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Mariano Rodríguez: “El proceso de investigación es lo más relevante de cada historia que genero”

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Por Andrea Viveca Sanz
Edición: Walter Omar Buffarini

Entregado a su profesión de periodista y locutor, Mariano Rodríguez avanza sobre nuevos territorios y los conquista. Atravesado por las palabras, logra afianzarse en la apasionante tarea de construir historias.

Sus letras, elegidas con precisión, son ladrillos que se unen para sostener la arquitectura de cada uno de sus libros. Es en ese espacio donde sus ficciones esperan a cada lector, justo en los límites de cada página, cuando lo imaginado toca los renglones de la realidad y la transforma y enriquece.

En diálogo con ContArte Cultura, el escritor rosarino toma su pluma y deja caer las palabras con las que comparte sus obras.

—A modo de presentación, ¿de qué manera comenzaría la novela en la que Mariano Rodríguez fuera el protagonista?
—La verdad, es una muy buena pregunta, nunca me la habían hecho hasta ahora… Creo que una novela en la cual yo fuera el protagonista debería ser en un lugar propicio como para despertar y generar lindas sensaciones, entre ellas el amor, el estar acompañado por alguien, por supuesto importante para mí, pero además también debería tener una significancia histórica relevante, algún lugar que fuera para mí importante o donde se hubiese producido algún hecho de relevancia histórico, no en cualquier lugar. Creo que en esto que describo gira un poco el contenido de lo que yo quiero expresar a través de las novelas que escribí, ya que están diseñadas para encajar perfectamente en el género romántico- histórico, tiene que ver con el amor, por supuesto, pero también tiene que haber algún marco histórico que me genere pasión, interés, para poder explayarme y recrear allí una buena historia. Igual no creo ser un buen protagonista para una novela romántica, así que prefiero, por ahora, seguir escribiéndolas a protagonizarlas. (risas)

—¿En qué momento sentiste que el viento de la escritura te arrastraba hacia el género romántico-histórico para construir tus propias historias?

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—Creo que siempre tuve el anhelo de escribir y nunca me propuse hacerlo en un determinado género. Primeramente, me habían ofrecido hacer policiales, ya que vengo del ámbito del periodismo, pero la verdad lo descarté porque no me hubiera sentido cómodo del todo en ese género. Después de un tiempo llegó a mí la historia de Epecuén, un pueblo que fue devorado por el agua del lago en el año 1985 y eso sí que me generó interés y despertó grandes expectativas. Me apasionó tanto el tema que fui a visitar el lugar y volviendo desde allí se me fue formando la historia en la cabeza de qué hubiera ocurrido si dos chicos que estaban en su mejor momento, enamorados, y que se habían jurado amor eterno eran separados por la tragedia. Situación que finalmente ocurrió, porque todo el mundo tuvo que dejar sus casas de un momento a otro para nunca más volver y así fue cómo se fue gestando esa historia en mi cabeza, la que conté en mi primer libro Más allá de todo. Creo que el género romántico-histórico encajó perfectamente, porque era una historia de amor sin igual y además el hecho me hacía remontar el relato a mediados de la década del 80, lo cual generaba ese valor histórico, amparado en un hecho que para mí, hoy incluso, sigue siendo trágico, increíble y el cual todavía creo que no dimensionamos del todo, ya que con la tragedia de Epecuén se perdió un pedazo de país. Así que ese fue el género donde mejor me sentí como para poder plasmar mis novelas, incluso las que vinieron después.

Epecuén, escenario de Más allá de todo

—Contanos qué elementos son imprescindibles a la hora de sentarte a crear tus mundos de ficción.
—Por lo general, suelo ser muy estructurado a la hora de escribir. Primero elijo el tema en el cual voy a desarrollar mi novela, que tiene que tener un marco histórico que me parezca adecuado como para poder desenvolverme y después estructuro todos los personajes que van a formar parte, no solamente el protagonista masculino y la protagonista femenina, sino sus familias, cada uno de los íntimos y el lugar en donde se va a desarrollar, es decir, dentro de ese ámbito histórico, qué hace cada uno. Como para darle un marco real al relato, para que la ficción también lo parezca. Creo que en todas las novelas he logrado plasmar más o menos eso, pero tiene que haber factores imprescindibles, como por ejemplo el lugar, que lo es todo, la época histórica, que también suma muchísimo, y la trascendencia de los personajes. Tiene que haber una buena historia de amor de fondo, cosa que me movilice, que me genere expectativas al escribirla y que después al lector pueda generarle una sensación parecida.

Patagonia argentina, escenario de Inadmisible

—¿Cómo llevaste adelante el proceso de investigación que te sirvió para dar el marco histórico a tus obras?
—El proceso de investigación es lo más relevante de cada historia que genero, en él sustento mis novelas. Así fue con la primera experiencia y también con la segunda novela que escribí, Inadmisible, que está basada en la llegada de los nazis a la Argentina después de la segunda guerra mundial. Eso me demandó muchísima búsqueda, no solamente abrir archivos desclasificados, algunos otros tener que solicitarlos, contactarme con historiadores, con guías turísticos, con periodistas, para tener una información de relevancia y también distintas opiniones respecto del mismo hecho. La última novela, Otra noche para soñar, que está amparada en el terremoto de San Juan de 1944, también me significó un desafío muy importante, ya que en aquel tiempo no había la cantidad de medios que generaran la información como ahora, ni tampoco cámara de fotos y filmadoras, o teléfonos celulares para documentar todo lo que ocurrió, entonces el proceso de investigación fue bastante arduo. Creo que se pudo concretar muy bien en las tres historias, al menos sé que van a ver allí reflejada gran parte de la realidad de esos hechos, ya que me interesa respetar casi la total veracidad de todos los hechos que han ocurrido, poniéndole, por supuesto, el condimento de ficción que genero en mi cabeza y que se adapta a esos hechos históricos.

San Juan en 1944, escenario de Otra noche para soñar

—¿De qué manera diste vida a tus personajes para insertarlos en los ambientes reales en los que se mueven?
—Dar vida a los personajes para poder insertarlos en los hechos históricos en las novelas que escribo es realmente el mayor desafío, porque uno tiene que pensar un contexto real que existió y que por lo general tuvo algo de trágico o de tremendo y generar una historia a partir de eso desde la imaginación, es realmente muy lindo y lo disfruto mucho, es algo que me apasiona. A decir verdad, todo lo que envuelve el proceso de escritura en sí mismo me fascina, por eso creo que cada personaje debe tener justamente la posibilidad de adaptarse al contexto, entonces lo pienso de esa forma, desde los nombres que les pongo hasta las características personales, cómo puede desenvolverse ante tal o cual hecho y, por supuesto, no solamente los personajes centrales, sino también, todo su entorno. Eso es lo que va dando forma a cada relato, a cada novela. También contemplar la posibilidad de que éstos también tengan una adaptación a lo que voy contando, o no, porque a veces uno no está preparado para todo lo que va ocurriendo, que como digo, al menos en mis historias, son hechos que sucedieron y que forman parte de la historia argentina. Me gusta escribir basándome en hechos reales que hayan tenido connotaciones en nuestro país, porque me parece que es también una manera de mantener vivo el recuerdo, nuestra idiosincrasia, y que de alguna manera nos aúna a todos en un hecho que alguno puede haber vivido o no, mediante el relato de algún familiar, de un amigo, de algún ser querido, un abuelo, que le puede haber transmitido parte de lo ocurrido. Eso es lo que me impone un desafío y estar a la altura de cada circunstancia. Realmente me tomé la tarea de escribir con mucho respeto y mucha responsabilidad, sobre todo porque sé que toco temas que fueron sensibles en su momento para Argentina y lo siguen siendo aún hoy.

—¿Qué te llevó a enmarcar tu primera novela, “Más allá de todo”, en Villa Epecuén y sus alrededores?

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—Ya un poco lo contaba anteriormente. Desconocía totalmente la existencia de Epecuén hasta que, gracias a mi trabajo en el servicio informativo de Radio Continental, pude presenciar en el programa de la tarde de Fernando Bravouna entrevista al actor Carlos Belloso quien estrenada la película “El expediente Santiso”, y parte de las locaciones utilizadas para filmar esa película habían sido Epecuén. Era 2016, y Belloso le relataba a Fernando lo que había sentido al llegar a ese lugar y contaba que era como que allí había estallado una bomba. Eso me motivó a querer conocer más del hecho y en ese mismo momento empecé a buscar información sobre Epecuén a través de mi computadora. Me aparecieron imágenes realmente increíbles que yo desconocía y que me llevaron a querer indagar mucho más en esa historia, intentar saber por qué había ocurrido lo que ocurrió en el año 1985. El tema llegó a convertirse en una cuestión personal para mí. Entonces, al querer saber más e involucrarme en lo que había sucedido, pensé que la mejor manera de poder llevar un manto de sanación a una historia tan densa y tan tremenda como la que había ocurrido allí, ni más ni menos que la desaparición de un pueblo entero, era escribir una novela romántica. Una historia de amor. Ahora, después de tantos comentarios positivos, e incluso tras haber realizado la presentación de la novela en la ciudad de Carhué, puedo decir que ese objetivo se ha cumplido con creces. Es hasta el día de hoy que me siguen pidiendo libros desde aquella zona. Quienes vivieron la tragedia, para poder tener un recuerdo de lo que ocurrió, y muchos otros, los más chicos y quienes no vivieron aquellos sucesos, para obtener información y conocer las historias de sus padres o sus abuelos. Eso hace que aún hoy, después del paso del tiempo y habiendo editado dos novelas más, me siga llenando de emoción.

—Tu segunda novela, “Inadmisible”, también recorre escenarios de nuestro país. Contanos cómo llegaste a construir esa trama.

