Mundo
Yoko Ono: cumple 90 años la vanguardista que carga con demasiados estigmas
Por Hernani Natale (*)
Yoko Ono, la mujer que podría ser definida como una pionera del arte conceptual, una incansable vanguardista o una precursora de la música punk, pero que sin embargo la sola mención de su nombre provoca un sinfín de comentarios estigmatizantes, cumple este sábado 90 años sin llegar a obtener su justo reconocimiento artístico.
Es que la mujer que nació un 18 de febrero de 1933 en Tokio, Japón, pareció haber sellado su suerte cuando en 1966 unió su vida a la de John Lennon, el genio creativo de Los Beatles, adorado por las masas, al que el establishment cultural le exigía de manera subliminal seguir los cánones convencionales de vida como condición para mantener su estelaridad.
Desde entonces, la artista cuyo nombre estaba ligado al movimiento artístico de vanguardia Fluxus y asociado a figuras como John Cage, La Monte Young, Philip Glass, Marcel Duchamp o Peggy Guggenheim, pasó a ocupar los primeros planos como la persona que había arruinado el buen andar de John y había provocado la ruptura de Los Beatles.
Y aunque el asesinato del exbeatle en diciembre de 1980 y el paso del tiempo acomodaron un poco las cosas, la realidad es que su nombre aún se utiliza como apelativo cuando, desde algún resabio machista, con malicia se quiere hacer alusión a alguna mujer que ejerce “mala influencia” sobre su pareja masculina o que genera cortocircuitos en algún grupo de personas.
Solo un ejemplo actual para marcar la persistencia de los estigmas que recaen sobre Yoko Ono: cuando en 2021 se estrenó el fantástico documental “Get Back”, de Peter Jackson, muchos usuarios de redes sociales focalizaron su atención en su omnipresencia al lado de John –algo de poca relevancia ante tamaño testimonio visual y sonoro-, pero no hicieron valoraciones similares con Linda Eastman o su pequeña hija Heather, un grupo de “Yoguis” amigos de George Harrison o distintos “cholulos” que pululaban por el estudio.
Lo cierto es que hacia 1966, cuando conoció al famoso beatle, quien asistió a una de sus exposiciones en la Galería Índica de Londres, Yoko contaba con algunas obras de vanguardia de relativa importancia en su haber, como su performance “Cut Piece”, en la que invitaba al público a cortar con una tijera retazos de su ropa hasta quedar casi desnuda, o “Bottoms”, un corto en el que se veían 365 traseros en primer plano con el que intentaba demostrar que “desde atrás, todos somos iguales”.
También ya había editado “Grapefruit”, el famoso libro con instrucciones, basados en los poemas haiku, que tuvo su primera publicación en nuestro país en 1970 por Ediciones de la Flor bajo el título “Pomelo”, con traducción de Susana “Pirí” Lugones, y que recientemente fue reeditado por Alias. John Lennon reconoció que de allí tomó la inspiración para su célebre canción “Imagine”.
Por supuesto que cuando su concepto artístico, que buscaba escaparle a las formas tradicionales y al mercantilismo, hizo mella en la obra de John, quien por su parte comenzaba a sentir que vivía en una suerte de “cárcel de cristal”, se convirtió en el centro de críticas y burlas. Nadie toleró que el hombre que había dado al mundo canciones perfectas grabara discos incomprensibles, plagados de sonidos aleatorios y música dadaísta; posara desnudo para uno de sus portadas o realizara campañas por la paz a través de distintas performances.
Pero Yoko Ono no era precisamente una lunática que había arruinado al querido beatle, ni una mediocre artista que se aprovechaba de la fama de su pareja. Hija de una de las dinastías de banqueros más ricos de Japón por parte de su madre, contaba con una formación musical clásica y estudios de filosofía y artes plásticas.
Más allá de sus raíces, gran parte de su infancia y su juventud la pasó en Estados Unidos, cuando su padre, un músico aficionado devenido en banquero a instancias de su esposa, fue trasladado a ese país. Allí vio como la nación en la que vivía atacaba con bombas atómicas a su país natal, lo que la llevó años más tarde a abrazar las luchas pacifistas.
Sus inquietudes intelectuales la acercaron a los jóvenes de la generación beat y la convirtió en una asidua presencia del Greenwich Village, que terminaron de moldear su perfil vanguardista. También en ese contexto conoció a su primer esposo, el compositor japonés Toshi Ichiyanagi, con quien profundizó su estilo de vida bohemio, lo que le significó ser desheredada por su rica familia.

