

Entrevistas
Patricia Ratto: “El arte tiene sus maneras de penetrar en aquellos lugares a los que otras disciplinas no llegan”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Debajo, las voces del silencio se expanden como un eco sin fronteras. No hay palabras, tan solo un rumor, un sonido que arrastra los deseos y se pierde en aguas inciertas donde todo está quieto, sumergido en los abismos del miedo que despierta la muerte.
Patricia Ratto, docente y escritora, atenta al eco que proviene de las historias que nos constituyen, se detiene en las texturas que provienen de las palabras, escucha, percibe, recorre los mapas que delimitan, se interna en sus geografías, busca y encuentra las emociones que resuenan en sus letras y emergen como un huracán sobre sus dedos para precipitarse sobre las páginas de sus ficciones.
En diálogo con ContArte Cultura la autora tandilense recorre el proceso creativo de sus obras y cuenta sus vivencias en el arte de narrar.
—Contanos cuándo nace tu vocación por la escritura.
—Nací un domingo. Ese mismo día mi padre le compró –a un vendedor de libros a domicilio muy conocido en esa época en Tandil- la colección de Diccionarios Salvat enciclopédicos, la enciclopedia “Universitas” completa, y un Atlas gigante, que medía, de largo, unos cuantos centímetros más que yo. Contrariamente a lo que hubiera preferido mi madre, que era muy ordenada y prolija, mi padre dejó a mi alcance toda esa colección de libros. De modo que de muy chica, me tiraba de panza sobre una alfombra que mi abuela había tejido al crochet con retazos de lana, abría casi siempre los gordísimos tomos de la Salvat (que resultaron mis preferidos), ignoraba las palabras que aún no podía leer, pasaba de largo las fotos (casi todas en blanco y negro), localizaba los mapas, los abría, me quedaba viéndolos un buen rato y viajaba luego con mis dedos menudísimos por el hilo rojo de los caminos, las sinuosidades azules de los ríos, el amarillo desteñido de las mesetas, el marrón de los cerros, que con un esforzado despliegue de matices intentaba simular un cierto relieve frente a la chatura impuesta por la tiranía de las dos dimensiones. Un día confisqué una radio vieja que, en mi casa, iban a tirar a la basura porque solo funcionaba sintonizando onda corta.


Esa radio se sumó a la ceremonia de transitar los mapas de la Salvat. Sintonizaba una emisora en un idioma que no entendía y, por puro capricho de nena fantasiosa, decidía que ese run run de palabras desconocidas eran las que mejor le cuadraban a ese país recién descubierto. Me detenía en puntos pequeños o más gordos o aquellos rodeados por un círculo. Pueblos y ciudades cuyos nombres en letras diminutas todavía no sabía leer. E imaginaba a las personas que allí vivían, que me hablaban desde muy lejos pero a la vez desde tan cerca, voces que se agitaban y bullían, en un espacio ambiguo que conjugaba lo remoto con lo muy próximo de ese aquí justo debajo de las yemas de mis dedos. Una radio de onda corta y mapas: yo diría que ahí está el origen de mi escritura. Será por eso que para escribir siempre necesito esa combinación de espacio más sonido, de territorio más lenguaje.

