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Los 200 años de Frankenstein

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Por Toni García (*)

Era una noche de tormenta, o eso dice la leyenda. Mientras fuera el cielo sonaba enfadado, un grupo de amigos de buena cuna decidieron entretenerse contándose los unos a los otros, un cuento de terror. Mary Godwin era una mujer pálida, que vestía de blanco inmaculado y que más tarde sería conocida como Mary Shelley. Tenía 18 años, un cerebro privilegiado y la energía de una locomotora. De sus labios brotó la historia de un monstruo, construido a base de retazos de cadáveres y condenado a una vida de frustraciones. Lo llamó Frankenstein y nació la noche del 17 de junio de 1816.

Mary Shelley en un retrato de 1840

El 1 de enero de 1818 aparecía con una tirada de 500 copias Frankenstein o el moderno Prometeo. A principios del siglo XIX, la obra causó conmoción, sus implicaciones eran demasiado profundas en una sociedad que aún se peleaba con el gas, el vapor y el carbón. Los detractores de la obra provocaron -como suele pasar- el efecto contrario al inicialmente deseado y miles de ingleses se lanzaron a la lectura de un libro que en su radicalidad conceptual escondía un mensaje bastante menos opaco: la odisea emocional de una criatura engendrada en soledad y obligada a vivir en ella.

“Una vez me preguntaron dónde desearía estar si tuviera la oportunidad de meterme en una máquina del tiempo. Especulé con estar presente el día en que Miguel Ángel acabó la Capilla Sixtina, o quizás el día que Van Gogh se enojó tanto que se cortó una oreja, o puede que el día que Turner se ató a un mástil… pero al final me decidí por decir que hubiera querido estar en aquella estancia de la casa que daba al Lago Lemán, entre Francia y Suiza, en la que Mary Godwin desgranó el momento de la creación de Frankenstein”, cuenta Sir Christopher Frayling, una eminencia en el mundo del séptimo arte, considerado uno de los mayores expertos en literatura clásica del Reino Unido y un sabio en el campo de lo gótico. El catedrático, muy conocido en los ámbitos cinéfilos después de inventar el termino spaguetti western, se ha embarcado junto a la editorial Reel Art Press en una misión casi imposible: resumir en menos de 300 páginas, 200 años de Frankenstein, su imponente legado y su relevancia en el universo de la cultura y la ciencia. El resultado es Frankenstein: the first two hundred years.


‘FRANKENSTEIN’ ES UN RETRATO DEL MIEDO A LA SINGULARIDAD, PERO TAMBIÉN UN POTENTÍSIMO ANTÍDOTO CONTRA LA INTOLERANCIA


“El referente más claro de Frankenstein es Prometeo, porque, como decía J.B.S. Haldane, ‘no hay ninguna gran invención desde el fuego a volar, que no haya sido catalogada como un insulto a algún dios’. Si lo miras así, el monstruo es una perversión, es una blasfemia, pero en sí mismo es de una naturaleza completamente distinta y creo que ese es el gran hallazgo de Shelley: Frankenstein siente remordimientos por la creación de algo que es profundamente humano, pero no puede evitar tratarlo como si no lo fuera. Y de hecho el libro es una historia de amor y venganza más que de un descubrimiento singular”, aclara Frayling, que sigue así la teoría de Miranda Seymour, la más reciente de las biógrafas de Shelly, quien niega que la autora estuviera interesada en el ángulo tecnológico de la historia y que afirma que “el corazón de Frankenstein gira en torno al rechazo, al rechazo del doctor a su propio hijo”.

“Frankenstein es una gigantesca paradoja y un mito que ha engendrado otros mitos, de hecho creo que quizás con la excepción de Drácula -que de algún modo también surgió aquella misma noche, aunque de la boca de Lord Byron-, no hay en la cultura popular nada que haya sido tantas veces reinterpretado y tan fieramente estudiado como Frankenstein. Por eso no hubo dudas a la hora de trabajar en este libro”, cuenta Tony Nourmand, editor de Reel Art Press, que durante años fue también dueño de la galería del mismo nombre, la más prestigiosa del mundo en el sector de los posters vintage: “Puedo decirle que, cuando yo trabajaba con carteles, no había nada más coleccionable que un póster de la criatura, sobre todo de las películas que se hicieron en los años 30, los auténticos clásicos firmados por James Whale: me los quitaban de los manos”.

