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Mariano Rodríguez: “El proceso de investigación es lo más relevante de cada historia que genero”

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Por Andrea Viveca Sanz
Edición: Walter Omar Buffarini

Entregado a su profesión de periodista y locutor, Mariano Rodríguez avanza sobre nuevos territorios y los conquista. Atravesado por las palabras, logra afianzarse en la apasionante tarea de construir historias.

Sus letras, elegidas con precisión, son ladrillos que se unen para sostener la arquitectura de cada uno de sus libros. Es en ese espacio donde sus ficciones esperan a cada lector, justo en los límites de cada página, cuando lo imaginado toca los renglones de la realidad y la transforma y enriquece.

En diálogo con ContArte Cultura, el escritor rosarino toma su pluma y deja caer las palabras con las que comparte sus obras.

—A modo de presentación, ¿de qué manera comenzaría la novela en la que Mariano Rodríguez fuera el protagonista?
—La verdad, es una muy buena pregunta, nunca me la habían hecho hasta ahora… Creo que una novela en la cual yo fuera el protagonista debería ser en un lugar propicio como para despertar y generar lindas sensaciones, entre ellas el amor, el estar acompañado por alguien, por supuesto importante para mí, pero además también debería tener una significancia histórica relevante, algún lugar que fuera para mí importante o donde se hubiese producido algún hecho de relevancia histórico, no en cualquier lugar. Creo que en esto que describo gira un poco el contenido de lo que yo quiero expresar a través de las novelas que escribí, ya que están diseñadas para encajar perfectamente en el género romántico- histórico, tiene que ver con el amor, por supuesto, pero también tiene que haber algún marco histórico que me genere pasión, interés, para poder explayarme y recrear allí una buena historia. Igual no creo ser un buen protagonista para una novela romántica, así que prefiero, por ahora, seguir escribiéndolas a protagonizarlas. (risas)

—¿En qué momento sentiste que el viento de la escritura te arrastraba hacia el género romántico-histórico para construir tus propias historias?

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—Creo que siempre tuve el anhelo de escribir y nunca me propuse hacerlo en un determinado género. Primeramente, me habían ofrecido hacer policiales, ya que vengo del ámbito del periodismo, pero la verdad lo descarté porque no me hubiera sentido cómodo del todo en ese género. Después de un tiempo llegó a mí la historia de Epecuén, un pueblo que fue devorado por el agua del lago en el año 1985 y eso sí que me generó interés y despertó grandes expectativas. Me apasionó tanto el tema que fui a visitar el lugar y volviendo desde allí se me fue formando la historia en la cabeza de qué hubiera ocurrido si dos chicos que estaban en su mejor momento, enamorados, y que se habían jurado amor eterno eran separados por la tragedia. Situación que finalmente ocurrió, porque todo el mundo tuvo que dejar sus casas de un momento a otro para nunca más volver y así fue cómo se fue gestando esa historia en mi cabeza, la que conté en mi primer libro Más allá de todo. Creo que el género romántico-histórico encajó perfectamente, porque era una historia de amor sin igual y además el hecho me hacía remontar el relato a mediados de la década del 80, lo cual generaba ese valor histórico, amparado en un hecho que para mí, hoy incluso, sigue siendo trágico, increíble y el cual todavía creo que no dimensionamos del todo, ya que con la tragedia de Epecuén se perdió un pedazo de país. Así que ese fue el género donde mejor me sentí como para poder plasmar mis novelas, incluso las que vinieron después.

Epecuén, escenario de Más allá de todo

—Contanos qué elementos son imprescindibles a la hora de sentarte a crear tus mundos de ficción.
—Por lo general, suelo ser muy estructurado a la hora de escribir. Primero elijo el tema en el cual voy a desarrollar mi novela, que tiene que tener un marco histórico que me parezca adecuado como para poder desenvolverme y después estructuro todos los personajes que van a formar parte, no solamente el protagonista masculino y la protagonista femenina, sino sus familias, cada uno de los íntimos y el lugar en donde se va a desarrollar, es decir, dentro de ese ámbito histórico, qué hace cada uno. Como para darle un marco real al relato, para que la ficción también lo parezca. Creo que en todas las novelas he logrado plasmar más o menos eso, pero tiene que haber factores imprescindibles, como por ejemplo el lugar, que lo es todo, la época histórica, que también suma muchísimo, y la trascendencia de los personajes. Tiene que haber una buena historia de amor de fondo, cosa que me movilice, que me genere expectativas al escribirla y que después al lector pueda generarle una sensación parecida.