—¿Qué cosas pueden llegar a desatar en vos las palabras o las imágenes que conducen a una ficción?
—No hay algo en especial y ha sido diferente para cada uno de mis libros. Puede ser algo que estoy leyendo, una experiencia vivida, un cuadro, una noticia insólita, una palabra, una situación que veo mientras circulo por la calle. Los últimos dos cuentos que escribí partieron uno de un personaje de un poema y otro de unos relinchos de caballo que escuché muy sorprendida estando en mi casa en la ciudad de Tandil.
—¿Cómo trabajaste la construcción de los distintos escenarios de tus novelas?
—Yo atribuyo a aquella escena inaugural de mi escritura, esa necesidad que tengo de conocer primero el lugar en el que voy a ubicar mis ficciones, para luego poder concebir la historia, los personajes. En la mayoría de esos lugares estuve viviendo, o los visité y recorrí con insistencia: en Pequeños hombres blancos, José de San Martín, un pueblito de 1300 habitantes en la zona árida de la provincia de Chubut, Patagonia argentina en los años de la dictadura cívico militar; en Nudos, Tandil o cualquier otra ciudad de provincia atravesada por una ruta que divide claramente la zona de los que viven en un centro de calles asfaltadas y luminosas (tras las rejas altas de sus casas con alarmas y perros guardianes de raza), de los que viven en los suburbios de callecitas oscuras de tierra pobladas de niños y perros mestizos y hambrientos, los de un lado y los del otro, el diferente que se vuelve una amenaza y se traduce en exclusión, reclusión y violencia; en Trasfondo, el submarino ARA San Luis y el fondo del mar en la Guerra de Malvinas; en Faunas, pueblos de la Argentina como Cajón de Ginebra Chico o Ayacucho, pero también ciudades de Alemania, Corea, Japón… Mis mapas se ampliaron en estos cuentos.



—Contanos brevemente acerca de los hilos temáticos con los que tejiste el argumento de tus novelas “Pequeños hombres blancos”, “Nudos”, “Trasfondo” y tu libro “Faunas”.
—Mis novelas conforman, en cierto modo, una trilogía sobre la época de la dictadura militar. Pequeños hombres blancos, transcurre en la Patagonia argentina, en los primeros años del gobierno de facto. La protagonista es una profesora de Matemáticas que va a dar clases a una escuela de frontera y va cayendo en la cuenta de lo que está sucediendo, de cómo nada es lo que parece ser a simple vista, de cómo el miedo y la violencia circulan -con la complicidad del silencio o el disfraz del rumor- por entre los habitantes de ese pueblo. Trasfondo, en cambio, se ubica hacia el final de la dictadura, durante la Guerra de Malvinas. El escenario cambia, es el interior del submarino San Luis y el fondo del Mar Argentino. Hay un narrador muy particular que va contando minuciosamente todo lo que ocurre en ese pequeño submarino, perseguido por la flota inglesa. Nudos plantea, en cierto modo, las secuelas o cicatrices de la dictadura. Se ubica en la crisis económica del 2001. El pasado se proyecta sobre el presente como una sombra que sigue cobrándose sus víctimas: el Chiro, un adolescente que se ha vuelto un invisible para la sociedad en la que habita; un excombatiente de Malvinas al que le falta una pierna y no consigue reinsertarse en una sociedad que no se hace cargo de sus víctimas y mira hacia otro lado; una trabajadora social que trata de ayudar a niños en situación de calle en una escuela de una villa; una niña autista que es venerada como una santa para obtener dinero de quienes acuden -desesperados- por un milagro. En lo que respecta a mi libro Faunas, tiene trece cuentos en donde siempre aparecen animales que son, de alguna manera, espejos que nos devuelven la imagen de aquello en que nos hemos ido convirtiendo los humanos actuales.