Frankenstein (Boris_Karloff)

El éxito del libro recuerda al habitante del planeta Tierra la vigencia de la leyenda de Shelley, apuntalada por centenares de homenajes en forma de película, libro, poema, relato, ilustración u obra de teatro, y su constitución poliédrica, algo inusual para un personaje que ya caminaba hace dos siglos: “Le pondré sólo un ejemplo: a partir de los 70 determinados líderes de la comunidad LGTB se agarraron al monstruo para visualizar el problema que genera ser distinto en un mundo que siempre ha odiado la diferencia, se ha burlado de ella o la ha criminalizado. Frankenstein es un retrato del miedo a la singularidad, pero también un potentísimo antídoto contra la intolerancia. En mi opinión, ésa es la cualidad distintiva, el gran axioma que convierte a la criatura en algo relevante, no importan los años que pasen”, dice Nourmand.

En Frankenstein, the first two hundred years, se cultiva además la idea de que gran parte de la leyenda de este Prometeo reconstruido se basa en las enseñanzas de la madre de Shelley y que el epítome del monstruo encuentra sus genes en ella, más que en cualquier otro referente clásico o moderno. La madre de Shelley no era otra que la escritora Mary Wollstonecraft, una de las voces fundadoras del feminismo moderno y autora del icónico A vindication of the rights of the woman, en el que se reclamaba para las mujeres el mismo acceso a la educación que cualquier hombre. El texto, de 1791, se considera la base fundacional del incipiente legado feminista británico del siglo XIX y la madre del cuento de Shelley, si atendemos a expertos como Richard Holmes (“toda la carrera literaria de Mary se basa en el ejemplo de su madre”) o el propio Frayling: “Por supuesto, hay un paralelismo evidente en el trabajo que Wollstonecraft hizo en A vindication of the rights of the woman y la relación que su hija establece entre la ciencia y la criatura. Y si lo permite, hasta podemos citar una frase de la primera, ampliamente desarrollada en el trabajo de la segunda: “Una gran proporción de los males que deambulan por el mundo procede de la tiranía de los hombres”.


EL MITO REAL DE LA CREACIÓN, EL MUNDO MODERNO, EL DE LA NANOTECNOLOGÍA, LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL O LA ROBÓTICA, YA NO ES ADÁN Y EVA, SINO ‘FRANKENSTEIN’


El libro indaga también en la colaboración (nunca explorada en su totalidad) de los presentes en aquella habitación donde Frankenstein asomó la cabeza por primera vez, y en especial de los consejos del hombre que acompañaba a Lord Byron en aquellos días y que, se aunque presentaba indistintamente como amigo o colaborador, era en realidad su biógrafo: el doctor Johh William Polidori, versado en el arte de la ciencia más allá de sus conocimientos médicos y al que todos consideraban extremadamente brillante. Diversos autores han especulado sobre el intercambio intelectual que debió producirse en aquella sala, teniendo en cuenta además que éste era un ferviente defensor del vitalismo, una corriente filosófica que mantenía que los organismos vivos contienen una fuerza que los diferencia de los seres inanimados. “Es difícil saber con exactitud qué tipo de impulsos recibía Mary Shelley en aquel preciso momento, en aquella noche. Hija de una brillantísima filósofa y escritora, casada con un poeta, rodeada de genios y con tan solo 18 años… Es una suerte de misterio que jamás debería ser resuelto”, explica Nourmand.

“El mito real de la creación, el que sustenta el mundo moderno, el de la nanotecnología, la inteligencia artificial o la robótica, ya no es Adán y Eva, sino Frankenstein. Es la piedra filosofal de la ciencia moderna, que es la base de la tecnología, que es una nueva religión con sus propios dioses, por decirlo de alguna forma. Por tanto, el mito fundacional es el monstruo y no el paraíso”, relata Frayling, que en el volumen acomete un pormenorizado análisis del manuscrito original sólo al alcance de algunos eruditos.

