Conéctate con nosotros

Entrevistas

Mientras anuncia recitales en River, Abel Pintos trabaja en dos nuevos proyectos

Publicado

el

Como cierre de un año que con la edición de “11” lo catapultó como uno de los músicos de mayor masividad en el país, Abel Pintos programó dos conciertos en River Plate para el 16 y 17 de diciembre. En tanto, trabaja en dos ideas a futuro.

Pintos, ganador de varios Premios Carlos Gardel y uno de los artistas más vendedores de la música argentina en los últimos siete años, ya trabaja on the road con su hermano Ariel y con Marcelo Predancino, armando canciones que por ahora lo tienen enfocado en dos vertientes; por un lado, canciones que profundizarían la línea trazada en “11” y, por otro, covers de folclore latinoamericano, que podría grabar y producir el año que viene.

—¿Qué se busca cuando se quiere hacer un River o dos River? ¿Batir un récord, marcar algo, establecerte en una primera línea que ya estás? ¿Cuánto hay de ego en eso?
—En este caso es una cuestión conceptual. Cuando hicimos los 12 Ópera en capacidad podríamos haber hecho una única función en Vélez, pero el estadio abierto no se ajustaba a la intención de ese concierto. Vos venís a escuchar un disco que no escuchaste todavía en tu casa y lo venís a escuchar en vivo con todas las canciones nuevas, entonces lo que yo necesito es concentración y que nada nos quite atención de la letra. Eso ya lo hice en Buenos Aires, el público que va a venir al concierto en River ya conoce perfectamente el disco y lo vivió en vivo, ya lo reinterpretó. Ahora todas esas canciones que son nuevas pasan al plano de las canciones de siempre, pasan al festejo más que a la atención. Ya las canciones salen naturalmente, entonces ese tipo de concierto sí da para hacerlo en un contexto en el que te das vuelta para atrás y te volvés loco con las luces y la gente que hay detrás. Por eso hacemos estadios cada tanto: primero porque confiamos en que la convocatoria responde a eso y porque musical y artísticamente hay una cuestión de concepto. Si fuera por la cantidad de gente podría echarme dos meses en un teatro.

—¿Se va a filmar un DVD de estos shows?
—Lo vamos a registrar. No sé en qué formato va a salir, tenemos varias ideas para compartirlo. Hicimos un DVD y un disco en vivo del Estadio Único, si nos provoca algo distinto de aquel disco entonces sí. Si no, vamos a buscar alguna alternativa para compartirlo. Sin duda lo vamos a registrar y lo vamos a compartir con el público, hay mucha expectativa alrededor.

—En los cánones tradicionales, vos sos clave para la industria por el nivel de ventas. Creo que los premios Gardel no sólo fueron por la calidad del material, sino a que en algún momento estabas en niveles de venta que estaba un artista extranjero.
—Claro, golazo (risas). Justamente por esas consideraciones es que frente a un evento como River en lo que pensamos es que vamos a tener un material que está buenísimo, ¿de qué manera lo compartimos? Lo podemos poner en una caja y venderlo como hacemos con todos los discos o tenemos otras alternativas que son igual de interesantes. ¿Dónde está la clave artística? Donde este material se vaya a lucir más, ahí va a estar el canal de difusión.

—¿Cómo te sentís hoy como artista y como oyente de música? ¿Qué estás viendo de lo que suena acá y del folclore?
—De Argentina estoy escuchando mucho a un músico que se llama Juan Ingaramo. Me cae muy bien su música, no lo conozco a él pero presiento una buena onda maravillosa de su parte y supongo que debe serlo así. Del folclore y de la canción argentina me gusta mucho, y lo digo con toda objetividad, un muchacho que es muy amigo mío que se llama Sebastián Garay. Es un mendocino que me parece un compositor tremendo. Nahuel Pennisi me parece que es un artista que ni él ni ninguno de nosotros tenemos noción de la dimensión que puede llegar a adquirir. Benjamín Amadeo me parece otro artista con una proyección enorme. Aparte, los veo trabajar de cerca porque nos conocemos y tienen algo ahí que es la clave, más allá del talento es esa conexión con la música.

