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Literatura

La provincia de Buenos Aires dirá otra vez presente en el Feria del Libro

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El Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, a través del Instituto Cultural, participará una vez más de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que este año se desarrollará desde el 24 de abril al 12 de mayo en el Predio Ferial de La Rural (Av. Santa Fe y Sarmiento, CABA). 

El Stand 602 del Pabellón Azul será el epicentro de la cultura bonaerense, con la oferta de más de 800 títulos de 90 editoriales independientes, 40 lanzamientos de Ediciones Bonaerenses y la presencia de editoriales municipales, además de una nutrida agenda de presentaciones, talleres y homenajes.

En esta edición de la feria serán parte de la agenda de actividades referentes de la escritura y de la cultura en general como como Liliana Viola, Alejandra Flechner, Alejandra Kamiya, Raquel Robles, Mariana Mariasch, Juan Solá, Walter Lezcano, y Selva Almada, Hernán Brienza, entre otros. La agenda completa puede conocerse en institutocultural.gba.gob.ar/feriadellibro2025.

“Leer es un derecho y una herramienta fundamental para construir una sociedad más justa. Nos hace más libres y más conscientes de la vida que tenemos. Nos une a las cosas que amamos y nos permite conocer nuevos mundos. Nos hace entender nuestro pasado. Nos hace soñar. Nos hace más libres. Por eso este año, en la nueva edición de la Feria Internacional del Libro, desde la Provincia de Buenos Aires seguimos impulsando la libertad de leer”, destacó la presidenta del Instituto Cultural, Florencia Saintout

En esta edición, el stand bonaerense contará con más de 6 mil ejemplares, incluyendo  algunas novedades del sello provincial Ediciones Bonaerenses, como “Las voces bárbaras”, “Sobre el renglón de la pampa: 7 poetas bonaerenses” y “Diego de Fiorito”. 

A su vez, este año también se realizará un homenaje al escritor, ensayista y guionista de novelas gráficas Guillermo Saccomanno. También recibirá el reconocimiento el escritor, activista y actual director del sello editorial Fondo de Cultura Económica, Paco Taibo II. Anteriormente recibieron esta distinción los escritores y dramaturgos Mauricio Kartun, Griselda Gambaro, Alejandro Dolina, Mariana Enriquez y María del Carmen Bianchi.

Las actividades en el stand comenzarán este jueves 24 entre las que se destaca la edición conversaciones de Extraordinarias, con la presentación de “Esta no soy yo. Biografía de Aurora Venturini”, libro de Liliana Viola, en la que participará la autora junto a la actriz Alejandra Flechner. El sábado 26, en tanto, a las 17.30, tendrá lugar la charla “Memoria, deseo y lenguaje” con la participación de Alejandra Kamiya, Raquel Robles y Marina Mariasch

Además, vale destacar que el martes 29, a las 20.30, se realizará un recital de poesía titulado “Morar en el corazón de un pájaro”, en el día del aniversario del nacimiento de Alejandra Pizarnik en suelo bonaerense, en la que participarán Diana Bellessi, Julián López, María Laura Decésare, Pamela Terlizzi Prina y Martina Cruz.

La Feria Internacional del Libro estará abierta desde las 14 hasta las 22. En tanto, los sábados, domingos y feriados el horario será desde las 13 a 22. El sábado 26 de abril será la Noche de la Feria, que contará con un horario extendido hasta las 00, con entrada libre a partir de las 20.

(Fuente: Comunicación | Subsecretaria de Industrias Creativas e Innovación Cultural)

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Literatura

Se celebra en la Argentina el Día del Escritor

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Este 13 de junio, como sucede cada años, se celebra en la Argentina el Día del Escritor. La conmemoración es en honor al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), un artista que a través de sus variadas obras lideró la vanguardia literaria del modernismo de finales del siglo XIX.

Lugones nació en la localidad cordobesa de Villa María del Río Seco, se suicidó el 18 de febrero de 1938 en un hotel del Tigre y fue la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), la que estableció la fecha de su nacimiento para esta conmemoración.

Poeta, narrador, bibliotecario, pedagogo y ensayista, en su obra forjó de hecho una vanguardia literaria que rompió con la herencia hispanista y sentó así las bases de una literatura moderna, siempre en la búsqueda de una lengua propia para nuestro país.

Fue autor de una treintena de libros, entre ellos, “Los crepúsculos del jardín”, “Las fuerzas extrañas”, “Las horas doradas” y “La guerra gaucha”, que fue llevada al cine en 1942 por Lucas Demare.

Para Lugones el rol del escritor estaba unido al destino de su país y, por lo tanto, debía ser parte de su acción política. Admirador de las bibliotecas populares, dirigió hasta su muerte la Biblioteca Nacional de Maestros y contribuyó a diseñar una reforma para la educación secundaria argentina.