(*) Publicado en el diario El Mundo de España

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Homenaje a Los Ángeles en la apertura de los Grammys 2025

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La ceremonia de los Grammys 2025 tuvo una apertura especial con una banda de Los Ángeles, los “Dawes” dos hermanos, quienes perdieron todo en el trágico incendio que devastó a la ciudad.

Al dúo, se les sumaron números artistas que ganaron el premio en otras emisiones como Sheryl Crow, John Legend, Brad Paisley y Brittany Howard para cantar la famosa canción de Randy Newman “I Love LA”.

”Generalmente se suele decir que en la oscuridad de los tiempos, lo mejor que brilla es la humanidad y la gente de Los Ángeles en este momento es un ejemplo perfecto de eso”, dijo el presentador Trevor Noah, al presentar la actuación.

Además, agregó: “Por eso, esta noche decidimos que no solo celebraríamos nuestra música favorita, sino también la ciudad que nos trajo tanta música”.

El comediante, que presenta la ceremonia por quinta vez, dijo que “hace apenas unas semanas no estábamos seguros de que este espectáculo se hiciera realidad”.

“Afortunadamente, gracias a los heroicos esfuerzos de los bomberos, los incendios fueron contenidos y, a pesar de toda la devastación, el espíritu de la ciudad emergió”, expresó.

A la ceremonia fueron invitados varios bomberos para honrar sus esfuerzos y caminaron por la alfombra roja tomándose selfies con las más grandes estrellas de la música.

Por otra parte, la nativa de Los Ángeles, Billie Eilsh, fue la segunda artista en el escenario, interpretó su canción nominada al Grammy, “Birds Of A Feather” con un fondo inspirado en la belleza natural de California.

“Te amo Los Ángeles”, dijo mientras la música terminaba.

Durante la ceremonia se recauda dinero para los afectados y los organizadores cedieron una parte de su tiempo al aire para permitir que las empresas locales anuncien de forma gratuita, mientras intentan reconstruir sus negocios.

Finalmente, Noah, a modo de broma, dijo que los ganadores cuyos discursos duraran más de un minuto y medio pagarían 1.000 dólares por cada segundo extra que hablaran.

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Ringo Starr lanzó un disco de música country producido por T-Bone Burnett

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Ringo Starr siempre fue fanático de la música country. Tomó la voz principal cuando Los Beatles versionaron el éxito de Buck Owens “Act Naturally”; añadió algo de acento al disco “The Beatles” (también conocido como “The White Album”) con “Don’t Pass Me By” y su segundo álbum solista, “Beaucoups of Blues” (1970), reunía un puñado de covers de clásicos grabados en Nashville con una banda de músicos de sesión locales. Por eso no es una gran sorpresa que ahora el baterista haya lanzado “Look Up”, un álbum country que lo vuelve a poner en el centro de la escena.

Starr sumó al nuevo álbum al productor “T-Bone Burnett”, al que acuden quienes buscan hacer un álbum de música de raíces de buen gusto y calidad. Cuando Ringo le preguntó a Burnett si escribiría una canción para el próximo proyecto de grabación, éste se lanzó de cabeza, contribuyendo con nueve canciones que escribió o coescribió y ofreciéndose a producir las sesiones también, la que resultó ser su primera oportunidad de trabajar con un ex Beatle.

Burnett trajo a un equipo de músicos sólidos y comprensivos para respaldar a Starr (que toca la batería y canta), así como estrellas invitadas como Billy Strings, la heroína del bluegrass Molly Tuttle, y Alison Krauss.

El resultado del disco deja una sensación cálida y orgánica que combina cómodamente con las influencias country de Ringo sin forzar el tema ni sonar como el producto típico de Nashville de estos días.