Con su esposo decide regresar a Japón, pero por primera vez siente que su arte es subvalorado y padece algunos trastornos psiquiátricos por ello. El proceso para salir de ese estado depresivo deriva en el divorcio y el retorno a Nueva York, en donde realiza algunas de las obras mencionadas más arriba, se establece definitivamente como una figura en el mundo de la vanguardia y contrae matrimonio con un ignoto músico de jazz llamado Anthony Cox, con quien tendrá una hija llamada Kioko.
El 29 de agosto de 1966, Los Beatles ofreció su último concierto en San Francisco y decidió ponerle punto final a la vorágine de las giras. En ese parate temporario de la actividad grupal, por primera vez, sus cuatro miembros dejaron de verse a sí mismos como parte de un conjunto y afloraron sus inquietudes como individuos.
Harto de la adoración pública, de las exigencias de una vida personal perfecta y nostálgico de la rebeldía a la que había renunciado el rock and roll, John Lennon asistió a una de las tantas actividades artísticas a las que era invitado: en este caso, una muestra de la vanguardista Yoko Ono en la Galería Índica.
Nada volvió a ser lo mismo para ninguno de los dos. Para John fue hallar las respuestas para salir del laberinto artístico y personal en el que estaba. Para Yoko fue, como alguna vez dijo el propio Lennon, la conversión en “la artista desconocida más famosa del mundo”.
Con el flechazo entre ambos llegaron los sonados divorcios: el de John, rodeado de la reprobación generalizada de la sociedad y la consecuente estigmatización de su nueva pareja. El de Yoko, con la dolorosa pérdida de la tenencia de su hija, a la que no pudo volver a ver por 23 años.
Sobrevino una historia pública más conocida, con las campañas conjuntas por la paz, el desinterés de John en Los Beatles y la posterior separación de la banda, un puñado de discos experimentales que solo cosecharon despiadadas críticas, una accidentada residencia definitiva en Nueva York con persecución política del gobierno de Richard Nixon, el nacimiento de su único hijo en común Sean y el retiro de la vida pública de ambos hacia 1975 por un período de cinco años.
La mirada pública parecía comenzar a ser más amigable con la pareja en 1980. John decidía volver a la música con el disco “Double Fantasy”, en el que regresaba a sus canciones perfectas, y Yoko se sumaba con composiciones que eludían los agudos gritos que años atrás habían sido objeto de burlas. Allí destacaba “Kiss, Kiss, Kiss”, un tema que se puso de moda en las discotecas neoyorkinas, con la brillante interpretación de Yoko, quien sobre el final fingía un orgasmo.
Pero además había una revalorización sobre su trayectoria musical a partir de las declaraciones de los miembros del grupo B’52, quienes señalaban a la artista japonesa como su gran influencia, o de críticos que veían lo mismo en muchas cantantes punk. Para el mundillo musical, Yoko ya no era la persona que había arruinado al beatle John, sino una figura con peso propio.
El asesinato de John en diciembre de 1980, frente a sus propios ojos, echó un manto de piedad sobre la figura de Yoko a los ojos de todo el mundo, aunque algunas disputas judiciales en los ’80 con Paul McCartney en torno a la obra de Los Beatles volvieron a poner algunas sombras sobre ella.
Con 90 años y su salud deteriorada, la artista finalmente encontró algunos reconocimientos y ha logrado ganarse el cariño mayoritario, especialmente de los viejos amantes de Los Beatles, aunque todavía sobreviven algunas burlas y comentarios maliciosos.
Los argentinos tuvieron la oportunidad de manifestarle su admiración cuando visitó al país en 1998 en ocasión de una muestra en el Centro Cultural Recoleta. Hubo otra muestra en 2016 en el Malba pero no pudo venir por problemas de motricidad.
A pesar de estar en silla de ruedas y mostrarse cada vez menos públicamente, Yoko sigue activa a través de Twitter, en donde de manera casi cotidiana sigue dejando mensajes a modo de instrucciones, como en su libro “Grapefruit”. Larga vida a Yoko.
Mundo
Neil Young cumple 80 años: una vida sin concesiones en constante evolución
Por Martín Sassone (*)
Iconoclasta por naturaleza, Neil Young cumple este miércoles 80 años convertido en una figura única del rock mundial. En más de medio siglo de carrera, el canadiense recorrió una amplitud de estilos que pocos artistas exploraron con igual profundidad: del folk acústico a la electricidad abrasiva, del country melancólico al rock experimental, del blues y el rockabilly a la denuncia social y ambiental. Siempre distinto, siempre él mismo.
Nacido en Toronto en 1945 y criado en Winnipeg, Young empezó a tocar la guitarra en la adolescencia, alternando entre bandas de garaje y clubes de folk donde conoció a Joni Mitchell y Stephen Stills. En 1966 cruzó la frontera rumbo a Los Ángeles en su Pontiac fúnebre, acompañado por el bajista Bruce Palmer. Junto a Stills formaron Buffalo Springfield, una de las bandas pioneras del folk-rock californiano. Tras su disolución, Young comenzó una carrera solista que, desde el principio, mostró una voz inconfundible: aguda, quebrada, cargada de una franqueza que desarma.
