Entrar en su casa es ingresar no sólo a su hogar, también a su espacio de trabajo. Pero no como un taller generador de productos, sino como lugar de magia, de imaginación, de deseos de contar una realidad interior que fluye a través de las letras y las ilustraciones. Muchas de ellas observadoras desde el lugar que les toca ocupar en los estantes de su biblioteca.
El gran ventanal vidriado permite observar los distintos puntos cardinales de la ciudad, regazos tal vez de futuros personajes, que luego cobrarán vida en las historias de Leo Batic, dueño de aquel rincón creativo, su espacio de vida.
“Me pongo el sombrero, si no nadie me reconocería”, dice risueño, a la vez que comienza a mostrar con fascinación lo que hizo y cuenta como un sueño lo que quiere hacer.
Para algún distraído, no está de más contar que Leo no es sólo escritor e ilustrador -en ese orden o en el inverso, puesto que su trabajo ha sido reconocido tanto en una como en otra de esas facetas-, sino además un indomable generador de historias, de esas que el mundo sueña, pero pocos saben contar.
Y precisamente sobre eso es que transita el diálogo con ContArte Cultura, sobre cómo es eso de escribir historias que atrapen a los demás.
“Una de las cosas que uno aprende con el tiempo es que todas las certezas que se tienen al crear un libro, se deshacen al libro siguiente”, se anima a afirmar, dando por tierra con la teoría de los métodos infalibles.
Pero a pesar de ello, afirma que las historias que se cuentan son producto de las propias vivencias, y en ese sentido explica y echa luz: “Sé que soy adoptado y por tanto Seres mitológicos fue el fruto de pensar ‘si no sé quiénes fueron mis padres ¿no debería adoptar a mi Nación?, y para adoptar a mi Nación ¿no debería adoptar a mis seres mitológicos en vez de tomarlos de afuera?’, y eso me sirvió para ese libro y para los siguientes de dragones, de dinosaurios. Fue apropiarme de la cultura para que se convierta en mi historia”.
Y así, con esa mirada filosófica, apareció en el horizonte creativo de Leo Batic “El último reino”, un desafío de ocho años “para poder estructurar la historia que un día nació en la playa”, cuenta con cándido entusiasmo.
“Es inevitable que alguno de los personajes de mis historias sea alguien adoptado”
Y en este caso la historia nació tras el personaje, que había seguido el mismo hilo de razón: “Estaba en la playa, en Mar Azul (Villa Gesell) y observé a mi hija Sofi, que tenía poco más de dos años, jugando con la arena. Entonces me pregunté ‘si no fuera mi hija, ¿quién la hubiera adoptado?’. Y me respondí que sólo una dragona podría haber adoptado a Sofía. Mi primera imagen fue una dragona jugando con ella en la playa y eso continuó siendo la dragona teniendo a Sofía en su panza, y ahí empezó todo el desarrollo de la historia”.
“En esas vacaciones yo me convencí que lo que pasaba ahí me gustaba como historia. En ese momento estaba leyendo Harry Potter, ya sabía que eran siete libros, y me propuse hacer lo mismo: siete libros como los de J.K. Rowling. Y comencé de la misma manera, escribiendo y guardando para más adelante el último capítulo”, cuenta Leo, quien entiende que uno no debe tener miedo de seguir los pasos que ya hicieron otros “porque cada cual tiene su impronta y más tarde o más temprano irá despegándose y encontrando su propio camino”.
Al profundizar acerca de aquel primer gran proyecto, Leo describió que “lo que hice fue escribir las sinopsis de los capítulos, después seguí con partes que me atraían de lo que serían los libros, pero una vez dentro de la editorial y con las exigencias lógicas de tiempo de entrega, fui organizándome de una manera distinta”.
Como por arte de magia
Cuando llegó el final de aquel prolongado trabajo creativo, el autor estaba satisfecho, seguro del rumbo, y con la certeza de saber cómo transitarlo. Pero todas las aventuras, incluidas las de los escritores, tienen sus situaciones inesperadas.
“Tenía claro que una novela no se escribe jamás de la primera a la última palabra, que eso es una ridiculez que uno tiene que sacarse de la cabeza. Los libros se escriben por capítulos, como van surgiendo. Tenía la convicción de que si un día estaba enojado no podía escribir la escena de amor”, detalla Batic sobre las enseñanzas aprendidas.