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—Creo que Inadmisible es hasta ahora mi mejor novela, por todo el compendio que trae aparejado. No es solamente una historia romántica, ni solo una investigación sobre un hecho en particular, sino la conjunción de ambos. A eso se suma la intensión de desmitificar de alguna manera si realmente Adolf Hitler y varios jerarcas nazis habitaron el suelo argentino, más precisamente la Patagonia. Incluso llega a dar cuenta de donde descansan hoy los restos del líder nazi, qué es un misterio mundial y que no mucha gente se anima develar. Por supuesto que hay muchos intereses y mucho poder detrás de todo eso, por lo que para llegar a esa conclusión me valí de testimonios, de indagar mucho, de buscar interpretaciones en otros autores, historiadores y periodistas, que trabajaron mucho para llegar a diversas conclusiones. Así es como en Inadmisible, además de la historia de amor que estaba buenísima y que levanta mucho la vara con respecto a la novela anterior, van a tener una novela con giros inesperados, con misterio, con intriga y por supuesto con el condimento adicional que revela esta novela, que es donde se encuentran los restos de Hitler, que no es en Argentina, pero sí en un país de Sudamérica. La novela, de todas maneras, deja precedentes importantes de que tanto Hitler como otros jerarcas nazis vivieron en el sur argentino varios años, al amparo del gobierno de turno, y que se camuflaron con la sociedad de Bariloche y de otros sitios patagónicos, como si fueran vecinos de toda la vida. De allí surge el título de la novela, ya que aún hoy y después de haber investigado todo lo que investigué y haber escrito la historia, me sigue pareciendo realmente inadmisible, tremendo, que estos asesinos que se cobraron la vida de millones de personas en el mundo entero, puedan haber vivido a la vuelta de nuestras casas, en el sur de nuestro país.

—¿Cuál fue el disparador de tu última obra “Otra noche para soñar” y qué nos podés contar de ella?

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—Quería escribir una novela distinta a las que ya había escrito, que fuera abordada desde otro lado. Así pensé en el terremoto de San Juan, qué ocurrió en el año 1944, y decidí contarlo situándome en esos tiempos y no desde la actualidad. Para ello me tuve que retrotraer a la Buenos Aires de principios del siglo XX, de hecho, el libro empieza narrando la inauguración del Obelisco porteño en el año 1936 y va recorriendo un montón de hechos que pasan en la ciudad en esos momentos y simultáneamente en San Juan, más precisamente en Caucete, donde está ubicada la finca del protagonista de esta historia, quien se llama Adriano Romani. Éste conoce justamente en uno de sus viajes de negocios a Justina Bustos, de quién se enamora perdidamente y quién le da un giro muy importante a su vida. La historia va recorriendo lugares de excelencia de la Buenos Aires moderna y creciente de ese entonces, no sólo la inauguración del Obelisco, también del Edificio Kavanagh, el más alto de Sudamércia por entonces, el Palacio Barolo, algunos lugares de referencia como el “Café del molino” frente al Congreso, entre otros lugares que son iconos hoy del patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad. Sin embargo, la trascendencia del terremoto de San Juan y lo que ocurre en la capital de esa provincia en 1944, fecha de este hecho fatídico que resulta el más significativo que haya tenido que soportar la historia de nuestro país, toma trascendencia propia, por eso quería involucrarme con ese hecho, en ese momento, con las cosas que allí pasaron. Ese fue el disparador más importante para que Otra noche para soñar”, mi tercera novela, pueda convertirse en una realidad.

—¿Hay una nueva novela en camino?
—Sí, siempre mi cabeza está pensando, diseñando y recibiendo historias, digamos que ávida de conocer nuevos hechos que hayan ocurrido principalmente en el territorio argentino, porque aquí es donde me gusta plasmar mis historias. Ya puedo adelantarles que está finalizada mi cuarta novela y que llevará como nombre Con el último aliento. En este momento está atravesando la etapa de corrección y veremos qué camino toma. Está inspirada en un hecho real ocurrido en Argentina, particularmente con la llegada de los primeros colonos galeses a la Patagonia, allá por 1865. La idea es poder tener un buen lanzamiento editorial para el año que viene e intentar que pueda ir recorriendo parte del país contando detalles de lo que fue esa historia y las muchísimas cosas importantes que produjo, desde la primera población estable de la Patagonia, hasta el famoso plebiscito de 1902 que le dio la posibilidad a la Argentina de quedarse con gran parte de lo que hoy es el sur argentino, que en ese momento se debatía con Chile, y otros hechos más que son realmente dignos de conocer. Incluso la leyenda del caballo “Malacara” y su dueño, el galés John Daniel Evans, un colono que llegó con tan solo tres años a la Argentina y que se convirtió en un gran referente, incluso uno de los pobladores distinguidos del sur argentino. La ciudad de Trevelin, por ejemplo, prácticamente lo fundó junto a otros galeses que hicieron del sur su lugar de culto, su hogar. En definitiva, mi nueva historia tratará de plasmar y revivir muchísimos hechos, desde el desembarco mismo que se dio 1865 en las costas de Puerto Madryn, hasta llegar a mediados del 1900.

—¿En qué lugar del planeta te gustaría soltar tu próximo sueño literario?
—No tengo dudas de eso: en Argentina, mi país. Y eso no cambiará hasta que no sienta que ya haya contado y revivido todo lo que me interese contar de nuestra historia.

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Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

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Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

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Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

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