—¿Dónde surgió la voz que te llevó a sumergirte en los silencios de “Trasfondo” para liberar las palabras de una historia dormida?
—Me costó mucho encontrar la voz de narrador de Trasfondo. De hecho, la novela publicada es la segunda versión. La primera estaba narrada colectivamente, por varios narradores. Eso era coherente con las voces diferentes de los distintos submarinistas a los que había entrevistado, pero sentí que así la historia perdía intensidad. Por ese entonces, mientras avanzaba con la indagación y las entrevistas, leía Lo que queda de Auschwitz, de Giorgio Agamben, para tratar de entender el papel de los testigos en situaciones extremas como la guerra y, en este libro, el caso específico del campo de concentración. Y me encontré con esta idea de que el testigo integral, el que tiene la experiencia completa de lo que es el campo de concentración, es aquel que muere en el campo y, paradójicamente, aquel que ya no tiene voz para dar testimonio. A su vez, quienes sobreviven, sí tienen voz para contar lo sucedido, pero tienen una experiencia parcial, incompleta. Queda entonces, siempre, una laguna, una zona gris, impenetrable, inaccesible, sin voz que la pueda narrar. Un poco arbitrariamente, se me ocurrió trasladar esto que Agamben dice del testigo integral en el campo de concentración a la experiencia de la Guerra de Malvinas. E imaginé que ese testigo integral, imposible para la historia, para el periodismo, para la filosofía, era posible para el arte, y en este caso para la literatura. Eso fue clave para encontrar a mi narrador que, conjuntamente con el trabajo minucioso del lenguaje y el diálogo con otros textos literarios, es lo que hace de este relato una ficción. Sentí que era la única manera de introducirme un poco en esa zona neblinosa e inatrapable de Malvinas. El arte tiene sus maneras de penetrar en aquellos lugares a los que otras disciplinas no llegan.
—¿Quiénes te ayudaron a recrear las vivencias del submarino ARA San Luis en el proceso de investigación de la novela?
—Cuando me encontré con esta historia y quise leer algo al respecto, fue escasísimo el material que encontré (una crónica muy breve, una entrevista, una nota periodística) y, por otra parte, tenía la sensación de que lo mejor no estaba ahí, en esa información que había leído. Eso me llevó a tratar de localizar a los protagonistas y a entrevistarlos. De esa manera, cruzando las diferentes versiones, pude hacerme una idea aproximada acerca de lo que había ocurrido dentro de ese submarino, en esos 39 días de inmersión que duró su campaña. Así que fui ubicando, poco a poco, a aquella tripulación y entrevisté a unos 15 submarinistas en total, que me fueron contando lo que ocurría en los distintos lugares del submarino: sala de máquinas, sala de torpedo, comando, sala de radares, la cocina, etc. Pero siempre tuve claro que no soy historiadora ni periodista, sabía que tenía que trabajar literariamente y que eran justamente esas operaciones de distanciamiento y deformación que puede hacer la literatura, o el arte, las que me iban a permitir sumergirme en las profundidades de esta historia, bucear un poco más allá de la primera capa de los testimonios.
—¿En qué proyectos estás trabajando por estos días?
—Tengo un par de cosas entre manos, pero no me gusta hablar de lo que estoy escribiendo hasta que salga a la luz. No siempre publico todo lo que escribo, además.
—Para terminar, nos gustaría que nos regales una estrofa de algún poema en el que pudieras esconder un sueño, un deseo para este año que comienza.
—En estos momentos difíciles que está viviendo la humanidad toda por el coronavirus, quiero compartir la última estrofa de uno de los poemas de Carpe Diem de Arturo Carrera, que con ese título que viene de la exhortación del poeta latino Horacio, “Aprovecha el día”, habla también de una ausencia que duele, de lo efímero de la vida, de esa trampa en donde lo cierto y lo incierto pactan:

Entrevistas
En primera persona: Nair Libonatti, escritora
La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra

Sobre sí misma y su arte
Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.
En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.
Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.
Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.
Sobre su obra
He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.



Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias. “El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.
Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.
Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.
Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
Entrevistas
Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.
“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense Aguirre–Rodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.
Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.
—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?
—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.
—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?
—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.


—¿Cómo fueron esos comienzos?
—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.
—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?
—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.
—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?
—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.
—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?
En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio, mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.
—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?
—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.
—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?
—Haremos algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.
—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.
9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.
—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?
—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.
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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.
Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.
“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.
ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.
—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.
- Frustración, sabor a cebolla
- Ansiedad, aroma a menta
- Alegría, aroma a vainilla
—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?
—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.
—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?
—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.
—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?
- Despierta: Integridad
- Diamantes: Osadía
- Rotas: Coraje
- El juego de las emociones de Uma: Autenticidad
—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?
—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.
—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.
—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.
—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?
—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.
—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.
—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.
—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.
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