—¿Esa conexión con la música y con el público la encontrás a pesar de la desprolijidad de un artista nuevo y es valorable encontrarla?
—Sí, porque eso es algo que no tiene nada que ver con la calidad del producto que esté ofreciendo, tiene que ver con su relación. Eso es notable, después lo demás se trabaja todo en producción. En ese caso pongo siempre de ejemplo a Ale Sergi, que me parece un tipo completamente admirable. Es un pibe que se reinventa constantemente no sólo en su proyecto principal que es Miranda!, sino que todo el tiempo está en un proyecto musical nuevo y son todos de un carácter musical nuevo, para todo tiene un talento enorme. El talento está claro, pero lo que pasa es que hay una conexión con la música enorme porque no se cansa nunca de componer, lo ama y claramente es su vida. Eso me parece lo fundamental.

—¿En algún momento sentiste esa cosa de los ojos de la industria esperando tu disco?
—No, para mí las expectativas nunca se convierten en una presión. Al contrario, me siento agradecido porque la expectativa no es más que atención y si hay algo que yo agradezco es que alguien me preste atención cuando yo quiero decir algo. Luego, ¿qué le va a producir a la persona lo que yo digo? Es un universo que no controlo ni yo ni la persona tampoco.

—¿Está bueno perder ese control? Vos tenés el parámetro de que no te lo use un político ni una publicidad, ¿está bueno perder el control de la obra y que para cada persona sea una historia?
—Sí, para mí sí. Yo disfruto mucho que sea así porque me permite no perder de vista cuál es mi intención y mi interpretación de esa canción. Entonces, no termino interpretándola para los demás, termino interpretándola por lo que yo siento con esa canción y los demás reciben mi interpretación y hacen la suya. Grandioso, me parece un círculo maravilloso.

—¿Hacia dónde están yendo esas cositas que estás grabando con Marcelo y con tu hermano?
—Me pasa por primera vez algo que estoy disfrutando mucho, que es que habitualmente tengo un solo tema en la cabeza de lo que quisiera hablar de acá a un tiempo con mis canciones y entonces voy buscando la estética más oportuna, pero en esta oportunidad me están pasando dos cosas. Tengo dos temáticas muy claras en mi mente y son muy disímiles: una es un disco de música folclórica latinoamericana y la otra es un disco que tiene una estética más de la corriente de lo que vengo haciendo en este último tiempo. Lo vengo trabajando con absoluta libertad hasta que uno empiece a crecer más que otro, cope la parada y se editará.

—¿El disco de covers folclóricos incluirá folclore latinoamericano?
—No, cuando me refiero a latinoamericana no me refiero a recorrer Latinoamérica en sus géneros, sino que el folclore argentino tiene mucho de folclore latinoamericano por influencia obvia. Por ponerte un ejemplo, La Masa es una canción de folclore latinoamericano pero que mi generación la tiene dentro de acá. Lo mismo pasa con La Malagueña, una canción híper tradicionalista argentina que es mexicana. A eso me refiero, no es un proyecto que tenga en la cabeza para recorrer Latinoamérica en sus géneros tradicionales y ponerlo en un disco, es un disco de música folclórica en definitiva.

—Hablaba hace poco con artistas que se nutren mucho del folclore que son Mon Laferte y Natalia Lafourcade. ¿El folclore es matriarcal o patriarcal? Ellas hablaban de cuatro damas: Mercedes, Chabuca, Chavela Vargas y Violeta. ¿Es matriarcal o patriarcal?
—No, no creo. Creo que tienen madre y padre y de ahí venimos todos los hijos. ¿Sino dónde quedan Víctor Jara o Atahualpa Yupanqui?

—Todas mencionaron a Atahualpa aparte. Pero, siendo mujeres, son las cuatro referencias.
—Es que las cuatro referencias que mencionaron son cuatro pilares fundamentales e inevitables de la música folclórica latinoamericana. Luego también hay hombres porque al final no es una cuestión de género de especies, es una cuestión de género musical.

—¿Sentís que están hermanados, inclusive Atahualpa?
—Sí, desde ya. Pero yo a Atahualpa lo siento hermanado con Lennon o con Freddy Mercury. Son tipos de una cosmovisión atemporal, ni siquiera de esa época. Inclusive a Julio Verne. Eran canales de una bajada de algo enorme.

(Fuente: Agencia de noticias Telam)

Sigue leyendo
Haga clic para comentar

Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso

Deja una respuesta

Entrevistas

Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

Sigue leyendo

Entrevistas

Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

Sigue leyendo

Entrevistas

Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

Sigue leyendo


Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
Edición Nº