En paralelo a su flamante carrera en solitario, a fines de los sesenta, se unió a Stills, David Crosby y Graham Nash para formar Crosby, Stills, Nash & Young, un supergrupo que encarnó el espíritu idealista y turbulento de su tiempo. Con ellos grabó “Déjà Vu” (1970), una de las cumbres del folk-rock estadounidense, y participó en el emblemático festival de Woodstock. Pero las tensiones internas, amplificadas por el ego y las drogas, provocaron rupturas recurrentes. Aun así, cada reunión posterior —como la gira de 1974 o el álbum “American Dream” (1988)— reavivó el magnetismo de esas cuatro voces que, juntas o enfrentadas, definieron una era.
En 1969 publicó “Everybody Knows This Is Nowhere”, su primer álbum con Crazy Horse, y al año siguiente “After the Gold Rush”, un clásico de la introspección folk. En 1971 alcanzó el número uno con “Heart of Gold”, incluido en “Harvest”, y reconoció luego que ese éxito lo puso “en el medio del camino”. Aburrido de esa comodidad, decidió desviarse y en los años siguientes produjo discos oscuros, dolidos y fundamentales como “Tonight’s the Night” (1975) y “On the Beach” (1974), impulsados por la muerte de su guitarrista Danny Whitten y su roadie Bruce Berry.
La década del setenta definió el molde de su obra: un vaivén entre la furia eléctrica y la ternura acústica, entre la denuncia política y la confesión personal. En los ochenta, ya en el sello Geffen, se permitió experimentos que confundieron a la crítica —el electrónico “Trans” (1982), el rockabilly de “Everybody’s Rockin’”(1983), el country de “Old Ways” (1985)— pero que con el tiempo serían vistos como gestos de libertad artística.
Young fue capaz de reinventarse sin perder identidad. Con “Freedom” (1989) y “Ragged Glory” (1990), se convirtió en padrino del grunge y referente para bandas como Sonic Youth y Pearl Jam, con quienes colaboró en “Mirror Ball” (1995). En los 90 y los 2000 alternó introspección y militancia: “Harvest Moon” (1992) retomó su costado más luminoso, mientras “Living with War” (2006) denunció la invasión a Irak con una fuerte crítica al por entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush.
El nuevo milenio lo encontró más prolífico que nunca. Publicó álbumes conceptuales como “Greendale” (2003), se volcó a la experimentación sónica con “Le Noise” (2010) y lanzó su propio sistema de audio de alta fidelidad, Pono. A la vez, reabrió sus archivos con la monumental serie “Archives”, rescatando grabaciones inéditas y conciertos de distintas épocas.
En los últimos años, Young mantuvo su ritmo incansable: con Crazy Horse editó “Barn” (2021) y “World Record” (2022), y en 2025 volvió a las raíces con “Talkin to the Trees”, junto a una nueva formación, The Chrome Hearts. Paralelamente, su esposa y colaboradora Daryl Hannah filmó “Coastal”, un documental sobre su última gira solista, que se estrenó en abril de este año junto con un álbum homónimo.
Su discografía —más de 45 discos de estudio y una veintena en vivo— es un territorio en permanente movimiento, tan contradictorio como coherente. Young puede pasar de un susurro a un rugido en una misma canción, pero siempre con una honestidad que desarma y una energía que desmiente el paso del tiempo.
Fiel a sí mismo, Neil Young frustró a sellos discográficos, se le plantó a Spotify, desafió modas y decepcionó ocasionalmente a sus seguidores más ortodoxos, pero también supo mantener su música viva y su discurso relevante. “Viajar por el medio del camino se volvió aburrido”, escribió alguna vez. Ochenta años después, sigue transitando la cuneta: incómodo, libre, indómito.
(*) Agencia Noticias Argentinas
Mundo
Rescatan canciones de la década del 30 que narran el origen musical de Estados Unidos
Miles de canciones que representan lo más raro y auténtico de la música estadounidense de la era del jazz y la Gran Depresión podrían haberse perdido para siempre. Sin embargo, un acuerdo entre la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) y la fundación sin fines de lucro Dust-to-Digital permitirá que ese patrimonio sonoro esté disponible en forma gratuita y abierta al público.
El proyecto, impulsado por la biblioteca de UCSB, consiste en incorporar unas 50.000 grabaciones provenientes del archivo de Dust-to-Digital al Discography of American Historical Recordings (DAHR), la base de datos que reúne más de 440.000 registros de la era de los discos de 78 rpm. Hasta ahora, ya se subieron más de 5.000 canciones. “Miles más están en camino”, señaló David Seubert, curador de la colección de artes escénicas de la universidad.