Se trata de una música madura en sentimiento y perspectiva, en el mejor de los sentidos. Las canciones de Burnett resultan encajar perfectamente con Starr; tienen una inclinación filosófica y espiritual que se adapta tanto a su agradable voz como a su personalidad, y sus meditaciones sobre el amor, el envejecimiento y nuestro lugar en este mundo suenan aún más reveladoras viniendo de un hombre de 84 años, alguien que es ágil para su edad pero que sabe claramente que ya no es el joven que fue. Y también suena como si estuviera de acuerdo con eso.

Ringo ha sido fanático del country durante suficiente tiempo como para recordar cuando era la música la que hablaba más claramente a los adultos que se enfrentaban al mundo real, y esa es una perspectiva con la que claramente se siente cómodo, especialmente en “Thankful”, una sincera celebración de gratitud que es la única canción que escribió aquí (en colaboración con Bruce Sugar).

El álbum de 2024 de T-Bone Burnett, “The Other Side”, fue un bienvenido regreso a la composición sencilla y sentida de su mejor trabajo, y aunque “Look Up” es claramente el álbum de Ringo, los dos LP se sienten como hermanos, cada uno con una personalidad propia pero con una corazón amoroso y alma gentil. ¿Quién hubiera imaginado que Starr y Burnett formarían un gran equipo? ¿Y quién más espera que vuelvan a intentarlo?

(Fuente: Agencia Noticias Argentinas)

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“Popeye” y el “Bolero de Ravel”, entre las obras que pasarán a dominio público en 2025

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Múltiples obras literarias, cinematográficas, musicales, de comic y plásticas creadas en 1929 entrarán al dominio público bajo regulaciones legales del derecho de autor en Estados Unidos a partir del 1° de enero de 2025.

Según el centro Duke para el estudio del dominio público, quedarán libres de derechos de autor todas las obras del último año de la década de 1920, permitiendo “copiarlas, compartirlas y crear a partir de ellas”.

Algunas de esas obras literarias son “El ruido y la furia” de William Faulkner, “Adiós a las armas” de Ernest Hemingway, las novelas “El halcón maltés” y “Cosecha Roja” de Dashiell Hammett, “El misterio de las siete esferas” de Agatha Christie, “Una habitación propia” de Virginia Woolf o la versión original en alemán de “Cartas a un joven poeta” de Rainer Maria Rilke, entran en esta lista.

Acompañando a las primeras versiones de “Mickey Mouse” que entraron al dominio público en este 2024, se incluirán varias animaciones más, incluyendo “The Karnival Kid”, que marcó la primera vez que se oyó al ratón hablar. También quedarán libres de derechos “Chantaje”, de Alfred Hitchcock; “El reloj negro”, de John Ford, y “Dinamita” de “Cecil B. De Mille”, todas estas siendo las primeras películas sonoras de estos directores.

También los investigadores del centro Duke resaltaron que tres obras de Salvador Dalí -“Placeres iluminados”, “Las acomodaciones del deseo” y “El gran masturbador”- estarán entre las piezas de arte que quedarán libres de derechos. Sobre esta cuestión, afirmaron que para que una obra entre en esta acepción del derecho de autor, debe ser solo hasta que se cumplan más de 95 años desde su “publicación” según los estatutos legales.

El año 2025 marcará también el ingreso al dominio público a personajes clásicos como “Popeye el marino”, de la tira cómica de E. C. Segar, “Thimble Theater” (“Teatro Dedal”), pero sin su habilidad de obtener fuerza mediante las espinacas, ya que —según los investigadores— este elemento apareció recién en 1932. Acompañándolo, estará también la primera versión del periodista “Tintín”, creado por Hergé en el semanario juvenil “Le Petit Vingtième” (“El pequeño siglo XX”) de Bélgica.

En la música, varias obras del compositor y jazzista Fats Waller estarán libres de derechos, al igual que piezas de Cole Porter y el “Bolero de Ravel”. Según los investigadores del centro Duke, el dominio público solo se limita a las partituras, más no a las grabaciones originales, ya que estas “están cubiertas por un copyright independiente con un plazo de protección diferente”.

(Fuente: Agencia Noticias Argentinas)

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