Al mismo tiempo, algunos de sus ensayos se constituyeron en hitos de la cultura argentina. Las conferencias que brindó en el teatro Odeón sobre el “Martín Fierro”, en las que comparaba al guacho con la épica homérica, tienen mucho que ver en su constitución como “libro nacional”.

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Textos para escuchar

Amigos por el viento – Liliana Bodoc

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Julieta Díaz
lee el cuento Amigos por el viento, de Liliana Bodoc.

A veces, la vida se comporta como un viento: desordena y arrasa. Algo susurra pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta lo que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas.
Cuando la vida se comporta de ese modo, se nos ensucian los ojo con los que vemos. Es decir, los verdaderos ojos. A nuestro lado, pasan papeles escritos con una letra que creemos reconocer. El cielo se mueve mas rápido que las horas. Y lo peor es que nadie sabe si, alguna vez, regresara la calma.

Así ocurrió el día que papá se fue de casa. La vida se nos transformó en viento casi sin dar aviso. Yo recuerdo la puerta que se cerró detrás de su sombra y sus valijas. También puedo recordar la ropa reseca sacudiéndose al sol mientras mamá cerraba las ventanas para que, adentro y adentro, algo quedara en su sitio.

– Le dije a Ricardo que viniera con su hijo. ¿Qué te parece?
– Me parece bien – mentí.

Mamá dejó de pulir la bandeja, y me miró:

– No me lo estás deciendo muy convencida…
– Yo no tengo que estar convencida.
– ¿Y eso que significa? – preguntó la mujer que más preguntas me hizo en mi vida.

Me vi obligada a levantar los ojos del libro:

– Significa que es tu cumpleaños, y no el mío – respondí.

La gata salió de su canasto, y fue a enredarse entre las piernas de mamá.
Que mamá tuviera novio era casi insoportable. Pero que ese novio tuviera un hijo era una verdadera amenaza. Otra vez, un peligro rondaba mi vida. Otra vez había viento en el horizonte.

– Se van a entender bien – dijo mamá -. Juanjo tiene tu edad.

La gata, único ser que entendía mi desolación, saltó sobre mis rodillas. Gracias, gatita buena.
Habían pasado varios años desde aquel viento que se llevó a papá. En casa ya estaban reparados los daños. Los huecos de la biblioteca fueron ocupados con nuevos libros. Y hacía mucho que yo no encontraba gotas de llanto escondidas en los jarrones, disimuladas como estalactitas en el congelador, disfrazadas de pedacitos de cristal. “Se me acaba de romper una copa”, inventaba mamá, que, con tal de ocultarme su tristeza, era capaz de esas y otras asombrozas hechicerías.

Ya no había huellas de viento ni de llantos. Y justo cuando empezábamos a reírnos con ganas y a pasear juntas en bicicleta, aparecía un tal Ricardo y todo volvía a peligrar.
Mamá sacó las cocadas del horno. Antes del viento, ella las hacía cada domingo. Después pareció tomarle rencor a la receta, porque se molestaba con la sola mención del asunto. Ahora, el tal Ricardo y su Juanjo habían conseguido que volviera a hacerlas. Algo que yo no pude conseguir.

– Me voy a arreglar un poco – dijo mamá mirándose las manos. – Lo único que falta es que lleguen y me encuentren hecha un desastre.
– ¿Qué te vas a poner? – le pregunté en un supremo esfuerzo de amor.
– El vestido azul.

Mamá salió de la cocina, la gata regresó a su canasto. Y yo me quedé sola para imaginar lo que me esperaba.
Seguramente, ese horrible Juanjo iba a devorar las cocadas. Y los pedacitos de merengue quedarían pegados en los costados de su boca. También era seguro que iba a dejar sucio el jabón cuando se lavara las manos. Iba a hablar de su perro con tal de desmerecer a mi gata.
Pude verlo por mi casa transitando con los cordones de las zapatillas desatados, tratando de anticipar la manera de quedarse con mi dormitorio. Pero, aún más que ninguna otra cosa, me aterró la certeza de que sería uno de esos chicos que en vez de hablar, hacen ruidos: frenadas de autos, golpes en el estómago, sirenas de bomberos, ametralladoras y explosiones.

– ¡Mamá! – grité pegada a la puerta del baño.
– ¿Qué pasa? – me respondió desde la ducha.
– ¿Cómo se llaman esas palabras que parecen ruidos?

El agua caía apenas tibia, mamá intentaba comprender mi pregunta, la gata dormía y yo esperaba.

– ¿Palabras que parecen ruidos? – repitió.
– Sí. – Y aclaré -: Plum, Plaf, Ugg…

¡Ring!

– Por favor – dijo mamá -, están llamando.

No tuve más remedio que abrir la puerta.

– ¡Hola! – dijeron las rosas que traía Ricardo.
– ¡Hola! – dijo Ricardo asomado detrás de las rosas.

