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Historias Reflejadas

“Las dos orillas de un cuento”

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Las dos orillas de un cuento

El puerto que dio origen a esta historia se había perdido en el tiempo, tan pronto como los ojos que lo guardaron lo vieron desaparecer y transformarse solo en una línea sobre el horizonte.

Allí quedaron las palabras con las que era posible recordar. En ellas se escondían los colores y las formas, los sonidos y los aromas que los constituían. Eran la llave que abría los cofres del pasado, donde ellos encontraban sus verdaderos tesoros y ocultaban sus secretos.

Las olas de ese mar sin bordes movían sus emociones. Afuera todo era gris, los días avanzaban unos sobre otros como ondas, como si cada noche estuviera pegada a la mañana, como si el barco en el que viajaban estuviera quieto, encerrado en una botella, el único mundo posible.

Era en ese mismo mar donde se escondían otros cuentos. Ellos podían escucharlos. Un rumor de voces lejanas, sumergidas en las profundidades de esas aguas, ascendía entre volutas de espuma. Eran las voces de quienes murieron en manos de los piratas y podía oírse el eco de sus gritos que llamaban para que alguien los rescatara, tal vez tan solo con palabras, palabras que lograran sacar a flote sus deseos.

Más allá, en la otra costa de esta historia, donde las líneas volvían a dibujar los contornos del horizonte, donde los colores volvían a brillar, nacía la esperanza de un mundo nuevo.

Y, sin embargo, también allí la vida rodaba, blanco sobre negro, negro sobre blanco, entre las calles del destino. Grises entre viejos adoquines, grises replicados en el tiempo.

El mal al lado del bien, uno junto al otro, en ambas orillas, sobre ese mar sin bordes, donde cada barco se atrevía a navegar impulsado por los vientos de la libertad.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Cabo fantasma, una historia de piratas”, de Mario Méndez con ilustraciones de Shula Goldman; “El pan de la serpiente”, de Norma Huidobro; “Historias de inmigrantes”, de María Cristina Alonso y Marta Pasut con ilustraciones de Mirella Mursi; y “El hombrecito vestido de gris y otros cuentos”, de Fernando Alonso con ilustraciones de Ulises Wensell.

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Historias Reflejadas

Historias reflejadas: “Los recuerdos de la muerte”

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Los recuerdos de la muerte

Las manos de la muerte se abren paso entre los túneles de la vida, hilos enredados en la tierra ovillan una historia de contornos difusos.

Una sombra se alarga por encima de una tumba y pone fin a las palabras. Sin embargo, habla.

En la sequedad del pasado yacen los pedazos de aquello que fuimos, espectros que avanzan en la noche de los tiempos para hacerse visibles en otros cuerpos.

La oscura boca de un espejo exhala imágenes fantasmales, sentadas en una esquina de la existencia, que revelan secretos para reflejarlos.

Sólo la memoria extiende sus brazos y abarca la continuidad de los hechos, proyectados más allá, sobre los rincones en los que alguien se ha quedado descifrando su destino.

Una sensación extraña, como un recuerdo olvidado, se hace presente y se desvanece sobre una realidad que contiene la eternidad compartida.

No hay respuestas, las sombras avanzan y dominan el espacio para perpetuar en silencio una luz de lo que hemos sido.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes cuentos: “Alguien desordena estas rosas”, del libro “Ojos de perro azul” de Gabriel García Márquez; “En memoria de Paulina”, del libro “Historias fantásticas” de Adolfo Bioy Casares; “Déjà vu, o los reinos de la posición horizontal”, del libro “Una felicidad repulsiva” de Guillermo Martínez; y “El advenimiento”, del libro “El oro de los tigres” de Jorge Luis Borges.

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Historias Reflejadas

“La simetría de las palabras”

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La simetría de las palabras

Las voces, convertidas en palabras, dan forma a la totalidad de las cosas y se hacen visibles en los hechos que las contienen.

Livianas y eternas, ellas viajan de boca en boca y se transforman. Toman vida, se extienden y bordean los sentimientos para atraparlos.

Con ligereza envuelven y cuestionan, luego se elevan para convertirse en cuchillos capaces de atravesar los destinos de aquellos que las reciben.

Las palabras conquistan el desierto de la existencia y levantan sobre él castillos de arena, que pueden esfumarse sobre la libertad de un poema quieto.

Secretas y silenciosas, mecen sus deseos dentro de los textos en los que habitan, dispuestas a todo burbujean caricias o conjuros para manifestarse más allá, en los oídos de quienes necesiten escucharlas.

Algunas, ásperas y rugosas, se disparan como flechas y son gritos; otras de naturaleza serena, son capaces de detener los instantes para perpetuarlos en un recuerdo imposible de olvidar.

Ellas invocan lo que duerme en los recovecos del alma, ellas construyen los momentos con la intensidad de las voces que las pronuncian para callarse.

Hay que dejarse atrapar por las palabras justas, esas que brotan desde la profundidad de nuestras emociones para trascendernos.

En el extremo de cada palabra viaja oculto un sentimiento, simetría de una verdad revelada.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Parábola del palacio”, del libro “El Hacedor” de Jorge Luis Borges; “Dos palabras”, del libro “Cuentos de Eva Luna” de Isabel Allende; “El Agnus dei – Año 1810”, del libro “Tú que te escondes” de Cristina Bajo; y “Aquellas palabras”, del libro “Alma de Abril” de Vanesa Spinelli.

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Historias Reflejadas

“Memoria”

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Memoria


Poso mis manos en el hueco, en ese espacio vacío donde anida el silencio. Escucho, percibo el latido de las palabras que ahora pronuncio, las dejo ascender por los bordes de mis dedos. Atraviesan mi piel, que las absorbe lentamente, como si aún estuvieran vivas y necesitaran contar lo que el hueco calla.

Escribo con el pulso de mi sangre, recupero el lenguaje olvidado, el instante quieto en la trama. Recupero las palabras que me pertenecen. Huelo cada letra, me pierdo en la música que sostienen y vibro con ellas en el espacio vacío, en los restos, los huesos sobre los huesos donde habita el silencio.

Escucho y escribo, como si los hilos de la memoria se entrelazaran para sostener el latido de las palabras.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes libros que rescatan la memoria de nuestra historia: “El azul de las abejas”, de Laura Alcoba; “El fin de la historia”, de Liliana Heker; “Aparecida”, de Marta Dillon; y “Todos éramos hijos”, de María Rosa Lojo.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
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