Historias Reflejadas
“El ojo del mundo”
El ojo del mundo
Hay un ojo en el cual es posible encontrar nuestro reflejo. Internarse en la profundidad de su mirada para mirarnos y descubrir la auténtica dimensión de cada cosa.
Del otro lado, en las sombras de uno mismo, yace implacable la verdad.
En la red de la vida, huyen por agujeros imprudentes los recuerdos de lo que nunca fuimos, y nos esclavizan.
Una llave brilla en la memoria del tiempo y sólo ella será capaz de abrir las puertas de la sabiduría ancestral.
Nada es lo que parece. En el reverso del paisaje, las ovejas se convierten en lobos y ambos buscan su libertad.
Todo está perfectamente tejido; detrás de las rejas que nos encarcelan es posible recorrer distancias infinitas, para encontrar enterrado en el fango de lo desconocido, un deseo olvidado.
Una cadena de acontecimientos imposibles de deshacer, se enredan en el tiempo y se entrelazan en busca de la felicidad.
En el futuro existe un ojo capaz de mostrarnos el otro lado, reflejado por aquellos que antes estuvieron ahí y nos invitan a cruzar las fronteras en busca de la paz.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “El rapto”, de Miriam Molero; “Falcó”, de Arturo Pérez Reverte; “La locura de Onelli”, de Leopoldo Brizuela; y “Operación Esmeralda”, de María Correa Luna.
Historias Reflejadas
“El misterio de la noche”

El misterio de la noche
La noche descendía por una escalera invisible, los ojos balanceándose en el borde del sueño. Abajo, al otro lado del día, flotaba el mundo de adentro.
El extraño murmullo ascendía por el hueco de una grieta, como una voz conocida, como el viento de un cuento que despeinada las sábanas para soltar un secreto.
En la cama, justo detrás del sueño, unas ovejas curiosas saltaron para invitar al viaje. Tras ellas, varias hadas provistas de alas transparentes, subieron y bajaron por las páginas de la noche y acompañaron la llegada de unos hombrecitos sin nombre. Éstos, decididos, atravesaron las escaleras de un libro que no podía dormirse. El sueño llegó despacio, tanto que se pegó a la mañana, los ojos bien abiertos sobre la línea del día, un balanceo aquí y allá.
Y la noche, como si fuera parte de la misma página, volvía a vibrar sobre las pestañas. Otra vez…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Lorenzo y la escalera misteriosa”, de Irene Goldfeder con ilustraciones de Fernanda Bragone; “Recíproco”, del libro “Mentiras y moretones”, de Pablo Bernasconi; “Cuando no llega la noche”, de Poly Bernatene; y “La oveja imaginaria o viaje en poesía de la noche al día”, de Beatriz Actis con ilustraciones de Sonia Basch.
Historias Reflejadas
“Redondel”

Redondel
Transitaban un espacio circular, los pies sobre surcos antiguos, los pensamientos como una distancia entre las palabras, el hueco sin voces.
Giraban, sus bocas emitían sonidos, una repetición sobre los pasos, para no olvidar el nombre de cada cosa, como un regreso al punto de partida.
El eco de aquella música lejana sostenía las palabras; una ópera en el cielo, huellas sutiles en los surcos de un vinilo, mentiras dando vueltas en un redondel de silencios.
Algo se mostraba y algo se escondía, el círculo se abría. Y volvía a cerrarse.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “La construcción de la mentira”, de Gonzalo Heredia; “Corbett”, de Matías Esteban; “Rebelión en la ópera”, de Carlos Ríos; y “33 Rpm” de Juan Guinot.
Historias Reflejadas
“Rumor de cuentos”

Rumor de cuentos
Un rumor resbaladizo se alargó sobre las hojas, como un secreto sin forma, deseoso de multiplicarse.
El viento desparramó las palabras, sus letras flotando en el aire, enredándose, livianas, viajeras, inquietas.
Fue entonces, cuando las historias rodaron de boca en boca, de pelo a pluma, de pata en pata, cubiertas de escamas, libres en los ríos de la memoria.
Fue entonces cuando a las palabras les nacieron alas que se elevaron como un canto antiguo, como una ronda alrededor del fuego, como un deseo nacido de las llamas, en el vientre del monte, en el sitio exacto donde el autor las recolectaba y las convertía en cuentos.
Pura sabiduría escondida en las voces de la tierra, tan sólo un puñado de silencios.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Gustavo Roldán, sus siguientes cuentos: “El monte era una fiesta” (Ilustraciones de Manuel Purdía), “Cada cual se divierte como puede” (Ilustraciones de Claudia Deglioumini), ” Cuentos que cuentan los indios” y “El camino de la hormiga” (Ilustraciones de Juan Lima).
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