“La fundación Dust-to-Digital ha digitalizado algunas de las colecciones privadas más importantes del país”, agregó Seubert. “Estamos muy satisfechos de asociarnos con ellos para ofrecer este material al público”.
Fundada en 1999 por Lance Ledbetter, Dust-to-Digital nació como un sello dedicado a rescatar grabaciones difíciles de hallar y a editar cajas, vinilos y libros con valor histórico. En 2010, Ledbetter y su esposa, April, crearon la fundación homónima para ampliar esa tarea con fines educativos. “Compartimos con los coleccionistas la pasión por evitar que nuestro patrimonio musical caiga en el olvido”, señaló April Ledbetter.
El proceso de rescate es minucioso: técnicos especializados instalan equipos en los hogares de los coleccionistas y digitalizan los discos uno por uno, tarea que puede extenderse durante meses o años. El esfuerzo ha sido reconocido con varios premios Grammy, entre ellos el de Mejor Álbum Histórico por Art of Field Recording (2007) y Voices of Mississippi (2019).
La alianza con UCSB, destacó Seubert, es “una unión simbiótica entre un archivo musical extraordinario y una plataforma universitaria de acceso público”. El DAHR, lanzado en 2008 con apoyo de la National Endowment for the Humanities, ofrece streaming gratuito y descargas de grabaciones en dominio público, digitalizadas con estándares de alta fidelidad en el Laboratorio de Preservación de Audio Henri Temianka.
Entre las joyas ya disponibles figuran dos canciones del guitarrista y cantante Lane Hardin —”Hard Time Blues” y “California Desert Blues”— registradas en 1936, de las que se conservan apenas unas copias. También aparecen nombres legendarios como Memphis Minnie, Eva Taylor, el reverendo J.M. Gates y Fiddlin’ John Carson junto a su hija, la pionera Moonshine Kate.
Una porción sustancial del nuevo material proviene de la colección de Joe Bussard, considerado el “santo de los 78 rpm”. Nacido en Frederick, Maryland, Bussard dedicó más de siete décadas a rastrear discos en tiendas rurales y casas del sur de Estados Unidos, reuniendo unas 15.000 piezas que abarcan blues, country, jazz, bluegrass y góspel. Falleció en 2022, dejando una de las colecciones más valiosas del país.
“Joe tenía un acervo excepcional, imposible de reproducir hoy”, señaló Seubert. “Quería que la gente disfrutara esta música, pero no se puede crear una cultura de disfrute si los discos quedan encerrados. Esta colaboración logra ese equilibrio: preservar y compartir”.
Mundo
Bob Dylan lanza un box set de ocho CD‘s con sus primeras grabaciones
La icónica discografía del cantautor norteamericano Bob Dylan experimenta ahora un nuevo hito: el lanzamiento del voluminoso archivo titulado “The Bootleg Series Vol. 18: Through the Open Window, 1956-1963”, mediante las discográficas Columbia Records y Legacy Recordings.
Este enorme conjunto ofrece un fresco sonoro de los primeros años del artista, desde sus grabaciones caseras en Minnesota hasta su irrupción en el circuito folk del Greenwich Village neoyorquino.
El formato más completo es la edición de 8 CD que reúne 139 temas, entre ellos 48 nunca antes publicados y otras 38 “súper-raras”, acompañadas de un libro de tapa dura con un extenso ensayo del historiador Sean Wilentz y más de 100 fotografías poco vistas.
Desde la primera toma registrada —un acetato de 78 rpm del 24 de diciembre de 1956 en St. Paul (Minnesota) cuando Dylan tenía apenas quince años— hasta la actuación íntegra en el Carnegie Hall de Nueva York el 26 de octubre de 1963, el volumen cubre la transformación de un joven músico en un referente de la canción de protesta.
El documento, además, recoge grabaciones informales en cafeterías, conciertos club, sesiones de estudio y demos que muestran cómo Dylan pasó de interpretar composiciones tradicionales a moldear su propia voz lírica y musical.
La presentación de este archivo responde no solo al interés por coleccionistas sino también al valor histórico: es una “conexión viva entre pasado y presente”, según Wilentz, y permite escuchar “al artista convirtiéndose en sí mismo —o, en el caso de Dylan, en uno de sus primeros muchos yos”.
Además de la edición deluxe de 8 CD, la obra estará disponible en versiones más accesibles: una versión de 2 CD y otra en 4 LP que condensan 42 temas seleccionados.
Con este lanzamiento, Dylan consolida otro capítulo de su saga sonora, permitiendo que tanto los seguidores de siempre como quienes desean adentrarse en su obra temprana tengan acceso a un archivo profundo, curado y lleno de descubrimientos.
Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso