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A los 103 años, murió el escritor chileno Nicanor Parra

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El poeta, físico y matemático chileno Nicanor Parra, creador de la antipoesí­a y uno de los íconos mayores de la literatura hispanoamericana del siglo XX, falleció la madrugada de este martes a los 103 años en su casa del balneario de Las Cruces, en Chile.

Irreverente, singular y eterno candidato al Nobel, Parra construyó una sólida obra poética integrada por “Cancioneros sin nombre” (1937), , “La cueca larga” (1958), “Manifiesto” (1963), “Obra Gruesa” y “Ecopoemas” (1982). Su consagración unánime llegó en 1954 con la publicación de “Poemas y Antipoemas” (1954), texto caracterizado por un enfoque narrativo, mayoritariamente en torno a un antihéroe y con un lenguaje coloquial en el que se destacan el humor y la ironí­a.

Con su centuria a cuestas, Parra había logrado desafiar la hipótesis del profesor estadounidense James Kaufman, quien en 2003 había publicado el ensayo “The cost of the muse: poets die young”, cuya hipótesis central es que los poetas mueren antes que los narradores, los ensayistas y los dramaturgos, porque la creación poética es un quehacer “rumiante” y quienes rumian “tienden a deprimirse”, una patología que sumada a “las reseñas negativas, los premios fallidos, los crí­ticos desalmados, las antologí­as desdeñosas y los suplementos inaccesibles”, vuelven más que probable la mortalidad temprana del poeta.

Casi nada de eso ocurrió con Nicanor, hermano mayor de una estirpe de creadores geniales -como la cantautora y artista Violeta Parra- y hasta ahora último sobreviviente de una generación de poetas chilenos integrada por Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro y Gonzalo Rojas.

“El poeta es un hombre como todos/un albañil que construye su muro: /un constructor de puertas y ventanas”, escribió en un manifiesto que data de 1963, donde sentó las bases de su obra antipoética, basada en el habla cotidiana y a su vez permeable al humor y al absurdo.

Definido alguna vez por Ricardo Piglia como “el mayor poeta de la lengua después de Vallejo”, también fue reinvindicado por el mítico escritor chileno Roberto Bolaño, quien lo reconoció como uno de sus mentores: “El que sea valiente que siga a Parra. Sólo los jóvenes son valientes, sólo los jóvenes tienen el espí­ritu puro entre los puros. Pero Parra no escribe una poesí­a juvenil. Parra no escribe sobre la pureza (“¦) Parra escribe como si al dí­a siguiente fuera a ser electrocutado”.

Nicanor Segundo Parra Sandoval fue el mayor de nueve hermanos. Nacido en San Fabián de Alico, el 5 de septiembre de 1914, el hijo de un profesor primario y músico y de una modista, llegó con sus mejores credenciales a estudiar a Santiago, donde ingresó por una beca de la Liga de Estudiantes Pobres para estudiar Matemáticas y Fí­sica en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.

A los 23 años, debutó en la literatura con el poemario “Cancionero sin nombre”, un título del que renegaría con los años, a pesar de que el ejemplar se adjudicó el Premio Municipal de Santiago y le valió que Gabriela Mistral lo señalara como “el futuro poeta de Chile”.

En los años siguientes, guardó silencio y solo entregó algunos adelantos, poemas sueltos que formarían parte de algunas antologías, mientras se dedicaba avanzaba en su interés por la literatura anglosajona, lejos de los grupos que por entonces replicaban el surrealismo nacido en París.

El poeta, físico y matemático chileno Nicanor Parra

A comienzos de los 40, Parra realizó en Estados Unidos un posgrado en mecánica avanzada en la Universidad Brown y ya de regreso a Chile asumió como director interino de la Escuela de Ingenierí­a de la Universidad de Chile.

A fines de esa década viajó a Inglaterra, donde llegó a la Universidad de Oxford, becado por el Consejo Británico. Allí realizó un doctorado en cosmologí­a, mientras entre lecturas de Shakespeare y Newton comenzaba a perfilar el libro que cambiaría el rumbo de la poesía hispanoamericana: “Poemas y antipoemas”.

El texto cimentó el proyecto de la antipoesí­a y produjo futuros elogios como los del crí­tico norteamericano Harold Bloom. “Parra nos devuelve una individualidad preocupada por sí­ misma y por los demás”, apuntó el autor de “El canon occidental”.

A los 50 años, Parra no tenía todavía una cuantiosa producción. pero continuaba entregando destellos de su talento. “Durante medio siglo / La poesía fue / el paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / y me instalé con mi montaña rusa. / Suban, si les parece. / Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices”, dice en el poema “La montaña rusa”, un punto de quiebre con la tradición poética.

En los 60 llegaron las traducciones al inglés en las versiones de figuras de la talla de Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, William Carlos Williams y Thomas Merton. En 1969 recibe el Premio Nacional de Literatura, aunque todavía no habían aparecido dos obras cruciales: “Artefactos” (1972) y “Sermones y prédicas del Cristo de Elqui”(1977).

En 1991 obtuvo en México el Premio de Literatura Juan Rulfo, que dispara la edición, dos años después, de la antologí­a “Poemas para combatir la calvicie”. Y en 2001 recibe el Premio Reina Sofí­a de Poesí­a Iberoamericana, mientras que una década después, en 2011, es reconocido, a los 97 años, con el Premio Cervantes.

Ese mismo año se publicó en España el segundo tomo de su “Obras completas” por Galaxia Gutenberg. Impulsado por el crí­tico español Ignacio Echevarrí­a y el escritor Roberto Bolaño, el primer volumen había aparecido en 2006.

“Flaco de nacimiento / Aunque devoto de la buena mesa; / De mejillas escuálidas / Y de más bien abundantes orejas; (“¦) Ni muy listo ni tonto de remate / Fui lo que fui: una mezcla / De vinagre y de aceite de comer /¡Un embutido de ángel y bestia!”, se autodefine en su poema “Epitafio”.

A mediados de los 90, el poeta se instaló en el balneario de Las Cruces, luego de veinte años de hacer clases de literatura a los alumnos de ingenierí­a en Universidad de Chile y desde entonces su residencia se convirtió en peregrinaje inevitable de escritores, polí­ticos, académicos y estudiantes como el escritor Roberto Bolaño, la expresidenta Michelle Bachelet y el actual mandatario chileno Sebastián Piñera.

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Bob Dylan lanza un box set de ocho CD‘s con sus primeras grabaciones

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La icónica discografía del cantautor norteamericano Bob Dylan experimenta ahora un nuevo hito: el lanzamiento del voluminoso archivo titulado “The Bootleg Series Vol. 18: Through the Open Window, 1956-1963”, mediante las discográficas Columbia Records y Legacy Recordings

Este enorme conjunto ofrece un fresco sonoro de los primeros años del artista, desde sus grabaciones caseras en Minnesota hasta su irrupción en el circuito folk del Greenwich Village neoyorquino. 

El formato más completo es la edición de 8 CD que reúne 139 temas, entre ellos 48 nunca antes publicados y otras 38 “súper-raras”, acompañadas de un libro de tapa dura con un extenso ensayo del historiador Sean Wilentz y más de 100 fotografías poco vistas. 

Desde la primera toma registrada —un acetato de 78 rpm del 24 de diciembre de 1956 en St. Paul (Minnesota) cuando Dylan tenía apenas quince años— hasta la actuación íntegra en el Carnegie Hall de Nueva York el 26 de octubre de 1963, el volumen cubre la transformación de un joven músico en un referente de la canción de protesta. 

El documento, además, recoge grabaciones informales en cafeterías, conciertos club, sesiones de estudio y demos que muestran cómo Dylan pasó de interpretar composiciones tradicionales a moldear su propia voz lírica y musical. 

La presentación de este archivo responde no solo al interés por coleccionistas sino también al valor histórico: es una “conexión viva entre pasado y presente”, según Wilentz, y permite escuchar “al artista convirtiéndose en sí mismo —o, en el caso de Dylan, en uno de sus primeros muchos yos”. 

Además de la edición deluxe de 8 CD, la obra estará disponible en versiones más accesibles: una versión de 2 CD y otra en 4 LP que condensan 42 temas seleccionados. 

Con este lanzamiento, Dylan consolida otro capítulo de su saga sonora, permitiendo que tanto los seguidores de siempre como quienes desean adentrarse en su obra temprana tengan acceso a un archivo profundo, curado y lleno de descubrimientos.

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Se cumple medio siglo de “Rapsodia bohemia”, la obra maestra de Queen

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“Rapsodia bohemia” cumple cincuenta años, rodeada de un halo de misterio. Una obra maestra, fruto de esas intuiciones que rara vez surgen incluso en las carreras más exitosas, y a la vez un desafío a los límites de la tecnología y una burla a las reglas de la industria.

Su historia es ahora bien conocida, gracias al rotundo éxito de la película de 2018 que catapultó a Queen y a la canción, elegida no por casualidad como tema principal de la película biográfica, a una extraordinaria retrospectiva con cifras asombrosas en las plataformas digitales.

Y pensar que las discográficas de la época no habrían querido que se lanzara como sencillo: en su opinión, con sus seis minutos de duración y su estructura inusual, no era apta para la radio. Por suerte, Freddie Mercury y sus compañeros de banda tenían una opinión diferente y, con la ayuda de un amigo locutor de radio, lograron difundirla, catapultándola a la leyenda.

Lo que la hace legendaria no es solo su éxito, sus enormes cifras o su inclusión en las listas de las mejores canciones de todos los tiempos, que, junto con los “me gusta”, son ahora los únicos factores que se utilizan para medir el valor de un artista o una canción.

Uno de esos factores es, sin duda, la letra, cuyo significado nunca se ha aclarado del todo: la interpretación más extendida es la de Lesley-Ann Jones, biógrafa de Freddie Mercury, quien, según esta interpretación, utilizó la confesión de asesinato contenida en la letra como una forma de salir del armario. Queen hizo bien en no revelar nunca el significado de la canción, que contiene claras referencias a la ópera: en la película, Bryan Singer hace que Freddie elija el aria “Love Is a Bohemian Child” de Carmen de Bizet, cantada por Callas, para presentar “A Night at the Opera”, el álbum que contiene “Bohemian Rhapsody”, a su representante.

Pero entonces, en el pastiche polifónico de la canción, encontramos a Galileo, probablemente un homenaje a los estudios de astronomía de Brian May; a Fígaro de “El barbero de Sevilla”; a Scaramouche, la máscara del bufón de la commedia dell’arte; y la invocación Bismillah, que en árabe significa “en el nombre de Dios” y se usa en el Corán, pero también por exorcistas en talismanes: cabe recordar que Mercury nació en Zanzíbar y se llamaba Farrokh Bulsara.

Belcebú, el príncipe de los demonios que “apartó un demonio para mí”, también está presente. Todo esto se enmarca dentro de una estructura musical sumamente compleja: una balada, un interludio operístico y una sección de hard rock con el inevitable solo de guitarra y un final a semejanza de balada.

Lo que lo hace aún más extraordinario es que “Bohemian Rhapsody” se grabó con casi 200 pistas sobre grabadas. Cabe destacar que en 1975 las grabaciones se realizaban en cinta, y obviamente no existían las grabadoras multipistas ni las computadoras. Esto significaba que no solo se cantaban todas las partes, sino que la edición se hacía a mano, cortando y pegando las distintas secciones de la cinta ensamblada en un soporte especialmente desarrollado.

