban revistas infantiles, historietas. El momento de ir a la librería por un libro nuevo era fascinante: todos esos lomos en las estanterías, ofreciendo puertas a mundos infinitos. En algún punto disfrutar de historias producidas por otros no me alcanzó y empecé a producir las mías.

—Y desde ese momento siempre hubo algo para contar, ¿de qué manera se manifiestan los protagonistas de esas historias?

—La mayoría de las historias se me ocurren a partir de cosas que les ocurren a sus protagonistas. Desafíos que la vida les presenta, obstáculos que ellos mismos se ponen, objetivos que quieren alcanzar. Necesito empatizar con ellos, entenderlos, que me gusten, que me den ganas de contar su historia, porque soy novelista, y al ser novelista tenemos que convivir bastante tiempo.

—Tu primera novela romántica es “La soledad de los secretos” a la que le siguió “Rencor de amor”, ambas publicadas por Del Fondo Editorial. ¿Qué te sedujo de la novela histórico-romántica a diferencia de las otras que habías escrito antes?

—Escribo historias que tengo ganas de contar; personajes con los que tengo ganas de jugar, tramas que me gusta complicar, suspenso en el que quiero mantener a los lectores. Soy curiosa, y la Historia me gusta porque me gustan las historias. El contexto histórico para narrar ficción me parece muy rico, hermoso. He disfrutado como lectora/espectadora de muchos libros, series y películas en contextos históricos extranjeros. El nuestro es un espacio que me hubiera encantado encontrar en la colección Robin Hood, por ejemplo. Entonces decidí escribir mis propios libros en contextos que tengo ganas de visitar. En La soledad de los secretos, por ejemplo, una Mar del Plata que habito como ciudadana, pero que no había tenido oportunidad de recorrer como lectora. Mar del Plata es hermosa, y la vieja ciudad como escenario de ficción, ¡Ahhh! ¡Un deleite! Creo que en esa novela, el escenario es un personaje más. Las primeras novelas que escribí (el orden de publicación de mis novelas no coincide con su orden de escritura) fueron en contextos históricos de lo más variados. Y el romance, de una manera u otra, está presente en todas; las de otros géneros también. Salvo en las infantiles: ahí hay amores de otro tipo. Pero el amor, siempre presente. Es el verdadero motor del mundo.

—Hablemos de “Rencor de amor”, sin dudas tuviste que viajar en el tiempo para encontrarte con los personajes que caminan por sus páginas, ¿por qué elegiste viajar a la época del Centenario de la Revolución de Mayo?

—Amo que en la pregunta hayas puesto la expresión “viajar en el tiempo”, porque es una de las cosas que me gusta de leer y escribir. En 2009 caí en cuenta que pronto sería el Bicentenario, entonces me dije ¿cómo no escribir una historia en ese escenario? Tenía varias ideas sobre algunos personajes, y así nació Rencor de amor. En el período en que transcurre la novela (entre 1910 y 1912, aproximadamente) suceden una cantidad de cosas que si no fueran reales sería imposible inventarlas por inverosímiles. Pero ocurrieron. Y en ese marco el ascenso y caída de las familias “encumbradas”, como dice nuestro protagonista, ofrece mucho material. El amor teñido del rencor del pasado, la desesperación por mantener la posición social, los mandatos que pesaban sobre las mujeres que hacen que mi protagonista femenina sienta que lo único que puede hacer es “conseguir un buen partido”, son temas que atraviesan a mis personajes. Sí, los atraviesan como una daga que les hace doler el alma, y mueven la trama.

—Y haciendo foco en esos escenarios, ¿qué fue lo que más te gustó del proceso de recrear ese tiempo?

—Lo que más disfruté fueron las cosas que fui encontrando mientras investigaba. Sabía bastante de la época, pero comprobar cómo confluyeron el Centenario, el cometa Halley, la infanta española en el aniversario de la Revolución de Mayo (¡un delirio!), las grandes exposiciones, las fiestas diarias, los personajes, la mayor parte de la ciudad que es dejada sin luz sin ningún prurito para que un pequeño sector de gente disfrute de la iluminación, me fascinó y me sigue fascinando. Cada cosa es un elemento para nutrir los caracteres de mis personajes, cuya construcción también disfruté mucho.

—Hay acuerdos comerciales y hay amor rodando entre tus letras, ambas cosas atraviesan a los protagonistas. ¿Cuáles fueron tus mayores desafíos al momento de dar voz y vida a tus personajes?

—El mayor desafío fue ponerme en el lugar de ellos. Entender por qué hacen lo que hacen. Por qué los obligados a cumplir con un arreglo matrimonial dicen “nah, yo no me caso nada; me voy  a vivir por mi cuenta”. Ya sé que eso ocurrió, e increíblemente sigue ocurriendo, pero yo necesito entender las motivaciones, porque si no lo que estoy escribiendo es un personaje vacío. Y si algo me han dicho mis lectores es que empatizan con mis personajes, que les resultan genuinos. Entonces creo que el trabajo de entenderlos ha valido la pena.

—¿El odio podría considerarse otro protagonista de esta historia?

—Qué buena pregunta. Creo que ese otro protagonista, más que el odio, sería el rencor y lo que provoca aferrarse a él.

—¿En qué proyectos estás trabajando por estos días?

—Estoy trabajando en un cuento infantil y en otra novela romántica en contexto histórico, de la cual no puedo decir nada nada.

—Para terminar, si pudieras elegir un aroma que represente la esencia de esta novela, ¿cuál sería y por qué?  —No sé si hay un aroma con el que podría identificar la esencia de la novela. Pero pienso en algo que disfruta nuestro bello protagonista, por eso voy a elegir el aroma de los bizcochos de Olinda (quienes lean la novela verán quién es). Esos bizcochos representan las cosas buenas del pasado que aún persisten. Y si se me permite la analogía, el protagonista está para comérselo, igual que los bizcochos (risas).

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
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