

Historias Reflejadas
“Gotas superpuestas en el viento”

Gotas superpuestas en el viento
Una lluvia imprevista se derrama sobre la existencia, gotas sobre gotas reiteran las palabras escondidas en los bolsillos del tiempo.
El viento, orgulloso y traicionero, arrastra la quietud de lo cotidiano y desata una tormenta que se enreda en los túneles de la memoria.
Gotas sobre gotas, atrapadas en los instantes injustos, forman un collar que aprieta las horas y las transforma.
En las fronteras del miedo se escuchan las voces de un pasado que pesa y que se une a los latidos de un presente mudo. Sólo es posible escapar.
Gotas sobre gotas limitan la vida de aquellos que corren contra los huracanes del destino.
Ráfagas furiosas de emociones que viajan a lo largo de la historia, se aquietan en el punto exacto en el que la lluvia susurra la calma.
Después de las tormentas, es posible retomar la ruta de los sueños, entregarse al murmullo del agua suspendida en el paisaje y decidirse a flotar sobre los recuerdos para evitar el naufragio.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Después de la tormenta”, de Ana Emilia Moglia; “Hijos de la tormenta”, de Luis Carranza Torres; “Los que corren contra el viento”, de María Correa Luna; y “Las tormentas”, de Santiago Craig.

Historias Reflejadas
“El Punto”

El punto
Existe un punto en el que confluyen todas las cosas visibles e invisibles. Hay que saber mirar por debajo de su superficie y perderse entre las minúsculas partículas que encierran su verdad.
En el sótano de la existencia se escucha el eco de voces atrapadas en un infinito de historias, en las que todo sucede una y otra vez.
Miles de escaleras conducen a los bordes del universo, réplica de tantos que se prolongan en busca de límites que los contengan.
Es necesario descender a la oscuridad para encontrar los peldaños que nos lleven más allá, en donde arden los fuegos que iluminan al mundo.
Sobre un rincón de nuestras vidas, cuelgan serenas las telarañas que envuelven nuestros destinos.
En una hora exacta, justo cuando una respuesta encuentra su pregunta, alguien ascenderá desde su culpa y la verdad se hará visible y liviana.
Oculto entre los túneles que nos abarcan, un punto multiplica en nosotros la totalidad y nos invita a encontrarnos en el fondo de nuestras diferencias.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes cuentos: “El Aleph” (El Aleph), de Jorge Luis Borges; “El mundo” (El libro de los abrazos), de Eduardo Galeano; “El cuarto sin ventanas” (Historias desaforadas), de Adolfo Bioy Casares; y “La mujer que llegaba a las seis” (Ojos de perro azul), de Gabriel García Marquez.
Historias Reflejadas
“La otra cara del destino”

La otra cara del destino
Todo vuelve al punto exacto del que ha partido, al lugar en el que duermen los recuerdos y todo vuelve a empezar.
Es necesario atravesar el laberinto de la vida para llegar a su centro, allí donde la esencia de las cosas se hace nítida para manifestarse.
En el camino están las respuestas que se extienden más allá de los muros que nos limitan.
Detrás de una puerta cerrada, la esperanza levanta vuelo. En el aire se escucha apenas un murmullo que se repite como un eco lejano para que nadie la olvide.
El tiempo se detiene un instante y, sin embargo, avanza entre las partículas de aquellos seres y objetos que cuentan una historia preservada en las voces que sostienen el recuerdo.
Es posible regresar, recuperar las verdades escondidas al principio, viajar hacia el origen para no naufragar.
El destino se da vuelta y nos muestra su cara más oscura, cargada de sombras que prolongan sus brazos y nos cautivan.
Del otro lado del destino, en el vértice opuesto a la oscuridad, renace luminosa la palabra libertad.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Todos los soles mienten”, de Esteban Valentino; “Las luces de septiembre”, de Carlos Ruiz Zafón; “El espejo africano”, de Liliana Bodoc; e “Izanaghi, el náufrago del tiempo”, de Javier Alberto Breitenbruch.
Historias Reflejadas
“Palabras liberadas”

Palabras liberadas
Hilos de letras se entrelazan para contornear los fragmentos del alma que calla y prefiere el olvido.
Detrás, un vacío tácito, cargado de sombras, deja escapar las sílabas que se convierten en voces escritas.
En los espacios intermedios, allí donde se resguarda lo negado, nace el deseo de dejar caer las máscaras que constituyen la trama del silencio.
Existen fisuras por las que emergen apuradas las sensaciones dormidas, trozos diminutos capaces de convertirse en historias.
Un vaivén de sensaciones estalla y se multiplica en imágenes delimitadas por palabras que logran contenerlas en un abrazo de líneas.
Todo vibra y el ser se deja arrastrar para dar lugar a la fermentación de lo viejo y transmutarlo.
Gotas de tinta derramadas en busca de libertad, no de la propia sino la de quien escribe, se vuelven densas en las formas que las obligan a avanzar o retroceder.
Hay un punto de quiebre, ruptura de aquello que no pudo ser, espejos enfrentados que muestran a lo lejos tan solo una sombra de lo que hemos sido.
Palabras liberadas fluyen para contar aquello que hemos olvidado y provocan en el alma la alquimia de un recuerdo.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Pintar el tiempo”, de Sara Bonfante; “En breve cárcel”, de Sylvia Molloy; “En el eterno sur”, de Magalí Varela; y “El secreto de Jane Austen”, de Gabriela Margall.
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