“Uno cuando está escribiendo tiene que disfrutar de lo que está haciendo”
“Cuando llegó el primer día post ‘El último reino’, después de ocho años con la misma historia en la cabeza, seguía pensando cosas que ya nunca iban a pasar. Entonces me serené y me tomé el día. Al segundo, nuevamente nada, pero me autoconvencía de que podía escribir cuando yo quisiera y me lo propusiera. Al tercer día, estaba desesperado”, confiesa con una sonrisa hoy lo que ayer fuera angustia.
“Entonces llegó ‘Soy mago’”, cuenta Leo y describe cómo sucedió: “Salí a caminar y pasé por una casa de sepelios que estaba en el camino que siempre recorría, y me aparecieron preguntas ridículas. ¿Qué pasaría si venden la casa de sepelios? ¿Quién la compraría? Y me contesté ‘la comprarían para hacer una casa de fiestas’. ¿Y cómo le pondrían a una casa de fiestas que era una funeraria? ‘Muertos de risa’, me dije. Y allí surgió un mago, de esos que tuvieron sus espectáculos en la calle Corrientes y que cae en desgracia y termina animando fiestitas infantiles. Los chicos no le prestan atención, y repentinamente decide sacar de su galera un conejo, sabiendo que nunca había habido un conejo ahí. Y lo saca y queda paralizado. Y entonces comencé a contar lo que pasa a partir de aquel momento. Y así, durante cuarenta días seguidos escribí la novela de principio a fin, como supuestamente no se debe hacer, sin saber lo que iba a pasar ni cómo iba a terminar. Fue un genial delirio de cuarenta días de escritura”.
“Entonces descubrí que las novelas y los personajes surgen dependiendo de las situaciones”, afirma sin temor a equivocarse.
Nuevo proyecto
“Ahora estoy embarcado en una saga que pretende contar qué pasaría si se quisiera abrir una escuela de magia tipo Hogwarts en la Argentina. Primero, partió muy pegada al universo de Harry Potter, pero se fue separando y ahora ya es una cosa autónoma, que se transformará en cuatro o cinco libros”, relata Leo Batic, cuidadoso de no contar más de lo debido. Pero se anima a ir un poco más allá: “La historia comienza cuando quieren abrir la escuela partiendo de un instituto que ya existe en Córdoba, pero para lograrlo tienen que tener una cantidad determinada de alumnos, y para ello llaman a los magos de la tierra para que presten a su gente y así alcanzar ese número mínimo de inscriptos. A partir de allí comienza a surgir la acción”.
Leonardo Batic
Nació en 1969 y vive en La Plata. En 1997 co-fundó el estudio Duendes del Sur, con Walter Carzon y Pablo Zamboni. Escribió historietas para la revista Looney Tunes (USA).
Como ilustrador hizo más de 3.000 páginas de historietas para Disney, Hanna Barbera y Warner Bros. Fue seleccionado para representar a la Argentina en la Bienal de ilustración de Bratislava en 2005 y 2007, y en la primera de ellas quedó entre los cinco finalistas para el premio Poroti, entregado por los chicos de Polonia al mejor ilustrador.
Es autor de más de veinte libros, entre los que se encuentra la saga de “Seres Mitológicos Argentinos”(Albatros) y varios libros de la colección “del mundo” de Ediciones B de los cuales se destacan “Seres fantásticos del mundo”, “Dragones del mundo” (con Diego Barletta) “Duendes del mundo” (con Pablo Zamboni) y “Princesas del mundo” (con Jimena Arroyo).
Formó parte del grupo literario “Nación Cracovia” dirigido por la escritora Graciela Repún y en la actualidad dicta clases de dibujo y escritura, además de organizar el grupo literario “La Cofradía de la Luna Llena” con Lorena Scigliano.
Realizó cuentos para las antologías de “Primer beso” (Editorial Siete Vacas), “Un mes después y otros cuentos aterradores” (Editorial Amauta) y cuentos para manuales como Estrada, revistas como Billiken y canales de televisión como Paka Paka.
El Gobierno envió al Congreso el texto reformado del proyecto de “Ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” donde da marcha atrás a la derogación del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y del Instituto Nacional del Teatro (INT), entre otros puntos incluidos en el capítulo dedicado a la cultura, que se “rediseñó protegiendo los recursos del sector, pero preservando el objetivo de que los gastos administrativos no sean una carga excesiva”, según se explicó en los fundamentos de la iniciativa.
