Historias Reflejadas
“La humanidad de los perros”
La humanidad de los perros
No era fácil ser perro. Detrás de cada oreja anidaba una historia, de esas que saltaban de boca en boca, se detenían en una esquina y en un simple ¡guau, guau! se instalaban entre los pelos para pegotearse en las colas. Después, un poco más tarde, eran ladradas entre las patas de otros para formar una jauría de emociones que no cualquiera podía comprender.
Ellos eran, sin dudas, un espejo peludo en el que pocos querían mirarse. Los perros tenían de humanos lo que muchos humanos no lograban tener.
En sus cuerpos diminutos, aunque a veces no tanto, habitaba un alma gigante que se extendía por delante de sus hocicos y por detrás de sus colas, tan solo para abrazar a aquellos que lo necesitaban.
Había que saber mirar con ojos de perro para olfatear la vida, para guardar los sentimientos que se enredaban en sus pelos, para perderse en las emociones de esos otros seres de patas largas que los rodeaban por todas partes.
Ser perro era una invitación a mover la cola ante los dolores ajenos para repararlos; era caminar en silencio para acompañar a las tristezas, que se adherían al suelo como sombras rugosas; era ladrar los instantes justos y sentarse al costado del miedo para ahuyentarlo.
No era fácil ser perro, pero a lo mejor tampoco era fácil ser humano. Y los perros lo sabían mejor que nosotros.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes cuentos: “Vida de perro”, de Beatriz Doumerc con ilustraciones de Petra Steinmeyer; “Toto, Paco y los demás”, de Raquel Barthe con ilustraciones de Andrea Bianco, del libro “Una semana de cuentos, 3”; “Los tíos del quinto infierno”, de Alejandra Erbiti con ilustraciones de Laura Michell; y “Cuidado con el perro”, de Liliana Cinetto con ilustraciones de Marcela Calderón.
Historias Reflejadas
“El libro prohibido”
El libro prohibido
No fue fácil desprenderse de la magia. Ella estaba escondida en un libro. Un libro que no se podía tocar porque era muy peligroso.
Alguien, que era muy curioso, se atrevió a espiar entre sus páginas y desde ese momento ya no fue posible detener el viento que salió su interior.
Lo que volaban eran historias. Todas juntas y con una rapidez que arrastraba a letras y personajes.
En el aire, un monstruo protegido por la niebla se veía reflejado en otro que habitaba en el suelo, y se tomaba el agua de un molino.
De pronto las palabras cayeron todas juntas en un recreo y allí, apretadas y curiosas, fueron parte de otra historia en la que había que leer para aprender y divertirse.
Un susurro de vocales y consonantes cayó en los oídos de un relator que supo de inmediato que una princesa estaba en apuros. Envuelta en un hechizo, tendría que elegir entre tres príncipes para casarse.
La magia siguió su rumbo y con su soplo logró despeinar a una madre que parecía un puerco espín, pero esto último quedó guardado en el libro como un verdadero secreto de familia.
Dentro de aquella obra prohibida, siempre sería posible soñar historias nuevas.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “No te acerques a este libro”, de Cecilia Pisos; “Tres príncipes para Belinda”, de Patricia Suárez; “El muelle de la niebla”, de Franco Vaccarini; “En el recreo me divierto y leo”, de Adela Basch; y “Secreto de familia”, de Isol Misenta.
Historias Reflejadas
“Cuerpos que hablan”
Cuerpos que hablan
En las profundidades del ser, la verdad toma forma y se entrelaza con los hechos para escribir su historia. En ese espacio infinito, las alegrías y las tristezas se expanden y tejen la vida.
Un lenguaje sin palabras corre como lava incandescente y envuelve a cada una de nuestras células arrastrando las emociones que buscan expresarse. Grupos de letras de textura indefinida se pierden en nuestra sangre para dibujar aquello que desea manifestarse.
La sonrisa del alma hace vibrar a cada uno de nuestros órganos y los vivifica, acompañándolos en sus decires. La angustia, en cambio, se desplaza como un lamento que aprisiona y enlentece, es aguijón que lastima y va mutando hasta convertirse en grito que estalla y permanece.
Es posible volver al camino, bucear en las oscuridades de nuestras limitaciones para levantar vuelo, como una mariposa que bate sus alas y se eleva.
Hay un silencio de sentimientos callados que fluye como río y habla en la superficie de cada cuerpo, mudo lenguaje que relata desde adentro todo aquello que el alma decide ignorar y se manifiesta.
En las profundidades de nuestro ser, existen letras invisibles que nos habitan y susurran palabras que sólo el amor convierte en canto capaz de atravesar el vacío y trascenderlo.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Mariposas griegas”, de Cristina Loza; “Alma Kiri”, de Divina; “También esto pasará”, de Milena Busquets; y “Como de la familia”, de Paolo Giordano.
Historias Reflejadas
“Desandar el camino, encontrar el paraíso”
Desandar el camino, encontrar el paraíso
En la rueda de la vida a veces es necesario partir, romper la estructura que nos contiene para adentrarse en lo desconocido, lo que está por venir.
Es posible atreverse a caminar sobre las dudas para encontrar tesoros más allá, en los lugares donde aún no hemos mirado.
Avanzar desandando el camino de lo que hemos sido para comenzar a ser, excavando en las profundidades del alma para llegar a destino.
Permitir que nuestros pasos atraviesen el desierto, se internen en el monte o se pierdan en las arenas de una playa solitaria para lograr encontrarnos.
Del otro lado del espejo en que buscamos nuestro reflejo, se esconden realidades diferentes capaces de mostrarnos nuestra otra parte.
La naturaleza murmura sonidos nuevos, voces desconocidas renuevan nuestra existencia y nos empujan descascarando las sombrías capas que nos protegen.
Allí, en esos espacios infinitos en donde lo cotidiano parece lejano, es posible hallar lo que buscamos.
Si cerramos los ojos y somos capaces de internarnos en el vacío, la misma oscuridad traerá sus respuestas.
Enterrado en un desierto, acunado por las olas o pendiendo de la invisible hermandad de los árboles puede esconderse el amor.
Del otro lado del espejo es posible encontrar el paraíso.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Con los ojos cerrados”, de Ana Emilia Moglia; “Rey de monte”, de Susana Biset; “Huellas en el desierto”, de Gabriela Margall; y “Ópalos de Fuego”, de Elizabeth Haran.
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