Yo mira a su hijo sin piedad. Como lo había imaginado, traía puesta una remera ridícula y un pantalón que le quedaba corto.
Enseguida, apareció mamá. Estaba tan linda como si no se hubiese arreglado. Así le pasaba a ella. Y el azul les quedaba muy bien a sus cejas espesas.

– Podrían ir a escuchar música a tu habitación – sugirió la mujer que cumplía años, desesperada por la falta de aire. Y es que yo me lo había tragado todo para matar por asfixia a los invitados.

Cumplí sin quejarme. El horrible chico me siguió en silencio. Me senté en una cama. Él se sentó en la otra. Sin dudas, ya estaría decidiendo que el dormitorio pronto sería de su propiedad. Y yo dormiría en el canasto, junto a la gata.
No puse música porque no tenía nada que festejar. Aquel era un día triste para mí. No me pareció justo, y decidí que también él debía sufrir. Entonces, busqué una espina y la puse entre signos de preguntas:

– ¿Cuánto hace que se murió tu mamá?

Juanjo abrió grandes los ojos para disimular algo.

– Cuatro años – contestó.

Pero mi rabia no se conformó con eso:

– ¿Y cómo fue? – volví a preguntar.

Esta vez, entrecerró los ojos.
Yo esperaba oír cualquier respuesta, menos la que llegó desde su voz cortada.

– Fue… fue como un viento – dijo.

Agaché la cabeza, y dejé salir el aire que tenía guardado. Juanjo estaba hablando del viento, ¿sería el mismo que pasó por mi vida?

– ¿Es un viento que llega de repente y se mete en todos lados? – pregunté.
– Sí, es ese.
– ¿Y también susurra…?
– Mi viento susurraba – dijo Juanjo -. Pero no entendí lo que decía.
– Yo tampoco entendí. – Los dos vientos se mezclaron en mi cabeza.

Pasó un silencio.

– Un viento tan fuerte que movió los edificios – dijo él -. Y éso que los edificios tienen raíces…

Pasó una respiración.

– A mí se me ensuciaron los ojos – dije.

Pasaron dos.

– A mí también.
– ¿Tu papá cerró las ventanas? – pregunté.
– Sí.
– Mi mamá también.
– ¿Por qué lo habrán hecho? – Juanjo parecía asustado.
– Debe de haber sido para que algo quedara en su sitio.

A veces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta aquello que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas.

– Si querés vamos a comer cocadas – le dije.

Porque Juanjo y yo teníamos un viento en común. Y quizá ya era tiempo de abrir las ventanas.

(Audio extraído del programa Calibroscopio del Canal Pakapaka)

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Historias Reflejadas

“Más allá de la luna”

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Más allá de la Luna

Alguien se había robado la luna. O una parte de ella. Justo ahora que la otra Luna se había ido sin avisar. En eso estaba el niño, que más tarde sería un grande, cuando pudo escuchar lo que los animales comentaban.

No importa lo que dijo la rana, ni el gato, ni los otros gatos del tejado. Ni siquiera es importante lo que susurró la paloma. Lo verdaderamente terrible es que, fuera por el motivo que fuera, la luna había desaparecido. ¿Cuántas lunas había? ¡Qué confusión!

Tal vez, pensaba el niño, a la luna le gustaba cambiar y como era muy coqueta había días en los que no se dejaba ver. En esas noches oscuras, cuando ella estaba sin estar, muchos artistas la pintaban en cielos dibujados para que nadie dejara de admirarla. “¿Y mi Luna?” se preguntaba.

Había que buscar las tres caras de la luna. ¡Además de la suya! ¿Sólo por coquetería a veces se escondía?  Era necesario bucear en las noches, mirar un poco más allá para que la luna valiera la pena.

En medio de tanto enredo, el niño, que después fue un grande, hizo un descubrimiento que le permitió mirar el lado oculto de las cosas, las cercanas y las lejanas.

Cierta tarde, cuando sus preguntas se habían enmarañado en una tristeza inexplicable, una lágrima se convirtió en respuesta. Primero fue una idea y muy pronto su imaginación se puso en marcha. Fue justamente por eso que a partir de entonces la vida del niño se transformó. Había nacido un genio, de esos que inventan cosas para que las verdades se revelen.

Un tiempo después, aquel pequeño inventor miraba por la ventana con un gran catalejo todo lo que había más allá de la luna. A su lado otra Luna, que había estado jugando a las escondidas, movía la cola.

 Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Galileo y el cataestrellas”, con textos de Carlos Pinto e ilustraciones de Leo Bolzicco; “Una luna junto a la laguna”, de Adela Basch con ilustraciones de Alberto Pez; “La mejor luna”, de Liliana Bodoc; y “El hombre que creía en la luna”, de Esteban Valentino.

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