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Historias Reflejadas

“Los sueños del mar”

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Los sueños del mar

En la orilla del mar alguien había olvidado una valija muy especial. No había preguntas que ella no pudiera responder. En su interior descansaban entrelazadas todas las respuestas.

El viento, siempre curioso, se despertó travieso y logró desparramar sobre la arena el contenido de esa valija misteriosa. Miles de respuestas quedaron desparramadas en la playa y se mezclaron con la arena. Lo extraño de este fenómeno es que ese simple contacto convirtió a cada una de ellas en una pregunta.

De repente, una ola gigante quiso saber qué pasaba y se acercó sin aviso. Fue tal la intensidad de su presencia que nadie pudo rescatar lo que tenía entre sus manos. Un abuelo que construía un castillo vio desaparecer su obra en un instante. Un niño que jugaba con su autito más querido sintió que ese mar se lo arrancaba para siempre. Toallas, reposeras, mates y muchas cosas más habían sido tragadas por esa ola atrevida.

El niño estaba muy enojado y lanzó sus preguntas al mar. Envueltas en la espuma de otras olas, sus preguntas volvieron convertidas en respuestas, las mismas que la valija había entregado.

El niño comenzó a soñar y llenó la casa con todo lo soñado. Cada sueño se hacía realidad entre las paredes de un hogar que fue creciendo día a día.

Una noche de luna llena, el mar lo soñó a él y lo llevó entre sus olas para contarle sus secretos.

Desde esa noche el niño comprendió muchas cosas. No todo estaba perdido.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia “Mi amigo el mar”, de Magela Demarco; “La ola gigante”, de Ana maría Shua; “El hombrecito de la valija”, de Graciela Sverdlick; y “La casa de los sueños”, de Gabriel Sáez.

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Historias Reflejadas

“Quemar la pena”

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Quemar la pena

La pena de su corazón creció demasiado pronto. Una chispa de odio nació en sus entrañas y la primera llama de furia no tardó en aparecer. Esta se hermanó con otras que se expresaron apuradas con un lenguaje que laceró su alma. Se elevaron y absorbieron con sus brazos de fuego la intensidad de muchos instantes. Y en ese abrazo quedaron atrapadas las palabras, que se quemaron rápido. Las infernales llamas se alzaron para revelar los secretos escondidos en el tiempo. Fantasmagóricas criaturas de fuego danzaron purificando el pasado. Era tiempo de libertad, de comenzar a caminar sin cargas ni dudas. Un barco la llevaría lejos de todos y las tristezas se quedarían ancladas en esa costa, mezclándose en las aguas del olvido.

Había que viajar por la ruta de los recuerdos para alcanzar la paz. Fue necesario revolcarse en el fango de las mentiras para encontrar la verdad. Y como todo tiempo termina, de la misma manera los lazos que unen a las personas se cortan. De eso estaba segura ahora que veía desaparecer detrás del fuego la pena que la había habitado desde hacía tanto tiempo.

Una puerta se abría delante suyo. Ella no sabía que al atravesarla otro fuego encendería su corazón para siempre.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Hacia una Tierra del Fuego”, de Silvana Serrano, “Si encuentro tu nombre en el fuego” de Gabriela Margall; “En el corazón de la Isla de Fuego” de Nicole Vosseler, y “Tu rostro en el fuego” de Camucha Escobar.

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Historias Reflejadas

“Mensajes soñados”

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Mensajes soñados

Ella despertó de repente, los fantasmas que la interpelaban, una y otra vez, habían regresado.

Historias derramadas como manchas de aceite, se escurrían por algún orificio de su vida y tomaban forma en aquellas pesadillas oscuras y pegajosas.

Espíritus aferrados aún a este mundo, la llamaban desde el otro lado y la desafiaban a cruzar una línea peligrosa, detrás de la cual la verdad estallaba en gritos callados. Manos ávidas de justicia la incitaban a llegar al sitio en el que se guardaban los secretos.

Sueños recurrentes que eran portadores de imágenes tenebrosas escondían aquello que era mejor olvidar. La atacaban cada noche como tentáculos opresivos, capaces de silenciar aquello que había quedado guardado en los rincones del tiempo y se había convertido en basura maloliente.

Los límites entre la vida y la muerte eran tan sutiles que a menudo desaparecían en el mundo de los sueños y ella se encontraba entonces habitada por presencias eternas que la habían elegido para cerrar heridas.

Las llamas del pasado la abrazaron consumiendo su alma. Ella trató de huir, pero todavía podía sentir sobre sus espaldas el ardor de aquellos ojos y la soberbia de aquella sonrisa. Después, todo se hacía pequeño y se desvanecía.

Ella buscaba respuestas. Se levantó decidida a poner fin al terror que la mantenía atada desde hacía años. Necesitaba paz.

Tomó el primer hilo de la enorme telaraña en la que estaba atrapada. Sus dedos temblorosos comenzaron a deshilachar un pasado que le dolía en las entrañas. Era el comienzo de una trama de olvidos y angustias.

Después se internó en el bosque de su existencia y a pesar del humo y de las tinieblas, a pesar de la perturbación que sus oídos sentían al rememorar aquel disparo, se atrevió a avanzar.

Desde el otro lado, miles de voces tantas veces calladas, también se atrevieron a contar.

Ella logró liberarlos y fue libre por fin. Nunca más hubo pesadillas, la historia había sido sanada.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia “El farol del diablo” de Adriana Hartwig, “Al otro lado del fuego” de Claudia Barzana, “Mala semilla” de Andrea Milano, y “El enigma del bosque” de Laura Mercé.

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Historias Reflejadas

“Lazos”

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Lazos

Retornar, volver de la oscuridad, atreverse a cruzar las aguas del miedo y del dolor donde se mecen los recuerdos, para llegar a la esencia del alma.

En las esquinas del tiempo, duermen todavía algunos amores silenciados. Ellas no pudieron elegir, debieron caminar despacio cada tramo de un destino elegido por otros.

Todo lo deseado quedaba lejos, ubicado en la otra orilla de la vida, y había que guardar en los ojos aquello que jamás se volvería a ver.

Fue necesario conocer el ardor de aquella cachetada que las obligó a levantarse. Sus pies, descalzos de alegrías, adquirieron una firmeza desconocida. Transitaron el lodo y pudieron trascender el hueco de la existencia en el que estaban escondidas las dudas.

Por fin, desde el agujero negro en el que estaban atrapadas pudieron vislumbrar la libertad.

Cada uno de los eslabones que formaban parte de la gran cadena familiar, comenzaron a soltarse y las angustias de otros tiempos se convirtieron en verdades sanadoras.

Saltaron por encima de los prejuicios, arriesgaron y asumieron las consecuencias. Sus lágrimas solitarias las ayudaron a volver.

Retornaron del laberinto del dolor y, por fin, encontraron en el amor un lazo eterno, imposible de romper.

Todas ellas, después del abismo, cruzaron las aguas del miedo, llegaron a la otra orilla y conocieron la felicidad.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia “Volver del abismo” de Laura Miranda, “Y ellos se fueron” de Viviana Rivero, “Ese ancho río entre nosotros” de Gabriela Margall, y “Encaje de dos orillas” de Mirta Pérez Rey.

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