Tras el plenario de comisiones de Diputados, donde expusieron referentes de la cultura, enmarcados por protestas y manifestaciones en las calles de trabajadores del arte y la cultura, la Ley Bases ingresó al Congreso con varias reformas: una “nueva versión” que “ha sabido recoger muchos de los puntos de la discusión”, donde “la diferencia no es solo cuantitativa (se pasa de un proyecto con 664 artículos a uno de 523) sino cualitativa”, aclara la introducción del texto.
El nuevo texto -que incorpora gran parte del debate público” pero “mantiene las bases fundamentales de ampliación de libertades, libertad económica, reorganización administrativa, equilibrio presupuestario” y “fortalecimiento de la educación y la cultura”- plantea que el FNA pase a funcionar con directores ad-honorem y un límite de gastos del 20% de sus ingresos; que se reforme la categorización de filmes nacionales, restricciones financieras para el Instituto Nacional de la Música (Inamu) y la Comisión Nacional de Biblioteca Populares (Conabip).
“Es sano exponer los privilegios de unos pocos, es sano mover nuestro marco normativo hacia adelante modificando cosas que el tiempo había enquistado (…) es sano escuchar, corregir, aprender”, dice el documento que incorpora medidas específicas para garantizar que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) promocione al cine nacional y mantenga intactos los alcances del Fondo de Fomento Cinematográfico.
En cuanto al Instituto Nacional de la Música (INAMU) y la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares CONABIP, “en pos de una gestión más eficiente”, se establecen restricciones de gastos para el INAMU y la CONABIP. Limitar también los egresos al 20% de los ingresos de estas instituciones busca garantizar una utilización eficaz de los recursos disponibles, evitando excesos administrativos y priorizando el respaldo directo a la música y las bibliotecas populares.
Sobre el Instituto Nacional del Teatro, el proyecto propone la absorción de las funciones del INT por la Secretaría de Cultura, señalando un enfoque en la eficiencia administrativa. Sin embargo, esta decisión también abre la posibilidad de que el Instituto quede más supeditado a los vaivenes políticos, planteando desafíos adicionales para su funcionamiento futuro.
Las nuevas modificaciones al proyecto de ley reflejan una estrategia más cautelosa, donde se buscan reformas significativas sin descuidar la protección de instituciones fundamentales, pero que mantiene el espíritu de achicar el Estado. La propuesta se adapta a la complejidad del sector cultural argentino, reconociendo la necesidad de cambios, pero asegurando que estos no comprometan la estabilidad y la misión esencial de las instituciones culturales del país.
Entrando más en el orden preciso de los cambios, el proyecto redefine la categorización de películas nacionales. Ahora, se considerarán aquellas producidas por ciudadanos argentinos o con domicilio legal en el país, con participación predominante de equipos locales. Se introducen definiciones específicas para películas de corto y largo metraje, proporcionando claridad a la industria.
Además, se impone la obligatoriedad de obtener un certificado de exhibición del INCAA para todas las películas que deseen proyectarse, independientemente de su origen. Esta medida, acompañada por la exigencia de un certificado de libre deuda, refuerza los controles administrativos.
El cambio significativo de derogar un inciso en particular busca promover apertura y diversidad en la producción cinematográfica. Se establece un límite del 20% para los gastos internos del INCAA, equilibrando la eficiencia administrativa con la necesidad de recursos para el desarrollo del sector.
El compromiso del INCAA de subsidiar tanto películas de largometraje nacional como coproducciones se detalla con lineamientos específicos. Se incorpora un artículo que establece normas para reconocer la inversión al coproductor argentino en coproducciones internacionales, fomentando la colaboración global.
Numerosos artículos de la Ley N° 17.741 (Texto ordenado 2001) son derogados, marcando un cambio profundo en la regulación de la cinematografía argentina.
Se incorpora también un artículo que limita los egresos de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) al 20% de los recursos recibidos. Múltiples leyes y artículos de la Ley N° 26.522 son derogados, marcando un enfoque más restrictivo en los gastos de CONABIP y una transformación significativa en la regulación de los medios audiovisuales.
Adicionalmente, el proyecto incorpora ajustes para salvaguardar recursos y adaptarse a la realidad política. Se reducen las modificaciones propuestas para el INCAA, manteniendo la asignación específica y preservando los alcances del Fondo de Fomento Cinematográfico.
Las restricciones financieras se aplican al INAMU y la CONABIP, limitando sus gastos al 20% de los ingresos. El Instituto Nacional del Teatro experimenta una fusión de funciones con la Secretaría de Cultura, buscando eficiencia, aunque planteando desafíos políticos.
Estos cambios en el proyecto mantienen el espíritu inicial de la propuesta, con algunas concesiones a raíz de las resistencias de los sectores de la cultura. La propuesta intenta tranquilizar al sector, reconociendo la necesidad de cambios, pero asegurando que estos no afecten la misión esencial de la Ley de Bases, conocida como Ley Ómnibus. El impacto real dependerá de la implementación eficaz y la adaptación de los diversos sectores involucrados en la cultura argentina.
Charly García, Fito Páez, León Gieco, Cecilia Roth, Graciela Borges y Leonardo Sbaraglia son algunas de las más de 20.000 figuras que firmaron una solicitada publicada este lunes por el Frente de Soberanía Cultural “en defensa de nuestra identidad”.
La carta se titula “Carta al Congreso Nacional. La cultura está en peligro” y está dirigida a los diputados y senadores.
En rechazo al DNU y la Ley Ómnibus del presidente Javier Milei, la solicitada cuenta con un apoyo masivo de referentes de la cultura nacional de todos los sectores.
“El Gobierno Nacional pretende, a través de la Ley Ómnibus, derogar leyes vitales para la supervivencia de las industrias culturales, las artes y las ciencias, y el patrimonio cultural de nuestro país”, dice uno de los fragmentos del texto.
Otros de los referentes de la quienes dejaron su firma son Palito Ortega, Luis Felipe “Yuyo” Noé, Juana Molina, Tute, Mercedes Morán, Dolores Fonzi, Santiago Mitre, Paula De Luque, Lucía Puenzo, Juan Leyrado, Inés Estévez, Daniel Fanego, Juan Minujín, Julieta Ortega, Darío Grandinetti, Tomás Fonzi, Kevin Johanssen, Claudia Piñeiro y Humberto Tortonese.
También apoyaron Georgina Barbarrosa, Eleonora Wexler, Emilia Mazer, Albertina Carri, Martín Caparrós, Diego Cremonesi, Jazmín Stuart, Mónica Antonópulos, Alejandra Flechner, Andrea Frigerio, Mirta Busnelli y Soledad Villamil.
Acerca del paquete legislativo, la carta señala: “No hay en la letra de su desarrollo el mero atisbo de participación ni interés alguno en el quehacer cultural, y por el contrario, el texto tiene una mirada mercantilista que apunta sin miramientos a desfinanciar y anular el desarrollo de las actividades de nuestra cultura nacional”.
En el final, el texto advierte: “La cultura es identidad. La cultura es lo único que no se puede importar. La hacen los pueblos. Queremos seguir teniendo una identidad propia como Nación. De otro modo solo nos quedará el destino triste de no ser. De eso se trata esta lucha. Un país es tan grande o tan pequeño como la medida de su proyecto cultural”.
El Frente de Soberanía Cultural viene realizando actividades semana tras semana para repudiar todo el articulado del paquete legislativo de Milei que apunta contra los entes culturales.
El plan de acción comenzó con un plenario en el Teatro Argentino de La Plata, continuó con un encuentro de grupos de teatro y artes escénicas en esta misma Plaza del Congreso, con una convocatoria en Mar del Plata y un “Musicazo” el jueves pasado y una lectura colectiva este sábado. Se trata de instancias previas de cara al Paro Nacional de este miércoles anunciado por la CGT.
La editorial de cómics de superhéroes Marvel anunció que este próximo de 2 de junio se publicará la primera serie del Capitán América protagonizada por Aaron Fischer, uno de los últimos personajes incluidos en ese universo que pertenece a la comunidad LGBTQ+ y lucha contra la opresión de ese colectivo.
Se trata de “Los Estados Unidos del Capitán América”, en la que el histórico Steve Rogers, el primer Capitán América, pierde su escudo en un robo y se reúne con otros héroes conocidos para iniciar un viaje a través de ese país y encontrar su característica arma.
Durante la travesía, el grupo conoce a distintas personas con variados trasfondos que en algún momento utilizaron el símbolo del superhéroe para defender sus comunidades, entre las que se encuentra Fischer, un adolescente inspirado por referentes y activistas del colectivo queer.
La historia del cómic fue escrita por el guionista Joshua Trujillo e ilustrado por la artista trans Jan Bazaldua, bajo la dirección de Christopher Cantwell y el dibujante Dale Eaglesham, los directores a cargo del proyecto.
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