Patagonia argentina, escenario de Inadmisible

—¿Cómo llevaste adelante el proceso de investigación que te sirvió para dar el marco histórico a tus obras?
—El proceso de investigación es lo más relevante de cada historia que genero, en él sustento mis novelas. Así fue con la primera experiencia y también con la segunda novela que escribí, Inadmisible, que está basada en la llegada de los nazis a la Argentina después de la segunda guerra mundial. Eso me demandó muchísima búsqueda, no solamente abrir archivos desclasificados, algunos otros tener que solicitarlos, contactarme con historiadores, con guías turísticos, con periodistas, para tener una información de relevancia y también distintas opiniones respecto del mismo hecho. La última novela, Otra noche para soñar, que está amparada en el terremoto de San Juan de 1944, también me significó un desafío muy importante, ya que en aquel tiempo no había la cantidad de medios que generaran la información como ahora, ni tampoco cámara de fotos y filmadoras, o teléfonos celulares para documentar todo lo que ocurrió, entonces el proceso de investigación fue bastante arduo. Creo que se pudo concretar muy bien en las tres historias, al menos sé que van a ver allí reflejada gran parte de la realidad de esos hechos, ya que me interesa respetar casi la total veracidad de todos los hechos que han ocurrido, poniéndole, por supuesto, el condimento de ficción que genero en mi cabeza y que se adapta a esos hechos históricos.

San Juan en 1944, escenario de Otra noche para soñar

—¿De qué manera diste vida a tus personajes para insertarlos en los ambientes reales en los que se mueven?
—Dar vida a los personajes para poder insertarlos en los hechos históricos en las novelas que escribo es realmente el mayor desafío, porque uno tiene que pensar un contexto real que existió y que por lo general tuvo algo de trágico o de tremendo y generar una historia a partir de eso desde la imaginación, es realmente muy lindo y lo disfruto mucho, es algo que me apasiona. A decir verdad, todo lo que envuelve el proceso de escritura en sí mismo me fascina, por eso creo que cada personaje debe tener justamente la posibilidad de adaptarse al contexto, entonces lo pienso de esa forma, desde los nombres que les pongo hasta las características personales, cómo puede desenvolverse ante tal o cual hecho y, por supuesto, no solamente los personajes centrales, sino también, todo su entorno. Eso es lo que va dando forma a cada relato, a cada novela. También contemplar la posibilidad de que éstos también tengan una adaptación a lo que voy contando, o no, porque a veces uno no está preparado para todo lo que va ocurriendo, que como digo, al menos en mis historias, son hechos que sucedieron y que forman parte de la historia argentina. Me gusta escribir basándome en hechos reales que hayan tenido connotaciones en nuestro país, porque me parece que es también una manera de mantener vivo el recuerdo, nuestra idiosincrasia, y que de alguna manera nos aúna a todos en un hecho que alguno puede haber vivido o no, mediante el relato de algún familiar, de un amigo, de algún ser querido, un abuelo, que le puede haber transmitido parte de lo ocurrido. Eso es lo que me impone un desafío y estar a la altura de cada circunstancia. Realmente me tomé la tarea de escribir con mucho respeto y mucha responsabilidad, sobre todo porque sé que toco temas que fueron sensibles en su momento para Argentina y lo siguen siendo aún hoy.

—¿Qué te llevó a enmarcar tu primera novela, “Más allá de todo”, en Villa Epecuén y sus alrededores?