Un verdadero desafío tecnológico que puso a prueba el virtuosismo vocal de Queen, maestros absolutos de la polifonía vocal: las voces más agudas y las notas más fuertes se confiaron a Roger Taylor, un baterista y cantante de altísimo nivel, pero también lo suficientemente inteligente como para comprender quién debía ser el líder.

(Fuente: Agencia ANSA)

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Preocupa el estado de la tumba de Tutankamón, que enfrenta riesgo de colapso

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La cámara funeraria de Tutankamón, uno de los tesoros arqueológicos más emblemáticos del mundo, enfrenta un grave riesgo de daño estructural y posible colapso, según un estudio revisado por pares publicado este mes en la revista npj Heritage Science del grupo Nature. Los investigadores detectaron fisuras en expansión que comprometen la estabilidad de la tumba ubicada en el Valle de los Reyes, en Luxor, Egipto.

El trabajo, encabezado por Sayed Hemeda, responsable del Departamento de Conservación Arquitectónica de la Universidad de El Cairo, describe una grieta principal que atraviesa tanto el corredor de entrada como la cámara funeraria del faraón, permitiendo que el agua de lluvia se filtre hacia el esquisto de Esna, una roca altamente sensible a la humedad. Esta filtración, advierten los científicos, podría provocar derrumbes parciales o incluso una “explosión de rocas” ante episodios de lluvias intensas.

Los especialistas vinculan el deterioro actual a la inundación repentina de octubre de 1994, que afectó la mayoría de las tumbas reales del valle. Aquel evento abrió microgrietas en las paredes y dejó los muros saturados de humedad, generando condiciones propicias para el crecimiento de hongos y el desprendimiento de pigmentos en los murales. “Estas tumbas necesitan ser rescatadas urgentemente a través de estudios científicos y programas de conservación sólidos”, alertó Hemeda en declaraciones reproducidas por medios egipcios.

El informe advierte que los bloques de piedra soportan hoy mayor tensión que en cualquier momento desde 1922, cuando Howard Carter descubrió la tumba del llamado “rey niño”. La humedad interna, combinada con la expansión y contracción del esquisto, ha acelerado la propagación de las fracturas y amenaza también a monumentos vecinos, como el Templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari.

“La caliza porosa y el esquisto de Esna se transforman físicamente al entrar en contacto con el agua”, explicó Hemeda. “Cuando el esquisto se humedece, se expande y puede fracturar la colina. Esto permite que el agua penetre y pone en riesgo la integridad estructural de la tumba y de sus pinturas murales.”

El estudio documenta daños visibles en los techos, escaleras y rampas, así como desprendimientos de fragmentos de roca. “La caída de piedras desde el techo es evidente y las grietas continúan creciendo”, detalló Hemeda, quien calificó la situación de “amenaza tangible” para la preservación del monumento.

A pesar de su renombre internacional, el sepulcro de Tutankamón —quien gobernó Egipto entre 1332 y 1323 a.C.— es considerado por los expertos como “la peor conservada del Valle de los Reyes”. Hemeda insiste en que se requiere “un programa de refuerzo y rehabilitación bien enfocado” que controle las fluctuaciones de humedad y alivie la presión estructural sobre el sitio.

La preocupación es compartida por Mohamed Atia Hawash, también de la Universidad de El Cairo, quien advirtió que deben tomarse medidas urgentes para evitar un colapso. “Tenemos la capacidad de monitorear los riesgos científicamente, pero la falta de una cultura de prevención hace que solo reaccionemos después del desastre”, dijo a Independent Arabia.

Mientras Egipto se prepara para celebrar el próximo centenario del descubrimiento de la tumba, los expertos coinciden en que el legado del joven faraón podría enfrentarse ahora a su mayor amenaza en tres mil años: el colapso de su propia morada eterna.

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