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—Ya un poco lo contaba anteriormente. Desconocía totalmente la existencia de Epecuén hasta que, gracias a mi trabajo en el servicio informativo de Radio Continental, pude presenciar en el programa de la tarde de Fernando Bravouna entrevista al actor Carlos Belloso quien estrenada la película “El expediente Santiso”, y parte de las locaciones utilizadas para filmar esa película habían sido Epecuén. Era 2016, y Belloso le relataba a Fernando lo que había sentido al llegar a ese lugar y contaba que era como que allí había estallado una bomba. Eso me motivó a querer conocer más del hecho y en ese mismo momento empecé a buscar información sobre Epecuén a través de mi computadora. Me aparecieron imágenes realmente increíbles que yo desconocía y que me llevaron a querer indagar mucho más en esa historia, intentar saber por qué había ocurrido lo que ocurrió en el año 1985. El tema llegó a convertirse en una cuestión personal para mí. Entonces, al querer saber más e involucrarme en lo que había sucedido, pensé que la mejor manera de poder llevar un manto de sanación a una historia tan densa y tan tremenda como la que había ocurrido allí, ni más ni menos que la desaparición de un pueblo entero, era escribir una novela romántica. Una historia de amor. Ahora, después de tantos comentarios positivos, e incluso tras haber realizado la presentación de la novela en la ciudad de Carhué, puedo decir que ese objetivo se ha cumplido con creces. Es hasta el día de hoy que me siguen pidiendo libros desde aquella zona. Quienes vivieron la tragedia, para poder tener un recuerdo de lo que ocurrió, y muchos otros, los más chicos y quienes no vivieron aquellos sucesos, para obtener información y conocer las historias de sus padres o sus abuelos. Eso hace que aún hoy, después del paso del tiempo y habiendo editado dos novelas más, me siga llenando de emoción.

—Tu segunda novela, “Inadmisible”, también recorre escenarios de nuestro país. Contanos cómo llegaste a construir esa trama.

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—Creo que Inadmisible es hasta ahora mi mejor novela, por todo el compendio que trae aparejado. No es solamente una historia romántica, ni solo una investigación sobre un hecho en particular, sino la conjunción de ambos. A eso se suma la intensión de desmitificar de alguna manera si realmente Adolf Hitler y varios jerarcas nazis habitaron el suelo argentino, más precisamente la Patagonia. Incluso llega a dar cuenta de donde descansan hoy los restos del líder nazi, qué es un misterio mundial y que no mucha gente se anima develar. Por supuesto que hay muchos intereses y mucho poder detrás de todo eso, por lo que para llegar a esa conclusión me valí de testimonios, de indagar mucho, de buscar interpretaciones en otros autores, historiadores y periodistas, que trabajaron mucho para llegar a diversas conclusiones. Así es como en Inadmisible, además de la historia de amor que estaba buenísima y que levanta mucho la vara con respecto a la novela anterior, van a tener una novela con giros inesperados, con misterio, con intriga y por supuesto con el condimento adicional que revela esta novela, que es donde se encuentran los restos de Hitler, que no es en Argentina, pero sí en un país de Sudamérica. La novela, de todas maneras, deja precedentes importantes de que tanto Hitler como otros jerarcas nazis vivieron en el sur argentino varios años, al amparo del gobierno de turno, y que se camuflaron con la sociedad de Bariloche y de otros sitios patagónicos, como si fueran vecinos de toda la vida. De allí surge el título de la novela, ya que aún hoy y después de haber investigado todo lo que investigué y haber escrito la historia, me sigue pareciendo realmente inadmisible, tremendo, que estos asesinos que se cobraron la vida de millones de personas en el mundo entero, puedan haber vivido a la vuelta de nuestras casas, en el sur de nuestro país.

—¿Cuál fue el disparador de tu última obra “Otra noche para soñar” y qué nos podés contar de ella?

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—Quería escribir una novela distinta a las que ya había escrito, que fuera abordada desde otro lado. Así pensé en el terremoto de San Juan, qué ocurrió en el año 1944, y decidí contarlo situándome en esos tiempos y no desde la actualidad. Para ello me tuve que retrotraer a la Buenos Aires de principios del siglo XX, de hecho, el libro empieza narrando la inauguración del Obelisco porteño en el año 1936 y va recorriendo un montón de hechos que pasan en la ciudad en esos momentos y simultáneamente en San Juan, más precisamente en Caucete, donde está ubicada la finca del protagonista de esta historia, quien se llama Adriano Romani. Éste conoce justamente en uno de sus viajes de negocios a Justina Bustos, de quién se enamora perdidamente y quién le da un giro muy importante a su vida. La historia va recorriendo lugares de excelencia de la Buenos Aires moderna y creciente de ese entonces, no sólo la inauguración del Obelisco, también del Edificio Kavanagh, el más alto de Sudamércia por entonces, el Palacio Barolo, algunos lugares de referencia como el “Café del molino” frente al Congreso, entre otros lugares que son iconos hoy del patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad. Sin embargo, la trascendencia del terremoto de San Juan y lo que ocurre en la capital de esa provincia en 1944, fecha de este hecho fatídico que resulta el más significativo que haya tenido que soportar la historia de nuestro país, toma trascendencia propia, por eso quería involucrarme con ese hecho, en ese momento, con las cosas que allí pasaron. Ese fue el disparador más importante para que Otra noche para soñar”, mi tercera novela, pueda convertirse en una realidad.

—¿Hay una nueva novela en camino?
—Sí, siempre mi cabeza está pensando, diseñando y recibiendo historias, digamos que ávida de conocer nuevos hechos que hayan ocurrido principalmente en el territorio argentino, porque aquí es donde me gusta plasmar mis historias. Ya puedo adelantarles que está finalizada mi cuarta novela y que llevará como nombre Con el último aliento. En este momento está atravesando la etapa de corrección y veremos qué camino toma. Está inspirada en un hecho real ocurrido en Argentina, particularmente con la llegada de los primeros colonos galeses a la Patagonia, allá por 1865. La idea es poder tener un buen lanzamiento editorial para el año que viene e intentar que pueda ir recorriendo parte del país contando detalles de lo que fue esa historia y las muchísimas cosas importantes que produjo, desde la primera población estable de la Patagonia, hasta el famoso plebiscito de 1902 que le dio la posibilidad a la Argentina de quedarse con gran parte de lo que hoy es el sur argentino, que en ese momento se debatía con Chile, y otros hechos más que son realmente dignos de conocer. Incluso la leyenda del caballo “Malacara” y su dueño, el galés John Daniel Evans, un colono que llegó con tan solo tres años a la Argentina y que se convirtió en un gran referente, incluso uno de los pobladores distinguidos del sur argentino. La ciudad de Trevelin, por ejemplo, prácticamente lo fundó junto a otros galeses que hicieron del sur su lugar de culto, su hogar. En definitiva, mi nueva historia tratará de plasmar y revivir muchísimos hechos, desde el desembarco mismo que se dio 1865 en las costas de Puerto Madryn, hasta llegar a mediados del 1900.

—¿En qué lugar del planeta te gustaría soltar tu próximo sueño literario?
—No tengo dudas de eso: en Argentina, mi país. Y eso no cambiará hasta que no sienta que ya haya contado y revivido todo lo que me interese contar de nuestra historia.

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Un paseo por “Inadmisible”, la novela de Mariano Rodríguez en donde ficción y realidad se fusionan

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Una misión busca abrir viejas puertas, indagar acerca del pasado, despertar preguntas. Es una misión que intenta espiar, sumergirse en los recovecos del tiempo para encontrar las respuestas.

En un largo camino de investigación, el periodista y escritor Mariano Rodríguez bucea en las huellas de la historia para dar vida a una trama donde la ficción y la realidad se funden, palabras adentro, para dar vida al amor.

En diálogo con ContArte Cultura, el autor cuenta acerca de su propio recorrido para llegar al corazón de “Inadmisible”, donde cada pista abre una puerta.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en el nombre de esta novela que busca bucear en una parte de la historia mundial y de nuestro país. ¿Cómo llega este título que es la puerta de entrada a tu obra?

—El título de la novela me gustó porque es fuerte, una sola palabra, fácil de memorizar, y es impactante también. Y al mismo tiempo responde a que durante el proceso de investigación, de escritura, me fui topando con información que para mi era inverosímil, increíble. Que los más altos rangos militares de los nazis hayan estado ocultos en Argentina, entre ellos los propios Adolf Hitler y Eva Braun, al amparo del gobierno de turno, codeándose con la sociedad de Bariloche de ese entonces como si fueran uno más, y habiendo sido quienes llevaron adelante crímenes de guerra, asesinatos masivos, ni hablar de todo lo que fue la persecución nazi a lo largo del mundo. Entonces me parecía que era inadmisible que estos asesinos y personajes nefastos de la historia mundial estuvieran al amparo del gobierno de Edelmiro Farrel, quien estaba de presidente en Argentina cuando llegaron en 1945, y Juan Perón como Ministro de Guerra, que al año siguiente asumiría la presidencia. Entonces el título se compone justamente de todos estos aditamentos. Primero me parecía que era impactante para una novela que busca serlo, no sólo por la investigación periodística, sino también por la trama que lleva a los personajes a vincularse, donde hay amor, donde hay misterio, donde hay también ribetes policiales. Todavía me sigue pareciendo inadmisible, pese a todo lo investigado y el conocimiento de la causa, la desclasificación de archivos y demás, que esto haya ocurrido en Argentina.

—Y porque todo tiene un principio, una semilla que le da vida, nos gustaría saber cuál fue el germen de esta novela. ¿Cómo y cuándo surge esta historia en vos?

—Todas mis novelas, todos mis libros, parten de una iniciativa propia y de una curiosidad por saber más del tema que me interesa, que intento desarrollar, y que sea atractivo también para el lector. Hace tiempo que giraba en mi cabeza mucha incertidumbre sobre la llegada de los nazis a Argentina. Había escuchado historias que eran increíbles y de las que no podía dar fe, así que me dije “tengo que investigar, tengo que conocer un poquito más”. Ahí me puse el traje de periodista y comencé a entrevistar a historiadores, a otros autores que ya habían ido sobre los rastros de los nazis en la Argentina, como el propio Abel Basti o Nicolás Gilardi, quien escribe para Infobae y había tenido bajo su responsabilidad la redacción de artículos sobre los nazis en nuestro país. Así fueron surgiendo informaciones que venían de distintos estamentos, y de ese modo me fui generando una idea de lo que fue pasando en esos tiempos y tratando de recrear las vivencias que había rescatado, que habían llegado a mí por personas que vivían y residían en la zona y que me contaban sus testimonios. Pero siempre parto de la base de que el tema tiene que interesarme a mí. No podría escribir sobre algo que no me resultara atractivo, porque tampoco lo podría hacer interesante para los lectores si yo no los encaro con la pasión, las ganas y el deseo de saber más y poder contarlo.

—¿Qué caminos de investigación tuviste que llevar adelante para construir la trama narrativa?

—Los caminos fueron varios. La consulta, como contaba anteriormente, con algunos historiadores que han indagado muchísimo sobre el nazismo en Argentina y han documentado también. Me nutrí de esos valiosos aportes. La verdad es que me fue muy sencillo, porque en cada lugar donde comentaba que estaba escribiendo un libro sobre el nazismo en Argentina, todos tenían alguna historia. Recuerdo una vez que salía de hacer el servicio informativo de radio Continental, a las 6 de la mañana y me tomé un taxi —en ese momento estaba en pleno proceso de escritura en donde uno se va nutriendo de todos los canales por donde puede buscar, indagar, conocer— y estaba viendo un documental en YouTube sobre el nazismo. El conductor escuchó y me preguntó, y al enterarse en que andaba me contó una anécdota que le habían relatado sobre que en el cementerio de la Recoleta en un momento se hizo una ceremonia muy íntima, para muy poquita gente en el más absoluto de los secretos, y se pasó una canción para despedir al féretro que era la preferida de Hitler, hecho que provocó un revuelo muy grande. Y así se dio con muchas otras historias que yo desconocía y situaciones que se fueron repitiendo a lo largo de la investigación. Como el caso en que siendo profesor de una materia en el ISET 18, en la carrera de Locución, una alumna me contó que procedía de Bariloche y que allí había una hostería que todos los meses de abril, en el día en que se cumple el nacimiento de Hitler la cerraban y lo conmemoraban. Así me fui nutriendo de cosas que volqué en el libro, además de lo que pude recabar a través de internet o de otros testimonios, como el de Carlos Perciavalle, quien dice que junto con China Zorrilla, en el hotel El Casco de Bariloche, fueron invitados por los dueños a acompañarlos en una velada y se toparon con Hitler y Eva Braun. Hay muchas cosas que se han dicho y que son muy difíciles de comprobar, pero todo está volcado en el libro. Siempre la premisa es no convencer a nadie. En este caso, que cada uno lea Inadmisible y que después saque sus propias conclusiones, más allá de mi convencimiento y que la historia parte de que descreo de lo que cuenta justamente la historia oficial acerca de que Hitler se suicidó junto a su mujer en su búnker de Berlín.

—A lo largo de las páginas tus personajes recorren espacios que tienen su propia historia, ¿realizaste esos recorridos mientras escribías?

—Algunos lugares pude visitarlos previamente, como el Hotel Edén de La Falda, donde indagando en su historia caigo en la cuenta que no sólo ese hotel fue importante para que Hitler existiera y el nazismo fuera lo que terminó siendo a lo largo de su historia, sino para la Argentina misma. Desde ese hotel, que era de capitales alemanes y cuyos dueños eran los matrimonios de los hermanos Walter y Bruno Eichhorn, se enviaban los fondos, o parte de estos, a Berlín para ayudar a la campaña política del führer. A veces no dimensionamos, pero en Argentina se gestó parte de lo que fue la operación nazi, tal vez sin saber en lo que podría llegar a convertirse con el paso del tiempo. Así también se presume que Hitler visitó en un par de oportunidades ese hotel y que allí estuvo alojado, más precisamente en el casco central en donde vivían los propietarios. Además también está el Hotel Gran Viena, en la localidad de Miramar de Ansenuza en Córdoba, sobre la vera de la laguna Mar Chiquita, que también pude conocer tiempo después. En Bariloche recorrí algunos lugares previo y post escritura del libro, entre ellos el hotel El Casco, el Club Andino, algunos sitios que yo menciono en el libro y por los que los nazis fueron dejando huella. También el colegio Primo Capraro y varios lugares donde se fue entretejiendo la historia y fui reconstruyendo el rompecabezas. Siempre me gusta, si puedo hacerlo, visitar los lugares previamente al proceso de escritura, conocer a las personas, tratar de indagar. Eso es lo que hace que las historias que escribo sean tan reales.

—¿Cómo fue el proceso de construir a Elkin y Agnes?

—Elkin fue el primero que apareció en mi cabeza. Necesitaba encontrar un personaje fuerte, osco, infranqueable, como para que fuera quien llevara adelante esta investigación y que en su persona yo pudiera ir contando todos los detalles de la misma. Pero no me alcanzaba con eso, también necesitaba encontrarle una persona que lo pudiera movilizar, que pudiera vulnerar justamente su personalidad y hacerlo bajar la guardia, y así generé a Agnes, una mujer hermosa que si bien es argentina es de ascendencia alemana, lo que generaba un montón de controversias en cuanto a la investigación que el ruso desarrollaba en nuestro país: ni más ni menos que desmitificar y recorrer los últimos pasos de Hitler y de los nazis en Argentina. Entre ellos se entreteje una delgada línea entre confianza, amor y también traición, y creo que es lo que hace que el personaje de Elkin se vuelva tan fuerte, apuntalado por Agnes, que no solo se enamora de él, sino que lo acompaña en un gran tramo de la investigación, haciéndolo un poco más humano.

—Como contabas, a medida que se avanza en los misterios de la realidad también crece una historia de amor en la ficción. ¿Pensaste en algún final diferente para la pareja protagonista?

—A medida que se fue construyendo la historia, tuve al personaje principal, Elkin, al que se le anexó Agnes, y con el correr de los capítulos surgió el nombre de la novela, Inadmisible. Pero cuando fui llegando al final, este cambió tres veces. Entiendo que eso enriqueció el texto, porque le fue dando giros inesperados a la trama que a mí mismo me fueron sorprendiendo. Iba a terminar de una manera, pero se me ocurrió que la elegida era la más simple que se podía dar y entonces busqué complejizarla un poco más. Así lo hice en dos ocasiones hasta alcanzar el final definitivo, que entiendo que es el que mejor cierra la historia, porque lleva al lector a elucubrar distintas hipótesis de qué es lo que pueda haber pasado en esos momentos. Fue muy atractivo para mí cómo se fue generando la historia y cómo esos cambios en los finales enriquecieron la obra.

—Decíamos que la realidad y la ficción se rozan todo el tiempo en tu novela, al punto de ensamblarse una con la otra, ¿De qué manera trabajaste para lograr esa fusión?

—Para mi siempre hay una línea muy delgada entre realidad y ficción. Trato de respetar con la mayor seriedad y veracidad posible el transcurso de los hechos en tiempo y forma, cronológicamente, y también prestando atención a los sucesos tal cual se dieron, sean estos buenos o malos, trágicos en la gran mayoría de los que abordo en mis libros. Para lograr esa fusión, primero tengo que conocer al detalle el tema para después saber cómo lo vinculo con la ficción y no apartarme de lo que realmente ocurrió. Esa es una constante y un común denominador en mis novelas, porque así me lo propongo. El que lea mis historias se va a encontrar con una trama de ficción pero que va a ir amparándose al detalle de lo que fue la realidad, o por lo menos la realidad a la que tuve acceso y pude indagar a través de las herramientas que me ha dado el periodismo en todo este tiempo. Por eso creo que hay una línea muy delgada entre ambas que al lector le cuesta descubrir al ir siguiendo la trama, saber si eso ocurrió realmente o si es parte de la ficción, y es lo que lo hace ir a indagar. Y no es una suposición, sino que me lo han contado varios lectores y lectoras a lo largo de este camino recorrido en la literatura y es algo que me genera mucho placer, porque quiere decir que el objetivo se cumplió. Yo no hago un libro de historias, no hago un manual Santillana de mis novelas, pero sí van a enterarse de un montón de cosas aunque les cueste darse cuenta, porque los datos estarán realmente vinculados y entretejidos con la trama de ficción que, en este caso, diseñé para Inadmisible.

—¿Recordás cuál fue el capítulo que más te costó escribir? Y en caso de ser así, ¿por qué creés que fue?

—Creo que todos los capítulos se fueron construyendo con el paso de las horas y con mis ganas y sensaciones. No soy de los escritores que se dice “la novela va a tener 20 capítulos y cada capítulo va a tener diez hojas, cinco, cuatro, tres…”. Voy escribiendo y cuando tengo la necesidad de generar un capítulo nuevo lo hago, y cuando tengo la necesidad de cerrarlo lo cierro. No entiendo de porcentajes o de cantidades, sí de que cuando la trama pide algo especial, un apartado, hay que aceptarlo, porque eso es lo que hace que las novelas sean bastante versátiles y diferentes unas a otras. Entonces no sigo un cronograma, no sigo una fórmula, voy detrás de mis sensaciones, de mi percepción, voy escribiendo lo que a mi me gustaría leer si fuera el que está del otro lado leyendo la historia. Creo que de esa manera se hace más genuina, distinta, y que también puede vincular al lector con la trama. Que no sea algo tan rígido en cuanto a lo gramático, a lo estructural, sino que vaya generando las mismas sensaciones que a mí me generó.

El periodista y escritor Mariano Rodríguez en la 48º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Me encuentro trabajando en la secuela de Inadmisible, que por supuesto no va a llevar el mismo nombre. Es la continuidad de la historia de Elkin Petrov y Agnes Gallinger con otra misión. En lo que se llamará El misterio de los cielos, el teléfono de Elkin suena nuevamente y hay un pedido imperioso y urgente para que se ocupe de una misión que solamente él puede resolver. Ahí el investigador, ya retirado, se debate entre volver o no y en su decisión el lector va a sentir que forma parte. El tema que le toca investigar es muy interesante, de hecho es uno de los misterios que todavía permanece sin resolver a pesar del paso del tiempo. Es la desaparición de un avión militar en el año 1965. Una nave de la Fuerza Aérea Argentina que desaparece en su vuelo de bautismo en Costa Rica y Elkin tendrá que utilizar todas sus herramientas para poder descifrar que pasó con el avión y con su tripulación, de la que nada se sabe. Este es un tema real que aún hoy en día el gobierno argentino y la Fuerza Aérea tiene una deuda pendiente con la sociedad, y principalmente con los familiares de quienes iban en ese vuelo, tanto los cadetes que egresaban de la Escuela Militar de Córdoba como el resto de los tripulantes. Creo que va a ser una historia muy conmovedora, basándose en otro hecho trágico y misterioso, en donde Elkin y Agnes tendrán que volver a ponerse el traje de investigadores y salir al ruedo. La idea es que el próximo año ya esté al alcance de los lectores.

—Para culminar, si pudieras elegir un objeto que represente el espíritu de tu novela, ¿cuál sería?

—No sé si hay un objeto que represente la novela, sí hay varios elementos que aparecen y que a lo largo de la trama son familiares por el lugar donde ocurren y por los personajes, como por ejemplo la infusión del té que Elkin tomaba muchísimo en Rusia y que, acostumbrado a eso, lo hace en tierras patagónicas. También el chocolate de Bariloche, que es uno de los más ricos y codiciados de todo el mundo amparado en recetas que llegan desde la vieja Europa. Y después los hoteles que formaron parte del esplendor de la belle époque argentina y que hoy en su mayoría están en ruinas. Mencionaba al principio el hotel de La Falda, que una parte se ha recuperado para turismo pero luego de varios saqueos que ha tenido que soportar a lo largo de la historia ha quedado desbastado en muchos sectores. El Hotel Gran Viena de Córdoba, el hotel Club Sierra de la Ventana, que ha sido uno de los más fastuosos no sólo de Argentina sino de América. Y así muchas cuestiones que van atravesando la historia y que creo que son elementos que sin ellos no sería lo mismo la trama de Inadmisible.

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Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

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Entrevistas

Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

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